El anuncio de China de la creación de una Zona de Identificación de Defensa Aérea pone de relieve las tensiones entre los imperialismos chino y estadounidense.
El 23 de noviembre, China anunció su propia Zona de Identificación de Defensa Aérea (Air Defence Identification Zone –ADIZ-), algo que los EEUU, Japón, Gran Bretaña y muchos otros países también aplican. Según el gobierno chino, cualquiera que esté planeando volar hacia esa zona debe adelantarlo por radio e informar al control de tráfico aéreo chino de sus intenciones, con el fin de obtener el permiso para hacerlo. El problema es que esta zona es bastante grande y se extiende mucho más allá del espacio aéreo chino. Sucede que el ADIZ invade a su vecino y enemigo Japón, y cubre las islas controladas por los japoneses, conocidas por los chinos como Senkakus o Diaoyus. Este paso de China es una prueba de que se acerca a su fin la época dorada del imperialismo de EEUU y su estabilidad relativa, y que amanece una nueva fase de inestabilidad y conflictos; moviéndose hacia el Pacífico occidental el epicentro de las contradicciones fundamentales entre las potencias capitalistas del mundo.
Al igual que la acumulación constante de piezas de ajedrez en una red de posiciones estratégicas en el tablero, los imperialismos chino y de EEUU están haciendo maniobras que apuntan inequívocamente a futuros conflictos. Las contradicciones entre los EEUU y China se ciernen amenazadoramente como una nube de tormenta oscura en el horizonte futuro, recordando el caos de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Todas las potencias secundarias de la región, desde Japón y Corea del Sur hasta Vietnam y Filipinas, sienten la enorme contracción entre sus dos principales socios comerciales, y se agachan detrás del matón más fuerte, los EEUU, para su protección.
Ni siquiera el más celoso de los patriotas chinos puede tomar en serio las afirmaciones del gobierno de que el ADIZ no es más que un intento inocente de apuntalar los sistemas de alerta de defensa de China. No sólo el momento, dada la actual crisis en las Islas Senkaku / Diaoyu, sino también la forma exacta de la zona, revelan que se trata de una maniobra de la estrategia imperialista de China en el Pacífico Occidental. Pero la zona no sólo se superpone significativamente con el ADIZ ya existente en Japón, también se las arregla para evitar a Taiwán mientras que cubre las cercanas y muy polémicas islas Senkaku / Diaoyu. Esto es debido, sin duda, a que China está en el proceso de arrastrar a Taiwán de nuevo a su esfera de influencia, utilizando la dependencia económica de Taiwán, que coloca el 42 % de sus exportaciones en China.
Nadie puede dudar de que la fuerza motriz detrás de este proceso es el surgimiento de China como el mayor fabricante del mundo (después de 110 años de dominación de EEUU) y a su vez el comerciante más grande de los productos manufacturados. Ni los EEUU ni ningún otro país pueden sorprenderse que el surgimiento de China haya dado lugar a la tensión y a las reivindicaciones territoriales contradictorias en los mares del sur y del este de China.
Fabricación y preponderancia del comercio siempre han sido la base subyacente de los imperialismos en el capitalismo. Comparemos las posiciones respectivas de estas dos potencias rivales, EEUU y China, para comprender mejor la base de esta nueva “guerra fría”.
Ya hemos dicho que China es ahora el mayor fabricante y comerciante de mercancías del mundo. Su posición en estos dominios sólo fortalecerá una ventaja inalcanzable. Actualmente, China exporta más de tres veces la cantidad de bienes manufacturados en contenedores que Estados Unidos. El déficit comercial de EEUU de bienes manufacturados se sitúa en alrededor de $ 700.000 millones, ¡mientras que China tiene un superávit de $ 230.000 millones en este campo!
China produce en la región 60 millones de toneladas de acero al mes. En comparación, Alemania, el mayor productor de acero de Europa, logra sólo 3,3 millones, y la Unión Europea ¡un total de 14 millones! Japón es el segundo mayor productor de acero del mundo, aproximadamente 8-9 millones de toneladas al mes; es decir, alrededor de 7 veces menos que China. EEUU produce aproximadamente 7-8 millones de toneladas por mes. En su conjunto, el mundo produce alrededor de 123 millones de toneladas de acero al mes, ¡lo que significa que China produce casi la mitad de acero del mundo!
Esta realidad, no puede sino conducir a un cambio en la arena de las relaciones mundiales. El número de países para los que China es su primer o segundo socio comercial, y, en consecuencia, una importancia decisiva en su vida interna, es enorme y está en constante crecimiento a expensas de la importancia de los Estados Unidos.
Aquellos países que caen en la dependencia diplomática de China son, naturalmente, los más débiles y menos importantes para el imperialismo, como gran parte de África subsahariana, que a EEUU le importa poco. Sin embargo, no sólo son “Estados fallidos”, sino también, en algunos casos, son países y regiones de moderada importancia estratégica los que están a la deriva cerca de China. Después de 12 años de ocupación de EEUU, China es el mayor inversor en Afganistán, no los EEUU. Mientras que los EEUU libran continuamente su “guerra contra el terror” con aviones no tripulados, su “aliado” Pakistán firma más ofertas y establece relaciones diplomáticas con China.
Cuatro de cada cinco de las economías de Asia Central cuentan a China como su principal socio comercial. China acaba de firmar con Kazajstán U$S 30 mil millones en nuevos acuerdos comerciales y económicos, en especial para la explotación de nuevos yacimientos de petróleo que están entre los más grandes en el mundo. Ha firmado U$S 15 mil millones en nuevos acuerdos con Uzbekistán por su petróleo, uranio y gas natural. El comercio entre estos países y China se ha incrementado hasta 100 veces a partir de 1991. Como dice The Economist, “a diferencia de los estadounidenses, China pone su dinero donde está su boca” en Asia Central. EEUU acaba de perder una importante base militar en Kirguistán, que se está utilizando para la ocupación de Afganistán.
La fuerza diplomática de China que se deriva de su destreza para la fabricación y el comercio, también se ha puesto de manifiesto un poco más cerca de casa para los EEUU. Según The Economist, los alcaldes estadounidenses están haciendo veinte veces más viajes a China de lo que hicieron en 2007, en una súplica desesperada para que las empresas chinas se desprendan de su dinero e inviertan en sus ciudades – ya que las empresas estadounidenses no lo harán. Boris Johnson, esa parodia de andares de clase alta que pasa por ser el alcalde de Londres, acaba de regresar de un glorificado viaje comercial a China. David Cameron, al igual que todos los otros líderes occidentales, ha vendido a China su “compromiso” con la independencia del Tíbet, junto con los derechos para construir ferrocarriles y las centrales eléctricas de Gran Bretaña. Imaginar que China puede romper la dominación de Estados Unidos en el campo de la diplomacia mundial, es confundir el embrión con el bebé, pero no se puede negar que China está haciendo incursiones en el sistema de alianzas mundiales de una forma que ningún otro país puede hacerlo.
Tampoco es un objetivo inmediato de China ser la superpotencia indiscutible. China quiere el control de las arterias vitales del comercio mundial, en particular, las rutas de navegación de su propio “patio trasero”, que de todos modos sólo reflejaría la realidad económica. Por ejemplo, el 30% del volumen de exportaciones en contenedores en el mundo son de China, que es tres veces la cantidad de los EEUU. En 1964, EEUU tenía la Marina Mercante más grande del mundo (los barcos necesarios para el comercio), ahora ha descendido a decimocuarto lugar, mientras que China es el número dos. Los puertos comerciales más activos del mundo en primer, tercer, cuarto, sexto, séptimo y octavo lugar están en China. Ninguno de los diez primeros se encuentra en los EEUU. Se estima que en 2030 China será dueña de una tercera parte de los buques de contenedores del mundo.
Esta es la realidad económica que impulsa a China a ejercer el control sobre los mares del sur y del este de China, los cuales son carriles absolutamente esenciales para el envío y el comercio mundial chino. El ADIZ es claramente parte de esta estrategia, que es, desde el punto de vista del crecimiento del capitalismo chino (del que depende el mercado mundial) una necesidad absoluta.
El 90 % de las importaciones de China son a través de los mares. Es el mayor consumidor mundial de petróleo, pero no tiene control sobre lo que los barcos pueden y no pueden pasar a través del Estrecho de Ormuz, a través del cual pasan un tercio de las exportaciones de petróleo mundiales y la mayoría de las importaciones de petróleo de China. EEUU decide eso. Más cerca de casa, el Estrecho de Malaca, a través de los cuales pasa 1/4 de la navegación comercial en el mundo, es controlado nuevamente por la Marina de los EEUU, y China efectivamente no puede decir nada si los EEUU deciden cerrar este paso para sus buques. Toda la región del Mar del Sur y del Este de China, a pesar de que lleva el nombre de China, está bajo el control celoso de la Marina de los EEUU. Desde la perspectiva del capitalismo y del imperialismo chino es, a la vez necesario y justificado, que se afirme su equivalente del siglo XXI de la Doctrina Monroe; es decir, que estos mares y su navegación – la mayoría de las cuales está viniendo o yendo de China – constituyan el patio trasero de China y de su exclusivo dominio. Sin embargo, un reequilibrio de las relaciones mundiales con la realidad económica, está bloqueado por la herencia del antiguo dominio industrial de Estados Unidos; es decir, la legión de los portaaviones estadounidenses al acecho en estas aguas.
De acuerdo con John Batchelor en Al Jazeera, el ADIZ puede haber sido anunciado como consecuencia de los resultados de la reciente relajación de sanciones impuestas por Estados Unidos contra Irán: “Beijing sabía de antemano que el relajamiento de las sanciones sobre la economía de Irán reiniciaría las inversiones en campos y oleoductos de Irán que China necesita para prosperar, ya que en 2035, según la Agencia Internacional de Energía, el 90% de todas las exportaciones de combustibles fósiles de Oriente Medio, llegarán a Asia.
“Con la apertura del sector energético de Irán, China sabía que debía contar también con rutas comerciales seguras a Irán. La estrategia militar, de larga tradición china, sostiene firmemente que se debe controlar las rutas a través de la primera cadena de islas, que incluye el Mar del Este de China y las Senkakus.
“Así, una nueva estrategia mundial china parece estar desarrollándose: se abre Irán, explota los yacimientos de petróleo, asegura las rutas de navegación, impone autoridades chinas, y lo hace todo con tanta rapidez, que los vecinos – Japón, Corea del Sur, Taiwán y la Filipinas – se quedan a esperar que los EEUU encuentren la manera de revertir los hechos consumados”.
Washington, por supuesto, tiene su propia estrategia de “contención de China”, que es en general más sutil, o más bien, parece más sutil que la habituada dominación de EEUU. Durante los últimos años, han estado presionando por la denominada Trans Pacific Partnership (TPP), que es un acuerdo de libre comercio lanzado por Washington y que pretende incluir prácticamente a todos los países de la región del Pacífico. Sin embargo, parece que han olvidado poner a China en la lista de invitados, todo un descuido. La naturaleza de la “asociación” está completamente dominada por EEUU, los demás miembros deben obtener la aprobación del Congreso de EEUU para unirse y todo el contenido completo de la ‘Asociación’ son seleccionados de uno en uno, ¡salvo los EEUU!
Además, el TPP contiene normas específicamente dirigidas contra importantes empresas de propiedad estatal china, con la obvia intención de que China esté excluida de incluso solicitar su ingreso, por temor a perder sus ventajas proteccionistas. Esto es lo que Barack Obama tenía que decir sobre la estrategia que había detrás del TPP: “Estamos organizando relaciones comerciales con países distintos de China, por lo que China comienza a sentir más presión sobre el cumplimiento de las normas internacionales básicas”, es decir, las normas que se ajusten a la dominación sin rival de las relaciones mundiales de los EEUU.
Lo que el TPP revela es que en la época de la decadencia del imperialismo, no hay parte del mercado mundial que no haya sido capturado por una u otra potencia. Lo que se presenta como acuerdos de libre comercio para derribar las barreras proteccionistas al crecimiento, son en realidad anillos proteccionistas de un Estado poderoso contra otro. La lógica de la exclusión de China del TPP es mostrarse firme frente el poder de China, tratar de reunir en su red países tan dependientes del comercio con China que entreguen toda pretensión de soberanía significativa. El mundo está repartido en bloques de poder que erigen barreras diplomáticas y comerciales que compiten los unos contra otros, al mismo tiempo que siguen dependiendo unos de otros por su riqueza.
El General Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto y el principal asesor militar de Obama, sostiene: “El ejército de EEUU se verá obligado a enfrentarse abiertamente con China como se enfrentó a la Unión Soviética”. En 2020, el Pentágono tiene la intención de asentar aproximadamente el 60% de sus fuerzas militares navales en el Pacífico, incluidos seis portaaviones y numerosos destructores, cruceros y submarinos.
¿Cómo podemos hablar de la soberanía de las naciones del sudeste asiático cuando Washington y Manila han estado negociando desde agosto con la colocación de más infantes de marina de Estados Unidos en las Filipinas? El secretario de Defensa filipino Voltaire Gazmin ya anunció que los EEUU en el futuro informarán a las fuerzas armadas de su país, si barcos chinos entran en aguas territoriales reclamadas por Manila. A cambio, los buques de guerra estadounidenses pronto podrán retornar a Subic Bay, una estación naval Filipina que la Marina de los EEUU dejó vacante en 1992.
No ha escapado a la atención de muchos que el período de apertura del capitalismo mundial tiene un gran parecido con la época de guerras y revoluciones de 1914-45. Una de las características definitorias de esa época plagada de crisis fue la profunda inestabilidad en las relaciones mundiales, debido al ocaso económico de Gran Bretaña, que no fue acompañada de unas gentiles vacaciones de la escena militar en nombre de Gran Bretaña, sino por dos guerras mundiales por la supremacía global. En sus escritos de la época, Trotsky enfatizó que Estados Unidos era capaz de “aprender los caminos de la política mundial” de Gran Bretaña con gran rapidez en la carne y los huesos de Europa. También señaló que Estados Unidos tendría una gran ventaja en caso de que consiguiera ganar para sí como tributario al vasto imperio de Gran Bretaña, ya que podría hacerse pasar por su libertador, y abastecer a las fuerzas anti- coloniales con las armas y las ilusiones de la libertad norteamericana.
China está de alguna manera en condiciones de lanzar una lucha por la dominación del mundo; sin embargo, las líneas de la futura lucha claramente ya se han elaborado. Pero, ¿cómo puede ganar China la supremacía diplomática, política y militar a la superpotencia mundial, cuyo gasto militar sobrepasa prácticamente el resto del mundo en su conjunto? China tiene una desventaja adicional. Su primera tarea es hacerse con el control de las rutas marítimas que rodean sus costas. Pero es precisamente en este ámbito donde la dominación de EEUU se viste de los colores más vibrantes de la democracia y la libertad. Sus principales aliados, Corea del Sur y Japón, fueron ganados para esa dominación en la época de oro de la riqueza y el poder norteamericanos, cuando podía comprarles la democracia burguesa. Por lo tanto, para estos países EEUU aparece como un padre benévolo. Esto significa que China difícilmente puede pasar por su libertador de la opresión de los EEUU. Pero, por supuesto, detrás de la mano de la amistad de Estados Unidos se encuentra el arreglo más formidable de los portaaviones, submarinos y bombas nucleares – un par de las cuales también fueron desplegadas en la conquista de la “amistad” japonesa, no lo olvidemos.
En este conflicto, a Joe Biden le gusta dar lecciones a China sobre la “estabilidad”, “normas internacionales y el respeto a los derechos humanos”. Por supuesto, el explotador en jefe siempre hace hincapié en la necesidad de estabilidad, y mueve el dedo al joven advenedizo cuyas pretensiones inevitablemente socavan la estabilidad adecuada a la potencia imperial actual. EEUU aparece como el defensor de la estabilidad y de las normas razonables en la región, debido a que ya ha conquistado la zona a través de acontecimientos “estables” como las guerras de Corea, Vietnam y la Segunda Guerra Mundial.
Por tanto, el período que ahora se está abriendo es de una inestabilidad muy prolongada. El capitalismo estadounidense ha malgastado su preeminencia industrial, y se encuentra al igual que los europeos, en un ciclo de deuda. Esto ha generado el crecimiento fenomenal de la desigualdad y el descontento en casa. Sabe que la pérdida del dominio de los mercados marítimo, aéreo y de divisas, es impensable y provocaría una tensión incómoda con su propia clase obrera en un conflicto general. Sin el papel moneda como reserva mundial, el dólar ya no podrá ser utilizado para financiar un déficit del Estado cada vez más grande, y tendrán que hacerse severos recortes cada vez más. Por lo tanto, hará todo lo que esté en su poder para contener a China.
También es necesario controlar las rutas de navegación y los mercados de dinero para que el lucrativo comercio con China pueda continuar. Pero este control es extremadamente caro, y su presupuesto militar se redujo. Sin capitalismo chino el capitalismo estadounidense no es nada. Así, el mantenimiento del statu quo significa la continuidad de la acumulación de la riqueza y del poder chino.
Para China, décadas de crecimiento, a su vez ha dado lugar al crecimiento de la clase obrera más grande del mundo. Como hemos explicado en artículos anteriores, este proletariado está cada vez más descontento y consciente de su propio poder. La clase dirigente china tiene terror a que cualquier desaceleración en el crecimiento desencadene una “explosión social”. Teme los cuellos de botella en el comercio y que se le cierren las puertas de la diplomacia. Debe poner a prueba constantemente las fuerzas del imperialismo estadounidense para estimar las grietas que ha causado la producción de mercancías chinas. Eso explica el movimiento ADIZ.
No sólo países como Vietnam, Myanmar, Indonesia, Taiwán, Corea del Sur e incluso Australia y Nueva Zelanda (que ha amenazado con abandonar las negociaciones del TPP si se utilizaran contra China) pueden buscar la seguridad de los buques de guerra de Estados Unidos -que siempre vienen con cadenas ‘amantes de la libertad’- mientras que China es el mayor socio comercial. Pero para ganar a estos países, China requerirá una todopoderosa armada y fuerza aérea, al menos lo suficientemente potente como para dominar los mares de Oriente Medio frente a Japón.
Por lo tanto, el crecimiento monumental de China no implica el “ascenso pacífico” proclamado por Deng Xiaoping , sino que está preñado de inestabilidad, guerras y revoluciones. Por supuesto, una gran guerra entre estas dos potencias no está en la agenda. No sólo ninguno de los dos está preparado para librar una ofensiva exitosa contra el otro, sino que el enorme poder de la clase obrera en cada país no permitiría semejante aventura antes la clase obrera debería ser aplastada -una perspectiva poco probable en el corto y mediano plazo.
Pero al mismo tiempo, no se puede hablar de ninguna armonía entre una potencia naciente industrial, hambrienta de recursos y demasiado poderosa para ser subordinada a otra potencia, y una potencia en declive que debe aferrarse a sus privilegios para evitar disturbios en casa.
Un capitalismo mundial cada vez más enfermo no va a ser capaz de soportar la inestabilidad y la incertidumbre que todo esto presagia. En 1973, el embargo de petróleo de la OPEP fue suficiente para traer a la superficie todas las contradicciones de la economía mundial. Exactamente, no sabemos lo que tenemos por delante en este conflicto con las escaramuzas, los embargos y las barreras proteccionistas. Lo que es seguro es que el futuro no será como en el período pasado. En la turbulencia, la voz de la clase trabajadora de ambos países, cuyas ansias de una vida mejor han sido suprimidas durante mucho tiempo, pasará a primer plano. En sus luchas van a descubrir un interés común para poner fin a la anarquía del capitalismo y a los juegos imperialistas que van con él.