La crisis del capitalismo argentino como expresión local de la crisis mundial se expresa actualmente en la crisis irreversible del macrismo. La bomba de tiempo que el gobierno futuro de Fernández y Fernández tendrá entre manos, puede terminar por arrastrar al régimen político de conjunto.
La situación política es extremadamente volátil. El hecho que los partidos centrales del sistema político no puedan asegurar ni garantizar, a pesar de sus esfuerzos, la permanencia de Macri en la Casa Rosada hasta diciembre lo deja ampliamente expuesto.
La economía está envuelta en una profunda crisis, la gobernabilidad hace equilibrio entre toda la clase política que quiere sostenerla por diversos motivos y el profundo malestar que anida en los sectores castigados.
La bancarrota del capitalismo argentino es potencialmente la bancarrota del reformismo. Pero esto no está claro aún para las masas que han sido canalizadas, a través de sus organizaciones políticas y sindicales, hacia la vía electoral que a su vez fue utilizada, por los trabajadores, como medio para golpear las políticas de ajuste que los capitalistas vienen descargando sobre la población.
A pesar de que las y los trabajadores protagonizaron innumerables luchas y masivas movilizaciones durante todos estos años de ajuste, los dirigentes reformistas consiguieron imponer un impasse relativo y endeble. Sin lugar a dudas el período político que se abre representará una escuela política para gran parte de la juventud, los trabajadores y la clase obrera que aún se ven representados por los dirigentes que plantean que hay una salida posible por dentro del mismo capitalismo.
En este contexto, sectores de la izquierda argentina han reavivado la consigna por una Asamblea Constituyente (AC) como ocurre cada vez que se acerca una crisis revolucionaria.
Por un lado, pareciera existir una preocupación por buscar un camino a las masas y su vanguardia pero a su vez esta preocupación se ve negada por la devaluación o degradación del programa revolucionario y las consecuencias políticas que esto acarrea como explicamos en nuestro artículo “En ocasión de la Fracción Publica del Partido Obrero ¡Construyamos un Partido Revolucionario!”.
Si bien la consigna por una Asamblea Constituyente es tomada por dirigentes de los distintos grupos políticos del Frente de Izquierda y los Trabajadores – Unidad (FIT-U) , estos enfoques tienen distintos matices.
Los dirigentes del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) plantean la necesidad de que las masas “procesen una experiencia con los mecanismos de la democracia burguesa”[1]. Por su lado, los dirigentes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) plantean “Fuera el gobierno del ajuste y del FMI” y “por una Asamblea Constituyente, libre y soberana”[2] desviando la responsabilidad de la catástrofe social, económica y política del sistema y los capitalistas para trasladarla a una forma de gobierno. Se deposita así el peso de la crisis no en un sistema sino en una forma de institucionalidad.
Los dirigentes del Partido Obrero Tendencia plantean la Constituyente como un órgano de poder de los trabajadores que asuma funciones de gobierno haciéndose cargo del poder político[3].
Como vemos, desde estos distintos enfoques, los dirigentes de los grupos políticos que conforman el FIT-U terminan en última instancia convocando nuevamente a elecciones para conformar un parlamento. La lógica de la consigna de AC en manos del FIT-U, es que de alguna manera llevaría a las masas a agotar sus ilusiones democráticas burguesas o a un descrédito de los partidos que se nieguen a tal convocatoria. Son éstas ilusiones las que justifican el uso de esta consigna.
Creemos que este debate no es menor ya que la utilidad de las consignas, es vital para la construcción del partido revolucionario en sus vínculos con las masas y en un primer momento con su vanguardia.
Desde la Corriente Socialista Militante consideramos que las consignas deben servir para que el movimiento avance paso a paso hacia el objetivo del poder obrero que debe estar planteado sin ambigüedades. Debemos explicar claramente a los trabajadores que para resolver sus postraciones históricas es necesario, que tomen el poder en sus manos.
Como plantea León Trotsky en el Programa de Transición “es necesario ayudar a las masas en el proceso de la lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa socialista de la revolución” tal es el papel que deben jugar nuestras consignas. ¿Pero esto implica agitar una AC?
Una Asamblea Constituyente no es ni más ni menos que un parlamento democrático burgués que tiene la facultad de reorganizar el Estado al reformar su Constitución vigente.
Es decir que, con la consigna de AC, estamos planteando a las masas y a su vanguardia que hay que agitar un llamado a elecciones nuevamente. Pero la cuestión es que las masas acaban de votar y votaran nuevamente en octubre con la expectativa de que comiencen a solucionarse sus problemas. A esto se suma que, en la lógica electoral actual, de nuestro país, se vota cada dos años.
¿Para qué necesitamos una nueva asamblea, una nueva elección?, se dirán. Esta consigna no puede conectar con ningún sector de la clase. Se mirarán unos a otros y se encogerán de hombros al leerla.
Incluso el fundamento de que esta Asamblea Constituyente sea convocada por el pueblo en lucha al calor de una agudización de las contradicciones de clase, en el próximo período, transformando a la asamblea en un órgano de poder obrero se torna abstracta y confusa ya que se plantea una cosa y la otra. Lo que se está agitando es una nueva elección parlamentaria que no tendría resultados muy distintos a las recientes. Lo que deja en evidencia el mal uso de una consigna. En cambio, en la actualidad se debe agitar por esos organismos de poder obrero como la única posibilidad cierta de transformar la realidad de manera radical.
Si existe la posibilidad de empujar para una Asamblea Constituyente ¿por qué no utilizar esa fuerza de las masas para desarrollar las asambleas populares, las coordinadoras fabriles o las organizaciones de las masas que vayan construyendo al calor de la lucha de clases?
Lo que debemos agitar desde la izquierda son consignas por el poder obrero, por la creación de organismos de poder en los barrios, fábricas, empresas, escuelas y universidades que se propongan tomar en sus manos la resolución de los problemas sociales y económicos. Como explicamos anteriormente: “La próxima etapa debe consistir en sistematizar la agitación, la propaganda y organización en las asambleas de base alrededor de la necesidad de la huelga general y un plan de lucha que nos saque de la crisis. Debemos establecer con decisión y claridad, el programa reivindicativo con las tareas de poner en pie un gobierno propio. Debe ser la manera de ayudar a las masas a que procesen la experiencia con los dirigentes políticos como Fernández y Fernández. Se trata de reatar la experiencia asamblearia de 2001 a un nivel superior”.
Una consigna que no conecta con el contexto histórico y no juega el papel de empujar al movimiento hacia adelante no sirve de nada. Es por eso que consideramos un error político que la agitación pase por la consigna de AC. Nuestras consignas deben llamar a organizar una institucionalidad nueva, derrocando a las viejas instituciones con la autoorganizacion popular.
Todas las justificaciones teóricas y citas que busquen apuntalar la necesidad de un llamado a una AC son inadecuadas ya que extrapolan situaciones que son totalmente diferentes y no corresponden a la coyuntura actual de nuestro país. La consigna por una Asamblea Constituyente solo puede conectar en un país de carácter semi colonial o en un país donde no existe la democracia formal. Argentina no es la Rusia de 1917, ni la China semicolonial de los años 30 o la España de 1930-31 donde la consigna fue utilizada correctamente.
Entonces nos preguntamos ¿Qué necesidad hay entonces de agitar por la Asamblea Constituyente que solo llevaría confusión a las masas? Ninguna. Lo dijimos durante el debate abierto post argentinazo y lo volvemos a repetir ahora.
Observando las publicaciones de los dirigentes de estos grupos vemos como se enredan en posiciones políticas que solo aportan más confusión a la base. Y este error se ve ampliado cuando se constata que los grupos relevantes de la izquierda no solo mantienen esta consigna, como parte de su agitación, sino que le están dando el protagonismo central en toda su propaganda.
Hay quienes le agregan el término de “revolucionaria” seguido al de Asamblea Constituyente, otros dicen que esta debe ser “libre y soberana” “para que el pueblo decida todo” y que la misma “toma el lugar del poder legislativo, y toma el lugar del ejecutivo poniendo bajo su control al poder judicial” exigiendo también a esta asamblea “que se haga cargo del poder político”.
Lo que se debe comprender es que por más que le agreguen palabras, funciones y poderes extras a esta asamblea, la misma no es más que un régimen parlamentario. La solución no es la introducción de una nueva forma de democracia burguesa, sino la eliminación radical del capitalismo, la toma del poder por parte de los trabajadores. Pero esto es algo muy distinto a una Asamblea Constituyente.
Ya mencionamos la manera en que estos dirigentes justifican su posición en general planteando que las masas todavía no han agotado sus ilusiones democráticas y esto probaría el llamado a unas nuevas elecciones constituyentes que en base a esas supuestas ilusiones democráticas conectarían con los sectores más avanzados de las masas. Llegando incluso a plantear que “Si la dinámica de la crisis obligara al poder político a convocar una Asamblea Constituyente, esta funcionaría como una enorme tribuna ante los ojos de millones”[4] ¿Acaso desde 1983 a esta parte nos son varias generaciones que vienen transitando una experiencia con la democracia y las instituciones parlamentarias?
Incluso si la consigna estuviese determinada por las ilusiones democráticas de los trabajadores deberíamos utilizar la misma en los países imperialistas donde las ilusiones en la democracia están más arraigadas. Pero a nadie se le ocurriría convocar una asamblea constituyente en un país donde los pilares democráticos están resueltos formalmente. ¿Cuáles son las diferencias entre nuestra democracia con las europeas para sostener en estas latitudes la consigna de Asamblea Constituyente y en la democracia europea no? ¿Acaso no hay democracia fraudulenta de un lado y del otro del océano?
Lo que están diciendo estos dirigentes es que las masas deben pasar por la experiencia de una Asamblea Constituyente para que se den cuenta que la auténtica solución está en un gobierno de los trabajadores. Lo que implica llamar a la clase trabajadora a orientarse hacia una AC para que luego estos mismos trabajadores clamen por un gobierno obrero, luego de fracasar con la Asamblea Constituyente ¡que los mismos partidos de izquierda llamaron a votar!
Desde nuestra tendencia política somos conscientes que todavía no están dadas las condiciones subjetivas para un gobierno de los trabajadores, porque aun las fuerzas revolucionarias no han logrado ganar a la mayoría decisiva de la clase obrera y los trabajadores al programa de la revolución. Pero tener en claro esto no significa que debamos buscar atajos con consignas que no tienen viabilidad como la de “Asamblea Constituyente” sea esta soberana, libre o revolucionaria. Tenemos que ser claros con los trabajadores y la juventud y explicar que solo con el Socialismo, cuando sean los mismos trabajadores los que dirijan todos los aspectos de la vida social, económica y política del país, podremos alcanzar un régimen con el más alto grado de democracia.
Debemos explicar pacientemente y utilizar nuestras consignas con el objetivo de ganar a la mayoría de la vanguardia y los trabajadores. Estas deben estar planteadas sin ambigüedades y deben estar estrechamente vinculadas con la idea del poder obrero. Rechazamos las ideas de los dirigentes que toman la AC como sustituto de poder obrero pensando que esta será una píldora más fácil de tragar para la clase trabajadora.
Entendemos que las consignas transitorias son importantes para movilizar a las masas. Pero estas consignas transitorias deben vincular la resolución de las necesidades más apremiantes de la clase trabajadora con la toma del poder en sus propias manos. En palabras de Trotsky: “Es necesario ayudar a las masas, en el proceso de la lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa socialista de la revolución. Este puente debe contener un sistema de reivindicaciones transitorias, que partan de las condiciones actuales y de la actual conciencia de amplias capas de la clase obrera y conduzcan invariablemente a un solo resultado final: la conquista del poder por el proletariado”. (Programa de Transición, León Trotsky, negritas nuestras)
La situación que se abre en el país es excepcional, octubre se encuentra cerca pero también muy lejos. La crisis del régimen político de conjunto se verá agravada con la profundización de la crisis mundial. Ninguna de las diferentes ofertas electorales capitalistas tiene un plan claro para salir de la crisis sin que eso implique un ajuste por abajo en mayor o menor medida.
El nuevo Contrato Social de Fernández y Fernández, en el caso que ganen, retardará un tiempo más o menos corto las contradicciones sociales y los enfrentamientos que inevitablemente llegarán.
Nos encontramos en un impasse en la situación política en Argentina, pero la misma no durara mucho tiempo, los trabajadores aprenden con sus cuerpos y sus cabezas, aprenden de sus derrotas y sus experiencias. Todo indica, como sucede en el resto del mundo, que estamos en presencia de una agudización de la lucha de clases, en una posible edición de otro 2001 en Argentina en un futuro no tan lejano. Se trata entonces, de que la historia no se repita esta vez de la misma manera que en 2001 y tropezar con los mismos errores.
La orientación de las masas va a estar determinada por las condiciones objetivas del capitalismo argentino en crisis inserto en la crisis mundial y en segundo lugar por la política de contención del Frente de Todos. Pero entre estos factores el decisivo será el primero, ya que los diques de contención no pueden durar por siempre. La rueda de la historia es mucho más poderosa que cualquier aparato reformista.
Por lo tanto, la tarea que se abre para los revolucionarios y para todos aquellos que buscan cambiar de raíz el orden de las cosas, es la de apuntalar este proceso de radicalización de las masas para conectar con los sectores más avanzados y decididos en la perspectiva de construir un partido revolucionario capaz de llegar a sectores más amplios de las masas en lucha.
En 2001, ante el hartazgo del ajuste sin fin de los capitalistas los sectores más explotados y oprimidos de nuestra sociedad ganaron las calles intentando tomar la historia en sus propias manos, insurrección que fue conocida en el mundo como el Argentinazo. En el curso de la lucha, las masas no se organizaron para pedir elecciones constituyentes, sino que se dieron a la creación de Asambleas Populares locales que representaban de forma embrionaria un nuevo poder por fuera de la institucionalidad del Estado burgués. Y esta es una gran lección que no podemos olvidar.
La separación política entre los representantes del capital y las grandes masas no va a estar mediada por una asamblea en el marco de la democracia burguesa sino por recorrer su propia experiencia al calor de la lucha. Es la defensa firme y sin ambigüedades del programa revolucionario, junto con la política de Frente Único la que permitirá a la izquierda colaborar en ese proceso y ganar autoridad.
Se trata de acompañar las reivindicaciones más sentidas de los trabajadores como salarios, empleo, libertades democráticas, alimentación, salud etc. pero apuntando a la conquista del poder y la eliminación de lo que es la única causa de la opresión: el sistema capitalista.
Sin lugar a dudas la militancia de base del FIT-U ha jugado un extraordinario papel en estos años siendo parte y empujando las luchas de los trabajadores y los sectores populares, y tienen un gran papel por jugar en los hechos por venir, ante la situación que se abre cada vez más serán escuchados por más trabajadores, pero esto también será a condición de ser capaces de torcer la política equivocada que hoy vienen imprimiendo los principales dirigentes a los distintos grupos que conforman el Frente de Izquierda – Unidad.
El fermento político que estremece al mundo entero hasta sus cimientos es el síntoma de una crisis mucho más profunda. Más temprano que tarde las masas comprenderán que no es solo la crisis del neoliberalismo, que es solo una forma particular de capitalismo, sino una crisis terminal del mismo sistema capitalista. Una nueva oportunidad se abre, no podemos dejarla pasar. En ello nos va la vida.
Invitamos a todas y todos aquellos compañeros y compañeras, que quieran defender estas ideas en Argentina, a sumarse a esta construcción colectiva. Como Sección de la Corriente Marxista Internacional nos encontramos desarrollando un trabajo político en 50 países de los 5 continentes en la perspectiva de poner en pie una herramienta de liberación para los trabajadores del mundo. Sumate a luchar por la Revolución.
Socialismo o barbarie
Septiembre, 2019
[1] La izquierda ante la crisis: parlamentarismo revolucionario y asamblea constituyente
[2] Para que el pueblo decida todo. Asamblea Constituyente libre y soberana
[3] Altamira Responde: ¿En qué consiste la asamblea constituyente que proponen y como se desarrollaría?
[4] ídem 1