Un imponente movimiento de estudiantes de todos los niveles de la educación, jóvenes, profesores y trabajadores tiene a Chile en fibrilación desde hace meses. Comentaristas chilenos e internacionales consideran ésta como la movilización más amplia y participada en la historia chilena, seguramente en la historia de las últimas décadas. La lucha por una educación pública, gratuita y de calidad se está convirtiendo rápidamente en un movimiento generalizado contra las privatizaciones implementadas por la junta militar presidida por Pinochet no solo en la educación. Tras casi 20 años de tiranía y de la transición a una democracia del olvido, un país entero levanta cabeza comenzando nuevamente a reclamar “un Chile bien diferente”.
Un imponente movimiento de estudiantes de todos los niveles de la educación, jóvenes, profesores y trabajadores tiene a Chile en fibrilación desde hace meses. Comentaristas chilenos e internacionales consideran ésta como la movilización más amplia y participada en la historia chilena, seguramente en la historia de las últimas décadas. La lucha por una educación pública, gratuita y de calidad se está convirtiendo rápidamente en un movimiento generalizado contra las privatizaciones implementadas por la junta militar presidida por Pinochet no solo en la educación. Tras casi 20 años de tiranía y de la transición a una democracia del olvido un país entero levanta cabeza comenzando nuevamente a reclamar “un Chile bien diferente”.
La “revolución” educativa de Piñera
El origen de las movilizaciones es la Ley por la Calidad y Equidad de la Educación presentada al debate parlamentario a finales de 2010 por el gobierno de Sebastián Piñera, el primer gobierno de derecha en Chile desde las primeras elecciones libres del post Pinochet en 1990.
Las principales medidas de la ley consisten en la creación de un nuevo sistema de selección de directores de establecimientos educativos a los cuales se atribuyen nuevas autonomías de gestión; aumentos salariales selectivos a los mejores profesores; la institución de “60 liceos de excelencia” a nivel nacional para los mejores alumnos etc. En lo académico se propone reducir las horas de historia para aumentar las de lenguaje y matemática.
Se trata simplemente de unos parches secundarios –de contenido antidemocrático, clasista e incluso discutibles desde el punto de vista pedagógico– al modelo privatizador de la educación que se mantiene sustancialmente vigente en Chile desde 1980.
La educación en Chile
Entre 1970 y 1973 (gobierno de Allende) el gasto público en la educación representaba el 8,9% del PIB y financiaba integralmente la educación. A final del régimen militar este porcentaje se redujo drásticamente a menos del 3% mientas se encaminaba la privatización del sector. Con la contrarreforma promulgada por la dictadura en 1980 el Estado pasó primeramente a financiar tanto las escuelas públicas como las privadas, otorgando a todos los establecimientos educativos un subsidio en función de cada alumno y su asistencia escolar. Sucesivamente permitió a todos los establecimientos educativos cobrar una renta a los alumnos y recibir aportes de privados sin perder el derecho a la subvención estatal.
Así, mientras los colegios particulares pueden disponer de los financiamientos privados, de las subvenciones estatales y de las rentas cobradas a los alumnos, las escuelas públicas deben competir por tener el mayor número de estudiantes para financiarse, en desmedro de la calidad de la educación. De hecho el promedio de alumnos por aula en la escuela pública es de 34, numero presumiblemente aun más elevado en los colegios de los barrios populares de las grandes zonas urbanas. Se trata del promedio más alto entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), institución de la que Chile es miembro.
Un estudio de 2007 del Consejo Asesor de la Educación Superior, creado por disposición del gobierno para proponer mejoras en el sector, ha evidenciado cómo sólo los hogares más ricos pueden permitirse los gastos universitarios. Este estudio explica porqué sólo el 16% de los hijos de las familias obreras acceden a la educación superior, un porcentaje que en cambio es del 60% en los hogares más ricos. De hecho de cada 100 dólares que se gastan en la educación superior en Chile, 84 dólares son pagados directamente por los estudiantes y sus familias.
La supuesta “revolución” educativa propuesta por el gobierno de Piñera no modifica ninguno de estos problemas estructurales de la educación chilena, más bien consagra y extiende desigualdades. La “calidad de la educación” a la que apunta es simplemente esta; el hijo de un trabajador debe ser un genio para poder solamente ambicionar a una educación de calidad y completar su ciclo de estudios, mientras un burro cargado con plata podrá tranquilamente comprar su titulo de profesional.
Cobre público para la educación pública
Ya en 2006 el gobierno de la socialista Bachelet intentó una reforma del sistema educativo sin modificar su carácter privatizador desencadenando así la movilización de los “pingüinos”, como en Chile se les llama a los estudiantes de secundaria por sus uniformes. La represión de aquel movimiento –así como de los Mapuches y otras– y el descontento hacia el reformismo sin reformas de la Concertación de Partidos por la Democracia [1] ha sido una de las razones principales de su derrota electoral en 2009 tras casi 20 años ininterrumpidos de gobierno. Pero las actuales movilizaciones son mucho más amplias y participadas que el movimiento de los pingüinos y no involucran sólo a los actores del sistema educativo.
En primer lugar el rechazo a la contrarreforma de Piñera y la lucha por una educación pública y de calidad se mantienen con la participación activa de los profesores que ven correctamente la privatización del sistema educativo como un ataque a sus condiciones laborales y económicas. El salario de un profesor de una escuela particular subvencionada es de un 13% inferior al de un colega de la escuela pública, mientras esta presión competitiva sobre la educación se traduce en una intensificación de la explotación del trabajo docente y mayores frustraciones en las hacinadas aulas públicas.
Sin embargo el principal elemento de novedad está representado por los cada vez más frecuentes casos de unidad entre los estudiantes y los sectores decisivos de la clase obrera industrial chilena. Ya en las anteriores semanas se dieron varios ejemplos de unidad obrero-estudiantil y la participación de diferentes sectores laborales en las huelgas estudiantiles. La participación de los trabajadores en las movilizaciones estudiantiles está contribuyendo de manera determinante a mantenerlas activas elevando su consciencia y nivel reivindicativo. Las marchas convocadas por mineros y estudiantes en Calama, Antofagasta y la misma Santiago levantaban por ejemplo la consigna de la nacionalización del cobre para la estatización de la educación. Un evidente salto cualitativo en las movilizaciones estudiantiles que están inspirando a, y son alentadas por, las crecientes movilizaciones obreras.
Movilizaciones obreras
Este ambiente de movilización ha presionado a la dirigencia de la Central Unitaria de Trabajadores de Chile (CUT) a adelantar al 24 de agosto una huelga general de 48 horas antes programada para octubre. La política económica del gobierno de Piñera, ideal continuación del neoliberalismo de la dictadura –libertad para multinacionales y capitalismo y represión para las masas– está catalizando todo el descontento acumulado durante años en las filas del movimiento obrero, que no encontraba expresión por el papel de la burocracia ¨socialista¨ en los sindicatos.
Las cifras macroeconómicas que trasmiten la imagen consolidada de un Chile modelo para América Latina esconden la realidad de un país con las desigualdades más abismales en la distribución de los ingresos. El desempleo se ha incrementado al 7,4% en el primer semestre de este año y medio millón de chilenos más viven hoy por debajo del umbral de pobreza, es decir son parte de aquel 19% de la población que sobrevive con menos de 64 mil pesos (138 dólares americanos) al mes. El auge de los precios de las materias primas, particularmente minerales, se traduce en un incremento consistente de las horas trabajadas y aumentos salariales irrisorios rápidamente absorbidos por la inflación. El aumento salarial del 5,5% ofrecido por la administración Piñera es considerado correctamente como una limosna por los trabajadores que exigen un mínimo de un 10,46%, frente a los tan alabados resultados del crecimiento económico chileno.
El 11 de julio, a 40 años de la nacionalización del cobre, los trabajadores de la Corporación Nacional del Cobre (CODELCO), el mayor productor de cobre del mundo, realizaron una huelga general contra los intentos de debilitar la compañía minera estatal para preparar su privatización. Mientras se afirma que no hay dinero para los gastos sociales, “la industria privada se llevó [en 2010] 34 mil millones de dólares, el 79% del presupuesto de la nación”, recordaba durante la huelga (seguida por el 100% de los trabajadores) el presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Cristián Cuevas.
¡Acabar con los resabios de la dictadura!
A medida que las movilizaciones crecen, crecen también sus reivindicaciones y se reducen los espacios de diálogo con el gobierno. Hasta hace poco Piñera lanzaba señales de disponibilidad a hacer concesiones buscando entre dirigentes de estudiantes y profesores un compromiso, que aunque pueda haberse insinuado, es difícil practicar en plena radicalización del movimiento de masas. Ahora el propio Piñera es el que descarta cualquier mediación anunciando medidas para combatir las protestas. Mientras tanto, los mineros, como decíamos, exigen la completa nacionalización del sector y los estudiantes universitarios, una modificación constitucional para declarar el carácter irrenunciablemente público y gratuito de la educación.
Frente a esta situación, el adelanto de la huelga general desde Octubre a Agosto proclamado por la CUT es realmente un retraso de un mes. Evidentemente existe entre los trabajadores plena disponibilidad al combate, como quedó demostrado con la huelga general del 11 de julio entre los mineros, entonces la timidez de la dirigencia de la CUT no puede justificarse con exigencias de preparación y su estrategia se hace incomprensible a los ojos de las masas. Además el convocar a una huelga general solo sobre el tema del salario, cuando los trabajadores ya están demostrando la voluntad de movilizarse para mucho más que esto, es un grosero intento de contener el desarrollo de su conciencia política, torpemente enmascarado tras las declaraciones oficiales de respaldo a las movilizaciones estudiantiles.
En la CUT los socialistas parecen estar jugando a desacreditar al gobierno pero frenando al movimiento para evitar ser desbordados por el mismo, pero así acabarán por ser desbordados por el mismo descrédito. Los comunistas se están prestando a este juego a cambio de una mayor visibilidad en la CUT y por no poner en peligro su pacto con la Concertación que le posibilitó por primera vez la elección de 3 diputados en el actual parlamento. Con esta actuación, el PS y el PCCh están echando a perder la posibilidad de ser el cauce de organización de las demandas de cambios estructurales que se van levantando, poniendo además en peligro la misma posibilidad de victoria del movimiento de masas.
El PCCh es obviamente el partido que más tiene que perder con esta táctica lamentable. Las condiciones están más que maduras para romper con cualquier equilibrismo táctico poniendo el partido y sus militantes a servicio de la estructuración, organización y para dotar al movimiento en las calles de un programa general que abarque el tema de las nacionalizaciones, de la educación pública y los resabios de la dictadura como la Ley de Seguridad Interior (que fundamenta la represión de los carabineros), el sistema electoral binominal etc.
Pero para ser creíble el PCCh debe demostrar que no tiene segundas intenciones y hacerlo con actos concretos, empezando por exigir la implementación del voto universal y en general de una mayor democracia en la CUT, y convocar ahora, en las próximas semanas y por el programa que esbozamos la huelga general. Los errores que el PCCh pueda cometer en esta fase podrían costarle muy caro. La clase trabajadora y los estudiantes, están preparados a combatir los ataques de la derecha, pero no perdonarían fácilmente la traición de sus partidos.
El papel de las vanguardias
La vanguardia obrera y estudiantil debe trabajar para dar al movimiento que sigue en alza una perspectiva política. Es necesario organizar a todo los niveles comisiones, consejos, asambleas (o como querramos llamarlas) obrero-estudiantiles, que sepan dar el espacio concreto de decisión y participación de los cuales se siente la necesidad. Sabiendo hablar de igual manera a los trabajadores y estudiantes sin partido y los militantes socialistas y comunistas, llamándolos a pelear para romper con la Concertación y por una alianza entre los partidos obreros basada en un programa auténticamente socialista.
El maravilloso movimiento de trabajadores y estudiantes chilenos ha logrado en pocas semanas hacer precipitar vertiginosamente el apoyo a Piñera en los sondeos de opinión. La burguesía está asustada, como demuestra el inútil intento de minimizar la participación en las movilizaciones por parte de los medios de prensa. El futuro de las reivindicaciones de trabajadores y campesinos chilenos se juega en la capacidad de preparar conscientemente las condiciones para una verdadera alternativa a Piñera, la derecha y el capitalismo neoliberal manchado de sangre en Chile.
[1] Alianza integrada por los partidos Demócrata Cristiano (DC) –principal partido opositor a Allende que justificó el golpe militar de 1973– Partido Por la Democracia (PPD), Radical Social Demócrata (PRSD) y Socialista (PS).