Durante las últimas semanas los medios de comunicación internacionales han informado de crecientes tensiones y violencia diaria de forma escalonada en Palestina e Israel, pero se han centrado principalmente en una serie de ataques desesperados con cuchillo ejecutados por jóvenes palestinos cuyos objetivos al azar son israelíes ordinarios mientras esperan en las paradas de autobús, que transitan en los espacios públicos o caminan en las calles de Jerusalén y otras ciudades.
Estos ataques no están organizados por ninguna de las facciones palestinas, pero son claramente un síntoma de la rabia desesperada de una capa de la juventud palestina contra el dominio asfixiante del Estado de Israel.
Ataques individuales de este tipo no dañan a las fuerzas represivas, ni tienen el más mínimo efecto de mejorar las condiciones de las masas palestinas. Por el contrario, están jugando dentro de los márgenes del Estado de Israel, que los está utilizando para justificar la introducción de medidas de seguridad draconianas y el aumento de la represión contra los palestinos, tanto dentro de Israel como en la Autoridad Palestina. La represión más dura a su vez tiene el efecto de empeorar las condiciones de vida del pueblo palestino y aumenta la probabilidad de que ataques similares podrían repetirse en el futuro, en una espiral de ojo por ojo que parece no tener fin.
Sin embargo, hay que subrayar que estos ataques terminan casi siempre con una persecución de los atacantes que son asesinados por las fuerzas de seguridad israelíes o por vigilantes improvisados. Se convierten en ataques suicidas de hecho. Israel está cada vez más militarizado y el hábito de llevar armas para la autodefensa, especialmente entre los colonos judíos en Jerusalén del Este y Cisjordania, se está generalizando. Tal comportamiento es incluso alentado por altas figuras gubernamentales como el ministro de Defensa israelí, que pidió a la gente llevar armas de fuego y el ministro de Educación, posando para la prensa con una pistola en el cinturón.
La juventud palestina se levanta
La juventud palestina en Gaza, Cisjordania, Jerusalén y dentro del propio Israel se ha convertido en el centro del escenario en los últimos meses por el aumento desafiante en contra de la represión del Estado israelí. Son plenamente conscientes de que pueden ser abatidos a tiros por la policía o los soldados israelíes a quemarropa por el incidente más insignificante, incluso si no están armados. Esto no los disuade de tomar las calles, organizar protestas mayormente pacíficas y participar en disturbios con el ejército israelí en los odiados puestos de control. Sólo por alzarse contra lo que es una ocupación opresiva y de gran alcance ellos arriesgan sus vidas a diario.
Incidentes similares se producen casi todos los días y la respuesta de las fuerzas de seguridad israelíes suele ser predeciblemente desproporcionada. Las protestas son enfrentadas con balas de goma, gases lacrimógenos tóxicos y a veces con munición real. A menudo hay cuerpos dejados en el suelo, jóvenes heridos, y muchos son detenidos. Pero incluso las operaciones y registros comunes pueden terminar con palizas y tiroteos graves, dando lugar a lesiones o la muerte. En caso de “homicidio ilegítimo” un arma fácilmente puede ser plantada por los militares en las manos de un niño o niña palestina muerta con el fin de encubrir el autor. Por otra parte, la muerte de un palestino rara vez es objeto de un examen en profundidad y los perpetradores de abuso de la fuerza entre el ejército israelí y la policía rara vez son procesados.
Pero el aumento de la represión no puede ser un obstáculo cuando el atacante está dispuesto a morir. Además, las medidas habituales que imponen la segregación estricta sobre los residentes de Cisjordania o Gaza son ineficaces, ya que un número cada vez mayor de los atacantes vienen de Jerusalén del Este o del propio Israel. Esto simplemente no se puede prevenir mediante el aumento de los altos niveles de medidas de seguridad y represivas ya establecidas.
De hecho, como denunció el blog de noticias independiente mondoweiss.net, los atacantes judíos son simplemente arrestados tras ser contenidos por la policía (pero rara vez procesados o condenados), mientras que los sospechosos palestinos casi invariablemente se les dispara a muerte, aun cuando podrían ser contenidos de otra forma o ya no representan una amenaza.
El abuso sistemático y cínico por la derecha israelí del temor comprensible entre la población judía de civiles causadas por estos actos de terrorismo individual al azar, está dirigido a atizar los sentimientos reaccionarios y racistas entre la gente común de Israel y está allanando el camino para una escalada aún más grande.
Netanyahu está jugando obviamente su rol, como de costumbre, en suscitar este estado de ánimo al tratar de apoyarse en la derecha. En el último episodio, en el Congreso Sionista Mundial en Jerusalén dio un discurso incendiario en el que acusó el gran mufti palestino de Jerusalén durante la Segunda Guerra Mundial de haber sugerido el genocidio de los judíos a Adolf Hitler. Mientras que las simpatías del mufti por la Alemania nazi son bien conocidas, la declaración de Netanyahu es históricamente infundada, pero es más que claro lo que está persiguiendo: la implicación de que, por tanto, los palestinos son moralmente responsables del Holocausto. Esto representa nada menos que una declaración penal, una mentira consciente y directa.
Varios ataques contra familias palestinas, jóvenes o transeúntes, incluidos niños, se han llevado a cabo por extremistas de derecha israelíes como una forma desquiciada de “venganza” generalizada contra los palestinos, a veces incluso sus objetivos son personas judías que “parecen árabes” por error. Gentes inocentes han sido asesinadas por la policía israelí y linchadas por turbas, como consecuencia del estado de ánimo histérico que se está desarrollando.
El trágico caso de Habtom Zerhom, un solicitante de asilo Eritreo asesinado por una turba en Beersheba porque era considerado erróneamente como un atacante, es un episodio revelador. Fue baleado por la policía israelí sólo porque pasó cerca de un lugar donde se había producido un ataque. Los policías lo dejaron tendido en el suelo y lo dejaron sangrar hasta morir sin asistencia médica, mientras era insultado y golpeado por una turba de linchamiento.
Vale la pena mencionar que la indignación ante la represión racista por la policía israelí contra judíos de Etiopía (que constituyen el 2% de la población de Israel y un tercio de la población penal juvenil) y los inmigrantes africanos estaba en el centro de la reciente ola de protestas masivas y disturbios en Haifa y Tel Aviv por los judíos de Etiopía en mayo de 2015.
Se ha dado muy poca explicación de las razones que pueden haber desencadenado estos actos individuales de terrorismo. Sin embargo, toda la evidencia apunta al alto nivel de violencia arbitraria y al hostigamiento constante al que han estado sometidos y están experimentando la gran mayoría de los palestinos por el brazo armado del Estado de Israel, como un factor importante en la creación de las condiciones para dicho desarrollo.
En la mayoría de los casos, estos incidentes se presentan como desconectados el uno del otro, pero los números nos están contando una historia diferente. El que quiera dar una explicación racional no puede dejar de conectar estos ataques a la creciente rabia y la desesperación de los palestinos cuyas condiciones han estado empeorando tanto en el propio Israel como en la disfuncional y fallida Autoridad Palestina, la cual – 22 años después de los Acuerdos de Oslo y de Madrid – en realidad es un territorio ocupado de facto por Israel. La mayoría de los atacantes con cuchillo nacieron después de estos acuerdos y no conocen otra realidad que ésta. La corrupta dirección palestina de la OLP en torno a Abu Mazen no tiene ninguna autoridad sobre ellos.
Más de un año desde la masacre de Gaza
Más de un año ha pasado desde el bombardeo de Gaza en julio y agosto de 2014 y la masacre de más de 2.220 palestinos (1.400 de los cuales eran civiles, según la ONU) por la Fuerza de Defensa Israelí, después de 50 días de bombardeos sistemáticos. No es de extrañar, dado el empeoramiento de las condiciones materiales de vida de cientos de miles de palestinos en la Franja de Gaza, que Israel no se haya convertido en un lugar más seguro para su población, sino todo lo contrario.
La crueldad y la barbarie calculada del bombardeo de Gaza y en especial el bombardeo infame de Rafah durante el alto el fuego el 1 de agosto 2014 se han expuesto como crímenes de guerra en un reciente informe de Amnistía Internacional, que reveló lo que ampliamente ya se sabía: que los militares israelíes estaban persiguiendo intencionadamente zonas civiles y su infraestructura, incluyendo los hospitales, sin tener en cuenta la cantidad de “daño colateral” durante el bombardeo y el sufrimiento adicional impuesto a la población civil como consecuencia de la destrucción de los prerrequisitos básicos de una existencia civilizada.
Todo esto fue supuestamente hecho con el fin de garantizar la seguridad de la población israelí. Un año más tarde, el ejército israelí sigue bombardeando objetivos en Gaza, al igual que el 11 de octubre, cuando una madre palestina embarazada y su hija de 3 años de edad murieron bajo los escombros de su casa cuando se derrumbó después de un ataque aéreo israelí que supuestamente iba dirigido contra un depósito de armas de Hamas.
Consecuencias de la victoria electoral de Netanyahu
Como explicamos en nuestro análisis después de la sorpresiva victoria de Netanyahu en las elecciones generales de marzo, el gobierno se apoya en la derecha, cortejando a los colonos judíos de Cisjordania y el Este de Jerusalén, mientras se tambalea de una crisis a otra. La referencia obsesiva de Netanyahu a Irán como la principal amenaza existente para Israel ha arrastrado al Estado de Israel a apoyar a los islamistas en Siria en la lucha contra el régimen de Assad – un desesperado intento de socavar la influencia iraní en la región.
Al tocar los tambores de una amenaza externa también está tratando de conseguir apoyo para el gobierno, pero muy pocos ciudadanos israelíes pueden considerar el apoyo a los islamistas contra Assad y Hezbollah como una forma muy efectiva de salvaguardar su seguridad. Pero las mayores amenazas existentes de Israel son internas, no externas, y las políticas de Netanyahu están contribuyendo a socavar la propia estabilidad de Israel.
El rompimiento del Estado de Derecho (ejecuciones extrajudiciales, detenciones políticas preventivas, la impunidad por el uso excesivo de la fuerza, doble moral descarada, etc.), el debilitamiento de la autoridad de las instituciones políticas y de la élite gobernante, el aislamiento del Estado israelí de importantes sectores de la población de Israel (los árabes israelíes y los judíos etíopes por un lado, y los sectores radicalizados de la derecha de los colonos por el otro); y por último, pero no menos importante, la polarización social extrema incrementada por la crisis económica, ha abierto amplias grietas en el apoyo al Estado y a la clase dominante entre los ciudadanos israelíes ordinarios. Esto fue revelado por las protestas masivas del 2011, la revuelta de los judíos de Etiopía en mayo 2015 y la radicalización y el descontento de la población palestina dentro de Israel.
El terrorismo judío de derechas está de nuevo levantando cabeza. El 31 de julio, unos terroristas incendiaron dos viviendas en la aldea cisjordana de Douma, cerca de Nablus. Un niño de 18 meses de edad, fue quemado vivo y el padre del niño más tarde murió por las heridas sufridas en el incendio. La falta de voluntad por parte de las autoridades israelíes para llevar ante la justicia a los autores ha desatado la ira entre la población palestina. Un par de días antes, un convicto judío ortodoxo derechista Yishai Schlissel, apuñaló a seis manifestantes, matando a una niña de 16 años, en el desfile del Orgullo Gay en Tel Aviv. El crecimiento de la extrema derecha en Israel está socavando toda la estabilidad del sistema.
La cuestión de Jerusalén y el fracaso de la solución de los dos Estados
Jerusalén ilustra gráficamente la imposibilidad de encontrar una solución a las aspiraciones nacionales tanto del pueblo judío como del palestino, bajo el capitalismo. En realidad, 22 años después de los Acuerdos de Oslo y Madrid, el cual allanó el camino para el establecimiento de la Autoridad Palestina, es evidente que la solución de dos Estados ha fracasado miserablemente. La política criminal del gobierno israelí de apoyar y ampliar los asentamientos judíos en territorio palestino en la Ribera Occidental-Cisjordania-y Jerusalén Este ha creado un monstruo de Frankenstein, que ahora amenaza con adquirir voluntad propia.
De acuerdo con datos oficiales del gobierno israelí revelados en diciembre de 2014, la población de los asentamientos israelíes en Cisjordania creció casi un 25 por ciento entre el 2009 –cuando Benjamin Netanyahu asumió el poder– y comienzos de 2014. En ese mismo periodo, la población israelí en general creció sólo un 9,6 por ciento. El total oficial de 360.000 colonos en Cisjordania no incluye los asentamientos no oficiales y los cerca de 300.000 colonos que ahora viven en Jerusalén Este. Los colonos también se están volviendo más y más importantes desde el punto de vista electoral, lo que provocó una competencia para radicalizar a la derecha con el fin de ganar apoyo en ese distrito electoral.
Un laberinto de muros, barreras, bloqueos de carreteras, puntos de control, vías de acceso para los colonos judíos se han construido sólo en las últimas décadas, por lo que el día a día de la población palestina en una pesadilla. La logística asfixiante, cierres frecuentes y arbitrarios de los cruces en Israel también han hecho imposible para muchos palestinos que trabajan en Israel mantener sus puestos de trabajo.
La realidad de la vida de la parte árabe de la población de Jerusalén se ha convertido cada vez más intolerable. El acoso, la falta de espacio de vida y la presión para abandonar la ciudad se ve agravada por la represión activa y la victimización de los residentes palestinos por las autoridades israelíes por cualquier excusa. Los puestos de control se están estableciendo en todas partes. En los puntos de acceso a los barrios palestinos de la ocupada Jerusalén Este grandes cubos de hormigón evitan que los coches y los camiones pasen y los palestinos tienen que soportar largas colas, incluso para moverse a pie. Los palestinos de Jerusalén Este sienten que están siendo castigados colectivamente por los ataques.
Las políticas de planificación discriminatorias asignan la mayor parte del espacio para el desarrollo judío, lo que obligó a los residentes palestinos a construir de manera ilegal, lo que los expone a la demolición de viviendas en riesgos o a la expulsión de la ciudad. Los desalojos de residentes de casas construidas “ilegalmente” es parte de una política de desplazamiento permanente mediante el cual el Estado ha lanzado a los palestinos a abandonar sus hogares durante décadas para entregarlos a familias judías. Esto también significa que los colonos judíos viven justo en medio de barrios árabes hacinados, forzándolos a esta situación, literalmente a punta de pistola. A medida que el número de colonos crece, necesitan mayor protección, y las barreras se están construyendo para separarlos de sus vecinos árabes, con nuevos puestos de control, nuevos disturbios y conflictos, y más represión.
La revocación de residencia también es común. En sus esfuerzos por cambiar la demografía de la ciudad, Israel ha despojado del derecho de residencia a miles de palestinos en Jerusalén durante la última década. En conjunto, estas políticas de fuerte contenido étnico, por sí solas, representan una receta para una revuelta de la población árabe de Jerusalén.
La cuestión de Jerusalén Este y el papel de Jerusalén como capital es una de las muchas heridas infectadas que no pueden ser resueltas por un régimen capitalista y opresivo, sea éste Israel o cualquier otro régimen árabe reaccionario. Cada pulgada cuadrada de tierra está en disputa y es en este contexto que las amenazas para introducir cambios y/o limitar el acceso a los sitios sagrados de Jerusalén para la población musulmana adquieren un significado muy explosivo. La derecha judía ultra ortodoxa está jugando constantemente con este tipo de provocaciones. En 1994 Israel dividió en dos por la fuerza la mezquita de Abraham en Hebrón, creando un sector de la oración independiente para judíos con su propia entrada. Esto se hizo después de que un colono israelí matara a 29 palestinos que estaban orando allí. Con los años, muchas iglesias y mezquitas palestinas han sido blanco de ataques incendiarios, pero los funcionarios israelíes rara vez han llevado a los responsables ante la justicia.
Las visitas de los nacionalistas judíos al Noble Santuario, que alberga la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa, una vez fueron consideradas raras y provocadoras por la clase dirigente de Israel, pero ahora son comunes y están protegidas. El último episodio que agravó las tensiones fue creado por las crecientes llamadas de un número de grupos y organizaciones israelíes, entre ellos algunos que reciben fondos del Estado, para la construcción de un templo judío en el lugar de la Cúpula de la Roca y de la Mezquita de Al-Aqsa.
Los funcionarios israelíes afirman que el Estado no tiene planes para cambiar el statu quo de los lugares santos de Jerusalén, pero dado el antiguo historial de Israel, el escepticismo por parte de los palestinos está más que justificado.
Las tensiones sobre la cuestión de Al-Aqsa han alimentado una ola de protestas masivas de los jóvenes palestinos y un estado de ánimo general de desafío a pesar de la creciente represión y los cientos de activistas detenidos preventivamente y arrestados, incluyendo en algunos casos los conductores de autobuses que conducían a los manifestantes a las manifestaciones.
Esto está socavando la estabilidad de la Autoridad Palestina también, llevándola al borde del colapso. El Wall Street Journal informó el 12 de octubre de las palabras de Radi Jara’ee, un profesor de ciencias políticas en la Universidad Al-Quds y ex ministro de la Autoridad Palestina. Declaró que el órgano de gobierno palestino “no tiene control sobre los jóvenes o sobre estos individuos que llevan a cabo los ataques y que no están conectados a ninguna facción, y que no se responsabilizan ante ningún líder. Estas personas están decepcionados con la Autoridad Palestina, que no ha hecho nada por ellos política, económica o prácticamente”.
En las últimas semanas han tenido lugar fuertes enfrentamientos en las ciudades y pueblos de todo el territorio ocupado de Cisjordania, incluida Jerusalén Este, después de semanas de protestas provocadas por las tensiones sobre las instalaciones de la Mezquita al-Aqsa. Pero las protestas también se dirigen a los odiados muros construidos por el gobierno israelí, al igual que el muro de separación que rodea la ciudad de Abu Dis, que fue destruido en algunos tramos por jóvenes palestinos la semana pasada, o en enfrentamientos con soldados israelíes en los puestos de control. El creciente activismo de los jóvenes por primera vez es común a todas las áreas de Israel y Palestina, en Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y la totalidad de Israel.
La crisis del capitalismo a escala mundial está agravando las condiciones en todo el Oriente Medio, con un país tras otro hundiéndose en la crisis. La intromisión imperialista ha aplastado a países enteros, como la vecina Siria, pero los acontecimientos también están afectando a las potencias regionales más consolidadas, como Turquía, Arabia Saudita y también Israel, que no escapa a la crisis general. La élite dominante israelí está tratando de desviar el descontento que se acumula entre las capas más pobres de la sociedad israelí y divide a la clase obrera en líneas nacionales y religiosas. El único resultado de esto sería una pesadilla aún peor que la actual. No hay una solución tanto para los palestinos como para las masas judías en Israel y Palestina sobre la base de la actual configuración de dos Estados capitalistas. La dirección palestina le ha fallado miserablemente a su propio pueblo al perseguir el camino establecido por los Acuerdos de Oslo y Madrid.
El único Estado palestino posible bajo el capitalismo es un semi-Estado corrupto que estaría constantemente pendiendo de un hilo al antojo de la clase dominante israelí, que controla todos los resortes de la economía de la Autoridad Palestina. El único futuro posible para los trabajadores judíos de Israel, si se mantiene la situación actual, es vivir con una situación de guerra permanente cada vez peor, tambaleándose de una crisis o un ataque, al siguiente. El pueblo de Israel nunca podrá ser verdaderamente libre hasta que la opresión del pueblo palestino sea llevada a su fin. Un Israel capitalista nunca permitirá la existencia de una Palestina verdaderamente soberana. La única solución a esta pesadilla, por lo tanto, es derrocar a la camarilla capitalista corrupta que domina tanto a Israel como a la Autoridad Palestina, y luchar por una federación socialista de Israel y Palestina, que podría abordar todos los problemas creados por este sistema opresivo.
Si las masas palestinas se levantan en una nueva Intifada – un genuino movimiento social de masas – incluyendo a la población palestina de Israel, el movimiento podría canalizar en una dirección positiva el valor y la determinación de la juventud palestina. De lo contrario, si se deja a su propio albedrío en la lucha, sin una comprensión de clase de la situación, estos valientes jóvenes pueden terminar en el callejón sin salida de los actos desesperados de terrorismo individual. Un movimiento de masas generalizado, una verdadera Intifada, tendría el poder para atraer a los trabajadores judíos, al igual que lo hizo la Primera Intifada y ¡asestarle un golpe mortal a este sistema opresor!
Fuente: La revuelta de la juventud palestina podría desencadenar una nueva Intifada