La OTAN se enfrenta a la derrota en Ucrania

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A medida que el año llega a su fin, el fracaso total de la tan publicitada ‘contraofensiva ucraniana’ ha abierto un coro de recriminaciones mutuas dentro de Ucrania y entre Kiev y sus amos títeres imperialistas. La financiación de la guerra a distancia contra Rusia se está agotando en Washington, Bruselas y Berlín, por lo que el imperialismo occidental está empujando ahora a Zelensky a un curso de acción al que se resiste, ya que supone su muerte política (y tal vez física): conversaciones de paz con Putin.

Este es el mismo curso de acción que sabotearon anteriormente, cuando influidos por su propia propaganda, predijeron que la guerra podría incluso llevar a un cambio del régimen de Moscú. La situación es ahora incluso más favorable para Putin que cuando Boris Johnson fue enviado a Kiev para ahogar los diálogos de paz hace 20 meses.

Putin ha descartado toda conversación sobre negociaciones de paz, declarando sin rodeos que habrá paz cuando se alcancen los objetivos de su campaña militar. El peligro ahora para la OTAN no es tanto un feo impasse en la guerra sino el de otra humillante derrota y una clara victoria de Rusia.

Los medios de comunicación occidentales están llenos de artículos sombríos que predicen la derrota de Ucrania si no se aprueba el último paquete de ayuda militar y financiera de Estados Unidos. Por supuesto, parte de esto está destinado a chantajear a los republicanos reticentes para que voten a favor. Pero el mero hecho de que la misma maquinaria propagandística -que no hace mucho predecía con confianza una derrota rusa en el frente, el colapso de la economía rusa bajo el peso de las sanciones y la destitución de Putin mediante un golpe militar- hable ahora abiertamente no sólo de un impasse militar, sino de la derrota ucraniana, es una medida de lo mal que están las cosas sobre el terreno.

Evaluaciones sombrías

El último documento del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), con sede en EE.UU., que suele exagerar y pintar de rosa la posición del imperialismo occidental en Ucrania, se titula “Implicaciones militares, estratégicas y financieras de la victoria rusa“, y comienza con estas líneas:

“Una conquista rusa de toda Ucrania no es en absoluto imposible si Estados Unidos corta toda ayuda militar y Europa sigue su ejemplo… Los rusos han reemplazado (…) las pérdidas humanas y están aumentando su base industrial para compensar sus pérdidas materiales a un ritmo mucho más rápido de lo que su capacidad de preguerra había permitido.”

El primero en salir al paso de la actual oleada de evaluaciones sombrías pero realistas no fue otro que el propio comandante en jefe ucraniano, el general Valery Zaluzhny, el 1 de noviembre en una entrevista en portada en The Economist, en la que admitía que la guerra se encontraba en un punto muerto. “Cinco meses después de su contraofensiva, Ucrania sólo ha conseguido avanzar 17 kilómetros”, abría el artículo The Economist. Zaluzhny, de la forma más amable y diplomática posible, culpó a Occidente de haber “sido demasiado cauteloso a la hora de suministrar a Ucrania su última tecnología y sus armas más potentes”. No le falta razón.

Toda la premisa de la guerra por poderes de Washington en Ucrania era utilizar a los soldados ucranianos como carne de cañón para debilitar y desgastar a Rusia, pero al mismo tiempo evitar la escalada hacia un conflicto abierto entre Rusia y la OTAN.

Sin embargo, la principal conclusión de la entrevista de Zaluzhny es que “no hay indicios de que esté a la vuelta de la esquina un avance tecnológico, ya sea en drones o en guerra electrónica” que pueda cambiar el actual impasse. Por lo tanto, “Ucrania está atrapada en una larga guerra, en la que él [Zaluzhny] reconoce que Rusia tiene ventaja”.

Por supuesto, en los últimos meses hemos visto veladas recriminaciones de funcionarios de la OTAN culpando a los ucranianos de no haber seguido correctamente la estrategia de contraofensiva que ellos aconsejaban. Las fuentes de la OTAN tienen razón cuando afirman que el ejército ucraniano dedicó demasiado tiempo a defender Bajmut por razones puramente políticas y de prestigio, desviando así unas fuerzas preciosas de otros sectores de la línea del frente donde podrían haber tenido un mayor impacto. Esto está totalmente en consonancia con la guerra de propaganda en busca del apoyo de la opinión pública que la ex estrella de la televisión Zelensky ha estado llevando a cabo con el fin de asegurar un suministro constante y cada vez mayor de armas, dinero e inteligencia de sus pagadores en Occidente.

La entrevista de Zaluzhny no sólo tenía como objetivo defender su actuación y decisiones. Es muy poco habitual que un líder del ejército se manifieste públicamente en tiempos de guerra contra el presidente del país. Zelensky no tardó en contraatacar. En una entrevista con un tabloide británico, advirtió a los jefes del ejército que no se entrometieran en la política y que respetaran la jerarquía de la cadena de mando.

Maryana Bezuglaya, diputada del partido gobernante de Zelensky, Servidor del Pueblo, alegó que el artículo de The Economist se había publicado a través de los oficios del oligarca checo ucraniano Tomáš Fiala, propietario de Ukrainska Pravda, y que el objetivo era socavar al presidente e impulsar las perspectivas electorales del general. Bezuglaya exigió la dimisión de Zaluzhny, afirmando que no tenía “ningún plan para 2024”, aunque luego dio marcha atrás.

Los medios de comunicación ucranianos informaron de que un sondeo reciente de Rating revelaba que un hipotético partido de Zaluzhny obtendría el 36% de los votos, superando a un partido de Zelensky, que quedaría segundo con el 26,7%. Por si acaso, Zelensky decidió enfriar cualquier conversación sobre elecciones presidenciales, que él mismo había anunciado anteriormente.

Zelensky, una figura solitaria

Una larga entrevista en la portada de la revista Time del 30 de octubre presentaba a Zelensky como una figura solitaria y un poco loca, el único que aún creía en la victoria de Ucrania. “La solitaria lucha de Volodymyr Zelensky” era el subtítulo. Atrás quedaron los días en que se le presentaba como el héroe de Kiev en las portadas de los medios de comunicación occidentales.

El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano, y ahora que las cosas van mal en el frente, el ambiente en los círculos políticos y oligárquicos de Kiev se ha vuelto extremadamente díscolo, se critica abiertamente al presidente y se da crédito a los rumores más descabellados (entre otros, que Zaluzhny ¡es un agente ruso!).

Pocos días después de la entrevista de Zaluzhny en The Economist, su principal ayudante murió en un cuiroso “accidente con una granada de mano”. El propio Zelensky alimentó la rumorología con una declaración sobre un supuesto complot ruso para provocar un golpe de Estado “Maidan 3” con el fin de apartarle del poder.

El alcalde de Kiev y ex boxeador profesional Klitschko se sumó al coro de críticos con una entrevista en Der Spiegel en la que acusaba a Zelensky de comportarse de forma autoritaria y le comparaba con Putin: “En algún momento dejaremos de ser diferentes de Rusia, donde todo depende del capricho de un hombre”.

Después le tocó el turno al ex magnate del chocolate y ex presidente Poroshenko, que se ha presentado públicamente como partidario de Zaluzhny. Zelensky decidió entonces detener a Poroshenko en la frontera cuando se disponía a viajar al extranjero en una gira de conferencias. Poroshenko calificó estas acciones de “sabotaje antiucraniano”.

Veinte meses de matanza inútil

El 24 de noviembre, la cabeza de la facción parlamentaria de Zelensky, Arakhamia, dijo en una entrevista que en marzo de 2022 hubo una oferta rusa en las conversaciones de paz, que habría significado la retirada a las fronteras anteriores a febrero de 2022 a cambio de que Ucrania permaneciera neutral. Añadió que una de las razones por las que se rechazó la propuesta fue la visita urgente de Boris Johnson a Kiev en la cual insistió que Ucrania debería rechazar cualquier acuerdo, continuar luchando y que Occidente podría garantizar la victoria. En ese entonces, el papel de Boris era bien conocido y nosotros comentamos al respecto.

El significado de la declaración de Arakhamia debe verse ahora como un intento de echar la culpa del desastroso curso de la guerra sobre los hombros del imperialismo occidental: “Nos retorcisteis el brazo para que siguiéramos luchando, pero no nos habéis proporcionado los medios para hacerlo”. La otra implicación de esto está clara para todo el mundo: la carnicería y el derramamiento de sangre de los últimos 20 meses han sido en vano. Cientos de miles de jóvenes ucranianos (y rusos) de familias obreras fueron sacrificados en el altar de una guerra a distancia que la OTAN no puede ganar.

El mismo día de la entrevista de Arakhamia, un artículo del periódico sensacionalista alemán Bild “reveló” un plan secreto urdido por el canciller alemán Scholz y el presidente estadounidense Biden para presionar a Ucrania con el fin de forzar a Zelensky a negociar con Putin. La esencia del artículo era: “Ucrania seguirá recibiendo nuevas armas, pero en calidad y cantidad suficientes para mantener aproximadamente el frente actual, pero no para ganar ni avanzar”. “El presidente Zelenskyy no será presionado verbalmente para negociar ni por Olaf Scholz ni por Joe Biden, sino que debería ‘llegar él mismo a la conclusión’ de que una victoria militar contra Rusia es imposible y, por tanto, avanzar hacia las negociaciones”.

Por supuesto, lo que escriba el Bild debe tomarse con una pizca de sal, pero el artículo se basa en hechos reales. La guerra de Ucrania se está convirtiendo en una aventura muy cara para los principales países de la OTAN, sobre todo cuando no tienen resultados que mostrar y ninguna perspectiva de avance en el campo de batalla. En Estados Unidos, Biden se encamina hacia unas elecciones y está inmerso en constantes disputas con los republicanos sobre la ayuda militar a Ucrania. En el momento de escribir estas líneas no está claro que consiga aprobar el último tramo multimillonario.

La situación es similar en Alemania, donde Scholz se enfrenta a graves limitaciones presupuestarias y la ultraderechista AfD /contraria a la guerra de Ucrania) crece en las encuestas. La propia UE está profundamente dividida sobre el apoyo continuado a la guerra en Ucrania. En el momento de escribir estas líneas, el presidente húngaro Orban está bloqueando la aprobación de un paquete de ayuda de 50.000 millones de euros, necesario para mantener el funcionamiento del Estado ucraniano. A esto hay que añadir la elección de Fico en Eslovaquia y la victoria de la extrema derecha en las elecciones holandesas. El estado de ánimo se resume en las declaraciones de un funcionario de la UE que habló bajo condición de anonimato: “¿Cuánto dinero más vamos a verter en este agujero negro?”.

Y no es sólo una cuestión de dinero. Occidente es incapaz de fabricar proyectiles y material militar con la rapidez suficiente para cubrir las necesidades de la guerra. Desde hace meses, Estados Unidos y sus aliados envían armas a Ucrania procedentes de sus propios arsenales. El almirante de la OTAN Rob Bauer advirtió el mes pasado en el Foro de Seguridad de Varsovia: “Estamos rascando el fondo del barril”.

En el otro lado de la ecuación tenemos a Rusia, que ha sido capaz de eludir las sanciones occidentales y se espera que su economía crezca un 3,5% este año. Al mismo tiempo, ha superado a Occidente en la producción de proyectiles y otros equipos militares, tanto de alta como de baja tecnología.

Esto le ha permitido invertir la situación en el frente. Ya no es que Rusia está a la defnsiva y Ucrania al ataque, sino que en varias secciones de la línea del frente Ucrania ha empezado a fortificarse para la defensa (copiando las tácticas rusas), mientras que Rusia está a la ofensiva.

La moral ucraniana

A esto hay que añadir el impacto de una prolongada guerra de desgaste en la moral ucraniana. Esto se pone de manifiesto en la discusión acerca de la ampliación del reclutamiento, así como en una miríada de incidentes recientes en los que la policía ha hecho redadas en gimnasios y saunas en busca de hombres en edad militar para enviarlos a la fuerza al frente.

Según la BBC, 650.000 hombres en edad de alistarse han abandonado Ucrania legal o ilegalmente. Está claro que el estado de ánimo ha empezado a cambiar. Un artículo del Washington Post afirmaba que “las entrevistas con ucranianos en edad de alistarse sugieren que muchos no están muy dispuestos a luchar por un ejército y un gobierno nacional que consideran plagados de corrupción e incompetencia”.

Examinando la historia, sabemos que las guerras suelen desembocar en revoluciones y que esto ocurre especialmente en los países derrotados. Atrás quedaron los días de fervor patriótico por la defensa nacional. Cada vez más, los ucranianos empezarán a preguntarse si no han sido sacrificados en el altar de los intereses del imperialismo estadounidense en su conflicto con Rusia.

Por supuesto, la oferta que Rusia hizo en la primavera de 2022 -una retirada a las fronteras anteriores a febrero de 2022 a cambio de la neutralidad ucraniana- ya no está sobre la mesa. Rusia conservará lo que ha ganado sobre el terreno y pretende avanzar aún más. En su rueda de prensa televisada de fin de año, como decíamos al principio, Putin fue claro: “la paz llegará cuando alcancemos nuestros objetivos”. También insistió en que “Odesa es una ciudad rusa”.

Puede que Putin no pueda aumentar el ritmo de movilización, pero las tropas que tiene a su disposición son suficientes para lograr sus objetivos mientras pueda abastecerlas. Cuenta con que, en la guerra de desgaste, el tiempo está de su parte. Hasta ahora, los hechos le están dando la razón. En Rusia se han producido protestas de madres y esposas de los soldados movilizados en septiembre de 2022, exigiendo que se les permita regresar a casa tras más de un año de combate. Pero mientras la economía se recupere y la guerra parezca ir a su favor, puede contar con el apoyo y la aquiescencia popular.

La OTAN humillada

Desde un punto de vista internacional, lo que está en juego es una humillante derrota para la OTAN. Lo que tenemos en Ucrania en relación a la contra-ofensiva de primavera/verano es un ejército armado, entrenado y abastecido por la OTAN incapaz de superar las fortificaciones rusas. Más que eso, la amenaza ahora es el colapso de la línea del frente ucraniana y que las tropas rusas avancen aún más. Occidente se enfrenta a otra humillación como en Afganistán.

Esta es una medida del declive relativo del imperialismo estadounidense en la escena mundial. Este es el país imperialista más poderoso y reaccionario del mundo, cuyo gasto militar equivale al de los siguientes diez países principales combinados. La crisis del capitalismo hace que el mundo sea mucho más turbulento. Ser su policía global se ha vuelto un trabajo cada vez más complejo, con problemas en todos lados y la actividad de otras potencias regionales que, sintiendo su debilidad, se confabulan para desafiar al jefe.

La escalada de la agresión de Israel contra los palestinos, tan cerca en el tiempo de la guerra en Ucrania, también ha revelado toda la magnitud de la hipocresía de Occidente cuando se trata de “violación del derecho internacional”, “crímenes de guerra”, etc. Cuando los cometen nuestros enemigos, se gritan a los cuatro vientos, se exageran o directamente se inventan para justificar nuestros reaccionarios objetivos bélicos imperialistas. Cuando las cometen nuestros aliados, se explican en nombre del “derecho a la autodefensa”.

Las principales víctimas de todo este asunto son, ante todo, los trabajadores de Ucrania. Desde el principio, los portavoces del imperialismo estadounidense lo dijeron claramente: libraremos esta guerra en nuestro interés (debilitar al imperialismo rival ruso) hasta la última gota… de sangre ucraniana. Ahora que la guerra no va como ellos quieren, abandonan a los ucranianos a su suerte, forzándoles a lo que será un acuerdo perjudicial con su agresivo vecino imperialista. Aquí hay una lección para las naciones “pequeñas” de todo el mundo: las grandes potencias sólo las utilizan como moneda de cambio, para justificar sus acciones y luego las tiran a la basura sin contemplaciones cuando ya no son útiles o se han vuelto demasiado caras.

Desde el principio del conflicto, los comunistas revolucionarios se han mantenido firmes en el principio de que ‘el principal enemigo de la clase obrera está en casa’. Los marxistas revolucionarios rusos se opusieron a la invasión reaccionaria de Ucrania por parte de Putin, motivada no por “la defensa de los rusoparlantes” ni por la “desnazificación de Ucrania”, sino por los intereses de seguridad nacional de la clase dominante capitalista rusa. Los marxistas revolucionarios de Occidente denunciamos ante todo a “nuestra propia” clase dominante imperialista, la fuerza más reaccionaria del planeta.