La revolución polaca de 1918-1920: ¿Qué sucedió y por qué fracasó?

0
320

Este año es el 97º aniversario de la ofensiva de Kiev de 1920 por el ejército polaco y la derrota decisiva de las tropas soviéticas en la Batalla de Varsovia: un acontecimiento de gran importancia histórica que marcó un punto de inflexión en el curso de la revolución europea. Este frente de la Guerra Civil rusa fue una prueba grave e importante para el partido bolchevique, que provocó un debate sostenido e intenso entre sus filas.

Los bolcheviques sabían que de lograr el éxito en esta batalla, se podría dar un impulso significativo a las fuerzas de la revolución polaca, alemana, húngara y, finalmente, europea y mundial.

Durante las celebraciones del aniversario de este año, el presidente derechista polaco, Andrzej Duda, suscribió públicamente la del “milagro en el Vístula”, el nombre alternativo de la batalla. Según este mito, la propia Virgen María ayudó al ejército polaco en la lucha santa contra las hordas bolcheviques impías. Duda explicó que no duda “en declarar que el avance ocurrió en el día de la fiesta de Santa María la Virgen, Madre de Nuestro Señor Jesús Cristo, que es lo que los estrategas y oficiales del ejército polaco también pensaron en su momento”.

Por desgracia, esta intervención divina no se pudo ver 19 años más tarde cuando los tanques alemanes y rusos pasaron por los campos polacos al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En cualquier caso, dejemos a Duda y sus colegas con sus apelaciones a las legiones celestiales, mientras sacamos lecciones de este punto de inflexión que cambió la historia mundial.

La cuestión de la independencia

La declaración de la independencia de Polonia en noviembre de 1918 fue precedida por 123 años de partición del país por las tres grandes potencias: Austria-Hungría, Prusia y la Rusia zarista. Sin entender el carácter de la cuestión nacional que surge de esta partición y cómo la Primera y la Segunda Internacional lo abordaron, es imposible entender el estado de ánimo de los trabajadores polacos durante la Guerra Civil rusa y la ofensiva soviética de 1920.

La independencia del Estado polaco fue deseada por una variedad de clases, que combatieron por conseguirla: la nobleza, la nobleza menor, la burguesía en ascenso y la pequeña burguesía, con múltiples secciones tomando posiciones de liderazgo temporales. Las clases dominantes en Europa cambiaron periódicamente sus posiciones en este período turbulento y económicamente transformador. Al final, quedó claro que la única clase que se mantuvo constante en sus aspiraciones revolucionarias fue el proletariado. Pero llamas de la revuelta en Polonia no se extinguían. “Los polacos siempre están conspirando”, escribe el brillante historiador polaco del alzamiento de 1831, Mochnacki. “Si les va mal, se rebelan para sacudirse el yugo. Se rebelan porque no pueden evitar revelarse. Si les va bien, se rebelan porque pueden permitírselo.”

La realidad concreta de esta lucha, sin embargo, no puede reducirse a la idea abstracta de la “nación”. De hecho, en sus etapas iniciales, la rebelión por la independencia se limitó a un pequeño sector de la nobleza, luchando con métodos que corresponden a su carácter de clase: una guerra de guerrillas de pequeñas batallas llevada a cabo por una pequeña minoría. Esta minoría no pudo obtener el apoyo de los campesinos a quienes explotaban y no pudieron aliarse con la creciente burguesía, que buscaba reemplazar a la nobleza como fuerza dirigente. Estos y otros factores llevaron a la pequeña burguesía nacionalista cuestionarse las razones de la partición en primer lugar, y la incapacidad de la nobleza para romper con la dominación extranjera. Como tal, la pequeña burguesía emergente comenzó a culpar, dentro de los límites de sus propias perspectivas de clase, a la nobleza de la situación general. A su vez, partes de la pequeña burguesía (los primeros socialistas polacos) se orientaron hacia la lucha por la reforma social, lo que les dio una apariencia de “socialistas”, a pesar de su carácter de clase pequeño burgués.

La Primera Internacional y Polonia

La formación de la Primera Internacional de hecho se originó con el movimiento internacional de solidaridad con el levantamiento polaco de 1863, que había sido cruentamente reprimido por los rusos. La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), y sobre todo Marx y Engels, nunca dejaron de defender la causa polaca a pesar del intenso debate sobre las complejas interconexiones de la lucha polaca con las cuestiones más amplias planteadas por el desarrollo de la lucha revolucionaria en Europa.

La Primera Internacional era extremadamente heterogénea en su composición, albergaba desde nacionalistas revolucionarios pequeño burgueses como Mazzini, hasta anarquistas como Bakunin y Proudhon; socialistas utópicos y a los sindicatos británicos. Marx y Engels, como principales teóricos, tuvieron que atravesar un largo período de lucha con diferentes tendencias para establecer firmemente las ideas del socialismo científico dentro de la Internacional.

Marx y Engels defendían el apoyo a la independencia de Polonia a pesar del carácter reaccionario de los aristócratas polacos que lideraban el movimiento nacional en esa etapa. Esto se debió a que la lucha por la independencia de Polonia socavaría objetivamente el poder de la fuerza más reaccionaria de Europa en ese momento: la Rusia zarista. En el otro lado de la discusión estaban Proudhon y sus seguidores, quienes negaban la importancia de la lucha nacional por completo, al declarar las nacionalidades como prejuicios anticuados.

Es irónico que el establecimiento de la Internacional -un paso tan gigantesco para las fuerzas revolucionarias de la clase trabajadora- surgió de la ola de solidaridad obrera con el levantamiento polaco. La lucha nacional polaca ocupó un lugar central en la política europea a lo largo del siglo XIX (a pesar de los prejuicios idealistas de Proudhon) y también afectó profundamente al movimiento de la clase obrera. Como señaló Engels, el pueblo polaco, en sus heroicas luchas contra la Rusia zarista, salvó en varias ocasiones las revoluciones en el resto de Europa, como sucedió en 1792-94, cuando Polonia fue derrotada por Rusia pero en el proceso salvó a la Revolución Francesa.

El círculo de los proudhonianos, ancestros espirituales de los anarquistas modernos, que se opusieron a la independencia polaca sobre la base de su oposición a todos los Estados, hoy se ha reducido a una mera curiosidad. En cualquier caso, basándose en una aguda observación, Engels escribió en 1868 una serie de artículos para la “Commonwealth”, el órgano de la AIT, respondiendo muchas preguntas en detalle y delineando correctamente la complejidad de la cuestión nacional polaca en relación con las tareas revolucionarias en Europa y la necesidad de un análisis concreto de cada elemento en la ecuación desde un punto de vista internacionalista. En resumen, hacer de todas las pequeñas nacionalidades Estados independientes sería reaccionario; es decir, simplemente no beneficiaría a la clase obrera europea en su lucha revolucionaria. La independencia de Polonia se defendía entonces sobre la base de actuar como una “dique” contra la fuerza más reaccionaria de Europa, el zarismo, que trataría de estrangular a la revolución europea.

La creciente importancia de la clase trabajadora

Esta perspectiva, correcta en ese momento, fue modificada por los acontecimientos de 1871, que marcaron el final del papel revolucionario de la burguesía. El énfasis se puso, también en relación con Polonia, en la clase obrera revolucionaria, que jugaría un papel decisivo en futuros levantamientos. El crecimiento de las industrias polacas de destilación y textiles, y los desarrollos en las insurrecciones pasadas dirigidas por la nobleza, ponían de manifiesto que la clase obrera polaca no luchaba por los mismos fines que la nobleza. Sus objetivos iban más allá de las limitaciones de una lucha nacional, en alianza con la clase obrera internacional. Como resultado, la cuestión de forjar la unidad de clase entre la clase obrera polaca y la naciente clase obrera rusa adquirió mayor importancia.

La sección polaca de la Segunda Internacional se formó en 1892. Desde sus inicios, el PPS (Partido Socialista Polaco) estuvo dominado por el nacionalismo pequeñoburgués, lo que provocó la división del ala marxista del partido, que Rosa Luxemburgo pasaría a dirigir. Formaron el SDKPiL (Socialdemocracia del Reino de Lituania y Polonia) en 1893.

El joven partido se dividió en dos facciones en relación con la cuestión nacional, una de las cuales tomó el punto de vista de Rosa Luxemburgo. Su posición se había radicalizado en la lucha contra el nacionalismo pequeñoburgués hasta el punto de llegar a una conclusión equivocada, al no entender la necesidad de defender el derecho del pueblo polaco a la autodeterminación. La otra facción siguió la posición de Marchlewski, más de acuerdo con el enfoque de Lenin y los bolcheviques rusos. La importante discusión entre Lenin y Luxemburgo sobre la cuestión nacional está llena de lecciones clave para los revolucionarios de hoy.

Aunque la posición de Rosa Luxemburgo era fundamentalmente errónea –una posición abstracta– ella y sus seguidores eran genuinos internacionalistas motivados por la necesidad de combatir el reaccionario nacionalismo pequeño burgués del llamado Partido Socialista Polaco de Pilsudski, que se esforzó conscientemente por separar a los trabajadores polacos de los trabajadores rusos. En una fábula del autor ruso, Ivan Krylov, se puede leer lo siguiente: “El águila puede volar más bajo que una gallina en el granero, pero ninguna gallina puede alcanzar el reino celestial”. No cabe duda de que el papel de Rosa Luxemburgo como revolucionaria de la clase trabajadora la convierte en la gran “águila” en esta analogía, mientras que el oportunismo desesperado redujo al ala reaccionaria del PPS a una impotente “gallina en el granero”.

Chovinismo “socialista”

El PPS se escindió una vez más en 1906 sobre la cuestión de la independencia y también de la lucha por el socialismo. Una facción que se movía hacia la izquierda, llamada “La Izquierda”, adoptó posiciones centristas y revolucionarias al final, fusionándose finalmente con el SDKPiL para formar el Partido Comunista de los Trabajadores de Polonia, en 1918. Otra facción, reformista de derecha autodenominada “revolucionaria” –el ala de izquierda la llamaba “moderada” irónicamente– estaba más interesada en lograr la independencia inmediata y establecer una democracia parlamentaria burguesa sobre la base de la reforma social.

Con el despertar de la clase trabajadora a la vida política (definiéndose a sí misma como un movimiento de clase en 1886), la cuestión polaca se abordó en respuesta a los acontecimientos. Estos incluían la unidad del proletariado polaco y ruso, surgiendo en sus luchas (sobre todo en relación con la Revolución rusa de 1905-06) y las ideas hostiles del patriotismo burgués. Sin lugar a dudas, este período engendró desafíos teóricos serios y complicados para los comunistas polacos. A su vez, Polonia albergó algunos de los revolucionarios más sobresalientes de Europa durante este período, especialmente, Rosa Luxemburgo, Felix Dzerzhinsky, Karl Radek y Julian Marchlewski.

Después del período de luchas, huelgas y revueltas de la clase trabajadora, la gran tormenta de la Gran Guerra volvió a hacer surgir la pregunta en todo el país. Curiosamente, un sector de socialistas polacos buscó un atajo repitiendo la posición de Marx antes de 1871 de una manera abstracta, lo que a su vez traducía su desconfianza del potencial revolucionario, ahora bien presente, del proletariado polaco y ruso.

Por otro lado, hubo un acercamiento del Partido Socialista Polaco, es decir, la facción de derecha afiliada a la Segunda Internacional, hacia el imperialismo alemán, en la medida en que el PPS apoyó a las Legiones Polacas de Jozef Pilsudski, que lucharon al lado del imperialismo austro-alemán durante la Primera Guerra Mundial. De forma criminal, el chovinismo del PPS levantó una barrera contra los trabajadores de la Polonia rusa: 2.5 millones de personas, incluyendo 500 mil soldados. Muchos de estos fueron más tarde algunos de los participantes más dedicados en la Revolución rusa. La atomización del movimiento reformista hacia tales tendencias expresó la capitulación teórica al social-patriotismo de la Segunda Internacional durante la Guerra. El exacerbado chovinismo del PPS nunca fue combatido por la Segunda Internacional, y esto contribuyó aún más a la irremediable podredumbre de la dirección del Partido Socialista Polaco, en la línea de sus homólogos europeos.

Impacto del octubre ruso

En 1917, la Revolución de octubre en Rusia puso en práctica las posiciones defendidas por Lenin en 1903, a saber: la defensa del derecho de las naciones oprimidas a la autodeterminación, incluida la separación. Esta política fue extremadamente importante en la consolidación de la revolución soviética en Rusia al ganarse el apoyo de los trabajadores y campesinos de muchas nacionalidades oprimidas del antiguo imperio zarista, que apoyaron a los bolcheviques durante la Guerra Civil. También fue la única manera de mostrar en el lenguaje de los hechos concretos que la clase trabajadora no tenía interés en perpetuar la opresión nacional después de conquistar el poder del Estado.

Pero la posición de Lenin no puede reducirse a la defensa del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas. La posición de Lenin requería necesariamente la defensa de la unidad de la clase obrera y el deber de los marxistas revolucionarios de las nacionalidades oprimidas de oponerse a los prejuicios nacionalistas pequeño-burgueses entre su propio pueblo, que podrían romper la unidad de la clase trabajadora. Esta posición articulada logró ganar la batalla por una Federación Socialista voluntaria de Repúblicas Soviéticas.

Al igual que Marx antes que él, Lenin describió la necesidad de tener en cuenta los requisitos contextuales del momento, en lugar de abogar por que los partidos obreros apoyaran el separatismo en todas partes. Al mismo tiempo, puso de relieve la necesidad de una lucha internacional de la clase trabajadora para derrocar al capitalismo.

Tal posición, sostenida durante años por los marxistas polacos del SDKP (afiliados al Partido Obrero Socialdemócrata ruso) resonó en la clase obrera, incluso entre las capas patrióticas del Partido Socialista Polaco. Sin embargo, lograrlo requeriría una ruptura con el capitalismo, algo para lo que la Segunda Internacional no estaba preparada o no podía hacer.

1918: independencia polaca

Durante el curso de la guerra, Alemania conquistó gran parte de Polonia y estableció un régimen títere polaco en noviembre de 1916. Finalmente, la burguesía polaca aprovechó la oportunidad del colapso de Alemania y la Revolución alemana de noviembre de 1918 para establecer su independencia. Lo hizo sobre la base de una insurrección y una serie de pequeñas guerras con los países vecinos para establecer una república burguesa. La Segunda República Polaca nació débil e inestable. El PPS de derecha se colocó a la cabeza del nuevo gobierno.

La declaración de independencia se organizó en medio de tumultuosos acontecimientos revolucionarios. Siguiendo la tradición de la revolución de 1905 y siguiendo el ejemplo de los trabajadores revolucionarios rusos y alemanes, se establecieron al menos 100 consejos de diputados obreros y campesinos, que representaban a 500.000 trabajadores y campesinos, en todos los territorios polacos. Esto se hizo por iniciativa del SDKPiL y la izquierda de PPS, que pronto se fusionaron para formar el Partido de los Trabajadores Comunistas de Polonia. Otras organizaciones de trabajadores y partidos compitieron por la influencia dentro de los consejos, incluso el Partido Socialista Polaco (PPS), el Bund en Polonia y el Sindicato Nacional de Trabajadores.

Paralizados por importantes disputas sobre el futuro político y económico de la Polonia recién independizada, los consejos de trabajadores no lograron crear una dirección nacional electa. Los consejos más numerosos y radicales se ubicaron en Krasnik, Lublin, Plock, Varsovia, Zamosc y Zaglebie Dabrowskie; algunos de ellos establecieron sus propias unidades de autodefensa militar: los Guardias Rojos. Episodios como la efímera República de Tarnobrzeg, proclamada el 6 de noviembre de 1918, mostraban cómo estos consejos obreros conducirían inevitablemente a un dualismo de poder que solo podría ser resuelto por la conquista del poder político por parte de la clase trabajadora o por el desmantelamiento de estos órganos del poder de los trabajadores por parte de las fuerzas burguesas polacas.

Las fuerzas burguesas que se aliaron a Pilsudski compartieron claramente esta visión y lograron desmantelar los consejos obreros para julio de 1919, gracias a la retirada del Partido Socialista Polaco (que en muchos casos tenía una mayoría en los consejos) y la represión ejercida por parte del gobierno polaco. Los consejos fueron correctamente considerados por la burguesía polaca como una barrera para la formación de un Estado polaco burgués.

Para domar el espíritu revolucionario mostrado por los trabajadores polacos y ganar tiempo, el llamado gobierno popular, encabezado inicialmente por Ignacy Daszynski, introdujo reformas dentro del marco capitalista, que incluían el sufragio femenino y la jornada laboral de 8 horas. Estas medidas fueron capaces de minimizar temporalmente la lucha de la clase trabajadora hacia la emancipación, motivada por razones intrínsecas. La clase obrera polaca, aunque muy observadora de la revolución europea, todavía estaba poniendo a prueba a sus propios reformistas nacionales. Sin embargo, el inevitable contrarreformismo de los líderes obreros polacos frente a las presiones de la crisis capitalista, iba a provocar que la clase trabajadora sacara conclusiones revolucionarias muy rápidamente.

El proceso revolucionario se aceleraría inspirándose en los éxitos de la Revolución Rusa. De hecho, se proclamaron dos gobiernos paralelos, uno en Varsovia, y la República Soviética de Lublin en el este de Polonia. El gobierno de Varsovia, liderado por Daszynski y Pilsudski, ofreció importantes concesiones para atraer a los trabajadores de Lublin.

Finalmente, los trabajadores de la ciudad fueron aplastados por el propio Pilsudski, ya que se resistieron a la inevitable traición del PPS. Con la experiencia de sus luchas pasadas, tanto de carácter legal como ilegal, la clase obrera polaca era (y aún es) capaz de un enorme sacrificio revolucionario. Las posibilidades revolucionarias eran claramente enormes y de unas proporciones implacables para la inexperta clase gobernante burguesa. Por otro lado, las lecciones extraídas del período de partición y la memoria ardiente de las medidas opresivas de Rusia, como la rusificación, habían dejado a muchos trabajadores con una fuerte sensibilidad hacia cualquier juego de poder que pudiera afectar en lo más mínimo  a la soberanía de Polonia.

Aquí podríamos detenernos brevemente sobre la naturaleza de la conciencia del proletariado polaco en 1920, condicionada por su memoria a largo plazo. Contrasta con la conciencia de los trabajadores rusos o alemanes de la época. Está llena de grandes historias dignas de llenar páginas enteras. A través de un somero estudio, esta conciencia fue comprendida por muchos bolcheviques, incluidos, entre otros, Leon Trotsky, Karl Radek y Klara Zetkin. Ofrecieron una perspectiva que a menudo no se menciona, en aras de la simplificación, que con el beneficio de la retrospectiva y teniendo en cuenta los acontecimientos de la guerra, el breve establecimiento del poder soviético en Polonia y las lecciones generales del subsiguiente reflujo, han demostrado ser correctas.

Con el fin de la Gran Guerra, toda la zona geográfica fue completamente redefinida de acuerdo con los términos del Tratado de Versalles de 1919. Esto tuvo un impacto fundamental en las fronteras de Polonia, que se estaban elaborando, conectando las tres partes ocupadas por los poderosos imperios. La burguesía nacional se dividió una vez más según el carácter y el tamaño de estas fronteras. Al emerger como comandante en jefe de las fuerzas armadas polacas, Jozef Pilsudski sabía que las puertas para la expansión hacia el este estaban muy abiertas. La degeneración del antiguo líder del Partido Socialista Polaco puede resumirse en el siguiente episodio, en el que fue interpelado por un viejo camarada. Éste se dirigió a él como towarzysz (camarada), de acuerdo con las luchas previas a la independencia. En respuesta, Pilsudski pidió que se lo llamara pan (señor) en su lugar, y explicó que “estábamos en el mismo tren yendo hacia el socialismo, sin embargo, me bajé del camino en la parada de la ‘independencia’. Voy a seguir por mi cuenta a partir de aquí”.

Siguiendo los traicioneros pasos de los Henderson, los Clyneses y los MacDonald de la Segunda Internacional, más leales al orden burgués que a la clase trabajadora, Pilsudski se movía naturalmente alrededor de la idea de un gobierno de coalición nacional. Esto fue imposible al principio debido a la fuerte oposición inicial de la Endecja (Demócratas Nacionales, derechistas liderados por el oportunista Dmowski) e, incluso, dentro de la base y el ala parlamentaria del PPS. A lo largo de sus acciones durante el curso de la expansión del nuevo Estado polaco en Ucrania y Bielorrusia, y de hecho durante toda la guerra, el prestigio de Pilsudski quedó salvaguardado e inmortalizado por los propagandistas e historiadores burgueses, quienes lo consideraron figura clave de “contención” del bolchevismo. Sin embargo, esto no fue en contra de la reacción rusa, sino de la Revolución rusa.

Las aspiraciones optimistas que reflejan el nuevo estatus de la burguesía polaca se resumen  en la búsqueda del “intermarium”. Es decir, de una expansión nacionalista, emulando una mancomunidad federal polaco-lituana de varias naciones desde el Báltico hasta el Mar Negro, actuando como un nuevo poder para contrarrestar el poder de Rusia en la región. La invitación a esta nueva unión fue naturalmente rechazada por la burguesía de países como Lituania o Finlandia, que acababan de recuperar su independencia, y los ucranianos bajo Symon Petlyura, que todavía trataban de afianzar sus posiciones frente a la amenaza del bolchevismo ucraniano.

Por lo tanto, la zanahoria fue reemplazada por el palo y Pilsudski, dejó las formalidades a un lado, pero solo después de que los guardias blancos polacos se hubieran hecho con el control de Vilna, Lviv y Kiev. Fue en las áreas cercanas a Vilna donde ocurrieron las primeras confrontaciones, aunque no muy graves, entre el Ejército Rojo y los polacos, después de que el poder fuera lanzado como una patata caliente de un lado a otro entre los soviéticos, los nacionalistas polacos, el ejército alemán en acuerdo con Pilsudski y, finalmente, a las fuerzas de Pilsudski. El frente norte empezó a convertirse en un factor cada vez más serio en los cálculos del Ejército Rojo y Blanco.

Sin embargo, en ese momento, durante el verano de 1919, las fuerzas revolucionarias se vieron obligadas a preocuparse más por defender las áreas circundantes de Petrogrado de Kolchak. Bielorrusia fue ocupada, y los campesinos, en particular, ante la requisa de sus tierras, proporcionaron una base importante de resistencia clandestina contra los Blancos.

Después de la derrota de Kolchak, el centro de atención se trasladó a otros líderes, incluido Pilsudski. Sin embargo, era bien sabido que las fuerzas reaccionarias de los blancos rusos y su posible victoria no serían beneficiosas para los intereses de la independencia polaca. Al fin y al cabo, los líderes blancos rusos eran los mismos que impusieron la brutal rusificación y la opresión nacional en los territorios polacos en el pasado, y continuaron haciéndolo. Esperar algo de ellos (quizás, la concesión de un pequeño satélite) habría sido una ilusión, incluso si dejamos de lado el hecho de que la reacción habría tomado la forma de un fascismo ruso y proyectado su furia vengativa sobre las viejas minorías de la Rusia zarista, especialmente los polacos. La perspectiva de una victoria blanca era realmente sombría y completamente incompatible con las aspiraciones de cualquier minoría nacional, incluso para la burguesía polaca, que preferiría ver a Rusia en un estado de fragmentación y anarquía. Por esta misma razón, Pilsudski inicialmente se abstuvo de respaldar a Denikin en el sudeste de Rusia, al menos hasta que los bolcheviques comenzaron a ganar la partida hacia el final del año.

Vale la pena recordar que la Federación de Repúblicas Socialistas Soviéticas de Rusia (RSFSR, en sus siglas en inglés) fue la iniciadora de múltiples conversaciones de paz, encomendando a Julian Marchlewski, quien encabezó varias delegaciones, la tarea de llegar a acuerdos de paz, incluso si eso significaba dar concesiones de largo alcance. Las autoridades polacas, ebrias de éxito después de la ocupación de Vilna, pensaron que la puerta aún estaba abierta para una mayor expansión. Rápidamente rechazaron cualquier paz con los bolcheviques y renovaron su ofensiva en noviembre de 1919. Los bolcheviques intentaron varias veces reanudar las negociaciones de paz hasta finales de la primavera de 1920. En palabras de Chicherin, comisario del pueblo para los asuntos exteriores de la Rusia soviética: “La política de la RSFSR en relación con Polonia no se basa en combinaciones militares o diplomáticas momentáneas, sino en el principio del derecho inquebrantable e inviolable a la autodeterminación. La RSFSR reconoce, y sigue reconociendo sin reservas, la independencia y la soberanía de la República Polaca, y la reconoce en los primeros momentos de la creación de un Estado soberano polaco”.

La actitud de los bolcheviques en estas conversaciones y declaraciones refleja un claro y sincero deseo de paz, una política clave del partido bolchevique, que fue rechazada sobre la base del sueño expansionista de Pilsudski a través de Ucrania. Una vez más, la actitud de la burguesía hacia la independencia, la paz y la democracia no refleja una pizca de coherencia honesta, sino una especulación para alentar el poder de su clase. El único guardián consecuente de la paz en esta guerra solo podría haber surgido de la alianza revolucionaria del proletariado polaco, ucraniano y ruso.

Después de obtener ventaja mediante la firma de un acuerdo con Petlyura, Pilsudski ordenó a sus tropas marchar sobre Kiev. El Ejército Rojo no era tan fuerte en esta zona, por lo que se debían enviar refuerzos desde Rusia continental. El 5 de mayo de 1920, Lenin pronunció el siguiente discurso a los soldados, publicado en Pravda:

“Camaradas: Sabéis que los terratenientes y los capitalistas polacos, azuzados por la Entente, nos han impuesto una nueva guerra. Recordad, camaradas, que no tenemos ningún problema con los campesinos y los obreros polacos. Reconocíamos antes, y reconoceríamos ahora, la independencia polaca y la República Popular Polaca. Propusimos la paz a Polonia, accediendo a dejar intactas sus fronteras, a pesar de que se extendían mucho más lejos que la población netamente polaca. Hicimos concesiones en todo. Que cada uno de vosotros lo recuerde en el frente. Que vuestro comportamiento con los polacos demuestre que sois soldados de la República Obrera y Campesina, que vais allá no como opresores, sino como liberadores. Ahora, cuando los señores feudales polacos, en contra de nuestras aspiraciones, han concertado una alianza con Petlyura, han pasado a la ofensiva y se acercan a Kíev; cuando en la prensa extranjera corren rumores de que han tomado ya Kíev—esto es pura mentira, pues ayer mismo hablé por hilo directo con F. Kon, que se encuentra en Kíev— ahora decimos: camaradas, hemos sabido rechazar a un enemigo más temible, hemos sabido vencer a los terratenientes y capitalistas propios. ¡Venceremos también a los terratenientes y capitalistas polacos! Todos debemos jurar aquí, prometer solemnemente que nos mantendremos en pie como un solo hombre para impedir la victoria de los señores feudales y capitalistas polacos.

¡Vivan los campesinos y los obreros de la República Polaca libre e independiente! ¡Abajo los latifundistas, terratenientes y capitalistas polacos! ¡Viva nuestro Ejército Rojo Obrero y Campesino! 
(Sonoros acordes de  La Internacional y exclamaciones de “Hurra” apagan las últimas palabras del camarada Lenin)”

La guerra comenzó a ocupar las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, ya que se estaba preparando un enfrentamiento directo entre la República Polaca y el Ejército Rojo. No es necesario decir que hubo una falta total de apoyo del ejército polaco por parte de las masas ucranianas. Esto dio un impulso adicional al Ejército Rojo y garantizó una pronta partida de las fuerzas polacas de Ucrania. Por lo tanto, el carácter de la guerra desde la perspectiva bolchevique dejó de ser defensivo y, después de un intenso debate, acordaron convertirlo en una “guerra revolucionaria” que actuaría como base de apoyo para los movimientos revolucionarios en Europa. Estos argumentos fueron presentados por Lenin y Bujarin y representaban a la mayoría de los miembros del CC del Partido Bolchevique, frente a una minoría principalmente consistía por Trotsky, quien lo recordó en el capítulo 37 de Mi Vida:

“Había quien confiaba calurosamente en que los obreros polacos hiciesen estallar la revolución. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que Lenin concibió el plan firme de llevar el asunto hasta el fin, es decir, de entrar en Varsovia, para, desde allí, alentar a las masas obreras del país, derribar el Gobierno Pilsudski y adueñarnos del Poder. La decisión del Gobierno, que estaba todavía pendiente de examen y liberación, prendió, sin dificultad, en la imaginación del alto mando y en los jefes del frente oriental. Al presentarme yo en Moscú, llegada mi hora, me encontré con que en el centro estaba ya firmemente arraigada la tendencia de llevar la guerra “hasta el fin”. Me opuse resueltamente a este plan. Los polacos solicitaban ya la paz. Yo era de parecer que nuestros triunfos habían llegado a su apogeo y que si seguíamos avanzando sin hacer un cálculo sereno de nuestras fuerzas, podíamos exponernos a una grave derrota.”

Trotsky estaba, de alguna manera, familiarizado con todas las capas del Ejército Rojo, pero también con la comprensión de Marchlewski de la situación polaca como algo prematuro para la revolución, por lo que no estaba de acuerdo con el avance. Solo Rykov se puso de su lado en el CC del partido bolchevique. Por otro lado, Lenin fue mal informado por los informes excesivamente optimistas de los cuadros del Partido Comunista Polaco. El grueso de las masas aún estaba bajo el control de los reformistas.

Sin embargo, independientemente de la evaluación incorrecta de la situación, es importante recordar que el avance del Ejército Rojo tuvo un carácter de clase puramente revolucionario, no nacionalista. Se pueden hacer comparaciones adicionales con la sustancia e, incluso, la propaganda de la invasión soviética de 1939. El objetivo de los bolcheviques en 1920 no era incorporar a Polonia en Rusia, o incluso imponer el régimen soviético en ella, sino ayudar al propio proletariado polaco a tomar el poder y darle un impulso para hacerlo.

En cualquier caso, la decisión fue tomada y el Ejército Rojo pasó a una contraofensiva. Durante 23 días, el Polrevkom (Comité Revolucionario Temporal Polaco) se basó en Bialystok, expresando esencialmente los desarrollos embrionarios de una República Soviética Polaca de corta vida.

0a24d4b98d9430331e967483f3c5ee46 w346 h480
Un cartel del soviet de Bialystok: “Mucho tiempo, en las garras del águila blanca, gimió el proletariado de Polonia, Bielorrusia y Ucrania. Hoy, los trabajadores de pueblos y ciudades se están liberando de las cadenas de la opresión y la explotación. Bajo los golpes de los martillos proletarios, la Polonia del capitalista y del gendarme se está cayendo a pedazos, el águila blanca está muriendo. Debajo de la pancarta roja, nace una nueva: SOVIET SOCIALISTA DE POLONIA. ¡VIVA LA REVOLUCIÓN!”/ Public Domain

La revolución polaca

Las fuentes relacionadas con el Polrevkom son escasas. Muchas de las fuentes de primera mano, como periódicos o notas, se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial. El diario oficial de la Polonia soviética, Goniec Czerwony, también es una rareza y, en cualquier caso, tenía un carácter marcadamente de agitación. El origen del comité en sí se remonta a los militantes y cuadros bolcheviques polacos que desempeñaron papeles clave en la revolución: Grzelszczak, Krolikowski, Budzynski o Bitner, por nombrar algunos.

La estrecha comunicación entre los comunistas polacos en Rusia y Polonia mostraba la urgencia imperante; se formaron múltiples organizaciones con el objetivo de llevar a cabo un trabajo de agitación entre los trabajadores y los soldados. Divisiones dirigidas por trabajadores polacos participaban en la guerra civil como un embrión del Ejército Rojo polaco. Su desarrollo nunca alcanzó un carácter masivo debido a su aislamiento de las núcleos proletarios importantes de Polonia. Por esta misma razón, también enfrentó muchos problemas de corte moral. Se oponía al nombramiento de antiguos oficiales zaristas y también a la lucha contra los guardias blancos polacos. La propaganda bolchevique, tanto del exterior como del interior, del ejército polaco no fue muy fructífera. La conciencia en Polonia estaba en un nivel diferente. Esto fue entendido por el Ejército Rojo de Polonia, que representaba a los cuadros de la clase obrera, que finalmente fueron trasladados al sur de Rusia para luchar contra los ejércitos de Wrangel.

En cualquier caso, el Comité Revolucionario Polaco fue presidido por Julian Marchlewski, quien también cumplió con los deberes de propagandista y agitador. La razón detrás de su nombramiento, en lugar del más conocido Félix Dzerzhinsky, se debía a que, en aquel momento, la prensa burguesa polaca había puesto a Felix en el punto de mira como líder de la Cheka soviética. El comité comenzó a reunirse una semana antes de su llegada a Bialystok, donde se instalaron en el expropiado Palacio del Trabajo. Sus objetivos, como se indica en su primer llamamiento impreso, fueron: “sentar las bases de la futura República Soviética de Polonia, hasta que un gobierno obrero campesino tome definitivamente el poder en Polonia”. El boletín también contenía anuncios de las futuras políticas del nuevo gobierno, que consistiría en el establecimiento de soviets obreros y campesinos, nacionalizar las principales ramas de la industria, la tierra, los bosques, etc. En esencia, a pesar de hacer un trabajo pionero en circunstancias desconocidas, el comité estaba construyendo el factor subjetivo para los acontecimientos revolucionarios que estaban por venir.

El 2 de agosto de 1920 tuvo lugar una manifestación masiva en apoyo del nuevo gobierno revolucionario. Marchlewski, Tukhachevsky y Stepanov pronunciaron discursos que representaban, en consecuencia, al Polrevkom, el Ejército Rojo y el Comité Central del Partido Bolchevique. La manifestación fue seguida por un mitin de los trabajadores ferroviarios, que apoyaron al comité con el mayor entusiasmo. El trabajo de propaganda en el período inmediato se llevó a cabo a través de la producción de un periódico, editado por Feliks Kon, que informaba de las noticias del frente, el movimiento obrero internacional, así como historias y anuncios locales. El comité también produjo folletos y carteles, inspirados por un espíritu internacionalista, destacando los mensajes de apoyo de los trabajadores británicos, franceses y alemanes hacia una revolución polaca. La huelga de los trabajadores portuarios ingleses de Dover, que bloquearon las líneas de suministro británicas al ejército de Pilsudski, fue un ejemplo de solidaridad internacional. El periódico desempeñó un papel clave como punto de referencia que ayudó a transformar la conciencia de los trabajadores en Bialystok y Polonia oriental en apoyo de la revolución.

Sin bien la necesidad del apoyo campesino era evidente para el comité e, incluso, para el propio Lenin, la reivindicación de una redistribución inmediata de la tierra desató un debate. Se acordó que el comité haría un llamamiento a los campesinos, explicando que la tierra sería redistribuida, pero los trabajadores debían tomar Varsovia primero, para que la colectivización pudiera tener lugar sin la presión de la proximidad de un frente de guerra. Este fue un factor clave en el escepticismo de los campesinos locales.

En uno de los números del Goniec Czerwony, se anunció la inevitabilidad de la victoria de las masas polacas, y se pidió a los soldados que apuntaran con sus armas hacia sus oficiales. Aunque Marchlewski estaba ocupado visitando ciudades recién liberadas, el 8 de agosto se organizó una manifestación masiva en Bialystok una vez más para las primeras celebraciones del “Día de la Liberación de los Trabajadores de Polonia”, que superó las cifras del primer mitin y concluyó con el canto de la Internacional en polaco, yiddish y ruso. El comité tenía su base de apoyo entre los trabajadores y, especialmente, entre las minorías judía y bielorrusa.

El carácter pacífico de la toma de control indicaba que, con el tiempo, la revolución obtendría un apoyo significativo de los campesinos y los trabajadores más acomodados. Por otro lado, los trabajadores al oeste de las fronteras de la Polonia soviética solo estaban familiarizados con las calumnias de los nacionalistas y los reformistas, acusando al unísono al comité de dar un golpe ilegal y crear un instrumento para la anexión rusa de Polonia. La situación objetiva aún no estaba a favor del Partido Comunista Polaco. Los trabajadores de Polonia occidental no se levantaron y el desarrollo revolucionario recibió un golpe aplastante después de la victoria de la Batalla de Varsovia por los Guardias Blancos de Pilsudski.

A medida que los ejércitos de Pilsudski se acercaban a Bialystok, se lanzó un último número de Czerwony Goniec, en el que el comité editorial anunciaba la inevitabilidad de una revolución socialista polaca y mundial. Una vez que las tropas ingresaron en la ciudad, hubo disturbios entre los simpatizantes bolcheviques locales y los ciudadanos apoyados por el ejército y la policía. Posteriormente, éstos fueron incitados a realizar una serie de pogromos antisemitas y asesinatos masivos de prisioneros de guerra del Ejército Rojo. En tres años, los campos de concentración, siendo el más grande el de Strzalkowo, provocaron 17.000 muertos.

El comité, que curiosamente nunca fue formalmente disuelto, fue evacuado a la Rusia soviética. Todos excepto uno de los miembros del Polrevkom (es decir, todos aquellos que no murieron antes por causas naturales), se encontraron entre las primeras víctimas de la Gran Purga estalinista en 1937. Éste fue también el destino de la mayoría de los cuadros del Partido Comunista Polaco. Solo en Moscú había 3.817 comunistas polacos, muchos de ellos veteranos de la Revolución de Octubre, que habían buscado refugio ante la dictadura bonapartista polaca. De estos 3.817 comunistas polacos, solo alrededor de 100 sobrevivieron a las Purgas. En 1938, el Comintern estalinista disolvió el Partido Comunista Polaco.

La completa destrucción de los trabajadores polacos más avanzados, tanto por parte de los estalinistas como por parte de los nazis, hizo que en 1945 Moscú creara de la nada un nuevo Partido Comunista Polaco. Esto añadía implicaciones adicionales a la incapacidad de la burocracia “comunista” polaca para ganarse la simpatía de la población y comprender el estado de ánimo de la clase trabajadora. La excesiva confianza en la leal policía secreta llevó a generar antagonismos despiadados entre los trabajadores polacos. Todos estos factores generaron descontento entre los trabajadores polacos, pues sin un punto de referencia revolucionario, pues había sido purgado físicamente, les llevaba directamente hacia el escepticismo. En la actualidad, después de más de dos décadas desde el colapso del llamado comunismo, el escepticismo actual está desapareciendo con la experiencia del capitalismo. La necesidad de defender las ideas genuinas del marxismo sin distorsiones, la tradición de Rosa Luxemburgo, Julian Marchlewski y Trotsky, es de vital importancia.

La guerra de 1920 continúa ejerciendo un enorme efecto en la conciencia polaca hasta el día de hoy. Trotsky y otros acertaron al pensar que la ofensiva presentaba riesgos significativos, ya que la conciencia de importantes capas de trabajadores polacos aún no estaba en consonancia con los acontecimientos para apoyar el avance del Ejército Rojo. Los bolcheviques de izquierda de la época, como Bujarin, tenían una visión esquemática de una guerra revolucionaria, sin tener en cuenta plenamente las circunstancias específicas de la cuestión nacional polaca. Se emborracharon con el éxito inicial en Ucrania y planearon una incursión hasta París y Londres, pensando que Varsovia solo era un primer paso. Los engranajes de la guerra no se correlacionaron con los engranajes de la conciencia proletaria, que en palabras de Trotsky, no se pueden medir con los mismos criterios. Así lo explicó:

“El error en los cálculos estratégicos que se cometió en la guerra de Polonia  tuvo grandes consecuencias históricas. La Polonia de Pilsudski salió de la guerra inesperadamente fortalecida. Por el contrario, el desarrollo de la revolución polaca recibió un golpe aplastante. Las fronteras establecidas por el tratado de Riga separaron a la República Soviética de Alemania, lo cual había de tener consecuencias de alcance extraordinario para la vida de los dos países. Lenin entendió mejor que nadie el significado del error de ‘Varsovia’, y volvió a él más de una vez en pensamiento y palabra.” (León Trotsky, Mi Vida, Capítulo 37.)

Una serie de juicios erróneos cometidos, tanto por parte de los Partidos Comunistas en Poznan y Varsovia como del Partido Bolchevique, abrieron una crisis de dirección. A pesar del heroísmo y la unidad de acción entre los bolcheviques polacos y rusos, el desarrollo político del factor subjetivo (la dirección revolucionaria) no se distribuyó de manera uniforme. La revolución polaca fracasó, pero el sacrificio de miles de trabajadores polacos por el sueño de una república soviética polaca, como parte de una Federación Soviética Mundial, libre de los horrores del capitalismo, es parte de la historia de la clase obrera polaca y volverá a redescubrirse.

Los trabajadores polacos no merecían la caricatura burocrática del socialismo construido por los estalinistas después de la Segunda Guerra Mundial. Los burócratas estalinistas, que inmediatamente confiscaron a la clase trabajadora de Polonia cualquier apariencia de poder político, demostraron muy pronto que su compromiso con el socialismo no era más que una cortina de humo para ocultar sus intereses egoístas y privilegios. Muchos de estos mismos burócratas se convirtieron en los mejores administradores del capitalismo tan pronto como el estalinismo colapsó. Algunas décadas de régimen capitalista en Polonia están socavando las ilusiones de que la llamada democracia (es decir, el capitalismo) es más beneficiosa para el conjunto del pueblo polaco que el llamado comunismo (es decir, el estalinismo).

La experiencia directa del capitalismo es parte del proceso de aprendizaje necesario para la clase trabajadora. Ante nosotros está la tarea de crear una organización marxista, que se base en un estudio político serio de la teoría del marxismo, empezando con un puñado de cuadros que pronto podrían transformar la calidad en cantidad. Una organización a través de la cual los trabajadores polacos podrían liberarse del yugo del capital extranjero y doméstico y, finalmente, emerger sobre la base de la gran historia e ideas revolucionarias, cuyo momento ha llegado ahora.