Votar no basta, hay que luchar por la Revolución
El proceso de descomposición del régimen político del capitalismo argentino, tiene una “contención” pasajera y relativa.
¿Por qué decimos esto? En las últimas semanas, antes del 9 de julio, existía una suerte de caída libre del régimen capitalista y sus expresiones políticas, tanto en Juntos por el Cambio y Libertad Avanza, como también en el Frente de Todos/Unidad por la Patria. No se veía un horizonte claro, ya que la burguesía se encontraba aún desanimada por el futuro inmediato, e incluso por las perspectivas a mediano plazo. La crisis económica y social abierta en la última década en el país, la región y el mundo, no ha encontrado aún una resolución que muestre una salida promisoria para las clase dominante.
Por el contrario, cualquier observador puede decir claramente cómo la clase dominante está descargando la crisis económica y social sobre las espaldas de los millones de mujeres y hombres de nuestra clase; dejan casi vacías las mesas obreras al emplear recortes, medidas de austeridad y despidos como formas de mantener sus ganancias en medio de la crisis, y, sin embargo, estas medidas no contribuyen en nada a mejorar el panorama económico: el estancamiento y la recesión continúan siendo los signos fundamentales de los tiempos por venir, en el mundo y en la Argentina.
El capitalismo buscó la expansión del crédito primero, como instrumento para paliar el deterioro que avanzó lentamente sobre las familias obreras y su capacidad de consumo, y luego, tomó la expansión monetaria como otro instrumento para contener la crisis, o, al menos, posponer su irrupción abrupta en el escenario del mercado mundial. Pero todas estas herramientas, aunque han atenuado durante ciertos períodos previos las manifestaciones más agudas de la crisis, de una manera u otra han terminado por profundizarla en la actualidad, aportando a su vez más presión sobre los músculos y nervios de la clase obrera. Lógicamente, a esto debemos sumar el Covid-19 y la guerra, que agudizó aún más el deterioro de la vida y del trabajo.
En Argentina esta situación ha golpeado de manera impactante: la pobreza llegó al 42,3% para el primer trimestre de 2023 y 46% para el bimestre abril-mayo de 2023, mientras que la economía “solidaria” o informal trepó a un 55%. La tasa de desocupación fue de 6,9 % en el primer trimestre del 2023, pero, aunque haya bajado el desempleo, el mismo es de muy baja calidad y remuneración, empujando a nuestra clase a dos o tres trabajos para “llegar” a fin de mes, y aún se espera el “efecto derrame” o “una mayor distribución”, como gusta decir a los capitalistas y sus representantes políticos. Todo indica que la crisis se instaló de manera estructural, y cualquier resolución de la misma, en términos favorables para los de abajo, implicará luchar por el derrocamiento del capitalismo.
Jujuy es el telón de fondo de la actual situación. Es verdad que la burguesía y sus lacayos políticos intentan lo imposible para tapar el sol con las manos. Pero todos somos plenamente conscientes que es imposible. Aunque muchas veces se nuble el sol, siempre estará detrás y volverá a salir todos los días. La represión de Gerardo Morales y su adlátere Carlos Sadir, tiene el propósito de mostrar que “Jujuy es el Norte”. La propaganda turística de la provincia encuentra un sentido para el conjunto de la burguesía argentina. Mostramos a Gerardo Morales como lo que se impone para doblegar a las masas ante el negocio del litio, que es la nueva “matriz productiva” de la Argentina y el mundo: la “energía “limpia”.
Pero esta “energía limpia” no lo es tanto. Por el contrario, es una energía que puede llegar a ser muy contaminante. La extracción de litio implica un elevado consumo de agua en el proceso: se necesitan aproximadamente 2,2 millones de litros de agua para producir una tonelada de litio. En tanto la producción de litio, bien sea en la Argentina, en Chile o en Bolivia, se efectúa en áreas de muy poca pluviosidad, y de difícil acceso al agua, la producción de litio afecta gravemente a las comunidades aledañas a los centros de producción. Así ocurre por ejemplo con la comunidad de Toconao, en el salar de Atacama, al norte de Chile. Lo que hoy sufren los pobladores de Toconao es lo que se les viene a nuestras compañeras y compañeros de las comunidades jujeñas, de triunfar Morales finalmente en la lucha actual. Asimismo, la extracción de litio también genera contaminación del aire.
Por otro lado, debemos considerar al petróleo y el gas, no en palabras de Gerardo Morales y JpC., sino en la voz de Sergio Massa, que, ha dejado en claro que la vía de “desarrollo” que quieren imponer a la Argentina se basa fundamentalmente en el extractivismo o la primarización de la economía. En ambos casos, la producción mediante fracking tiene consecuencias devastadoras para el medio ambiente. El fracking es la técnica utilizada para extraer los hidrocarburos atrapados en la formación geológica Vaca Muerta. Esta implica la inyección de decenas de millones de litros de agua limpia por pozo, mezclada con arenas silíceas y un cóctel de productos químicos, muchos de los cuales son tóxicos para la salud de las personas y el ambiente. Y así se explota desde el 2012. El gobierno Nacional está decidido a trasformar al país y el Océano Atlántico en un gran basural con la explotación de petróleo y el gas.
La complicidad explícita del FdT se expresa a gritos ante quienes resisten la represión feroz de Morales. Como si las cosas pudieran cambiar, Alberto Fernández llama a la intervención del PJ jujeño, una vez que aprobó la maldita reforma constitucional, y que avaló con su silencio bochornoso la represión y la cacería de los dirigentes sociales y de las comunidades. Mientras, la CTA de los Trabajadores junto a la CTERA llaman a una gran marcha nacional contra la represión del gobierno de Jujuy y contra las medidas que dan fuerza de ley -contempladas ahora en la Constitución previa aprobación por los convencionales- para la expulsión de las comunidades, la explotación del litio y del agua.
El llamado a una gran marcha nacional es un paso adelante, pero por si solo insuficiente. Lo que se requiere es un plan de lucha escalonado hasta la convocatoria de una huelga general nacional para su derrota, y, en el proceso de la misma lucha, imponer una agenda de reivindicaciones transicionales dirigidas hacia la puesta en pie de un gobierno de nuestra clase, hacia la instauración de un Poder Obrero en el país.
Lamentablemente, lo que no avanza en la vida retrocede, y estamos viendo un desgranamiento de la heroica y valiente lucha que lleva más de 40 días. Sin embargo, aún estamos a tiempo de rodear de solidaridad a la clase obrera y a las comunidades de Jujuy. Estamos a tiempo para que las asambleas sean rodeadas de la solidaridad de nuestra clase en cada rincón del país, en cada fábrica y barrio, en cada colegio y empresa.
Pero, al mismo tiempo debemos señalar que resulta incluso más fundamental, el papel que juegan las direcciones de las organizaciones de la izquierda que se encuentran actuando en el territorio y en el resto del país. Porque de su accionar dependerá en gran medida la posibilidad de contagiar al resto de la clase en el país del espíritu de lucha de las y los trabajadores y comunidades de Jujuy para poner en movimiento esa necesaria solidaridad de clase. De su accionar, en buena medida, dependerá la capacidad de movilizar a sectores de la vanguardia obrera e incluso de las masas a fin de romper el cerco político y mediático, parar la represión y lograr que la lucha avance.
Sabemos que se acerca el calendario de las elecciones de las PASO nacionales y las generales, pero sabemos mucho más de las deterioradas condiciones de vida, y del trabajo en nuestras barriadas, así como del medio ambiente en general, que siguen presentes y se agravan paso a paso.
La izquierda tiene un papel que jugar y una responsabilidad enorme ante la situación. Reivindicamos su presencia en los conflictos de Salta y Jujuy, pero esto no alcanza. Debemos acompañar el proceso de lucha, pero señalando sin titubeos que la lucha es contra el régimen de conjunto; en las calles, en las fábricas, centros de trabajo, escuelas y universidades, armados de un programa anticapitalista y con la perspectiva de organizar un plan nacional de lucha contra la reforma, contra el ajuste y contra el régimen capitalista, a través de un congreso obrero y una huelga general. Poco podemos hacer desde el parlamento, más que denunciar la complicidad de las leyes que oprimen a los millones de trabajadores, pero la lucha va, por mucho, más allá del parlamento.
El “vote a fulana o mengana” de la izquierda, no ayuda a comprender las tareas que tenemos por delante. Por el contrario, confunde y entorpecen la salida revolucionaria que necesitamos.
Hace falta una Revolución. Y no es un simple slogan o consigna que se encuentra disociada de la realidad. Por el contrario, no hay nada más utópico que la idea que se les está ofreciendo hoy a los millones de trabajadores del país, de que debemos ganar más escaños en el Parlamento, para luego tener la fuerza suficiente que nos permita convocar a una Asamblea Constituyente Soberana, que a su vez nos conduzca hacia una instancia “superior”. No hay nada más utópico, que pensar que dentro del capitalismo y su democracia parlamentaria podremos lograr las demandas más sentidas por los millones de obreros y obreras en el país.
¡No! Lo que hace falta es una vanguardia decidida que exponga como Tribunos Revolucionarios las calamidades a las que nos expone el sistema capitalista y los dueños de los medios de producción. Las 200 familias que nos expolian y explotan todos los días, las que oprimen a las mujeres de nuestra clase y las someten a salarios más bajos, aunque realicen el mismo trabajo que los varones, o las empuja a los abortos clandestinos, aunque se encuentre aprobada la ley de interrupción del embarazo.
Hace falta una Revolución ¡Sí! Para construir un futuro para nuestra juventud, que ve frustrados sus anhelos ante el flagelo de la miseria. Vemos como en la última década el planeta nos viene devolviendo con duros golpes -expresados en prolongadas sequías, tormentas sin precedentes, o lluvias torrenciales-, las agresiones que le ha propinado este sistema caduco que solo ofrece miseria, depredación y horror sin fin.
Nos encontramos en una época de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. La izquierda debe abandonar su posición electoralista y avanzar en la edificación de una alternativa real para las masas, armada con el programa de la revolución proletaria. Utilizar la tribuna parlamentaria para explicar, sin histeria y pacientemente, hacia donde nos conducen los dueños del país. Llamamos a hacer una delimitación de clase de los partidos patronales y sus candidatos de derecha votando críticamente a la izquierda. Poniendo como eje fundamental el debate que necesitamos como vanguardia: un debate fraterno y leal en la perspectiva de construir nuestro Partido Revolucionario y nuestro Poder Obrero; instrumentos fundamentales para el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una nueva legalidad, y de un Gobierno de las y los Trabajadores.
La Revolución socialista es la única línea para la victoria.