Huelgas generales contra Berlusconi
El viernes 24 de octubre diez millones de trabajadores participaron en la huelga general de cuatro horas convocada por las organizaciones sindicales -CGIL, CISL, UIL- contra la contrarreforma del sistema de pensiones anunciada por el gobierno de Berlusconi. Un millón y medio de trabajadores participaron en las más de cien manifestaciones que se celebraron por todo el país.
La huelga fue un claro éxito, particularmente en el sector público, enseñanza, transporte y ferrocarriles.
El gobierno de derecha, presionado por la Unión Europea y la patronal, decidió en septiembre lanzar un ataque frontal contra el sistema público de pensiones. La propuesta del gobierno obligarí a trabajar al menos cuarenta años (con todas las contribuciones pagas) antes de poder acceder a su jubilación.
La indignación de la clase obrera
El ataque llega en un momento en que ya existe un ambiente de furia entre los trabajadores que se está extendiendo masivamente. Este ambiente se ha alimentado con los continuos ataques del gobierno y ayuntamientos a prácticamente cada uno de los sectores del Estado de Bienestar, desde la educación a la sanidad. El aumento general de precios que está reduciendo el poder adquisitivo para millones de familias obreras ha añadido más material combustible a la situación.
Una razón más para la amargura y radicalización es el declive industrial del país. La producción industrial ha caído durante los últimos dos años. Las crisis, los cierres y las llamadas "racionalizaciones" están en el orden del día e inevitablemente provocarán conflictos importantes, como ya ocurrió el año pasado con los trabajadores de la Fiat.
Todos estos sentimientos se han canalizado y encontrado expresión el 24 de octubre.
Para ganar es necesario luchar
Después de la huelga general el gobierno ha reiterado su determinación de continuar con la contrarreforma; pero dada la situación, esta es una receta acabada para nuevas explosiones.
Otro elemento importante de la radicalización ha sido la lucha de los metalúrgicos. El mes de mayo pasado el FIM-CISL y el UILM-UIL, las organizaciones metalúrgicas del CISL y UIL, firmaron un acuerdo nacional por separado que afectaba a un millón y medio de trabajadores. El acuerdo, una bofetada en la cara para los trabajadores, no fue aceptado por el FIOM-CGIL, que es la organización sindical más grande. El FIM y el UILM se negaron a someter su acuerdo a votación entre los trabajadores. Por su parte, el FIOM decidió iniciar la lucha para repudiar el arreglo y conseguir un acuerdo decente.
La táctica propuesta por los dirigentes del FIOM es lanzar una serie de huelgas locales. La efectividad de esta táctica es más que dudosa, porque significa dividir la lucha. Pero a pesar de todos los errores y deficiencias de la dirección, los trabajadores están luchando. Las huelgas espontáneas, paros repentinos, breves y sin aviso ante la simple llamada del delegado sindical, bloqueos de carreteras siguiendo el modelo argentino de los piqueteros, etc., ahora son una característica común de la lucha. Demuestra que en uno de los sectores más importantes de la clase obrera industrial, la punta de lanza del movimiento sindical, está produciéndose un proceso claro de radicalización.
Organizar la respuesta
El 7 de noviembre hubo una huelga de ocho horas con una manifestación nacional en Roma. Ha sido otro éxito con 200.000 metalúrgicos manifestándose.
Los empresarios y el gobierno ahora están reaccionando con amenazas y medidas represivas. En más de una ocasión han recurrido a la policía para intimidar a los trabajadores.
Mientras escribimos este artículo todavía no está claro qué van a hacer los dirigentes sindicales si -como parece casi seguro- el gobierno no da marcha atrás. No se puede descartar otra huelga general antes de fin de año. Tenemos un gobierno debilitado, una creciente agitación dentro de la sociedad y gran disposición a luchar, además de la acumulación de contradicciones a todos los niveles. Todos estos elementos nos dicen que dentro de poco tiempo nos enfrentaremos a un punto de inflexión quizá más decisivo, en la lucha de clases en Italia.