Entramos en la peor crisis del capitalismo desde la Gran Depresión de la década de 1930. Muchos trabajadores se imaginan, probablemente, que la tormenta pasará y que la situación mejorará con el tiempo. Se equivocan. En los meses y años venideros, las consecuencias de la crisis se dejarán sentir en toda su gravedad. El cambio que se produjo en la economía mundial no es en absoluto una turbulencia transitoria. Constituye un punto de ruptura fundamental, cuyas consecuencias para los trabajadores, para los jóvenes, para la masa de la población, son colosales. Como comunistas, tenemos que sacar todas las conclusiones políticas que esto implica.
Entramos en la peor crisis del capitalismo desde la Gran Depresión de la década de 1930. Muchos trabajadores se imaginan, probablemente, que la tormenta pasará y que la situación mejorará con el tiempo. Se equivocan. En los meses y años venideros, las consecuencias de la crisis se dejarán sentir en toda su gravedad. El cambio que se produjo en la economía mundial no es en absoluto una turbulencia transitoria. Constituye un punto de ruptura fundamental, cuyas consecuencias para los trabajadores, para los jóvenes, para la masa de la población, son colosales. Como comunistas, tenemos que sacar todas las conclusiones políticas que esto implica.
Durante casi dos décadas, la crisis actual se ha retrasado por una serie de factores. La restauración del capitalismo en la ex Unión Soviética, Europa Central y China significó la integración en la economía capitalista mundial de una población de dos mil millones de personas, la apertura de nuevos mercados y campos de inversión para los capitalistas. Al mismo tiempo, la inyección masiva y en una escala sin precedentes de capital ficticio en forma de crédito, ha dado lugar a una expansión artificial de la demanda. Por ejemplo, en los Estados Unidos, por cada dólar ganado, 1,4 dólares se prestaban. En Gran Bretaña, por cada libra que se ganaba, se prestaban 1,6.
Pero los mercados globales están nuevamente saturados. La crisis actual es esencialmente una crisis de sobreproducción, que encuentra su explicación en la teoría económica de Marx. El meteórico ascenso de China, que no sólo debe producir sino también vender, contribuyó a ello de forma importante. El uso masivo del crédito no puede aplazar indefinidamente la recesión y, en última instancia, no ha hecho más que agravar su severidad. El colapso general del sistema bancario sólo pudo evitarse mediante el pago de cientos de miles de millones de euros a los bancos. La crisis bancaria se ha convertido en una crisis de las finanzas públicas. El estancamiento de la producción y el aumento del desempleo se acompaña de niveles récord de endeudamiento público. En Francia, esta deuda asciende a más de 1.600.000 millones de euros, casi el 84% del PIB anual. La situación de casi colapso del Estado griego es una amenaza que se cierne también sobre otros países europeos -incluido, en un determinado momento, el Estado francés.
Napoleón Bonaparte dijo que hay situaciones en política de las que solo se puede salir mediante una equivocación. Hoy en día, esto se aplica al “pequeño cabo” del Elíseo y a los capitalistas que representa -al igual que a las clases dominantes de Europa y Estados Unidos.
El capitalismo francés está perdiendo mercados. Su cuota del comercio mundial está disminuyendo año tras año, retrocede incluso en el mercado interno. La inversión se desploma y el consumo de los hogares se ha estancado. En estas condiciones, sobre la base del capitalismo, la única manera de luchar contra un continuo aumento de la deuda – y, finalmente, la quiebra del Estado – es aumentar los impuestos directos e indirectos, y reducir drásticamente el gasto público. El objetivo de Sarkozy es el de recuperar las enormes sumas pagadas a los bancos a costa de los trabajadores y la población en general. El problema es que estas políticas socavan el poder adquisitivo de los trabajadores – y por lo tanto la demanda – y dará lugar a una contracción económica aún más severa que la actual.
Ante este dilema, las perspectivas que se perfilan para la masa de la población son muy sombrías. La reforma de las pensiones aprobada será seguida por otras hasta que las pensiones estén totalmente privatizadas. Todas las conquistas sociales del pasado serán atacadas, recortadas, destruidas. Desde La Riposte hemos explicado a menudo que el capitalismo significa regresión social permanente. Esto no es una afirmación teatral, es una verdad que poco a poco penetrará en la conciencia de una capa cada vez más amplia de la población. Mientras el poder económico – y por lo tanto político – de los capitalistas permanezca intacto, esta regresión social continuará de forma inevitable. A partir de ahí, la pregunta es: ¿Cuánto tiempo puede mantenerse esta situación, sin destruir la estabilidad social del capitalismo – una estabilidad que se basa principalmente en la pasividad de la masa de la población?
Obviamente no podemos responder a esta pregunta con precisión. Lo que es seguro, sin embargo, es que en algún momento, la implacable presión ejercida sobre los trabajadores provocará grandes enfrentamientos entre las clases, en el transcurso de los cuales la necesidad de acabar con el capitalismo se planteará no como una meta lejana y "teórica", sino como una tarea práctica e inmediata. La incapacidad para resolver los problemas creados por el capitalismo sobre la base de ese mismo sistema, en primer lugar y, en segundo lugar, las perspectivas revolucionarias que de ello se derivan – esos son los dos puntos de partida para determinar lo que debe ser a partir de ahora, el programa y las orientaciones estratégicas del PCF.
El capitalismo no ofrece más perspectivas que el paro masivo, la pobreza y el declive. En este contexto, cientos de miles de jóvenes y trabajadores que, hasta ahora, no prestaban tal vez mucha atención a las ideas comunistas y revolucionarias, empezarán a buscar una alternativa al capitalismo. La crisis del capitalismo representa por lo tanto una enorme oportunidad para los comunistas. Durante un tiempo, es cierto, el partido se ha dejado desviar por las orientaciones vagamente "antiliberales" de sus dirigentes, algunos de los cuales han llegado incluso a aprobar las privatizaciones. Esta deriva nos ha costado muy cara a todos los niveles. Pero ahora debemos pasar página, debemos volver a conectar con las ideas comunistas.
La crisis actual es demasiado profunda para poder superarse mediante reformas superficiales, algo que no han entendido los dirigentes del Partido Socialista. Por otra parte, si los dirigentes socialistas estuvieran hoy en el poder, estarían probablemente tratando de poner en práctica una política similar a la de Sarkozy, al igual que hacen sus homólogos en los gobiernos de Grecia, España y Portugal. En este contexto, el PCF debe proporcionar una salida. La crisis del capitalismo pone de relieve la necesidad de fortalecer el partido y adoptar una política resueltamente comunista. Concretamente, esto significa que, partiendo de las luchas y reivindicaciones sobre cuestiones "inmediatas" tales como la defensa del empleo, de los servicios públicos, las pensiones, los salarios, las condiciones de trabajo, la vivienda, la educación, la sanidad, etc, el programa del partido debe explicar lo más claramente posible la necesidad de expropiar a los capitalistas del sector de la banca, de la industria y del comercio – y en general de todos los sectores clave de la economía.
Todos estos sectores deberían ser nacionalizados. Pero a diferencia de las nacionalizaciones del pasado, deben llevarse a cabo sobre bases democráticas. Es necesario explicar que para el PCF, el comunismo no tiene nada que ver con la caricatura monstruosa y totalitaria del “estalinismo”. Por el contrario, se trata de una completa reorganización de la sociedad sobre bases democráticas, poniendo el control y la gestión de la economía y el Estado firmemente en manos de los propios trabajadores, a todos los niveles. La República Socialista apelará a los representantes del pueblo más comprometidos con los intereses de los trabajadores, que serán elegibles, revocables y retribuidos al mismo nivel que los propios trabajadores. Estos principios fueron los de la Comuna de Paris de 1871.
La planificación democrática de la economía significa que los enormes recursos que ahora están bajo el control de los capitalistas podrán ser utilizados para satisfacer las necesidades de la sociedad. Permitiría financiar servicios públicos de alta calidad, educación gratuita, atención médica, vivienda y jubilación adecuados para todos. Sobre la base de una reducción significativa del tiempo de trabajo y el aumento general del nivel de vida, el conocimiento de las artes, las ciencias y la cultura humana en general, finalmente, será accesible a la masa de la población. El socialismo no sólo significa la erradicación de la pobreza, sino que permitiría una elevación importante del nivel cultural de toda la sociedad.