Los feminicidios en México: síntoma de un sistema enfermo

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Alma Chavarría Farel, tenía 13 años cuando fue asesinada después de haber sido violada. Eso ocurrió el 23 de enero de 1993; fue el primer caso de feminicidio documentado.

Ciudad Juárez, lugar de maquiladoras, ubicada en la frontera con EEUU; se haría tristemente célebre porque más casos de mujeres desaparecidas y asesinadas fueron ocurriendo. Las muertas de Juárez sólo anticiparon una aterradora pesadilla. Casos que primeramente podrían parecer aislados, mostraron que tenían mucho en común. En su mayoría hablamos de mujeres de familias pobres, obreras, muchas veces migrantes provenientes de otros estados del país.

Años después, Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez, fueron encontradas a las afueras de esa ciudad en un campo algodonero con por lo menos otras 5 mujeres más. Sus asesinos llevaban actuando al menos por 10 años de manera impune, arrebatando la vida de mujeres. El caso del campo algodonero consiguió después de un largo peregrinar, una sentencia favorable de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la que responsabiliza al Estado mexicano por falta de diligencia.

El país fue sumergido en la violencia tras la imposición de Felipe Caderón en la presidencia. Los casos de feminicidios no desaparecieron pero quedaron ocultos. En realidad el problema fue creciendo, no eran sólo los casos de aquella lejana ciudad fronteriza; sino que fueron visualizándose en todo el país. No eran sólo casos relacionados con el crimen organizado, en distintos aspectos de la sociedad este problema se fue extendiendo.

El feminicidio infantil

Uno de los síntomas de la irracionalidad capitalista es el caso de los feminicidios infantiles. Frida Guerrera, una periodista y activista, que encabeza la organización “Voces de la Ausencia”, visibilizó el terrible caso de Lupita, “Calcetitas Rojas”, una niña que antes de cumplir los 5 años fue asesinada y tirada en el Bordo de Xochiaca. Tenía una historia de violencia durante toda su corta vida. Nunca existió para las autoridades hasta el día de su muerte pues jamás fue registrada.

Según la Agencia Quadratín, en 2016 fueron registrados 53 feminicidios infantiles, al año siguiente fueron registrados 65, y 86 en 2018.

María Salgueiro señala que en la mayoría de los casos de feminicidios infantiles existen antecedentes de violencia física y sexual. Se puede encontrar un cierto patrón de los feminicidas que suelen ser hombres con trabajos precarios o desempleados, a veces involucrados en el narcomenudeo. Muchas veces son las madres quienes trabajan y los feminicidios ocurren cuando ellas no están presentes, o bien, cuando las niñas ya tienen cierta independencia; después de los 6 años. Pueden ser vecinos o miembros del entorno comunitario quienes las cazan, aunque manteniendo patrones similares a los mencionados (e-radio.edu. mx/Las-mujeres-contamos/Mapa-de-feminicidios). Existe una clara relación entre las condiciones materiales y el desarrollo del feminicidio, es una realidad que ocurren casos en estratos sociales no precarios aunque en menor medida.

¿Una lucha contra los hombres o contra la violencia sistémica? 

Vivimos en un sistema donde la violencia hacia la mujer es socialmente aceptada. Sin embargo, en los últimos años hemos visto emerger importantes luchas de mujeres en contra de esto que parecería común y aceptado. En nuestra opinión la violencia a la mujer es una de las expresiones más crudas de opresión, pero no la única que vive nuestra sociedad. En la sociedad capitalista la relación capital-trabajo es la contradicción central que explota, margina y facilita otro tipo de violencia y opresiones. Tenemos que luchar por una sociedad sin explotación y sin la violencia que ésta acarrea, no podemos aspirar a una sociedad igualitaria sin una lucha masiva contra la explotación pero también contra la opresión a la mujer. Esta última lucha es literalmente un caso de vida o muerte.

A la mujer trabajadora se nos relegó al papel de reproducir la fuerza de trabajo, confinándonos al hogar. Las guerras, la crisis y la propia lucha por la igualdad, ha permitido que hoy la mujer pueda ocupar relativamente otros roles en la sociedad pero en la gran parte de las veces sin lograr emanciparnos de las otras formas de opresión. Así, además de salir a laborar o estudiar, debemos muchas veces asumir el trabajo doméstico viviendo en un mundo que en general es violento contra nosotras.

Podemos encontrar estados con una masa de feminicidio mayor como el Estado de México, Jalisco o Guanajuato. Pero el estado con mayor feminicidios por cantidad de habitantes es Colima. Mientras que los municipios donde estos crímenes ocurren con mayor frecuencia son Ecatepec y Naucalpan, en el Estado de México; Chilpancingo, en Guerrero; Ciudad Juárez y Chihuahua, en Chihuahua.

La violencia cotidiana o familiar es fuerte y también cobra vidas de mujeres. En estos casos podríamos identificar esta violencia como machista y con esto sacar la conclusión que el problema de raíz son los hombres. Pero en realidad las condiciones materiales son un elemento que influye enormemente en el desarrollo de esos casos tanto en hombres como en mujeres. La violencia contra la mujer es estructural, ligada en los huesos y nervios del actual sistema capitalista.

Niños huérfanos desatendidos por el estado o hijos de familias en condiciones precarias son más susceptibles a convertirse en violentadores.

Décadas de ataques a los trabajadores del campo y la ciudad han llevado a un aumento de la pobreza, desempleo crónico, miseria y descomposición social. Esta precariedad, a la que nos ha sumergido el sistema y la voraz clase capitalista, nacional e imperialista, es un caldo de cultivo para el desarrollo del barbarismo. La pérdida de valores es consecuencia de esta descomposición social, hay que reeducar a la sociedad pero para ello hay que darles condiciones de vida dignas a la población: buenos empleos, educación, salud pública universal, vivienda digna, infraestructura adecuada en los barrios obreros y pueblos campesinos, recreación, oportunidades y perspectivas de futuro.

Descomposición social 

La descomposición social es directamente proporcional al aumento de los feminicidios. En los lugares donde hay conflictos con el crimen organizado estos casos se disparan.

En Colima, (el estado con mayor cantidad de feminicidios por unidad de habitante) este problema está claramente relacionado por las disputas del narco.

Antes de la guerra contra el huachicol, en estados como Puebla; las peleas entre los grupos del cartel terminaban en mayores casos de mujeres asesinadas. Existen, por ejemplo; los casos de asesinatos por pertenencia al contrario, donde además de ver a la mujer como un objeto que puede ser poseído, pagan con sus vidas por ser pareja, hija o familiar de un enemigo. María Salgueiro, señala que en el pasado eran mujeres adultas quienes eran asesinadas pero que últimamente los casos más comunes de feminicidios recaen entre chicas de 18 a 25 años, además que los narcotraficantes son los principales feminicidas del país.

La búsqueda de la justicia 

Pareciera que para gran número de Ministerios Públicos, jueces, agentes investigadores, peritos y demás funcionarios les es indiferente el dolor; pareciera que cada feminicidio o cada caso de violencia es una carpeta más que desean archivar. Esto se hace evidente desde el momento en que una mujer va a denunciar violencia porque ha sido golpeada o violada por su pareja y sueltan al agresor en unas cuantas horas.

La negligencia se nota cuando los padres van a hacer el reporte de una menor de edad desaparecida y les dicen: “se fue con el novio, búsquela en los hoteles, en unos días regresa y hasta con premio”, o desde el momento en que tienen que ir a levantar el cuerpo de la niña o mujer que se negaron a buscar y en el peritaje de la escena se cometen negligencias fatales como lo es contaminar o perder la evidencia, no tomar muestras o no resguardar la escena del crimen, siendo que son pruebas importantísimas para imputar al sospechoso.

Los familiares, en cambio, pueden desde el primer momento hacer de la búsqueda de justicia el eje central de su vida, es la familia la que comienza la investigación con los amigos, conocidos, vecinos y demás personas del entorno a la chica asesinada, trabajo que deberían asumir los agentes investigadores. La impunidad genera rabia, hay casos en los que el juicio dura años y al final resulta que al feminicida le dan una condena benévola y alcanza la libertad bajo fianza.

En México, son miles los casos de dolor, estas líneas no son suficientes y se quedan cortas en comparación de lo que las mujeres violentadas viven diariamente, y cuando la violencia encuentra su expresión más cruda, el feminicidio, la pena se hace profunda en las familias. En este proceso madres, padres, hermanos y hermanas, hijos e hijas dan cuenta de que sólo organizándose se encuentra respuesta y esperanza, actuando aisladamente se logra muy poco o nada. Las instituciones y la legalidad del estado capitalista no sirven a las familias trabajadoras, es lamentable escuchar la frase “con dinero baila el perro”. En este sistema es una realidad que la justicia sólo sirve a las clases adineradas.

La legalidad burguesa es como una telaraña donde el débil queda atrapado y los poderosos la rompen. Es un sistema que no da justicia para el pobre, para las familias obreras y tampoco para las mujeres víctimas de violencia. Esto lleva a impunidad, repetición de los hechos y por lo tanto; a incremento de los casos. Recordamos por ejemplo a Marisela Escobedo, quien fue asesinada fríamente a finales de 2010 frente al palacio de gobierno en Chihuahua cuando exigía justicia para Rubí Frayre; su hija asesinada.

Hay más casos de feminicidas que quedan libres y repiten el delito, en algunos ocasiones vemos el desarrollo de reales asesinos seriales, podríamos comentar a los feminicidas del campo algodonero o al monstruo de Ecatepec.

Debido a la gravedad de la situación, que aumenta año con año, se han formado grupos de acompañamiento legal y político, en estos grupos las familias encuentran el apoyo que las autoridades no dan, en estos grupos los familiares se organizan y salen a las calles para gritar y exigir castigo a los culpables. Organizados es como se toma fuerza y se dan pasos adelante en la búsqueda de justicia. Es sólo cuando la familia o una organización están detrás de un caso cuando éste avanza, aunque esto en sí mismo no garantiza Castigo a los culpables. A pesar de los esfuerzos y los pasos adelante en materia de justicia que han conseguido casos como el Campo algodonero o el de Mariana Lima, (donde su mamá, Irinea Buendía, dio una batalla titánica que consiguió que el caso llegara a la Suprema Corte de Justicia y se tipificara como feminicidio y así obtener el encarcelamiento de su asesino) desgraciadamente la violencia, la impunidad, la negligencia y la injusticia no desaparecen.

Un caso reciente y emblemático es el de Lesvy Osorio, quien fuera asesinada por su novio frente a la facultad de ingeniería en Ciudad Universitaria de la UNAM, el 3 de mayo de 2017. Las autoridades inicialmente ni siquiera consideraron el hecho como homicidio y quisieron tratarlo como suicidio. A través de la presión de masas, que implicó movilizaciones masivas estudiantiles y una campaña de propaganda abierta de grupos feministas, estudiantiles, sociales y sindicales, finalmente consiguió que el culpable fuera condenado a 45 años de cárcel. Eso nos muestra como la lucha organizada masiva puede obtener victorias.

Las cifras de asesinatos de mujeres lejos de disminuir han aumentado, pasando de 9 a 10 casos por día; según cifras oficiales. Un feminicidio no es cualquier asesinato de mujeres, sino cuando se da por razones de género. Legalmente, se cataloga feminicidio cuando cumple con uno de estos casos: la víctima presenta signos de violencia sexual de cualquier tipo; a la víctima se le hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia; existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar, del sujeto activo en contra de la víctima; haya existido entre el activo y la victima una relación sentimental, afectiva o de confianza; existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima; la victima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la privación de la vida o el cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público.

Según datos del gobierno de AMLO, en los primeros 9 meses de su administración han ocurrido 638 posibles feminicidios. La realidad es más cruda que las estadísticas oficiales. El actuar de las autoridades es negligente, va desde el rutinismo y burocratismo, ellos ven cada asesinato como un caso más y prefieren sea archivado. Vemos el extremo de casos de abierta protección consiente a criminales en acciones de contubernio, omisión dolosa y corrupción. El ya mencionado ejemplo de Lesvy quería ser catalogado como suicidio (y no es el único), de haber ocurrido esto no hubiera aparecido en las estadísticas oficiales como feminicidio.

#NiUnaMenos

“El capitalismo es horror sin fin”, dijo alguna vez Lenin. La realidad nos golpea a la cara cuando menos pensamos. En este capitalismo decadente, cualquiera de nosotras (o nosotros), cualquiera de nuestros seres cercanos puede ser la siguiente víctima. Familiares de las víctimas, antes apolíticos, emprenden luchas y buscan juntar sus voces para obtener justicia. La lucha contra el feminicidio no es exclusiva de las mujeres, debe ser asumida como una demanda del conjunto del movimiento de los trabajadores, organizaciones sociales y estudiantiles. Existen activistas que se han entregado en cuerpo y alma a esta causa de forma admirable, eso ha permitido visualizar casos que hubieran quedado ocultos y obtener justicia para algunos casos particulares, aunque la pérdida, el daño, nunca será completamente reparado. Sin embargo, nuevos casos aparecen y el problema general sigue profundizándose.

El problema del feminicidio es uno de los más horrendos, pero otro son los asesinos de jóvenes, las desapariciones que se cuentan por decenas de miles, la violencia y el acoso sexual. La lucha contra la violencia debe ir acompañada por la lucha contra la pobreza y por buscar alternativas dignas de vida. No es doblegado a un Ministerio Público o un Juez o educando con perspectiva de género a un policía como se evitará la violencia, es luchando por una sociedad igualitaria con oportunidades para todos.

Los feminicidios son un preocupante síntoma de un sistema mortalmente enfermo. Pequeñas reformas no solucionan los profundos problemas sociales. Necesitamos un cambio de raíz, un cambio total del Estado sustituyendo las actuales instituciones por otras que sirvan a las mujeres y al pueblo trabajador en general. Necesitamos reeducarnos, acabar con los prejuicios y actitudes machistas pero esto se conseguirá con la lucha colectiva de hombres y mujeres para transformar de raíz nuestra sociedad. Necesitamos unir las luchas, todas encaminadas a exterminar cualquier tipo de violencia y explotación. Esto no quiere decir que dejemos a un lado nuestra lucha contra la violencia hacia las mujeres, pero es importante entender que la legalidad burguesa y el sistema capitalista no nos sirven y nuestro fin debe ser transformar a la sociedad.