La derecha ha ganado la presidencia de la Argentina y los dos tercios de la Asamblea Nacional de Venezuela. De aquí en adelante nada será ni volverá a ser como fue antes, tampoco en Bolivia. Es necesario extraer las más importantes lecciones del momento para preparar las luchas del futuro.
En entrevista a Red Patria Nueva, Raúl García Linera sacaba la conclusión correcta que “toca a todos los procesos radicalizarse, esa es la lección de lo que está ocurriendo”. Sin embargo no estamos viendo ninguna radicalización en Bolivia en la campaña por la reelección, que el MAS al contrario afronta arriando su bandera, personalizándola y despolitizándola para apelar a sectores que no son de su base tradicional.
El porqué se entiende en la misma entrevista citada: en Bolivia el gobierno, recurriendo al mega-préstamo chino, se ha garantizado la solvencia de la inversión pública y “la crisis [económica y política] nos va afectar marginalmente”. Es decir que toca a todos los demás procesos radicalizarse, nosotros vamos bien. Este cerrar el debate antes de que se abra, que es una forma de abordar la coyuntura bastante difusa en la filas del MAS, termina apartando a los activistas de las lecciones de Venezuela y la Argentina.
La realidad es que el izquierdista boliviano mira a lo ocurrido en Venezuela y la Argentina desde las alturas de su experiencia con la Revolución de 1952 y sobre todo el gobierno de la UDP. Se siente relativamente tranquilo porque – dice – el gobierno boliviano ha manejado la economía de manera más responsable. La lección que ha extraído de aquellas experiencias no es como radicalizar la revolución, sino como evitarlo a todas costas.
Así que no solo no ha entendido en que consiste y cual son las consecuencias de aquella “responsabilidad” en el manejo económico, que es moderación y una actitud aún más conciliadora frente a la lucha de clases, sino que tampoco está dispuesto a aceptar que las condiciones que la hicieron posible se acabaron.
La situación con la crisis
En el mismo momento en que la Asamblea Legislativa Plurinacional aprobaba un Presupuesto General del Estado basado en el pronóstico de un precio internacional del petróleo de 45 dólares por barril, el mismo caía por debajo de los 40 dólares por barril. El Ministro de Hidrocarburos y otras autoridades del gobierno están convencidos que estas oscilaciones responden a factores políticos y son coyunturales. Así la crisis estructural del capitalismo queda confinada a las ponencias en los foros internacionales, en los cuales además es descrita solo a través de sus manifestaciones externas, como si se tratara de hacerle recuperar el rumbo al capitalismo y no de acabar con este.
Sin embargo a casi ocho años de su estallido la crisis sigue sin solución y se ha extendido a todas las economías llamadas emergentes. La desaceleración china está empujando a la economía mundial en el báratro quitándole la presa que, en la década anterior, le sirvió para volver a subir. Esto es coherente con la dinámica propia del capitalismo que en realidad no resuelve sus crisis sino que las traslada a un escenario más amplio, es decir las hace más profundas y explosivas.
La crisis bajo el capitalismo se presenta como sobreacumulación de capitales y sobreproducción de mercancías. La razón de esto es estructural, es decir se explica a partir del funcionamiento mismo del sistema, basado en la extracción de cuanto más lucro de cuantos menos trabajadores y entonces destinado inevitable y cíclicamente a provocar aquellos excesos. Todas las crisis muestran el obstáculo a la producción y la distribución representado por la propiedad privada de los medios de producción y el Estado-nación. Pero esta en particular muestra contradicciones que van más allá del ciclo económico.
Los capitalistas enfrentan la crisis atacando las condiciones laborales y de vida de la clase obrera, abaratando costos como las materias primas y expandiendo mercados. Pero los Estados y los mercados están tan llenos de deudas – contraídas en el esfuerzo de alejar la crisis – que son ahora una vía del contagio y no la solución del problema. Los recortes a salarios y gastos sociales siguen a la compresión salarial que ya arrastrábamos del ciclo anterior. Los excesos son tales que no pueden ser reabsorbidos rápidamente por la economía, por esto los economistas burgueses hablan de décadas de estancamiento: generaciones enteras condenadas a vivir peor que sus padres.
Apostar por la recuperación del capitalismo, siempre más breve e imperceptible, para que el precio de las materias primas vuelva a subir quiere decir apostar a que el capitalismo avance sobre la clase trabajadora de los países industrializados (es decir apostar por la reacción en nombre de la revolución mundial, como lo hace Álvaro García Linera). Pero la austeridad está contrayendo aún más a los mercados, provocando la caída de los precios de las materias primas. Nuestros destinos no están en manos de buenos administradores del presupuesto estatal, sino están vinculados a la lucha de clase mundial.
El cepo cambiario
En la Argentina y en Venezuela no ha sido la crisis a confundir a sectores populares sino la confusión en lo gobiernos a la hora de enfrentarla. El programa de la derecha para Venezuela lo ha expuesto la famosa revista británica El Economista (The Economist): devaluación del 150%, aumento del precio de la gasolina, recortes del gasto social y préstamos del FMI para amortiguar la catástrofe social consecuente. Sin embargo un ajuste “gradual” ya lo estaba realizando una inflación de dos o tres dígitos. La economía real protestaba a gritos el agotamiento de cualquier hipótesis reformista y no fue escuchada por los reformistas.
En Venezuela y la Argentina hubo nacionalizaciones, hubo inversión pública y fomento al mercado interno, como en Bolivia; sin embargo a diferencia que en nuestro país se implementó un control de la circulación de dólares que motivó especulaciones y un mercado paralelo. Pareciera a los ojos del izquierdista boliviano que esta fue una decisión política desacertada; sin embargo el cepo cambiario fue la respuesta a una fuga de capitales que, en el caso de la Argentina, ha alcanzado un total equivalente al 40% de su PIB de 2014. En Venezuela solo entre enero de 2002 y enero de 2003 – en plena huelga patronal – las reservas internacionales cayeron de más de mil millones de dólares. La crisis que precedió al cepo cambiario, el cual empezó a acelerarla, era tanto económica cuanto sobre todo estratégica.
Los capitales empezaron a ser retirados por el saboteo capitalista y la pérdida de confianza en la economía argentina y venezolana. Las restricciones a la circulación de dólares debían evitar la fuga de capitales y favorecer así al capitalista industrial, al cual, sin embargo, pusieron trabas a la importación de insumos. Así mientras se beneficiaban a los especuladores, se venía abajo el sueño nacional-reformista de separar la burguesía “buena” de la parasitaria dentro de una “economía popular”. En vez de alardear nuestros resultados económicos deberíamos entonces preguntarnos: ¿qué haremos frente a una situación similar?
Avances y conciliación
El progreso experimentado por Bolivia en esta década no tiene parangón con ninguna otra época de su historia. Desde la reducción de la pobreza hasta el lanzamiento del satélite, desde el fortalecimiento de la infraestructura al gasto social y al crecimiento del empleo, todo testimonia a favor de la necesidad de planificar democráticamente la economía para resolver los problemas estructurales del país.
Estos logros impulsaron el ascenso y la consolidación del MAS como el partido con mayor legitimidad democrática de nuestra historia: en este gobierno las masas veían la continuación de sus propias luchas con otros medios. Sin embargo todos estos resultados se dieron en una coyuntura internacional caracterizada por factores políticos y económicos irrepetibles, como el elevado precio de las materias primas y la relativa debilidad del imperialismo.
Esto ha permitido que aquí, de manera consciente y aún más que en la Argentina o Venezuela, todas las transformaciones del tejido social y productivo boliviano se produzcan bajo el signo de la conciliación de clases, que se limita a patear en adelante lo que no es posible consensuar inmediatamente. Es a partir de esto que podemos entender el declive electoral y estratégico del MAS en los últimos dos comicios (subnacionales y autonómicos) y el hecho que el resultado del referéndum por la reelección se anuncia disputado voto a voto.
La nacionalización del gas se hizo con el consenso de las multinacionales. A este acuerdo contribuyó en parte el alejamiento del ex ministro Soliz Rada, que las multinacionales veían como un obstáculo a las negociaciones, pero sobre todo el aumento del precio del gas. Las multinacionales acabaron ganando más aun pagando más al Estado. Cuando el precio del gas bajó tuvimos un gasolinazo, retirado por la presión popular y reemplazado por incentivos menos vistosos como las devoluciones impositivas y la reciente creación del Fondo de Promoción a la Inversión en Exploración y Explotación Hidrocarburífera, que conceden a las multinacionales del sector un pago extra de hasta 55 dólares por barril de petróleo.
El capitalismo “andino-amazónico”
La política económica del gobierno se ha basado en los preceptos del equilibrio presupuestario, lo cual obviamente no está mal dependiendo pero de cómo se consigue. El gasto social no se ha financiado con una transferencia de la riqueza de los más acaudalados a los más pobres, sino con ingresos extraordinarios. En toda América Latina solo paraísos fiscales como Panamá, países gobernados por la derecha como Honduras o Paraguay o donde rigen todavía leyes de la dictadura como Chile, tienen una carga tributaria (impuestos) sobre las empresas más baja que Bolivia.
Los impuestos que gravan sobre el consumo, entonces sobre la clase trabajadora, representan casi un tercio de toda la recaudación tributaria en Bolivia. Los funcionarios del SIN organizan batidas diarias contra la evasión tributaria, cerrando tiendas y pequeños negocios, tanto que los gremiales dicen que el gobierno les ha declarado guerra. Mientras tanto una multinacional como San Cristóbal, a la cual corresponde un tercio de las exportaciones mineras de Bolivia, paga un mísero 4 por ciento de regalías.
El resultado, evidenciado en un estudio de la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL, agencia de las Naciones Unidas), es que Bolivia se ha convertido en los últimos años en el país más rentable para las multinacionales, a pesar de las parciales nacionalizaciones.
El aumento del salario mínimo acumulado resulta ser la mitad o hasta un tercio del aumento decretado por el chavismo y el kirchnerismo en sus primeros nueve años de gobierno, en condiciones menos favorables. No se ha reformado la legislación laboral. La creación de sociedades mixtas con las multinacionales ha convertido al Estado en el mejor y más eficiente capataz: bajo la figura del “funcionario público” se recortan conquistas salariales y sindicales de los trabajadores de sociedades mixtas como en la minería de Potosí.
Las colas para una ficha de un examen médico no se han eliminado con un plan de construcción de hospitales y creación de ítems – anunciado solo hace poco – sino que se ha querido hacerlo atacando los derechos laborales del personal en salud. Ante una emergencia habitacional dramática, el Estado boliviano se ha concentrado en planes que sirven a garantizar el lucro capitalista y de los bancos, permitiendo el acceso a la casa solo a quienes tengan ingresos por encima de los 6000 Bs mensuales. Y un largo etcétera sigue a esta lista.
Repercusiones de la colaboración de clases
Como dijimos, todo lo que el gobierno no ha podido pactar inmediatamente lo ha pateado en adelante. Así es que tenemos todavía a multinacionales que operan bajo el viejo régimen minero y AFPes que siguen cobrando lo que cobran a pesar de la reforma de hace cinco años. Todo esto obviamente tiene una serie de repercusiones tanto económicas cuanto principalmente políticas.
Las proporciones de la apropiación de la riqueza entre las clases sociales no se han modificado, a pesar de que todos han aumentado sus ganancias. El anuario estadístico del ASFI señala que 1969 cuentas bancarias superiores al millones de dólares concentran el 30,11% de todo el dinero depositado en los bancos, aun representando solo el 0,03% del total de los clientes. Al otro lado 4,9 millones de ahorristas, el 83,96% de los clientes, tienen cuentas inferiores a 500 dólares que representan pero apenas el 1,16% del dinero depositado en los bancos. Estas cifras reflejan una desigualdad enorme. Entonces en Bolivia no solo existen los márgenes y la necesidad de un viraje profundo a la izquierda, sino que se pude decir también que el peso de la burguesía en la sociedad queda intacto.
Con su moderación el gobierno boliviano ha jugado un papel de freno en el escenario internacional que ahora se le retuerce en contra en la forma de un potencial aislamiento. En el momento de mayor tensión entre Repsol y el gobierno argentino, Evo se reunía con los gerentes de esta multinacional que ratificaban la “alianza estratégica” con el gobierno boliviano y se jactaban de que el 95% de la mano de obra que emplean en Bolivia es subcontratada, mientras en Venezuela la ley del trabajo prohíbe formalmente la tercerización.
Este plan de conciliación de clase solo podía llevarse adelante con el más estricto control de los movimientos sindicales y sociales. Así a una mayor moderación en el campo de las políticas económicas y de las reivindicaciones sociales, ha seguido un mayor autoritarismo del gobierno contra cualquier forma de acción independiente de la clase obrera y demás sectores populares. Los ideólogos y operadores políticos del MAS apelan a la “consciencia social” de los movimientos sociales cuando son ellos mismos que la anestesian en nombre de un “diseño superior” que llama al pueblo pobre y trabajador a renunciar a la lucha de clases por no se sabe cuántas generaciones.
Burocratismo y corrupción
Cuanto más se baja la tensión, la militancia y la lucha en las organizaciones; cuanto más se plasma una juventud que habla de marxismo solo en los salones de la vicepresidencia y del Banco Central; tanto más aflora inexorable el burocratismo y su correlato de la corrupción, que no es más que la degeneración de una degeneración. El Estado se ha vuelto el articulador de todo el proyecto: tengo poder, entonces tengo “hegemonía” y puedo “derrotar y cooptar”. Una receta acabada para la corrupción elevada a sistema de lucha política.
Para los marxistas la administración obrera y de las masas sobre la planificación económica no es un adorno y menos aún un objetivo al que llegar. El capitalismo funciona por el interés de los capitalistas expresado en su control directo de la producción. La única manera para evitar acaparamiento de bienes públicos, corrupción y abuso de poderes en una sociedad donde sectores de la producción ya no están bajo este control directo del capitalista, es con la administración obrera y de las masas sobre la misma, ejercida a través de asambleas populares y otras instituciones de democracia directa. Solo así además los planes económicos responderán a las exigencias reales y serán por esto más eficientes.
Si no hay esta democracia directa cualquier oportunista sabe que “sumarse al proceso” es la mejor garantía de hacer carrera. El partido se vuelve organización política del aparato estatal defendiendo su condición. Esto acaba por influir sobre la misma capa de militantes que el partido ha “prestado” al Estado. La condición material determina la consciencia: el burócrata siendo engranaje de procedimientos administrativos impersonales, busca que los papeles estén en regla, no la solución de los problemas. Quiere que la estadística diga que ha habido una buena ejecución presupuestaria, no importa si se ha gastado por cosas inútiles. De esto a defender privilegios o buscar enriquecerse individualmente el paso es muy corto.
El fin del ciclo
Estos procesos y la propaganda del gobierno defendiendo que la crisis nos afectaría solo marginalmente – y no se entiende porque deberíamos ser anticapitalistas si descubrimos como salvar al capitalismo de sus crisis – es lo que nos pone en las peores condiciones para afrontar su inevitable llegada. De hecho por donde se mire queda claro que el ciclo de bonanza económica se acabó también para Bolivia.
Ya advertimos hace tiempo que Bolivia venía acumulando un potencial déficit comercial con el resto del mundo, debido al crecimiento lento y desigual de su aparato productivo. Hasta octubre de 2015 este déficit comercial ya suma poco menos de 500 millones de dólares. El recurso a una vía financiera, los préstamos, para que ingresen dólares es para evitar que este déficit genere presiones sobre el cambio oficial, devaluando paulatinamente la moneda nacional. Esto acarrearía otros problemas: el desembolso de préstamos – en su mayoría en dólares – concedidos en pasado por los bancos a los privados se harían más caros; las multinacionales empezarían a ganar menos etc.
Sin embargo los préstamos chinos tendrán un impacto positivo solo a corto plazo para convertirse luego en su contrario. La esperanza es que el precio internacional de las materias primas vuelva a subir, es decir que el capitalismo se recupere. Pero como esto está fuera de la vista, el dinero procedente del crédito chino e invertido en obras públicas, generaría más demanda sin que la producción crezca de manera acorde, es decir provocaría inflación. Además aunque los chinos, a diferencia del FMI y otras instituciones del imperialismo, no interfieran en la política económica de sus deudores, piden que se abra el mercado a sus mercancías y se contrate a empresas chinas. Nuestro déficit con China de hecho ha crecido de 191,4 millones de dólares en 2006 a 1.033,5 millones de dólares hasta octubre de 2015, siendo el mismo un factor de debilitamiento de la producción nacional.
Todos los economistas, por razones que sería superfluo explicar aquí, coinciden en que la construcción es el más sensible barómetro del ciclo económico: es en este sector que más rápidamente se muestran variaciones negativas en la capacidad de ahorro así como los problemas de sobreoferta. En 2015 los permisos de construcción concedidos son menos de la mitad de 2014, señal de una ralentización bastante brusca que inevitablemente se verá reflejada en una reducción del empleo ya a partir del próximo año.
En todos estos años uno de los más importantes motivos de satisfacción del gobierno ha sido que la importación de maquinarias e insumos para la industria ha crecido a niveles impactantes. En 2015 en cambio estas importaciones se redujeron de un aproximado 25%. En fábricas como la cervecería Huari de Oruro, así como lo vimos en Manaco y muchas otras, los empresarios empiezan a querer reducir el personal de planta, por efecto de las dinámicas propias del ciclo capitalista. En años pasados los empresarios pagaron el doble aguinaldo; este año hicieron de la ampliación de los plazos de pago una cuestión de vida o muerte. Al punto en que llegamos los capitalistas bolivianos necesitan apretarle más el cinturón a la clase trabajadora. Y el gobierno cedió, y sus economistas se dan cuenta que habrá que ceder más.
La cuestión de los liderazgos
Sin tomar en cuenta todos estos elementos de análisis uno no tendría como explicarse las encuestas que evidencian un elevado rechazo a la reelección. ¿Cómo puede ser si nos va tan bien? No habría respuesta si nos quedáramos a un análisis superficial de las cosas.
Esto demuestra que la cuestión de los liderazgos, al que se aferran muchos para explicarse las derrotas en Venezuela y la Argentina, tiene una importancia relativa. El ascenso de Evo ha representado en primer lugar el hecho que “los de arriba” estaban demasiado divididos, impotentes y deslegitimados para seguir gobernando como antes, y “los de abajo” simplemente ya no querían seguir siendo gobernados como antes. El hecho que este cambio en las correlación de fuerza entre las clases ha tomado la forma de un liderazgo carismático como el de Evo expresa el retraso de la revolución mundial, la complejidad de las relaciones sociales en Bolivia, el carácter diluido de la participación obrera a la insurrección popular y finalmente la ausencia de un partido revolucionario de masa basado en la acción consciente y directa de estas.
Pero esta correlación de fuerza no es algo que proceda de manera lineal hacia una siempre mayor madurez, sino que cambia dialécticamente producto de la lucha de clases y entre las diferentes capas de una misma clase o por la influencia de factores externos. Por esto Trotsky, en Clase, partido y dirección, texto que debería ser leído y estudiado una y otra vez por los activistas de hoy en día, escribió que “La victoria no es el fruto maduro de la “madurez” del proletariado. La victoria es una tarea estratégica” a partir de la cual empujar a las masas a ir hacia adelante.
En la huelga cívica de Potosí tuvimos un ejemplo de todo esto. Una pequeña burguesía precipitada en la crisis más rápidamente que la propia clase obrera, ha sido conquistada por la determinación a la lucha de una derecha “renovada”. La presión de las capas más bajas de la pequeña burguesía y de la clase media ha hecho trascender los límites de la lucha, ocupando minas de multinacionales y exigiendo su nacionalización. El gobierno se ha precipitado a tranquilizar a las multinacionales que no nacionalizaría y la clase obrera intervino en la lucha solo para defender las minas de una eventual toma. Así estas capas radicalizadas de pequeña burguesía han acabado sosteniendo a la derecha.
El MAS está haciendo una campaña despolitizada y tan personalizada sobre Evo, que ni la figura de Álvaro, segundo beneficiario de la eventual reelección, se muestra. Ocultar a Álvaro es para ocultar a los burócratas y vividores del “proceso”, pero esto es demasiado evidente a los ojos de la opinión pública. En la campaña el futuro es hecho coincidir con el pasado – “con Evo vamos bien” – pero no con el presente. Pero es con este mismo discurso despolitizado, acompañado en nuestro caso por la moderación y las concesiones a los poderosos, que la derecha ha ganado en Venezuela y la Argentina. Los problemas de la crisis y como darle una salida a la izquierda, del burocratismo y la corrupción son sistemáticamente eludidos, hasta convertirse en el discurso triunfante de la derecha.
¿Qué lecciones extraer?
El escenario post electoral difiere entre Argentina y Venezuela. Macri, con su discurso sobre la eficiencia y la unidad, está incursionando en el aparato político y sindical del peronismo. Esto pesará sobre las luchas contra el ajuste, pero ya se ve que no podrá impedirlas. En Venezuela, donde desde la lucha al golpe de 2002 la clase obrera se ganó un lugar en la vanguardia de la revolución, la base chavista sale a cuestionar a sus dirigentes pidiendo radicalización contra el burocratismo y nacionalizaciones contra la guerra económica. Los dirigentes en cambio, mientras llaman a la unidad popular empiezan a acariciar la idea de un pacto con los que provocaron la guerra económica para desactivarla.
La crisis del proyecto “del siglo XXI” no se ha expresado electoralmente en una radicalización a la izquierda. Esto porque no había ninguna opción viable para la base chavista y obrera del kirchnerismo para la radicalización. Pero, como era de esperarse, después de la derrota electoral las mismas bases del kirchnerismo y el chavismo están moviéndose para colocar la contraofensiva al ajuste en el terreno que más le corresponde, el de la lucha de clases. En Venezuela además la base del chavismo inscribe en sus banderas la defensa de Maduro porque están conscientes que la derecha va por Maduro para ir por ellos.
Lo que se ha demostrado por enésima vez es el fracaso del esquema nacionalista, reformista y estalinista, según el cual procesos como los que vivimos dilatarían la democracia burguesa a tal punto como para superarla. El sentimiento antiimperialista de las masas solo puede ser avivado con medidas audaces; todo lo que moviliza a los trabajadores y campesinos contra el imperialismo los moviliza también contra la burguesía nacional y su Estado. La moderación y la conciliación de clase, en cambio, son desmovilizadoras. El socialismo no es un objetivo sino el método de la lucha antiimperialista y por la solución de los problemas estructurales del país.
Los marxistas estamos firmemente a lado de las luchas que se libran hoy en Venezuela y la Argentina, poniendo el acento sobre la necesidad que las masas las combatan con sus propios medios: huelgas, comités, asambleas populares, congresos de las bases activas etc. En estos países se demuestra que la derecha, el reformismo y el burocratismo no pueden combatirse sin una corriente revolucionaria estructurada en el seno de las masas que funde su programa y métodos de lucha en el internacionalismo proletario y la acción consciente de las masas. Es la ausencia de este nivel organizativo y político lo que obstaculiza la radicalización. En Bolivia estamos a tiempo para concentrar todos nuestros esfuerzos en esta que es la batalla decisiva.