La juventud secundaria: un llamado a la rebelión estudiantil

La lucha por una educación gratuita, laica y de calidad

En Argentina, los jóvenes, especialmente los de secundaria, enfrentan una situación desalentadora. Las grandes corporaciones empresariales, banqueras, y capitalistas en general, transfieren a sus arcas enormes recursos destinados a la educación y otras áreas como la salud. El Estado, en lugar de invertir en estos sectores esenciales, reduce su tamaño, buscando aumentar o recuperar las tasas de ganancias de las patronales a costa del empobrecimiento material e intelectual de la juventud.

La educación pública es víctima de un vaciamiento presupuestario que afecta gravemente la infraestructura, los salarios y los contenidos, como lo han exigido el FMI y el Banco Mundial desde la sanción en 1995 de la Ley Federal de Educación y la Ley Superior de Educación. Estas políticas, llevadas adelante por los distintos gobiernos de las últimas décadas, se han apoyado en normativas legales que permiten reformas a favor de los empresarios. 

El gobierno actual, liderado por Milei, ha intensificado brutalmente estas medidas, todo en pos de asegurar préstamos del sistema financiero internacional, beneficiando solo a unos pocos. 

No estamos ante simples hechos aislados, sino ante evidencias de un sistema capitalista en crisis  que valora más el dinero a costa de la felicidad de las personas, empeorando las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora.

El sistema educativo argentino es profundamente desigual. Las escuelas públicas enfrentan el vaciamiento presupuestario, mientras que las privadas se aprovechan de esta situación para cobrar cuotas más altas, sin que esto signifique una mayor calidad educativa. Este fenómeno es un reflejo de la especulación financiera en el ámbito educativo. Como resultado, el 25% de los argentinos entre 25 y 34 años no ha terminado la escuela secundaria, una cifra muy superior al promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, que es solo del 14%. Esta brecha evidencia que, en lugar de promover la movilidad social, la educación refleja y perpetúa la injusticia social bajo un sistema capitalista que privilegia a quienes ya tienen y margina a quienes no.

Es realmente difícil para los jóvenes de familias trabajadoras ingresar y permanecer en la escuela secundaria. El mayor obstáculo es la falta de recursos económicos. Muchos jóvenes se ven obligados a abandonar la escuela para trabajar y ayudar a sus familias, enfrentando la difícil elección entre estudiar o ganar dinero. Además, las escuelas públicas suelen tener recursos limitados, con edificios deteriorados, libros de texto obsoletos, y docentes mal remunerados, con escasas posibilidades de desarrollo profesional. En las zonas rurales, la situación es aún más crítica: las escuelas están en condiciones deplorables, carecen de tecnologías básicas, y los estudiantes deben caminar horas para llegar a ellas. 

Estas condiciones podrían revertirse si las direcciones sindicales y estudiantiles estuvieran en manos de quienes verdaderamente defienden el derecho a la educación pública. Sin embargo, las direcciones burocráticas no ayudan al movimiento estudiantil en la esencial tarea de organizarse para enfrentar los ataques de los capitalistas y su gobierno reaccionario.

El plan de estudios es obsoleto y no se ajusta a las necesidades de los estudiantes, sin contribuir efectivamente a su inserción en el mercado laboral, aun cuando el desarrollo intelectual de la juventud debería estar por encima de esta razón, ya que la educación también debe enfocarse en el desarrollo personal y social. Es frustrante para muchos jóvenes ver cómo su arduo trabajo en la escuela no les asegura buenos empleos. La tasa de desempleo juvenil ha superado el 55%, dejando escasas oportunidades laborales. Los gobiernos de turno reservan los mejores empleos en el Estado para sus allegados políticos, sin fomentar una verdadera carrera administrativa, ni el desarrollo industrial y la generación de fuentes laborales.

La juventud argentina enfrenta el desafío de organizarse políticamente para contrarrestar un régimen que no valora la educación como un camino hacia el desarrollo intelectual y humano. El sistema capitalista y sus instituciones educativas, controladas por la clase dominante, nos roban el futuro y perpetúan la explotación. Se ha impuesto sobre la juventud la presión de contribuir financieramente al hogar, lo que incrementa las tasas de deserción escolar, perpetuando un ciclo de exclusión educativa que condena a generaciones de jóvenes a la pobreza. 

Sin embargo, hay una creciente conciencia de las injusticias que este sistema provoca, lo que está dando lugar a un nuevo despertar político entre los jóvenes. Este contexto es un llamado a la acción, instando a los estudiantes a organizarse y luchar contra el sistema que los oprime, para convertirse en arquitectos de su propia libertad e igualdad.

La lucha por una educación nueva está íntimamente ligada a la batalla más amplia contra el sistema capitalista que explota a la mayoría trabajadora en beneficio de unos pocos ricos. Los jóvenes , al reconocer su poder para generar cambios, tienen el potencial de asumir un papel de dirección en el movimiento estudiantil y ligarse a la clase obrera para liderar  una revolución, que no solo luche por una mejor educación, sino que también exija un sistema económico y social que priorice las necesidades de la juventud estudiante y trabajadora.. 

Es crucial abrir el debate entre la juventud sobre la necesidad de una organización revolucionaria que defienda una educación pública, gratuita, laica, única y científica, que saque a la educación del rango de privilegio y permita a la juventud forjar su propio futuro. 

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