Más de ciento cincuenta mil mujeres y hombres marchamos en las calles de la Ciudad de México, nos dimos cita en el Monumento a la Revolución, que no fue capaz de albergar a los que salimos a manifestarnos rumbo al Zócalo de la Ciudad de México, la rabia, la indignación se hizo presente, la manifestación se replicó por todo el país, no es casual, la ola de violencia y feminicidios es grotesca.
Desde temprano el transporte público colapsó, metro, metrobús, podíamos observar que grupos de mujeres, grupos mixtos, estudiantes, trabajadoras y familias se trasladaban a la cita de la manifestación, por toda la ciudad podías observar algún sello distintivo de la marcha, una prenda morada, o el pañuelo verde atado al cuello o en los puños.
A la hora de la cita, 2 de la tarde, prácticamente el Monumento a la Revolución era inaccesible para los manifestantes. Las calles aledañas estaban llenas. Al iniciar la manifestación rumbo al Zócalo, una auténtica rebelión recorrió las calles de la Ciudad de México, la razón: la violencia, los feminicidios, el acoso, la desigualdad y la crisis económica.
La rabia desbordó las calles
La marcha fue lenta pero segura, a pesar de que la cita era a las 2:00 pm las mujeres comenzaron a llegar desde la 1:00 pm, miles y miles, por lo que la marcha comenzaría a avanzar y para las 2:00 pm la plaza del Monumento a la revolución ya estaba llena, si habías acordado verte con tus amigas estoy segura que se te complicó mucho dar con ellas.
Avanzamos y la emoción era enorme, pero la rabia nuestro motor, todas llevamos pancartas exigiendo justicia, respeto y señalando al culpable de este horrible ambiente de violencia que vivimos las mujeres: “El Estado opresor es un macho violador”. Gritamos: “vivas nos queremos”, “ni una más, ni una asesinada más”. No había un orden específico, todas llegamos a convivir en algún momento dado. Actos simbólicos y performances acompañaron la marcha.
A cada paso demostramos el poder del movimiento femenino en México. Hubo muchísimas expresiones durante la marcha, pero lo que considero más significativo fue la serie de manifestaciones de mujeres trabajadoras desde sus espacios, saliendo a los balcones, con sus uniformes, que denotan que son trabajadoras de la limpieza, a saludar y mostrar solidaridad. Vimos a las meseras en los restaurantes con sus mandiles y una nota de: “Estoy con ustedes”, o las compañeras trabajadoras de una taquería con pañuelos verdes en la mano agitándolos y una manta morada que decía: “ni una más” nos recordaban el motivo histórico de la movilización del 8 de marzo, un día para reivindicar a la mujer trabajadora y luchar por sus derechos laborales, un salario digno y condiciones de trabajo dignas, la necesidad urgente de un proceso de lucha revolucionaria y de clase, que se manifestó en la movilización.
Las pintas y las acciones que reflejaron rabia e indignación se hicieron presentes y mientras unas eran las autoras al fondo el respaldo se externaba con un “fuimos todas”.
Cuando los primeros grupos de la manifestación arribaron al Zócalo de la Ciudad de México nos encontramos con que la Catedral Metropolitana estaba rodeada por grupúsculos de derecha, su número no rebasaba las 100 personas, con rosarios en la mano, algunos haciendo el saludo fascista, intentaron confrontar a los contingentes, pero se vieron rebasados. Esa es la verdadera fuerza de los grupos de la ultraderecha en nuestro país, en contraste observamos un pujante movimiento de mujeres y hombres con un alto potencial revolucionario que comienzan a cuestionar el origen de la violencia y al propio sistema capitalista. Eran múltiples las pancartas donde los asistentes señalaban al capitalismo y hacían un llamado a la lucha contra el sistema.
Cientos de mujeres, particularmente jóvenes, derribaron las vallas que cubrían la estructura del templete de un concierto de música realizado el día anterior. Rápidamente fue ocupado por mujeres, pancartas y consignas, ese escenario se convirtió en un mitin alternativo al que se desarrollaba en ese momento frente a Palacio Nacional.
Durante 4 horas miles de personas fueron llegando al Zócalo, se formaron diversos grupos que permanecieron en la plaza, intercambiando información, gritando consignas, escuchando el mitin, pegando carteles, pintando consignas en el suelo.
Las compañeras de la Liga de Mujeres Revolucionarias y La Izquierda Socialista pusimos una carpa informativa con materiales políticos, nuestro periódico y volantes, conversamos con decenas de mujeres y realizamos un acto de protesta por el feminicidio de Sara Abigail Salinas, ocurrido el año pasado en el municipio de Zempoala, Hidalgo. Tras abrir el micrófono en el templete del mitin central a los familiares de víctimas de violencia y feminicidios pudimos participar exponiendo el caso.
Acción directa y acción de masas
Un debate implícito dentro del movimiento es sobre el uso de la acción directa para hacer patente la protesta y la rabia justificada de las mujeres ante los feminicidios y el acoso. Podemos observar un fenómeno peculiar, entre los sectores más frescos y jóvenes que no existe de primera mano un rechazo a la acción directa que algunos pequeños grupos realizan en las manifestaciones. Tras derribar las vallas en el Zócalo de la Ciudad de México, la reacción inmediata de cientos de compañeras fue el grito de “¡fuimos todas!”, inmediatamente se ocupó el escenario por las compañeras.
Al grito de algunos sectores de la manifestación a la no violencia, la respuesta de miles fue: “¡no es violencia, es autodefensa!” Tal vez esto pueda ser secundario, pero refleja un cambio de consciencia de miles de compañeras, particularmente entre los sectores más jóvenes que han entrado a la lucha.
El Estado burgués ha fracasado para garantizar la seguridad de las mujeres, en particular las estudiantes, trabajadoras y las que vivimos en los barrios populares. Su aparato burocrático impide que que la mayor parte de las denuncias contra feminicidio y violaciones no procedan, los asesinos, violadores y violentadores estén libres y el clima de impunidad y corrupción que chorrea los poros del capitalismo mexicano ocasiona que la mentalidad delincuencial tome valor ante sus víctimas, porque sabe que la justicia burguesa está podrida y gozará de impunidad.
Ante esa situación la idea de la autodefensa popular no es una idea descabellada, esa idea está presente en la mente de las mujeres participantes en las manifestaciones cuando se grita “¡la policía no me cuida, lo hacen mis amigas!”, o cuando se hace referencia a la necesidad de la autodefensa ante la violencia del Estado y ante los feminicidios. Esta idea incipiente debe desarrollarse y poner en práctica de manera organizada, respaldada por asambleas multitudinarias de estudiantes, pobladores, trabajadores en las escuelas, barrios y centros de trabajo.
La acción directa sobre los monumentos, instituciones bancarias, símbolos de las empresas transnacionales, medios de comunicación, ya es una práctica común en las manifestaciones por parte de algunos grupos; en un primer momento reciben el apoyo al menos pasivo de los que acuden a las marchas, se puede decir que en un primer momento está justificado, sin embargo deberíamos profundizar sobre el balance de las acciones para que estas sean contundentes, radicales y tiendan a transformar profundamente esta sociedad.
El capitalismo y su super-estructura ideológica de opresión no descansa sobre los símbolos o lo monumentos, sino sobre las relaciones sociales de producción que lo sostienen, sobre el trabajo asalariado de millones de trabajadoras y trabajadores, cuyo fruto de trabajo se apropian un puñado de parásitos capitalistas. El ímpetu de miles de jóvenes para destruir los símbolos, se debería canalizar para organizar a millones de trabajadores sobre los que descansa la producción de riqueza bajo el actual sistema.
Un primer paso será la propuesta de paro nacional del 9 de marzo, sus resultados deberíamos analizarlos y debatirlos con profundidad. Debemos preguntarnos ¿qué pasaría si los millones de trabajadores de este país paralizáramos la producción de manera organizada y contundente? Eso sería un duro golpe para el sistema capitalista.
Fortalecer la organización en las escuelas, centros de trabajo, en los barrios, con una perspectiva revolucionaria y de lucha contra el capitalismo, es una tarea y un debate fraterno que debemos de dar dentro del movimiento actual.
Tareas para el movimiento
Dejamos claro que la fuerza de las mujeres trabajadoras y jóvenes, incluso niñas, es inquebrantable. Días atrás adolecentes de secundaria y preparatoria se organizaron para correr a profesores acosadores; en la UNAM estudiantes organizadas libran una batalla contra las estructuras universitarias reflejo de un sistema machista y patriarcal. El feminicidio de Ingrid y Fátima, y la organización que comienza a darse en el IPN, cuando vimos en varias escuelas como las chicas se organizaban para impulsar tendederos de denuncias, fueron acontecimientos que se acumularon en la marcha del 8M. Aunque la marcha fue poderosa y este 9M hay un llamado a un paro de mujeres debemos preguntarnos ¿Qué tareas necesitamos impulsar para continuar la lucha?
En primer lugar, tenemos que decir, que el paro será un ensayo, prueba y error, pues de manera concreta se hizo el llamado a una acción simbólica de lo que significaría que no hubiera mujeres, como si desaparecieran de la faz de la tierra, de la nada y es una situación absurda pues lo que manifestaría sería la perpetua relegación de la mujer a lo doméstico y la invisibilización social. Bajo el capitalismo y la sociedad dividida en clases este ha sido el papel que le ha destinado a la mujer: objeto domestico incapaz de participar en el desarrollo social.
Entonces debemos dejar claro que este no es más que un llamado superficial, pero que la consigna de paro de mujeres debería impulsar tomas de espacios públicos para la realización de cualquier actividad política, como tendederos sobre qué es el feminicidio, charlas sobre la lucha de las mujeres, mítines cierres de calle, etc. Que sea un paro que destine un golpe al capital.
Es urgente la educación política dentro del movimiento femenino, nos pareció increíble que sólo nosotras como Liga de Mujeres Revolucionarias lleváramos, periódicos o cuadernillos con temas de la mujer. Necesitamos formarnos para combatir el oportunismo de la derecha, pero sobre todo para impulsar un programa de lucha.
Tenemos que hacer reuniones de balance político sobre el 8M, 9M y sacar conclusiones orientadas a superar lo que hemos hecho hasta el día de hoy.
Esta marcha nos enseñó que incluso nuestros compañeros de clase, como un deber histórico, tienen que luchar con nosotras para defender las conquistas del proletariado, que el Estado mantiene las condiciones institucionales de una violencia incrustada hasta la médula en la sociedad.
Y que para poder ganar la batalla contra la violencia machista y los feminicidios debemos declararle la guerra al sistema capitalista y patriarcal, pues mantiene una crisis permanente que acentúan la opresión hacia la mujer al doble.
Empecemos a hablar de un programa socialista para las mujeres y organicemos el cumplimiento de la promesa revolucionaria: la emancipación de las mujeres y las hijas de la clase trabajadora.