La crisis de Tigray en Etiopía: socialismo o barbarie

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A las 3 de la mañana del miércoles 4 de noviembre, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, apareció en la televisión estatal para declarar un estado de emergencia de seis meses en la región norteña de Tigray. Según Abiy, las fuerzas de seguridad regionales de Tigray habrían cometido “traición” al atacar bases militares federales en la capital regional de Mekelle, así como en Dansha, matando e hiriendo a un número no especificado de soldados en el ataque.

Este anuncio puso en marcha una cadena de acontecimientos que eventualmente podrían conducir a la desintegración de la propia Etiopía con consecuencias de gran alcance para el Cuerno de África. 

Poco después, las Fuerzas Aéreas de Etiopía iniciaron ataques aéreos y bombardeos alrededor de Mekelle y tropas de todo el país convergieron en Tigray. Desde entonces, el gobierno de Abiy ha purgado a los funcionarios de Tigray de los cargos gubernamentales y ha movilizado a las milicias étnicas para unirse a la guerra. De inmediato, Sudán cerró su frontera con Etiopía, señalando las consecuencias regionales del conflicto. La guerra no ha comenzado bien para el primer ministro, sus fuerzas sufrieron graves bajas en la primera semana de combate. Como resultado, después de apenas 5 días ha despedido a su jefe del ejército, jefe de inteligencia y ministro de Relaciones Exteriores. Según las nítidas declaraciones del primer ministro etíope, ganador del Premio Nobel de la Paz en 2019, la operación continuará “hasta que la junta rinda cuentas ante la ley”. El gobierno cortó Internet y otras vías de comunicación en la región y se impuso una zona de exclusión aérea.

División étnico-regional de Etiopía. Tigray, al norte, en rojo.¿”Guerra inesperada”?

El subjefe del ejército del país, Birhanu Jula, declaró en la televisión estatal que el país “había entrado en una guerra inesperada” y “una guerra que no quería (…) una guerra vergonzosa. No tiene sentido. La gente de Tigray, su juventud y sus fuerzas de seguridad no deberían morir por esta guerra sin sentido. Etiopía es su país”.

A menudo se afirma que la verdad es la primera víctima de la guerra. Esta guerra se preparó con meses de antelación; no tiene nada de “inesperada”. A pesar de las afirmaciones del primer ministro de que sus soldados fueron “emboscados” y “empujados” a la guerra, los preparativos para ella, así como la posterior escalada, se habían hecho con mucha antelación. Días antes del comienzo oficial de las hostilidades se informó de movimientos a gran escala de tropas federales que se dirigían hacia el norte. La cuestión de “quién disparó primero” no es un criterio para analizar la cuestión de la guerra, ya que en algún momento se habría encontrado un pretexto para justificar el inicio del conflicto. La verdadera pregunta que debemos responder es: ¿cuáles son los intereses materiales y de clase involucrados?

“Federalismo étnico”

La región de Tigray representa alrededor del 6 por ciento de la población de un país con más de 110 millones de habitantes. A pesar de su minoría numérica, los políticos del grupo étnico de Tigray han disfrutado de un poder e influencia desproporcionados en el gobierno federal durante las últimas casi tres décadas.

Después de luchar contra el régimen militar del Derg, que gobernó Etiopía en las décadas de 1970 y 1980, el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF, en inglés) emergió como líder de la coalición que tomó el poder en el país tras la derrota de la junta en 1991. Las camarillas gobernantes entraron en esta federación ‘étnica’ alegando que esto “evitaría la desintegración del país”. La coalición, conocida como el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF) estaba formada por cuatro partidos políticos principales, divididos en gran parte por motivos étnicos y líneas geográficas. Siguió un enfoque federalista que dio un poder significativo a las regiones de Etiopía, pero la coalición controló todas las palancas del poder y reprimió a casi toda la oposición política. Si bien hay un gobierno central, cuyas partes constituyentes están organizadas en líneas étnicas, este sistema ha permitido que el poder político en Etiopía se concentre en manos de unos pocos.

Meles Zenawi, de la etnia tigray, dirigió Etiopía desde 1991 hasta su muerte en 2012. Su mandato coincidió con un gran auge económico liderado por el Estado que permitió a la camarilla gobernante estabilizar la situación por un tiempo. Sin embargo, este explosivo crecimiento económico tuvo un costo enorme. Casi toda la riqueza fluyó a los bolsillos de los ricos afincados en la capital, Addis Abeba. La ciudad misma creció a una velocidad vertiginosa, impulsada por la masiva inversión china, lo que provocó un profundo resentimiento en las diferentes regiones étnicas que salieron perdiendo. En 2015, estallaron protestas masivas entre el pueblo oromo, en la populosa región de Oromia, pero las demandas inmediatas de las protestas contra los ‘acaparamientos de tierras’ atrajeron rápidamente demandas políticas más amplias, como la liberación de los presos políticos y más derechos para este pueblo, el grupo étnico más grande, que representa el 34 por ciento de la población.

Las protestas se extendieron después al pueblo amhara, el segundo grupo étnico más grande del país. Estos levantamientos debilitaron al gobierno del TPLF e impulsaron a Abiy Ahmed, oromo, a la oficina del primer ministro en 2018. Poco después, miembros del grupo étnico tigray fueron depurados de posiciones de poder y arrestados por corrupción y represiones relacionadas con la seguridad, abriendo un profundo abismo. entre la región de Tigray y el gobierno federal.

La causa inmediata

Una vieja disputa entre el gobierno federal y la poderosa facción que controla Tigray se ha estado fraguando durante meses hasta llegar a esta violenta confrontación. Se suponía que el país celebraría elecciones nacionales este año, pero con el estallido de la pandemia de Covid-19, la junta electoral pospuso la votación más allá del final del mandato del gobierno de Abiy previsto para octubre de 2020. En respuesta, el partido gobernante utilizó su poder en el parlamento para extender el mandato de Abiy indefinidamente. Un acto de abuso de poder para la oposición, al estar en manos de la administración la decisión de poner fecha a las nuevas elecciones. La reacción se sintió con más fuerza por parte de los partidos que representan a los oromo y a los tigray, que habían propuesto que Abiy firmara un acuerdo de reparto del poder hasta las próximas elecciones. Pero Abiy, viendo una oportunidad de oro para llevar a cabo sus ambiciosos planes, tenía otras ideas en mente.

Los líderes de las diferentes regiones azuzaron el chovinismo nacionalista, alcanzando su punto álgido en junio con el asesinato del conocido cantante oromo y activista político, Hachalu Hundessa. A medida que aumentaban las protestas, el gobierno de Abiy comenzó a arrestar a figuras de la oposición a las que acusó de fomentar los disturbios y la consiguiente violencia comunitaria, pero Abiy aprovechó la oportunidad para reprimir a sus rivales de todas las nacionalidades, incluidos sus rivales oromo.

Las elecciones se pospusieron hasta el año próximo, pero los habitantes de Tigray se negaron a reconocer el gobierno ampliado de Abiy y siguieron adelante con las elecciones regionales en septiembre. Como resultado, el gobierno federal de Addis Abeba no reconoce al gobierno regional y, a su vez, el gobierno regional no reconoce al gobierno federal. Más tarde, el gobierno federal retuvo las transferencias presupuestarias destinadas a Tigray como muestra de negación del que considera un “Estado canalla”. En esta etapa ya estaba claro que se avecinaba algún tipo de conflicto armado.

La ambición de Abiy Ahmed

Abiy Ahmed representa a un sector de la élite oromo. El joven primer ministro es un miembro extremadamente ambicioso de la burguesía. Su visión es centralizar el poder y unificar el país aumentando el poder del gobierno federal y minimizando la autonomía de los gobiernos regionales. Abiy ve el federalismo étnico como un grillete que detiene al país y está dispuesto a pasar por alto cualquier sentimiento nacionalista para lograr sus objetivos, pero Tigray y otras regiones y grupos étnicos se han resistido abiertamente a estas maniobras.
Abiy es un “reformador” desde el punto de vista burgués. Persigue cambiar el funcionamiento normal del capitalismo etíope, pero para promulgar las reformas políticas, económicas y sociales que desea, necesita que el gobierno central tenga más poder. Con ese fin, Abiy comenzó a disolver varios partidos étnicos en su nuevo Partido de la Prosperidad pan-etíope el año pasado, con el objetivo de alejar a Etiopía de la política étnica, acercándose a una especie de federalismo secular.

El objetivo final de Abiy es convertir a Etiopía en la potencia indiscutible de África Oriental. Desde que llegó al poder hace dos años, ha realizado reformas radicales, pero para lograr sus objetivos, primero quiere centralizar y unificar el país. Para concentrarse por completo en esta tarea inmediata, puso fin temporalmente a las hostilidades prolongadas con la vecina Eritrea y ha desempeñado un papel en la mediación de conflictos regionales entre naciones como Sudán, Sudán del Sur, Yibuti, Kenia y Somalia. Esto le valió el Premio Nobel de la Paz en 2019.

Como parte de una visión para centralizar el poder en Etiopía, lanzó el Partido de la Prosperidad el año pasado, que ha reunido a miembros de la antigua coalición gobernante, con la excepción de Tigray, junto con grupos étnicos previamente excluidos. Mientras proyecta una imagen de reformador pacífico de puertas afuera, Abiy ha reprimido sin piedad a sus oponentes dentro de Etiopía. Ha detenido a líderes de la oposición y asesinado a cientos de opositores de diferentes grupos étnicos.

El EPRDF era una coalición de cuatro partidos de base étnica que representaban las regiones étnicas más grandes del país. Su nuevo Partido de la Prosperidad, sin embargo, es una entidad unitaria única sin representación formal e institucionalizada de los grupos étnicos. Esto representa un golpe radical a la paz entre naciones anterior, que fue fundamental para el acuerdo político anterior. Este movimiento sin escrúpulos para disolver el EPRDF y crear el PP enfureció no solo al TPLF, sino también al propio distrito electoral oromo de Abiy y a gran parte de la gente del Sur históricamente subyugado.

La creación del Partido de la Prosperidad fue impulsada, no solo por el deseo de Abiy de crear un nuevo partido político totalmente subordinado a él, sino también motivado por la necesidad de llevar adelante su ambicioso plan. Para lograr este objetivo, necesitaba debilitar dos de los obstáculos más poderosos a su agenda: el TPLF y la oposición oromo, en particular el Frente de Liberación Oromo (OLF).

Intereses imperialistas

Detrás de estos acontecimientos se vislumbran intereses imperialistas rivales. En el transcurso de la última década, Etiopía se ha vuelto cada vez más dependiente de la inversión china. El Banco de Exportación e Importación de China aportó 2.900 millones de dólares del proyecto ferroviario de 3.400 millones de dólares que conecta Etiopía con Yibuti, proporcionando al país sin litoral acceso a los puertos. Los fondos chinos también fueron fundamentales en la construcción de la primera carretera de seis carriles de Etiopía (un proyecto de 800 millones de dólares), así como en un sistema de metro y varios rascacielos que salpican el horizonte de Addis Abeba. Beijing también representa casi la mitad de la deuda externa de Etiopía y ha prestado al menos 13.700 millones de dólares a Etiopía entre 2000 y 2018.

Beijing ha financiado megaproyectos, desde represas hidroeléctricas hasta rascacielos. Ahora, el imperialismo occidental se ha dado cuenta de las perspectivas de obtener enormes beneficios en Etiopía, pero los recientes esfuerzos de Abiy Ahmed para privatizar las empresas estatales y reducir la carga de la deuda del país están cambiando la dinámica de poder en el país. Por su parte, Abiy está dispuesto a enfrentar a China contra Occidente, aprovechando la competencia entre Occidente y China para atraer inversiones aún mayores, y reducir la dependencia del país de Beijing.

En diciembre de 2019, Etiopía recibió una inyección de ayuda financiera de 9 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La entrada de efectivo podría interrumpir 15 años de creciente dominio chino. “La concesión de este dinero le permite a Occidente contrarrestar a China de una manera muy tangible, en uno de los países más importantes de África y con enormes consecuencias políticas y económicas”, dijo Zemedeneh Negatu, inversionista etíope-estadounidense y presidente global del Fairfax Africa Fund. El préstamo del FMI a Etiopía fue el primero en más de una década. La cantidad también representa uno de los niveles más altos de asistencia financiera que se puede proporcionar bajo las reglas de préstamos de la organización.

Una parte central de la agenda de Abiy es el esfuerzo por reformar el modelo económico del país de fuertes inversiones estatales. Como parte de ese impulso, el primer ministro se ha rodeado de tecnócratas formados en Occidente y experiencia internacional para recaudar capital privado y privatizar sectores clave como el mercado de las telecomunicaciones. Está claramente absorto por el interés de Occidente, particularmente después de haber sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Esto ha contribuido en gran medida a impulsar su imagen al escenario mundial. En los medios de comunicación occidentales, se ha convertido en el ejemplo de una “África moderna llena de potencial económico”. Lo están colmando de elogios y acuerdos de préstamo favorables.

Las reformas están creando oportunidades para que las empresas occidentales inviertan en Etiopía incluso cuando están alterando la relación de Etiopía con China. En una conferencia en Addis Abeba en diciembre, Abiy llegó a decir que los términos de los préstamos chinos habían dañado la economía etíope.

“Hay quienes dicen que estamos agregando más deuda a la ya elevada deuda del país. Pero pedir prestado al FMI y al Banco Mundial es como pedir prestado a la madre. Lo que le duele a Etiopía son los préstamos de otras empresas o de algunos países. Por ejemplo, Etiopía pidió prestado para construir un ferrocarril, pero se le pidió que pagara la deuda antes de completar la construcción”, agregó, refiriéndose a la línea ferroviaria respaldada por China a Yibuti.

Las empresas europeas y americanas se están alineando. En diciembre, Abiy recibió a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El mes anterior, Adam Boehler, director ejecutivo de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, la rama de inversiones del gobierno de Estados Unidos, dijo que Washington está “dispuesto a realizar inversiones multimillonarias en Etiopía”.

Estas visitas de alto perfil indican el creciente interés de los países occidentales junto con China, los Estados del Golfo y Rusia, que han estado maniobrando para influir en Etiopía desde que su economía comenzó a florecer hace aproximadamente una década. Una de las promesas más visibles se produjo en 2018 a través de un paquete de ayuda e inversión de 3 mil millones de dólares de los Emiratos Árabes Unidos, aunque China y Etiopía continúan disfrutando de sólidas relaciones comerciales y de inversión.

Sin embargo, la estrategia seguida por Abiy para enfrentar a Pekín con Occidente ha llegado a sus límites. Recientemente, las relaciones entre EE. UU. y Etiopía dieron un giro equivocado después de la decisión de la administración Trump de suspender y retrasar la asistencia para el desarrollo en Etiopía por el llenado de la nueva presa Grand Renaissance en las orillas del río Nilo. Este es un proyecto vital en los planes de Abiy para Etiopía, pero la decisión de Trump tenía como objetivo empujar a Etiopía a aceptar una solución negociada que favorece a Egipto. Trump también sugirió que Egipto podría, en última instancia, volar la presa si no se llega a un acuerdo. Asimismo, Pekín ha comenzado a reducir la cantidad que prestaba a Etiopía en los últimos años, de 1.470 millones de dólares en 12 meses desde julio de 2014 a 630 millones de dólares en 2017. Ahora Abiy siente que está cada vez más acorralado en una esquina. La economía ya estaba en declive antes del Covid-19, pero Etiopía ahora se enfrenta a crecientes crisis económicas y sociales. La operación militar en Tigray es una apuesta desesperada por centralizar el poder político y acelerar el proceso de sus ambiciosos planes. En última instancia, la escalada del conflicto también acabaría con las esperanzas que le quedaban de las reformas democráticas que ha afirmado estar llevando a cabo.

Socialismo o barbarie

El esfuerzo de reforma panetíope unilateral de arriba hacia abajo de Abiy ha desestabilizado profundamente toda la situación política y, a la larga, podría conducir a la desintegración del país. Esto se logrará con una barbarie a escala inimaginable. El primer domingo después del inicio de las hostilidades, tuvo lugar una masacre en la que 54 personas murieron en el patio de una escuela en la aldea de Gawa Qanqa. Los sobrevivientes dijeron que los asaltantes tenían como objetivo específico a miembros del grupo étnico amhara y que las víctimas “fueron arrastradas de sus hogares y llevadas a una escuela, donde las mataron”. La mayoría de las víctimas eran mujeres, niños y ancianos, según los sobrevivientes que se escondieron en los bosques cercanos. El 9 de noviembre, se encontraron cientos de cadáveres en el centro de la ciudad de Mai-Kadra, una ciudad en la zona sudoeste de Tigray. Todas las víctimas parecían pertenecer al grupo étnico amhara.

La ofensiva militar se produce en un momento en que el gobierno federal se enfrenta a graves crisis en múltiples frentes. Además de luchar contra la pandemia y trabajar para impulsar una economía cargada de deudas, se enfrenta al descontento dentro de su propia comunidad étnica oromo. Muchos oromos también han criticado la represión de su gobierno contra ellos, después de la violencia étnica que resultó del asesinato en junio del prominente cantante oromo, Hachalu Hundessa.

Una guerra prolongada tendrá el efecto contrario de lo que Abiy prevé para Etiopía. El Comando Norte del ejército es predominantemente de Tigray y ha desarrollado estrechos vínculos con el TPLF. Esto explica por qué la mayor parte de la fuerza de combate federal proviene de una plétora de ejércitos étnicos de los estados regionales. Las fuerzas de Tigray suman hasta 250.000 hombres y tienen sus propias existencias importantes de equipo militar, así como décadas de experiencia en combate. Tiene grandes recursos, una sociedad endurecida por la batalla y controla grandes extensiones de territorio desde las cuales puede organizar y lanzar un ataque militar concertado. Una de las posibilidades más probables es que el ejército se divida en líneas étnicas, y que los oficiales de Tigray deserten para unirse a la propia fuerza de su región. Hay indicios de que ya está sucediendo.

“La fragmentación de Etiopía sería el mayor colapso de un Estado en la historia moderna”, dijo un grupo de exdiplomáticos de Estados Unidos en un comunicado publicado por el Instituto de Paz de Estados Unidos recientemente. Ésta es una posibilidad seria.

La guerra actual con el TPLF no solo representa una amenaza significativa para la integridad y cohesión del Estado etíope y su pueblo. La guerra con el TPLF podría prolongarse durante años, sin un ganador claro. Para agregar a esto, todavía hay una insurgencia leve en el oeste y sur de Oromia. La guerra también podría alentar a otros grupos en otras partes del país, particularmente en áreas donde existe una oposición significativa a la visión de Abiy de recurrir a la rebelión armada.

Finalmente, cualquiera que sea la forma en que termine la guerra, la confrontación entre Abiy y el TPLF tendrá profundas ramificaciones. La ONU ha advertido de una gran crisis humanitaria si huyen hasta 9 millones de personas. Esto tendría repercusiones para Etiopía y el Cuerno de África durante las próximas décadas. Es probable que defina la estructura, el carácter y la identidad de Etiopía y la región en los próximos años. Una guerra en toda regla en Etiopía afectaría gravemente a los seis países que la rodean. La violencia en Tigray podría atraer a la cercana Eritrea, que ahora está aliada con el gobierno federal de Etiopía y guarda un viejo resentimiento hacia el TPLF. Muchos veteranos del TPLF que participaron en la guerra entre Etiopía y Eritrea entre 1998 y 2000 ahora forman parte de las fuerzas paramilitares de la región de Tigray.

Esta barbarie es lo que el capitalismo tiene reservado, en su período de agonía. La población de Somalia, Eritrea, Etiopía y el cuerno de África en general ha sufrido conflictos brutales durante décadas; una guerra civil en Etiopía tiene el potencial de profundizar aún más la barbarie en la región. La única salida para la gente de la región, y para el pueblo africano en general, es el camino de la revolución. Una revolución exitosa en un país clave como Sudáfrica o Nigeria presentará un faro para todo el continente. La clase trabajadora no tiene nacionalidad y en África las líneas nacionales artificiales son aún más evidentes por la forma en que fueron trazadas por los imperialistas. Al mismo tiempo, una economía socialista aislada en una parte de África estaría completamente a merced del mercado mundial capitalista. Por lo tanto, una revolución socialista solo puede ser el primer paso de una revolución totalmente africana en dirección hacia una revolución socialista mundial.

El socialismo es internacional o no es nada. Los intereses de la clase trabajadora en una parte del continente no son diferentes de los intereses de los trabajadores en el resto del mundo. La misma explotación y opresión que tiene lugar aquí, tiene lugar en todas partes. A medida que se intensifica la crisis del capitalismo mundial, la clase capitalista también intensifica sus ataques contra la clase trabajadora para proteger sus ganancias. Esta es la razón detrás de la creciente ola de lucha de clases en todas partes. Los marxistas son internacionalistas. No limitamos nuestras organizaciones a las fronteras artificiales de naciones individuales, sino que construimos una organización revolucionaria mundial para la difusión de las ideas del marxismo y la defensa de los intereses de la clase trabajadora en todas partes.