La victoria arrolladora del partido nacionalista hindú BJP y el auge vertiginoso de Narendra Modi como líder populista han sorprendido a un gran número de analistas seculares y liberales en la India y el resto del mundo. En realidad, esperaban ingenuamente que los resultados fuesen en contra de las predicciones de los medios y los gurús burgueses.
Sin embargo, los pronósticos que daban una victoria demoledora y una mayoría sin precedentes al BJP fueron confirmados al ser las elecciones un paseo para el partido de Modi, dejando al Partido del Congreso [también llamado simplemente Congreso, partido burgués laico, vinculado tradicionalmente a la familia Gandhi-Nehru. NdT] tan vapuleado que algunos de sus dirigentes más veteranos han tenido que largarse. Aunque la corrupción, el alza de los precios y otros problemas del partido gobernante contribuyeron a la derrota del Congreso, no son suficientes como para explicar la masiva victoria del BJP.
En los primeros siete u ocho años de los diez anteriores en los que el Congreso ha gobernado la India, consiguió tasas de crecimiento de alrededor de 8 a 10%. Pero tras el colapso del capitalismo mundial la economía india junto con la de los llamados países emergentes empezó a perder fuelle y su tasa de crecimiento se desplomó hasta un 4,4%. La india emergente se ha descarrilado. Esta caída empezó a afectar a las clases medias, que equivalen a más de la población de EEUU, de 300 a 350 millones de personas. El daño que provocó la contracción alarmó e hizo cundir el pánico en las filas de esta pequeña burguesía advenediza y los giros violentos en sus caprichosos ánimos también impactaron a las capas más bajas de la población. Las tardías políticas de subsidios del gobierno del Congreso proveyendo comida y miserables limosnas a los amenazados por malnutrición (que de acuerdo con los datos oficiales ascienden a 810 millones de una población total de 1,24 mil millones) no lograron aliviar la situación de estos parias de la tierra.
Por otra parte, el Congreso, la izquierda y los llamados partidos seculares desesperadamente trataron de usar la baza del “secularismo” e intentaron usar las matanzas étnicas promovidas por Modi en el pasado para desacreditarle, pero a los votantes les preocupaban más los males socio-económicos. El artero Modi y el BJP astutamente usaron los problemas económicos y la corrupción del partido gobernante, prometiendo hipócritamente empleo, infraestructuras y aliviar la pobreza como sus principales tretas electorales. Las masas hicieron más caso a los asuntos económicos que les afectan en la vida cotidiana en vez de a ambiguas cuestiones constitucionales y al llamado secularismo, que parecen estar muy alejados del sufrimiento que tienen que aguantar las masas oprimidas. Modi trató de emplear sus orígenes humildes en una campaña pretenciosa, afirmando formar parte del pueblo pobre. Como Mohandas Ghandi, se trata de una repugnante artimaña, dando glamur a la pobreza de su infancia para engañar y timar a la población con extrema hipocresía.
Pero la principal base de apoyo de Modi han sido los ricos, los criminales y la mafia del poder. Ya en noviembre del año pasado de los 100 empresarios más ricos del país que fueron encuestados 72 optaron con entusiasmo por Modi como primer ministro. No es de extrañar que estas elecciones fuesen las más caras y despilfarradoras de la historia de la India. El BJP se gastó más que cualquier otro partido mientras los capitalistas vertían su dinero en la campaña y compraron una cantidad de tiempo récord en la televisión y la radio y de espacio en la prensa escrita. Los propios caciques de los medios, que en sí mismos forman parte de la élite dominante, usaron la prensa y la televisión para respaldar a Modi presentándole como un líder del pueblo carismático y cautivador. El dinero se gastó como agua para churros para comprar votos, cambiar lealtades e incluso para forzar a candidatos opositores a que se retirasen de la pugna. Al fin y al cabo, esta clase dominante usará a este chovinista hindú para aumentar los ataques contra las clases trabajadoras en una guerra de clases por acumular pingües beneficios y expandir sus empresas. No sorprende que la actual cámara baja del parlamento tenga más multimillonarios y criminales que ninguna otra jamás elegida en la India.
Este informe no deja lugar a dudas sobre la composición de este nuevo parlamento:
“Un tercio de los nuevos parlamentarios está imputado en causas criminales, según la Asociación por la Reforma Democrática, que analizó los afidávits de las elecciones registrados ante la Comisión Electoral. El decimosexto Lok Sabha [cámara baja] tendrá un número de parlamentarios imputados sin precedentes. De acuerdo con la Asociación de la Reforma Democrática (ADR), un 34% de los nuevos miembros de la cámara están encausados. El porcentaje entre 2009 y 2004 era de 30 y 24% respectivamente. En los diferentes partidos, los candidatos imputados tenían el doble de posibilidades de ganar en comparación con los que no tienen antecedentes penales, muestran los datos del ADR. Hasta un 82% de los nuevos parlamentarios tienen más de diez millones de rupias cada uno, convirtiéndolo en el Lok Sabha más rico de la historia, en comparación con el de 2009 (58%) y 2004 (30%).”
Pero el factor crucial que dio lugar a la victoria de este partido chovinista hindú es la situación objetiva reaccionaria y por supuesto la falta del factor subjetivo que muestre a las clases explotadas una salida a la miseria y la opresión. El Partido del Congreso del primer ministro Manmohan Singh, básicamente una marioneta de Sonia Ghandi, trató de continuar las medidas neoliberales que el propio Singh comenzó a implementar en el gobierno del Congreso del primer ministro Narasima Rao en 1991, abandonando las tradicionales políticas keynesianas del Congreso y el llamado “socialismo nehruvista”. Estas políticas fueron intensificadas agresivamente por el anterior gobierno del BJP del primer ministro Atal Vihari Vajpayee, que se enfrentó a una estrepitosa derrota en las elecciones de 2004. La retórica de la “India esplendorosa” del BJP con altas tasas de crecimiento era una cortina de humo para ocultar la terrible pobreza y marginación de los poblados chabolistas urbanos y lo que el autor Aravind Adiga ha llamado “la oscuridad” de la India rural.
A pesar de las medidas cosméticas del ahora diezmado gobierno del Congreso no fueron diferentes. Los partidos comunistas y la izquierda eran la única alternativa posible. Pero los líderes comunistas siguieron hasta los años 90 la desastrosa línea estalinista de las “dos etapas”, primero la revolución burguesa democrática en alianza con la burguesía, y en un futuro lejano la revolución socialista. Con el disfraz de esta ideología trataban de encontrar a una burguesía “progresista” y apoyarla para completar la revolución democrática nacional. Pero la burguesía nacional de la India ha fracasado completamente en todas las tareas de aquella revolución y ahora incluso han elegido a un líder fundamentalista hindú reaccionario y su partido como su representante. Este hecho ya es suficiente para mostrar su falta de progresismo y de secularismo. Tras la caída de la Unión Soviética y el colapso del estalinismo los líderes del PC han pasado a la teoría de “una sola etapa” – la revolución burguesa. Han abandonado la pretensión de llevar a cabo una revolución socialista y se han lanzado de cabeza a la política burguesa parlamentaria. Esta es una política que Lenin tachó de “cretinismo parlamentario”. Ahora han sido incapaces de mostrar a las masas una salida a esta crisis asfixiante y a la coacción capitalista. Pensaron que suavizando sus políticas y aguando su programa alcanzarían a más gente en las elecciones. El resultado ha sido el contrario completamente. Han sido prácticamente barridos en las actuales elecciones. De 64 escaños en 2004 han caído a unos ocho.
Estas condiciones han dado lugar a más desesperación, desilusión y un cierto pesimismo entre las clases explotadas. Ha supuesto un paso atrás en la conciencia y el pensamiento político en amplias capa de trabajadores y gente pobre en la India. Esto le recuerda a uno a la conciencia que predominaba en Rusia en la primera década del siglo pasado. León Trotsky escribía en 1909:
“Cuando la curva del desarrollo histórico está en alza, el pensamiento público se vuelve más penetrante, valiente e ingenioso, caza los acontecimientos al vuelo, y los une con el hilo de la generalización… cuando la curva política cae, el pensamiento público sucumbe a la estupidez, la virtud inestimable de la generalización desaparece sin dejar rastro. La estupidez crece en la insolencia, y, enseñando los dientes, lanza sus improperios contra cualquier intento de generalización seria. Sintiéndose el rey de la pista, empieza a recurrir a sus propios medios… Los dirigentes que acusan a las masas de ser demasiado ineptas, demasiado incapaces y demasiado letárgicas para lanzar un movimiento revolucionario también usan la escusa del bajo nivel de conciencia de las masas para retrasar los movimientos. Esto se debe a su incapacidad de comprender las dialécticas de los procesos históricos y las dinámicas de la lucha de clases.”
Sin embargo, esta abrumadora victoria de Modi resultará ser pírrica. El BJP ya está sumido en diversas crisis, con conflictos internos, riñas, peleas fraccionarias, disputas, conspiraciones, tramas de palacio y vendettas personales de los dirigentes en su lucha por el poder, puestos lucrativos y la acumulación de riqueza. En un artículo en el Khaleej Times, Rahul Singh escribió, “está por ver si el ahora victorioso Partido Janata Bhartiya, que es en si mismo una poderosa fuerza política, sin ayuda de aliados como Shiv Sena, también malgastará sus ventajas como hizo el partido Janata (tras las elecciones de 1977).”
Habrá choques alrededor de las diferentes medidas que se han de implementar, desde los recortes en el gasto social a la línea de la política internacional, sobre todo en lo que respecta a Pakistán y a China. Habrá más grupos escindidos del RSS, el Bajrang Dal, Vishva Hindu Parishad y otros grupos hindúes fundamentalistas alrededor de la lucha por puestos, pagas, contratos y otros beneficios y privilegios políticos.
En el frente económico la aparición de lo que ha sido llamado el modelo Gujarat de la “teoría del chorreo” está muy lejos de serlo en la realidad. Las altas tasas de crecimiento que se están presentando como la receta para que la India recupere su crecimiento y revitalice su destartalada economía han demostrado ser un desastre para la gente normal de Gujarat. La idea de que Gujarat es un ejemplo brillante de éxito económico fue recientemente puesta en cuestión en un artículo de Kavita Krishnan en Countercurrents:
“¿Qué tiene de especial, si es que algo tiene, el modelo de desarrollo de Gujarat bajo Modi? […] El desarrollo neoliberal en Gujarat ha mostrado todos los efectos angustiosos en la vida de la gente y en la economía que hemos visto en el resto del país. […] El paro ha sido la norma. […] En educación, sanidad y alimentación, los indicadores son paupérrimos, sobre todo para mujeres y niños. En el Índice Mundial del Hambre, Gujarat está entre los cinco estados más hambrientos de la India, y globalmente está en una situación peor incluso que la de Haití. 80% de los niños de menos de cuatro años y un 60% de las mujeres embarazadas son anémicos en Gujarat (una epidemia de anemia que Modi se toma a broma tachándolo de ¡un caso de “niñas que por querer estar guapas pasan hambre”!).
¿Y qué pasa con el saqueo corporativo? […] El “modelo Modi” no es distinto en sus fundamentos económicos al de Manmohan. ¿Por qué es, por lo tanto, Gujarat el lugar predilecto de las corporaciones?” (Hacia Lok Sabha 2014).
El mismo artículo también señala un comentario de Atul Stood, en una reciente colección de ensayos sobre Gujarat, donde se percata de que “se han visto no sólo un aumento del paro sino los niveles más bajos de salarios y el uso más extendido de trabajadores a tiempo parcial en la industria. No sorprende que Gujarat haya experimentado el índice más alto de huelgas, lockouts y otras formas de agitación por causas económicas y disciplinarias (salarios y pagas, extras, personal, disciplina y violencia) en un período en el que estos fenómenos están a la baja en el resto del país”.
Modi ha estado atacando ferozmente a los sindicatos y a los obreros en lucha. No es ninguna casualidad, ni por razones sentimentales, que Modi sea el favorito de los grandes burgueses de la India y en el resto del mundo. Impuso condiciones duras para los trabajadores y llevo a cabo brutales medidas neoliberales de privatización, recortes de personal, liberalización, reestructuración y bajadas de impuestos corporativos con beneficios añadidos para los capitalistas. Sus agresivas políticas económicas son responsables de las muertes de miles de niños, mujeres y ancianos por hambre y enfermedades curables. El que Modi se convierta en primer ministro profundizará la exasperación que sufren las masas indias frente a la miseria, la pobreza, las subidas de precios y el paro.
Pero una cosa es imponer austeridad y burocracia con tácticas de abuso y coacción en un solo estado, y otra cosa es tratar de hacer esto en un país tan diverso y fracturado como la India. Las expectativas son demasiado grandes, la crisis demasiado profunda, intensa, compleja y veloz. En primer lugar, la India está sumida en la estanflación, con un crecimiento de un 4,4%, mientras la inflación en los precios al consumo se está comiendo los salarios al situarse en un 8,6%, la más alta entre las “economías emergentes”. Los expertos económicos en J. P. Morgan, una de las principales compañías de inversión del mundo, han advertido en un informe en contra de expectativas demasiado optimistas, señalando que bajo el sistema federal de la India, “un 75 u 85% de los problemas in situ se encuentran fuera de la jurisdicción directa del gobierno central. Algunos proyectos preparados podrían llevarse a cabo produciendo una burbuja de crecimiento durante un trimestre o dos… Pero una recuperación sostenida es un desafío mucho mayor que requeriría más tiempo”.
Las infraestructuras necesarias para apoyar el proceso de industrialización son pobres en amplias regiones del país, y una nueva ley de suelo ha complicado aún más el proceso para comprar espacio para nuevas fábricas. Un informe de AFP comenta: “Arun Jaitley, quien previsiblemente será el ministro de finanzas, le dijo a un grupo reducido de periodistas que existen pocas posibilidades para una reforma temprana del mercado laboral o para una retirada sustancial de los programas sociales de ayuda a los pobres. A pesar de toda la retórica sobre reformas y la primera mayoría parlamentaria de un solo partido desde 1984, Modi tendrá que lidiar con la resistencia profundamente arraigada al cambio radical en muchos ámbitos que podría decepcionar a compañías extranjeras en busca de nuevas oportunidades”. Es decir, la euforia y la embriaguez de los jefes de las corporaciones podrían tener los días contados y dar lugar a una terrible resaca.
Pero si Modi no rinde rápidamente en un momento en el que el capitalismo global se tambalea en recesión, la fuga de capital extranjero e incluso doméstico podría acelerarse devastando incluso el modelo de crecimiento neoliberal. Pero lo que se esconde en los grandes medios es la reacción que puede venir del proletariado indio y los pobres. El apoyo de las clases medias impacientes y agitadas puede evaporarse rápidamente y el régimen de Modi verse sumido en todo tipo de crisis, yendo de un fracaso a otro, tanto en política doméstica como exterior. Pero lo que puede sorprender a muchos es una rebelión de la juventud india y de los trabajadores frente a una reacción que ha llegado a su punto culminante y a un régimen en guerra contra los obreros. Modi podría convertirse en la provocación que desatase un alzamiento revolucionario.