Las tareas del movimiento obrero y del activismo clasista ante el 1º de mayo

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Editorial de El Militante Nº 46 

El activismo clasista no debería dejarse impresionar por la reducción de los conflictos laborales, lógicos ante la incertidumbre que existe, sumado al ambiente electoral que tiende a congelar los reclamos sociales, y ante la falta de alternativas y de orientación de los dirigentes sindicales. Por debajo de la superficie continúa el proceso de acumulación de bronca y malestar por las condiciones laborales y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Mientras más obstáculos oponga la burocracia sindical a la lucha de los trabajadores, mayor será la explosión social futura.

  Editorial de El Militante Nº 46

Conforme los efectos de la crisis internacional empiezan a sentirse de lleno en nuestro país con la caída de la producción industrial, de la inversión, y del comercio exterior, también las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera empeoran cada día que pasa.

Si ya hace meses las maquilladas cifras oficiales reconocieron un aumento del empleo "en negro" a fines del año pasado (del 36,5% hasta el 37,8%) y una caída en el poder adquisitivo de los trabajadores registrados en el año 2008 del 2,7%, según el Banco Central; la situación del empleo y los salarios no ha hecho más que empeorar a lo largo del 2009.

Los empresarios se aprovechan de la incertidumbre y preocupación que existe en millones de trabajadores sobre el futuro de sus empleos para incrementar la explotación y no aumentar los salarios, pese a que el incremento de los precios continúa imparable.

Los dirigentes de la CGT pactan con los empresarios

Lamentablemente, los dirigentes sindicales de la CGT se han hecho eco de este chantaje, cediendo ante él. En una maniobra calculada, sin consultar a los trabajadores, la mayoría de los gremios de la CGT ha eliminado las negociaciones paritarias este año, aplicando de hecho un Pacto Social no declarado, a cambio del otorgamiento de sumas fijas no remunerativas que no cuentan para la jubilación ni para la baja por enfermedad, y que ahorran al empresario el pago de las cargas sociales. De las condiciones laborales y la jornada de trabajo nada se habla. Incluso así, las sumas pactadas suponen aumentos de entre el 10% y el 15%, excepcionalmente el 20%, muy por debajo del aumento de los precios del año pasado estimado en un 25%. De esta manera se consolida una pérdida del poder adquisitivo de los salarios por tercer año consecutivo. En peor situación quedan los más de 5 millones de trabajadores no registrados o "en negro" que recibirán aumentos ínfimos, con suerte.

Por su parte, el gobierno también mostró su hilacha de clase. Dice que no hay dinero para ampliar el seguro de desempleo (apenas lo cobra el 8% de los desempleados) ni para aumentar su monto miserable (de entre $250 y $400), pero otorga con generosidad miles de millones de pesos de dinero público en subsidios y ayudas a los empresarios. Por supuesto, la oposición a la derecha del gobierno, nada objeta al desempeño "social" del gobierno de Cristina.

La posición de la CTA

Correctamente, la dirección de la CTA dice oponerse al Pacto Social y organizó una jornada nacional de lucha el pasado 22 de abril "para que la crisis no la paguen los trabajadores". Este es el camino. Pero, lamentablemente, lo ocurrido en Ctera, uno de los gremios más importantes de la CTA no ayuda precisamente a reforzar la credibilidad de los dirigentes de la CTA cuando lanza este tipo de medidas de lucha.

Con 16 de 22 provincias en lucha en el mes de marzo, la dirección del gremio se negó a unificar el conflicto, dejando que éste se agotara provincia a provincia a cambio de subas salariales misérrimas. En lo que respecta a los trabajadores estatales y provinciales, ATE se limita a declarar un paro nacional cada dos meses sin que suponga un paso adelante en la lucha por el salario; en lugar de lanzar paros progresivos de 48 hs, 72 hs, y de unificar luchas con los demás trabajadores del sector público (docentes, judiciales, etc.).

No somos unos sectarios ciegos. No metemos en la misma bolsa a los dirigentes de la CGT que a los de la CTA. De hecho la CTA, que es vista por cientos de miles de trabajadores como una central más democrática y menos burocrática que la CGT, podría jugar un papel en acelerar las contradicciones en esta central y convertirse en una referencia para muchos trabajadores cegetistas. Pero su negativa incomprensible a proponer políticas de frente único a la CGT para comprometer a la burocracia sindical ante sus bases, le impide avanzar hacia ese objetivo.

En lugar de tratar de competir con la CGT, dedicándose a propiciar escisiones prematuras en los gremios cegetistas de unas pocas decenas o cientos de activistas para mostrarlo como un trofeo para regocijo de su aparato sindical, la obligación de los dirigentes de la CTA debería ser estimular a los sectores de oposición de la CGT a luchar por la regeneración de los gremios cegetistas para que extiendan su influencia en el seno de los mismos.

Tareas del activismo clasista

Es verdad que, por el momento, los trabajadores muestran una actitud cautelosa, confiando en que como afirman sus dirigentes, los efectos de la crisis serán pasajeros. Pero también es evidente que los trabajadores no muestran ningún entusiasmo con lo que está sucediendo.

No obstante, ha habido muchos casos de indisciplina sindical. Así, la burocracia del sindicato petrolero no pudo hacer cumplir los 6 meses de paz social que había comprometido en noviembre ante las transnacionales, debido a los despidos y a los reclamos salariales.

El activismo clasista no debería dejarse impresionar por la reducción de los conflictos laborales, lógicos ante la incertidumbre que existe, sumado al ambiente electoral que tiende a congelar los reclamos sociales, y ante la falta de alternativas y de orientación de sus dirigentes sindicales.

Por debajo de la superficie continúa el proceso de acumulación de bronca y malestar por las condiciones laborales y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Mientras más obstáculos oponga la burocracia sindical a la lucha de los trabajadores, mayor será la explosión social futura.

La tarea del momento es organizar una corriente sindical de oposición a nivel nacional que agrupe a todo el activismo sindical clasista, una corriente sindical que tome el testigo dejado por el Movimiento Intersindical Clasista, experiencia que fracasó no por razones objetivas sino por la falta de claridad política y organizativa de su organismo dirigente.

Un programa socialista para enfrentar la crisis capitalista

Correctamente, el activismo clasista señala que los trabajadores no somos, en modo alguno, responsables de la crisis capitalista. Pero esto sólo es media verdad. La verdad completa es que el origen de la crisis descansa en la propiedad privada de los grandes medios de producción.

La clase obrera es la única clase productiva de la sociedad y la clase verdaderamente progresista interesada en el desarrollo de la producción, la cultura, la salud, la educación y el bienestar general. Por lo tanto, no podemos consentir que las familias obreras degraden sus niveles de vida para sostener las ganancias y el nivel de vida de una clase parásita como la capitalista, los empresarios.

Debemos agitar la consigna de un plan de lucha nacional contra los despidos y la huelga general, acompañado de consignas transicionales como la apertura de libros de cuenta de las empresas, comité obreros de control para verificar el estado financiero de las empresas, la expropiación de toda fábrica que cierre o despida trabajadores, y la nacionalización de la banca y los monopolios sin indemnización y bajo control de los trabajadores para planificar la economía en base a las necesidades de los trabajadores y nuestras familias.