La I Guerra Mundial – Parte III: La extraña historia del Káiser y del Zar

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El ataque de Austria a Serbia no condujo inmediatamente a la guerra con Rusia. En San Petersburgo, los generales estaban impacientes por entrar en acción. Sin embargo, el ministro de Relaciones Exteriores ruso Sazonov parecía no compartir la confianza ciega de sus generales. Temía los efectos de la guerra sobre la inestable situación política en Rusia y no estaba convencido de la capacidad del ejército ruso de vencer en un conflicto con la formidable. maquinaria militar alemana.

En cambio, era partidario de una movilización parcial dirigida a presionar a Austria para hacerle abandonar la idea de la guerra con Serbia. Pero el resultado fue exactamente lo contrario. La amenaza planteada por una movilización rusa sólo sirvió para unir más Alemania y Austria, a la vez de animar a esta última para que acelerase sus planes agresivos.

En Berlín, todas las miradas se dirigían ahora hacia el Este. Los informes que llegaban al gobierno alemán desde Rusia, indicaban su indignación por la mala fe de Austria al ignorar la respuesta serbia muy conforme con la nota de Austria y declararle, no obstante, la guerra a Serbia. Sin embargo, Rusia ya había hecho una retirada humillante ante la anexión austriaca de Bosnia durante la crisis de 1908-9. ¿Por qué debíamos creer que iban a luchar ahora? Los alemanes y sus satélites austriacos estaban dispuestos a jugársela. Pero fue una apuesta muy arriesgada.

Abandonar a los serbios, una vez más habría sido un golpe mortal al prestigio de Rusia. Y el prestigio puede jugar un papel muy importante en los asuntos mundiales. Esta afirmación podría parecer extraña. ¿Cuál es el valor del prestigio? Se puede decir que se asemeja a la palabra honor, de la que Falstaff dice: “¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Qué es en esa palabra honor? ¿Qué es ese honor? Aire”. Sin embargo, una inspección más detallada nos dice que hay más contenido en la misma de lo que parece. En la vida cotidiana se encuentran personas que intentan conseguir prestigio personal vistiéndose a la última moda con carísimos relojes y joyas. Muchos considerarían esta ostentación tan burda como simple apariencia. Sin embargo, tales apariencias pueden tener una base material. Esta puede incrementar las posibilidades de obtener crédito e incluso un cónyuge millonario. El prestigio puede tener un precio, al igual que el honor ¿Cuántos jóvenes han sido asesinados por sus zapatillas deportivas de marca? El prestigio también te puede matar.

En el caso de las naciones, el prestigio se puede medir de muchas maneras: financieramente, industrialmente, culturalmente y etc… Pero en última instancia, sobre todo en el caso de las llamadas grandes potencias, el prestigio se mide por el tamaño de su ejército, la marina y la fuerza aérea. Los marines de Estados Unidos tienen un lema interesante: “Habla suavemente y lleva un gran garrote”. Las palabras suaves a veces pueden ser eficaces, pero son infinitamente más eficaces si se llama la atención del oyente con la ayuda de un gran garrote.  La diplomacia tiende a ser más eficaz cuando está respaldada por la amenaza de la acción militar. Una gran potencia sin un enorme y amenazante garrote pronto dejará de ser una gran potencia. Esto puede ser una triste reflexión sobre el estado actual de la humanidad, pero es indudablemente cierto. Piadosos creyentes podrán oponerse a esto, pero la historia demuestra que Napoleón tenía razón cuando dijo: “Dios está del lado de los grandes batallones”.

Después de haber sido humillada por Austria durante la crisis bosnia de 1908, la clase dominante rusa no podía tolerar una nueva y aún más vergonzante humillación dejando a Serbia en la estacada. Tal sometimiento habría socavado completamente el estatus de Rusia como gran potencia imperial y militar en Europa. La habría dejado expuesta a mayores y más insolentes exigencias por parte de Austria y Alemania. El Estado Mayor ruso de ninguna manera podría tolerarlo.

Antes de que Austria hubiese iniciado las hostilidades, el embajador alemán en San Petersburgo solicitó una entrevista con Sazonov. En el curso de esta conversación amable, cuya finalidad claramente para los alemanes era obtener una idea fidedigna de las intenciones de Rusia, Sazonov admitió al embajador que “ya se habían llevado a cabo ciertos preparativos militares para evitar sorpresas”, pero que la movilización no sería ordenada hasta que Austria hubiese cruzado la frontera serbia.

Berlín había sido debidamente informada que Rusia se preparaba para movilizar a su ejército. En vano se informó al Gobierno alemán de que “no existe ninguna intención agresiva por parte de Rusia hacia Alemania”. Pocas personas en Berlín fueron engañadas por tales tranquilizantes. declaraciones. La movilización parcial del ejército ruso (es decir, contra Austria solamente) ordenado a raíz de la declaración austriaca de guerra a Serbia sólo confirmó las sospechas de Berlín.

Divisiones en San Petersburgo

La camarilla gobernante de Rusia se dividió, vacilando entre Alemania y la Entente. Las ambiciones de la Rusia zarista en Asia provocaron un largo conflicto con el Imperio Británico, que llevó a enfrentamientos por sus intereses en Turquía, Afganistán y Persia, y en última instancia representaba una amenaza para el dominio británico en la India. Pero la política de Rusia en Europa dependía de una alianza con Francia, y la Entente Cordial entre Gran Bretaña y Francia lo que significaba que, a fin de preservar su alianza con Francia, Rusia tendría que acercarse a Gran Bretaña, a pesar de su continua rivalidad en Asia. Tanto el Imperialismo británico como la Rusia zarista querían detener el aumento del poder alemán en Europa. Por lo que sus intereses coincidían.

El estallido inevitable de las hostilidades fue precedida por las maniobras diplomáticas habituales. Uno de los más singulares, por no decir de los episodios más extraños de este período fue el intercambio de telegramas entre el Kaiser y su primo el zar ruso, a que él llamaba “Nicky”, instándole a “hacer todo lo posible para detener que su aliado no fuese demasiado lejos”. La correspondencia entre el Káiser alemán y el zar ruso se puede interpretar como una vuelta a los días de los siglos XVIII y XIX cuando la diplomacia podía llevarse a cabo directamente por las testas coronadas de los estados, la mayoría de los cuales estaban relacionados entre sí por lazos de sangre o de matrimonio, o por ambos.

La esposa alemana del Zar, Alex de Hesse, conocida como Alexandra Feodorovna, era nieta de la reina británica Victoria. Ella era odiada por la mayoría de los rusos, de la misma manera que María Antonieta (“la mujer austríaca”) lo era por el pueblo de Francia antes de la Revolución. La camarilla pro-alemana en la corte de San Petersburgo intentó empujar a Rusia hacia Alemania, utilizando incluso al zar para acordar un tratado secreto con su primo el emperador alemán. El 23 de julio de 1905, mientras Rusia estaba en las garras de la Revolución, los dos monarcas se reunieron en secreto a bordo del yate del Káiser, el Hohenzollern, para firmar un tratado de defensa en cual se establecía lo siguiente:

Sus Majestades Imperiales, el Emperador de todas las Rusias, por un lado, y el Emperador de Alemania, por otra, con el fin de asegurar la paz en Europa, se han puesto de acuerdo en los siguientes puntos del tratado en el presente documento en relación a una alianza defensiva:

  • ART.I. Si algún estado europeo ataca a uno de los dos imperios, el partido aliado se compromete a ayudar a la otra parte contratante con todas sus fuerzas militares y navales.
  • ART.II. Las partes contratantes se comprometen a no suscribir una paz separada. con cualquier enemigo común.
  • ART.III. El presente Tratado entrará en vigencia desde el momento de la conclusión de la paz entre Rusia y Japón, y podrá ser roto con la notificación previa de un año.
  • ART.IV. Cuando este tratado haya entrado en vigor, Rusia llevará a cabo las medidas necesarias para informar a Francia del mismo y proponer a esta última a adherirse a él como aliado.

[Firmado] Nicolas.Guillermo.
[Refrendado] Von Tschirschky.Conde Bekendorf.Ministro Naval, Birilev.

Desafortunadamente, el documento no valía ni el papel en el que estaba impreso. El sector dominante de la clase dirigente rusa entendió muy bien que una alianza con Alemania significaría el sometimiento total de Rusia. Y nadie entendió esto mejor que Sergei Yulyevich Witte, el máximo representante del ala liberal de la aristocracia rusa que dominaba entonces el gobierno ruso.

La revolución rusa de 1905-6 había obligado a Witte a hacer concesiones. Sintiendo que el suelo temblaba bajo sus pies, y con peso en el corazón, Nicolás hizo conde a Witte y le dio poderes sin precedentes como Presidente del Consejo de Ministros. Este recomendaba la reforma por arriba con el fin de evitar una revolución desde abajo: consejos sensatos que el Zar nunca perdonó a Witte. Nicolás aceptó estas recomendaciones a regañadientes y emitió el 17 de octubre el Manifiesto que supuestamente convirtió a Rusia en una monarquía constitucional. Eso, por supuesto, era simplemente una cortina de humo para permitir a Nicolás maniobrar para preservar su poder autocrático. Después de haber salvado al trono, seis meses más tarde Witte fue recompensado con un despido ignominioso del servicio imperial.

Sin embargo, todo esto era la música del futuro. En el momento del pretendido acuerdo entre Nicolás y Guillermo, Witte todavía estaba en una posición lo suficientemente fuerte como para contrarrestar la política exterior del zar. Como firme partidario de la Entente, Witte insistió en que el tratado sólo podía entrar en vigor si había sido aprobado por Francia – es decir, nunca. La autoridad de Zar sacudida por la tormenta revolucionaria, hizo que se mordiese los labios y se echase atrás. El acuerdo del Zar con el Káiser se fue al garete.

La cobardía del Zar provocó en el Káiser uno de sus arrebatos frecuentes. Guillermo, horrorizado, descargó su furia sobre su primo Imperial: “¡Estrechamos nuestras manos y firmamos ante Dios, que escuchó nuestros votos! ¡Lo que se firma esta firmado ¡Y Dios es nuestro testigo!“. Guillermo aún no sabía lo que era tratar con ministros insubordinados en medio de una revolución. Este era un placer que le esperaba en el otoño de 1918. En cuanto al hecho de que el Todopoderoso había estado presente en el yate de la Káiser cuando se firmó el acuerdo y otorgó sus bendiciones sobre esto, tenía poco peso para la burguesía rusa, en cuanto a sus intereses materiales se refiere.

La correspondencia de Willie y Nicky

En el verano de 1914, el Káiser intentó la vía diplomática una vez más. Esta vez sus objetivos eran más modestos: convencer a Rusia para poner fin a la movilización y negociar con Austria. Pero ¿qué había que negociar? La única manera de evitar la guerra sería que Rusia aceptase la violación de Serbia, y mirar hacia otro lado y no hacer nada mientras su aliado principal en los Balcanes era aplastada bajo la bota del soldado austriaco.

Los principales elementos del Estado Mayor alemán deseaban declarar la guerra a Rusia de inmediato, antes de que los rusos tuviesen la oportunidad de llevar a cabo la reforma prevista de sus fuerzas armadas que podría suponer una grave amenaza para las fronteras orientales de Alemania. Pero incluso en esta fase, Guillermo todavía imaginaba que podía convencer a su primo imperial en San Petersburgo para detener la movilización del ejército ruso. Esto se puede ver en un sorprendente intercambio de telegramas.

Tanto el Zar como el Káiser tenían que mirar constantemente por encima de sus hombros para interpretar lo que sus respectivos generales estaban pensando, porque ahora era el Estado Mayor el que decidía todo. Los generales rusos creían, erróneamente, que Alemania había comenzado su propia movilización. Por lo tanto, el zar tenía que obedecer a los militares y emitió la orden de movilización general que entró en vigor al día siguiente, con lo que la guerra general era casi inevitable.

El zar admitió que los preparativos militares secretos rusos habían comenzado el 24 de julio. Primo Billy expresó su disgusto. Primo Nick intentó justificar el movimiento:

Del Zar al Káiser
29 de julio 1914, 01 a.m.

De Peter Corte Paláis, 29 de julio 1914

“Sa Majaste l’Empereur”
Neues Palais

“Estoy contento de que estés de vuelta. En este momento grave, apelo a tí para que me ayudes. Una guerra innoble ha sido declarada a un país débil [Serbia]. La indignación en Rusia compartida plenamente por mí es enorme. Preveo que muy pronto voy a ser abrumado por la presión en mi persona y me vea obligado a tomar medidas extremas que conduzcan a la guerra. Para tratar de evitar una calamidad como una guerra europea te ruego en el nombre de nuestra vieja amistad que hagas todo lo posible para evitar que tus aliados vayan demasiado lejos.”

Del Káiser al Zar
29 de julio 1914, 1.45am (este y el telégrafo anterior cruzado)

28 de julio 1914

“Es con suma preocupación que oigo la indignación que la acción de Austria contra Serbia está produciendo en tu país.

“La agitación sin escrúpulos que ha estado sucediendo en Serbia durante años se ha traducido en el horroso crimen, de la que el archiduque Francisco Fernando fue víctima. El sentimiento que llevó a los serbios a asesinar a su propio rey y su esposa todavía domina el país.

“Tú, sin duda, estará de acuerdo conmigo en que ambos, tú y yo, tenemos un interés común, así como todos los soberanos que insisten en que todas las personas moralmente responsables por el asesinato cobarde deben recibir su merecido castigo. En este caso, la política no juega en absoluto ningún papel.

“Por otro lado, entiendo perfectamente lo difícil que es para ti y tu Gobierno hacer frente a la deriva de su opinión pública. Por lo tanto, con respecto a la amistad cordial y sensible que nos une tanto desde hace mucho tiempo con lazos firmes, estoy ejerciendo mi mayor influencia para inducir a los austriacos a conseguir firmemente que se alcance un entendimiento satisfactorio contigo. Yo espero con confianza que me ayudes en mis esfuerzos para superar las dificultades que todavía puedan surgir.

“Tu muy sincero y devoto amigo y primo,
“Willy”

Guillermo II aquí intenta utilizar la psicología para influir en su primo tocando el tema del asesinato de Francisco Fernando. El zar ruso era dolorosamente consciente del riesgo que representaban para los monarcas los anarquistas revolucionarios y terroristas que ya habían tenido éxito en causar a su abuelo Alejandro II una muerte prematura. ¿La monarquía de los Habsburgo no tenía el sagrado deber de protegerse contra las fuerzas de la anarquía y de infligir a los serbios un merecido castigo? Y valía realmente la pena correr el riesgo de una guerra sin cuartel europea en defensa de los desgraciados serbios que, después de todo, sólo podían culparse a ellos mismos por apoyar a los terroristas?

Del Kaiser al Zar
29 de julio 1914, 18:30

Berlín, 29 de julio 1914

“Recibí tu telegrama y comparto tu deseo que la paz debe mantenerse.

“Pero como te dije en mi primer telegrama, no puedo considerar la acción de Austria contra Serbia como una guerra ‘innoble’. Austria sabe por experiencia que las promesas de Serbia sobre el papel carecen completamente de veracidad. Entiendo tu acción, debe ser entendida como un intento de conseguir plena garantías de que las promesas de Serbia se convertirán en hechos reales. Esto, mi razonamiento, se ve confirmado por la declaración del gabinete austriaco que Austria no quiere llevar a cabo ninguna conquista territorial a expensas de Serbia.

“Por tanto, sugiero que sería muy aconsejable que Rusia siga siendo un espectador del conflicto austro-serbio sin involucrar a Europa en una guerra que sería la más horrible que jamás ha visto. Creo que un entendimiento directo entre tu Gobierno y Viena sería posible y deseable, y como ya te he telegrafiado, mi Gobierno continúa sus pasos para promoverlo.

“Por supuesto que las medidas militares por parte de Rusia serían considerados por Austria como una calamidad que nosotros deseamos evitar y no poner en peligro mi posición como mediador que acepté sin reparos en tu apelación a mi amistad y ayuda.
“Willy”

La diplomacia siempre funciona en dos niveles diferentes. A nivel oficial se hace todo lo posible para calmar la opinión pública y engañar a la otra parte en relación con sus verdaderas intenciones. En otro nivel se están haciendo preparativos para la guerra. Mientras que el Káiser susurra palabras tranquilizadoras de paz en los oídos de su amado primo con el fin de evitar una movilización general de las fuerzas armadas rusas, sus generales están furiosamente acelerando los planes para la guerra contra Rusia y su aliado, Francia. Los alemanes están realmente intensificando su apoyo a Austria y se vuelven cada vez más insolentes. El zar, que está bien informado sobre el doble lenguaje alemán, escribe a su primo en un tono indignado

Del Zar al Káiser
29 de julio 1914, 20:20

Court Palace de Peter, 29 de julio 1914

“Gracias por tu telegrama conciliador y amistoso. Considerando que el mensaje oficial presentado hoy por tu embajador a mi ministro fue transmitido en un tono muy diferente ¡Te ruego que me expliques esta divergencia! Sería lo más correcto tratar el problema austro-serbio en la conferencia de La Haya. Confío en tu sabiduría y amistad.
“Tu Nicky”

A pesar de su tono de inocencia herida, la respuesta del Zar es conciliadora. Al igual que un hombre que se ahoga y se aferra a un tablón podrido, propone que las cuestiones en disputa se sometan al arbitraje en la Corte Internacional de La Haya. El káiser considera esta propuesta (correctamente) como “palabrería”.  La propuesta rusa es rechazada el 30 de julio. Austria no cesará sus operaciones militares mientras que Rusia esté movilizada, por otra parte Rusia no dejará su movilización , mientras que Austria esté en guerra con Serbia. En comparación con esto, ¡el nudo gordiano era una cuestión muy simple! El zar escribe de nuevo en tonos aún más ansiosos:

Del Zar al Kaiser
30 de julio 1914, 1:20 am

De Peter Corte Palais, 30 de julio 1914

“Gracias de todo corazón por tu respuesta rápida. Envio a Tatischev esta tarde con las instrucciones.

“Las medidas militares que ahora han entrado en vigor se decidieron hace cinco días por razones defensivas a causa de los preparativos de Austria.

“Espero de todo corazón que estas medidas no vayan de ninguna manera a interferir en tu papel como mediador, que valoro enormemente. Necesitamos tu firme presión sobre Austria para llegar a un acuerdo con nosotros.
“Nicky”

Una respuesta superficial regresó el 30 de julio de 1914, 1:20 am:

Del Káiser al zar.

Berlín, 30. 07 1914

“Muchísimas gracias por tu telegrama. Es bastante fuera de cuestión que el lenguaje de mi embajador pudo estar en contradicción con el tono de mi telegrama. El conde Pourtalès se encargó de llamar la atención de tu gobierno sobre el peligro y las consecuencias graves que acarreaba la movilización; Te dije lo mismo en mi telegrama. Austria sólo se ha movilizado contra Serbia y sólo una parte de su ejército. Si, como ahora es el caso, de acuerdo con tu comunicación y la de tu Gobierno, Rusia se moviliza contra Austria, mi papel de mediador que amablemente me confiaste y que he aceptado por tu petición expresa, no solo se pondrá en peligro sino que será arruinada. Todo el peso de la decisión recae exclusivamente sobre sus hombros, que ahora tienen que asumir la responsabilidad de la paz o de la guerra.
“Willy”

Si se moviliza el ejército ruso, hay muy poco sentido en pedir a Guillermo mediar en nada. La única mediación posible ahora es la de las bombas, obuses y bayonetas. El lenguaje del Káiser no pudo ser más claro. Rusia debe desmovilizar inmediatamente, o aceptar la responsabilidad exclusiva de la guerra que debía producirse inevitablemente. Evidentemente, los sagrados lazos de la familia y la amistad tienen sus límites, un razonamiento que se hace dolorosamente claro en el siguiente telegrama:

Del Káiser al Zar
31 de julio 1914

Berlín, 31 de julio 1914

“En tu apelación a mi amistad y en tu llamada a mi ayuda, comencé a mediar entre tú y el Gobierno austro-húngaro. Mientras que esta acción se estaba desarrollando tus tropas se movilizaron} contra Austria-Hungría, mi aliado. De este modo, como ya te he señalado, mi mediación se ha hecho casi ilusoria.

“Sin embargo, he continuado con mi mediación.

“Acabo de recibir noticias ciertas de preparativos serios para la guerra en mi frontera oriental. Mi responsabilidad en la seguridad de mi imperio me obliga a medidas preventivas defensivas. En mis esfuerzos para mantener la paz en el mundo he ido hasta el máximo límite posible. La responsabilidad en el desastre que ahora está amenazando a todo el mundo civilizado no recae en mí. En este momento aún se encuentra en tu poder evitarlo. Nadie está amenazando el honor o el poder de Rusia, que bien puede darse el lujo de esperar el resultado de mi mediación. Mi amistad para tí y su imperio, que me fue transmitida por mi abuelo en su lecho de muerte, siempre ha tenido un lugar especial para mí y he apoyado a menudo sinceramente a Rusia incluso cuando se enfrentaba a serios problemas, especialmente en la última guerra.

“Tú puedes mantener la paz de Europa todavía, si Rusia acuerda detener las medidas militares que amenazan Alemania y Austria-Hungría.
“Willy”

Aquí las formas amigables en los correos se prescinden por completo. En lugar de “tu muy sincero y devoto amigo y primo” tenemos la lengua seca de un comunicado oficial, que, sin embargo, se encuentra mucho más cerca de la realidad que las protestas hipócritas anteriores de amor y amistad. La máscara sonriente se ha deslizado para revelar el rostro cruel y rapaz de la política del poder. En respuesta, el zar de Rusia muestra una debilidad patética que sólo sirve para hacer que su primo sea aún más implacable, porque la debilidad siempre invita a la agresión:

Del Zar al Kaiser
31 de julio 1914 (éste y el telegrama anterior cruzado)

Petersburgo, el Palacio, 31 de julio 1914

“Sa Majesté l’Empereur, Neues Palais “

“Te doy las gracias de todo corazón por tu mediación que comienza a dar una esperanza que todo todavía puede terminar pacíficamente.

“Técnicamente es imposible detener los preparativos militares que eran obligatorios, debido a la movilización de Austria. Estamos lejos de querer la guerra. Mientras las negociaciones con Austria en nombre de Serbia están llevándose a cabo mis tropas no harán ninguna acción provocativa. Te doy mi palabra de honor de esto. Pongo toda mi confianza en la misericordia de Dios y en la esperanza en su mediación exitosa en Viena por el bienestar de nuestros países y por la paz de Europa.

“Afectuosamente”
“Nicky”

Las apelaciones a la tierna misericordia al Todopoderoso no tienen, por supuesto, ningún efecto. Mucho más importante que la intervención divina son los comentarios acerca de la imposibilidad técnica de detener los “preparativos militares que eran obligatorios, debido a la movilización de Austria” .La dificultad no era del todo técnica, sino más bien de carácter político. El zar simplemente no podía ir en contra de sus generales que habían actuado por motivos militares. Traducido a un lenguaje sencillo, el zar está diciendo: “Yo no puedo detener una movilización que fue decidida por mis generales, como respuesta a las actividades de tus amigos austriacos”. A lo que el Káiser podría haber respondido: “No me hables de tus generales: yo ya tengo mis propios generales.”

Del Zar al Káiser
01 de agosto 1914

“Corte de Pedro, Palacio, 01 de agosto 1914

“Sa Majesté l’Empereur”
Berlín

“Recibí tu telegrama. Entiendo que estés obligado a movilizar, pero deseo tener la misma garantía como yo te di, que estas medidas no significan la guerra y que vamos a seguir negociando en beneficio de nuestros países y por el acuerdo de paz universal con todos nuestros corazones. Nuestra larga y probada amistad debe tener éxito, con la ayuda de Dios, para evitar el derramamiento de sangre. Con preocupación y lleno de confianza espero tu respuesta.
“Nicky”

Una vez más los llamamientos del zar al Todopoderoso, y una vez más las respuestas Káiser en los tonos más secos e imperiosos:

Del Káiser al Zar
01 de agosto 1914

“Berlín, 01 de agosto 1914

“Gracias por tu telegrama. Yo ayer señalé a tu gobierno la única forma mediante la cual se puede evitar la guerra.

“A pesar de que habíamos pedido una respuesta para el mediodía de hoy, ningún telegrama de mi embajador con respuesta de tu Gobierno me ha llegado todavía. Yo, por lo tanto me he visto obligado a movilizar a mi ejército.

“Respuesta clara e inconfundiblemente afirmativa inmediata de tu gobierno es la única manera de evitar penas sin fin. Hasta que haya recibido esta respuesta, por desgracia, no estoy en condiciones de discutir el tema de tu telegrama. De hecho, debo pedirte que de inmediato ordenes a sus tropas que en ningún caso deben cometer el más mínimo acto de allanamiento sobre nuestras fronteras.
“Willy”

La excursión de Guillermo en el campo de la diplomacia no produjo ningún resultado. El Káiser, sintiendo que los rusos actuaban de mala fe, interrumpió sus intentos de mediación, que, en cualquier caso, eran probablemente más que una estratagema para que Rusia apareciese con el estigma de agresor.  Posteriormente al telegrama, siguiendo las insistentes demandas del Alto Mando alemán, Guillermo exigía lo imposible a su primo imperial en San Petersburgo: la retirada inmediata de la orden de movilización de Rusia, una demanda que habría significado una rendición humillante que hubiese socavado gravemente el estatus de Rusia como gran potencia.

El gobierno alemán resumió sus puntos de vista sobre la crisis en una circular a sus embajadores extranjeros: “El objetivo final de la agitación Pan-Eslavista [es decir, Gran Serbia] llevada contra Austria-Hungría es la destrucción de la monarquía del Danubio [es decir, el imperio austro-húngaro], la ruptura o debilitamiento de la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia), y, como resultado, el completo aislamiento del imperio alemán. En consecuencia, nuestro propio interés nos sitúa con los intereses del imperio austro-húngaro”.

Italia rompe filas

Europa estaba ahora claramente dividida en dos bandos armados: las potencias centrales (Alemania, Austria-Hungría e Italia, con Rumania como un aliado subsidario) y el de la Entente (Francia y Rusia, con el apoyo subsidiario de Serbia y Montenegro). Gran Bretaña, como de costumbre, adoptó una posición ambigua en un intento de mantenerse fuera de la guerra, una posición que mantuvo hasta el último momento.

Mientras que Alemania reforzaba la resolución de Austria y la instaba secretamente a la guerra, el jefe del ejército francés prometía al agregado militar ruso en París “la disposición plena y activa de Francia en corresponder fielmente a sus responsabilidades como aliado.” Parece que tanto Alemania como Austria creían que su fuerza combinada serviría para inducir a las otras potencias a dar marcha atrás. Esto fue un grave error de cálculo, y apareció aún más nítido cuando Italia repentinamente rompió con las potencias centrales.

La actitud de Italia, que hasta ahora había sido aliada de Alemania y Austria, sufrió un cambio repentino cuando se negó a aparecer junto Austria, cuyo “ultimátum era tan agresivo y tan inepto que resultaba inaceptable para la opinión pública italiana y europea”. Los diplomáticos italianos – dignos descendientes de Maquiavelo – realizaban sus trapicheos con un vigor encomiable. Una cosa era apegarse a una Alianza en tiempos de paz, cuando no implica ningún tipo de sacrificio o pérdida. Otro asunto muy distinto era continuar en esa alianza en tiempos de guerra, cuando se requerían muy serios sacrificios.

Al igual que Alemania, Italia sólo logró la independencia nacional a finales del siglo XIX. Pero la burguesía italiana no carecía de ambición imperial. Lanzó una envidiosa mirada a los imperios británicos y Francés, y parecía haber albergado sueños grandiosos de recrear el Imperio Romano. Por el momento, sin embargo, se satisfacía con maniobras diplomáticas y planes más modestos para conseguir pequeñas posiciones en los Balcanes y dominar el mar Adriático.

La débil burguesía italiana se vio obligada a manifestar sus grandiosas ambiciones imperiales en una serie de intrigas y maniobras diplomáticas, ahora girando hacia una Gran Potencia, después a otra, regateando su apoyo a cambio de promesas de expansión territorial, como haría un indigente proxeneta importunando a un cliente adinerado de toda la vida. Lo que la impotente burguesía italiana carecía en relación a su poder lo compensaba con astucia. Al igual que en las buenas prácticas de los testarudos hombres de negocio (en el fondo todos los verdaderos diplomáticos son esto), los diplomáticos italianos aumentaban rápidamente el precio de su pertenencia a las potencias centrales, de acuerdo con las nuevas condiciones del mercado.

Al no recibir una respuesta satisfactoria de sus antiguos aliados, ellos naturalmente, fueron a buscar nuevos clientes que les ofreciesen un precio más satisfactorio por su valiosísima amistad. Recibidos en París y Londres, con amplias sonrisas, y los brazos abiertos y con las más codiciadas promesas de recompensas por venir, lo que hizo fue que de inmediato rompieran todas las relaciones con los tacaños y prepotentes austriacos y alemanes, y con una sorprendente rapidez se unieron al campo de la Entente. El contenido de estas conversaciones se reveló un año más tarde, cuando Italia firmó el Tratado secreto de Londres. En este tratado, Gran Bretaña ofreció a Italia amplias anexiones de territorios en la región del Mar Adriático – partes del Tirol austriaco, Dalmacia e Istría. En las palabras inmortales de El Padrino, les hicieron una oferta que no podían rechazar.

Los nacionalistas, con sus sueños de una Gran Italia, estaban horrorizados ante la decisión del gobierno de mantenerse fuera de la guerra en 1914. Pero Mussolini, quien en ese momento era miembro del Partido Socialista Italiano, se pronunció a favor. En julio de 1914, cuando reflejaba el estado de ánimo anti-bélico general de las filas del partido, había escrito: “¡No a la guerra. Adiós a las armas y Viva la humanidad. “Sin embargo, en octubre de 1914, cambió de opinión y se refirió a la guerra como “un gran drama”: “¿Quieren ser espectadores en este gran drama? ¿O quieren ser sus combatientes?”. Mussolini fue consecuentemente expulsado del Partido Socialista y empezó a moverse en dirección al fascismo.

Mussolini y los chovinistas italianos no tuvieron que esperar mucho tiempo para participar en el “gran drama”. El 26 de abril de 1915, cumpliendo fielmente las órdenes de sus amos sw Londres y París, Italia entró en la guerra. Sin embargo, como tan a menudo sucede en los negocios entre mafiosos, los ladrones italianos nunca consiguieron todas las recompensas que les habían prometido. En Versalles, los grandes ladrones engañaron a los pequeños mangantes. Y como siempre, la gente común pagó el precio de la avaricia de la clase dominante.

Hacia el final de la guerra en 1918, 600.000 italianos habían muerto, 950.000 heridos y 250.000 quedaron lisiados de por vida. La guerra costó más de lo que el gobierno había gastado en los 50 años anteriores. Italia sólo había estado en la guerra durante tres años, pero el país estaba en ruinas. Con una inflación galopante y desempleo masivo, Italia se encontraba en el centro de un huracán de huelgas masivas y ocupaciones de fábricas. También en Italia, la guerra se convirtió únicamente en una escuela preparatoria para la revolución – y la contrarrevolución.

Londres, 14 de julio 2014