La situación política en el horizonte de las elecciones de octubre

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El horizonte de las elecciones de octubre, con la renovación de una parte de las legislaturas nacionales y provinciales, está marcando la situación política nacional. Kirchner ya lleva un tiempo en campaña y proclamó abiertamente que la cita electoral será un plebiscito a su gestión. El horizonte de las elecciones de octubre, con la renovación de una parte de las legislaturas nacionales y provinciales, está marcando la situación política nacional. Kirchner ya lleva un tiempo en campaña y proclamó abiertamente que la cita electoral será un plebiscito a su gestión.

Una oposición débil

La oposición de derecha a Kirchner es lastimosamente débil y no es probable que lo inquiete seriamente. La derecha, sigue sin encontrar su rumbo y, salvo la efímera explotación política que hizo el año pasado del tema de la "inseguridad ciudadana", apenas encuentra hoy un punto de fragilidad por donde atacar al gobierno desde el punto de vista de los intereses patronales, que son los que defienden los Macri, López Murphy y Sobisch, a quienes separan además sus respectivas ambiciones políticas.

En general, los capitalistas están haciendo buenos negocios con el actual gobierno en la medida que la actividad económica sigue dando síntomas de una cierta vitalidad, y ya dice el refrán que no es conveniente cambiar de caballo en plena carrera. Por supuesto, que les gustaría tener una oposición de derecha mucho más fuerte socialmente para preparar un posible recambio a Kirchner a futuro, si éste se convierte en un estorbo para la mejor defensa de sus intereses.

El radicalismo continúa en estado agónico. Sus "éxitos" electorales en Catamarca y Santiago del Estero no pueden ocultar su disolución en frentes electorales amplios y "progresistas" con otras fuerzas y políticos locales que recibieron una ayuda inestimable de la putrefacción y descomposición del peronismo en estas provincias.
En lo que respecta al ARI tiene tantas dificultades o más que la derecha para hacerse notar, carentes de cualquier alternativa por "izquierda" a Kirchner lo cual es inherente al carácter pequeñoburgués, timorato y arribista de sus dirigentes. Su escasa base social a escala nacional los incapacita para jugar ningún papel serio en la política argentina.

La crisis del peronismo

Donde la cosa está algo más movida es en las internas del PJ. Esto no es un dato menor, dado que es el único partido en el que puede basarse hoy la burguesía para la defensa de sus intereses, lo que demuestra la enorme debilidad política de la clase dominante.

Kirchner, que es un político inteligente, en lo fundamental desarrolla una política favorable a los intereses patronales, pero considera necesario hacer algunas concesiones "por izquierda" a las masas, muchas de ellas meramente verbales, para contenerlas. Por eso está empeñado en intentar "remozar" al peronismo para hacerlo más atractivo a su base tradicional profundamente desencantada con las políticas menemistas y la venalidad y corrupción que inunda todo el PJ. Para eso necesita aumentar sus puntos de apoyo dentro del aparato peronista, lo que lo enfrenta a Duhalde, jefe del PJ bonaerense. De ahí que Kirchner postulara a su esposa, Cristina Fernández, como candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires contra la candidata de Duhalde, su esposa "Chiche", y que se atrajera a ex-duhaldistas como el gobernador bonaerense, Solá.

Pero no es sólo Duhalde quien teme por la pérdida de la fuente de donde emanan el poder y los privilegios de él y sus muchachos. En el fondo, a la burguesía le irrita lo que considera "excesivos coqueteos" de Kirchner con las masas, y también algunas de sus políticas demagógicas por miedo a que pudieran tener resultados indeseados, como ocurrió con el llamado al boicot de la Shell.

Duhalde es un político del riñón de la burguesía y ésta lo necesita para contrarrestar los deseos hegemónicos de Kirchner dentro del peronismo. En cualquier caso, ni Kirchner ni Duhalde pueden permitirse una ruptura del PJ. Esto introduciría una enorme inestabilidad política y social que ambos temen, como también lo teme la clase dominante. Por eso están condenados a entenderse. Puede que Duhalde acepte finalmente la candidatura de Cristina Fernández como senadora bonaerense pero presionará fuertemente para completar el resto de las listas con candidatos mayoritariamente duhaldistas a costa de los llamados "transversales" kirchneristas (D"Elía, Ceballos, Bonasso y otros), que serán sacrificados nuevamente a los cálculos e intereses políticos de su jefe y que deberán esperar a la celebración de las elecciones para ser autorizados a quejarse por la ingratitud de la "vieja política".

La clase obrera se planta frente a Kirchner

Realmente, quien únicamente está inquietando seriamente a Kirchner y a la burguesía es la clase obrera, que con sus luchas por el salario y empleo digno está destinada a jugar un papel cada vez más destacado en la escena social en los próximos meses.

No pueden ocultar su preocupación por la perspectiva de que el activismo gremial combativo y de izquierda comience a tener un eco cada vez mayor dentro del movimiento obrero, como se vio en conflictos como el Subte, telefónicos, ferroviarios, Lafsa, docentes o salud, en el caso del Hospital Garrahan de Capital, donde el gobierno se empeñó junto a los medios en una sucia campaña para intentar desacreditar a los dirigentes de los trabajadores.

Aunque Kirchner intenta disciplinar a algunos sectores de la clase dominante para que contengan los precios y no disparen los conflictos salariales, es el empresariado quien goza de mayor comprensión gubernamental como lo demuestra la negativa del Ministerio de Trabajo a convocar el Consejo del Salario, como le insisten CGT y CTA, para subir el salario mínimo. Con eso pretenden evitar una suba de la escala salarial en los convenios de trabajo y mantener los actuales márgenes de ganancia patronales.

Y si bien la contención de las luchas de los trabajadores por parte de los dirigentes de la CGT y la CTA está siendo muy útil al gobierno y a la burguesía para que la conflictividad social no adquiera una profundidad mayor, los dirigentes sindicales enfrentan cada vez mayores dificultades en esta tarea, dada la acumulación de bronca y malestar por los salarios bajos, la pérdida del poder adquisitivo, las largas jornadas de trabajo y el empleo precario, debiendo ponerse en muchos casos a la cabeza de los reclamos, como en camioneros, bancarios o SMATA demandando aumentos salariales del 15%, el 20% y el 30%.

Por eso se vuelve cada vez más improbable un pacto social entre la UIA y la CGT para limitar por decreto las luchas por el salario. La burocracia sindical no puede ofrecer migajas a los trabajadores siendo consciente de que éstos no respetarán un acuerdo que no suponga un aumento real en sus condiciones de vida.

También los dirigentes de la CTA están teniendo choques crecientes con el gobierno por la negativa de éste a otorgarle la personería gremial (reclamo que desde El Militante apoyamos, al mismo tiempo que exigimos plena democracia sindical dentro de las estructuras de la CTA) y por la enorme presión de los empleados públicos (el grueso de su militancia) que soportan el peso mayor de las políticas de congelamiento salarial por el interés del gobierno en privilegiar el pago de la deuda.

La necesidad de un frente de izquierda

En estas condiciones, la izquierda debería estar en situación de aparecer como una alternativa ante capas crecientes de jóvenes y trabajadores, sobre la base de la insatisfacción con sus condiciones de vida y de trabajo y con las políticas de medias tintas de Kirchner dada la contradicción creciente entre sus palabras (contra el FMI, las privatizadas, las excesivas ganancias empresariales, etc) y los hechos (pago de la deuda, suba de tarifas, oposición a la lucha salarial, mantenimiento de las privatizaciones, etc). Para eso resulta imprescindible que la izquierda dé un paso adelante acordando un frente único en todos los campos de su accionar, comenzando por la lucha gremial organizando una corriente sindical clasista opositora en la CGT y la CTA unificada en todo el país. Y por supuesto, a nivel electoral, corrigiendo la desastrosa táctica divisionista en las elecciones del 2003, en base a un programa amplio de demandas obreras, populares y socialista. Un fracaso en la articulación de este frente electoral común sólo puede beneficiar a Kirchner y al ARI que intentarán explotar demagógicamente el rechazo instintivo de millones de trabajadores a las políticas de ajuste y privatizadoras del pasado para enfrentar a sus oponentes de derecha y tratar de aparecer como las únicas alternativas posibles.