El pasado sábado 9 de octubre, una turba de fascistas asaltó la sede nacional de la CGIL, el sindicato mayoritario de la clase obrera italiana, en el marco de una manifestación contra el certificado sanitario que planea imponer el gobierno Draghi. Publicamos a continuación la declaración de los camaradas de Sinistra Classe Rivoluzione, sección italiana de la CMI.
Las imágenes de los fascistas de Forza Nuova derribando las puertas de la sede nacional de la CGIL y corriendo por el interior, rompiendo libremente lo que estuviera a su alcance, hacen que te hierva la sangre. Fue un ataque deliberado contra el movimiento obrero y su principal organización.
Los fascistas, que pasan su miserable existencia entre agresiones racistas y homofóbicas, tienen a la organización independiente de los trabajadores como su enemigo estructural. Cualquier pretexto es bueno para atacar al movimiento obrero, y eso es lo que hicieron en cuanto tuvieron la oportunidad.
El hecho de que esta oportunidad surgiera en las movilizaciones contra el Pase Verde1 no minimiza el carácter discriminatorio de las medidas del gobierno, pero demuestra el papel que tiene la derecha en estos movimientos (incluso el líder de “IoApro”2 fue grabado dentro de la sede de la CGIL).
Se debe dar la respuesta más fuerte, compacta y decidida a este ataque escuadrista. En la mañana del domingo 10, todas las oficinas de la CGIL se mantuvieron abiertas y atendidas por delegados sindicales y trabajadores. Para el sábado 16 está convocada una manifestación nacional contra el fascismo y nuestro llamado es a participar en masa para hacer sentir en las calles la fuerza de la clase obrera, una fuerza ante la que palidecen estas organizaciones neofascistas.
La manifestación reclama la disolución de las organizaciones fascistas y es una reivindicación sacrosanta que suscribimos. Sin embargo, no podemos dar espacio a la ilusión de que esto sucederá apelando (y confiando en) el gobierno de Draghi y las “instituciones democráticas”, como hace Landini3.
El aparato del Estado conoce bien a los autores de la agresión del sábado y tiene un largo historial de colaboración con la extrema derecha. Roberto Fiore, el secretario nacional de Forza Nuova, andaba suelto después de escapar al extranjero en la década de 1980 por una condena por pertenencia a banda armada que acabó prescribiendo. Los miembros de Forza Nuova son perpetradores habituales de ataques contra inmigrantes, militantes de izquierda, etc., pero la organización continúa operando tranquilamente, con el debido respeto a la Ley Mancino4. Giuliano Castellino, el líder romano de Forza Nuova, ya había señalado a la CGIL como un objetivo a batir en la marcha del el sábado; mientras la ciudad se llenaba de policías y los edificios estratégicos estaban adecuadamente protegidos, la sede de la CGIL quedó indefensa. Ciertamente, no son estos aparatos a los que podemos llamar para resolver el problema.
En estos días estamos asistiendo a un coro de declaraciones de solidaridad y profesiones de antifascismo, desde Draghi a Bonomi5 e incluso a la derecha. Lo que temen estos señores no son los fascistas, a los que reservan para usarlos cuando sea necesario para trabajos sucios. Su temor es que esta provocación clamorosa provoque una reacción masiva que arrastre no solo a los Forzanovisti sino también a ellos mismos. Cualquier medida contra FN (como las que están por venir) tiene como objetivo evitar esta escalada, pero en última instancia no resolverá nada.
El Partido Democrático intenta capitalizar en este terreno (con la mirada puesta en las papeletas) con la moción presentada ante el Senado, pero no le importa estar en un gobierno de unidad nacional con quienes hacen del racismo su pan de cada día.
Draghi fue personalmente a mostrar su solidaridad a Landini, pero la respuesta concreta que plantea es una restricción generalizada a la libertad de manifestación. Es demasiado fácil predecir que estas restricciones se utilizarán mañana contra los trabajadores de Alitalia, Gkn, o los que perderán sus puestos de trabajo tras el segundo desbloqueo de los despidos el 31 de octubre.
Bonomi ofrece su solidaridad y pide a la CGIL que se mantenga firme en el pacto por el crecimiento, es decir, que evite movilizaciones mientras los patrones acumulan ganancias y los trabajadores son exprimidos como limones.
Lo que se ofrece al sindicato, disfrazado de solidaridad, es en realidad un abrazo mortal que debe devolverse al remitente. Como se recuerda que los fascistas comenzaron su ascenso con los asaltos a las Cámaras del Trabajo, también hay que recordar que los fascistas nunca fueron rechazados con la colaboración de clases, sino con la lucha de clases, desde la Resistencia hasta la gran huelga general de Génova de 1960.
La fuerza de una organización sindical radica en los trabajadores que la integran y en quienes la ven como un referente para la defensa de sus derechos. Si algo debilitó a la CGIL fue su sumisión frente a Confindustria y el gobierno de Draghi. Hoy millones de trabajadores necesitan un sindicato que organice una contraofensiva a las políticas patronales, despidos, sobreexplotación, muertes en el trabajo, medidas discriminatorias. La mejor respuesta al asalto fascista del pasado sábado es lanzar finalmente esta contraofensiva de clase, comenzando con la proclamación de una gran huelga general contra los fascistas, Confindustria y el gobierno de Draghi.
1 https://www.consalud.es/pacientes/especial-coronavirus/italia-hara-obligatorio-green-pass-covid-19-trabajadores-publicos-privados_102270_102.html
2 Plataforma italiana contraria a las medidas anti Covid
3 Secretario general de la CGIL.
4 Ley de 1993 que sanciona y condena la apología fascista.
5 Andrea Bonomi, dirigente de la patronal italiana.