El contexto político italiano, entre la crisis económica y la radicalización a la derecha del gobierno, la crisis del reformismo, la división de las burocracias sindicales y la entrada en escena del movimiento obrero, es una combinación explosiva que prepara para el futuro situaciones insurreccionales, como las vistas en América Latina.
El contexto político italiano, entre la crisis económica y la radicalización a la derecha del gobierno, la crisis del reformismo, la división de las burocracias sindicales y la entrada en escena del movimiento obrero, es una combinación explosiva que prepara para el futuro situaciones insurreccionales, como las vistas en América Latina.
Pero vayamos por orden. La crisis es global, pero los efectos que produce en Italia son particularmente graves. Entre el 12 de diciembre y el 12 de enero la industria prácticamente se detuvo, nunca había habido un parón general de un mes entero. Se han perdido 900.000 puestos de trabajo (especialmente precarios) y millones de trabajadores están siendo víctimas de ‘suspensiones de empleo’ durante diez o quince semanas, con salarios por debajo de los 700 euros.
La crisis golpea de lleno a la producción industrial y, en particular, el grupo Fiat, la empresa italiana más grande que contribuye con el 12% del PIB italiano. 58.000 trabajadores del grupo Fiat están bajo la amenaza de despidos por el cierre de dos de las cinco factorías situadas en el sur de Italia (Pomigliano d’Arco, en la provincia de Nápoles, y Termini Imerese, en Sicilia).
Nos enfrentamos a una crisis clásica de sobreproducción. Para dar una idea de lo que ocurre en el sector de la automoción, basta decir que, si bien hay una factoría de Fiat en Brasil, que produce 700.000 coches al año y una en Polonia que produce 400.000, y en Italia hay 4 fábricas del mismo tamaño y una más grande, de Mirafiori, en Turín, que en conjunto producen 600.000 automóviles (con una previsión para 2009 de 500.000), cada una de estas 5 plantas por sí sola puede garantizar un nivel de producción de hasta 800.000 coches. La utilización de la capacidad productiva instalada es de aproximadamente el 30%.
El gobierno de Berlusconi ha asignado 2 mil millones de euros en incentivos para el desguace de automóviles, una medida que permitirá a Fiat sumar beneficios sin garantizar futuro alguno a los trabajadores. En efecto, no existe un plan para asegurar los puestos de trabajo existentes y los incentivos excluyen la producción en el sur: Pomigliano y Termini Imerese. A pesar de los 3.000 millones de euros de beneficios conseguidos por Fiat en 2008, los propietarios no ofrecen ni un euro para integrar los ingresos de los trabajadores.
Lo más escandaloso es que mientras hay establecimientos que llevan 20 semanas parados, en Termoli (provincia de Campobasso, Italia central) la planta de motores da trabajo a 17 turnos a la semana obligando a los trabajadores a hacer horas extraordinarias.
El 27 de febrero hubo una huelga comarcal en defensa de la fábrica Fiat de Pomigliano. Esta huelga ha tenido un carácter de masas con delegaciones de trabajadores de Fiat de todo el país y la participación de 30.000 personas en la manifestación. Ni una fábrica, ni una escuela, ni una tienda abrieron en Pomigliano ese día. En la plaza, además de obreros, había estudiantes, comerciantes, artistas, trabajadores autónomos e incluso el obispo, las monjas y los niños de educación infantil.
Una verdadera lucha de todo un pueblo. Tal fue la participación que, incluso, un reaccionario como el Papa Ratzinger tuvo que mencionarla en el ángelus del domingo siguiente. El obispo de la zona fue más allá: hablando de la unión de los trabajadores se lanzó contra "los que quieren que la crisis la paguen los trabajadores."
En ese mismo mitin, Gianni Rinaldini, el secretario general de la Federación del Metal de CGIL, dijo que "habrá una manifestación nacional de todos los trabajadores del grupo Fiat en Turín". Al terminar el discurso, la plaza rugió de aplausos.
El panorama general
El conflicto de Fiat implica una división de las organizaciones sindicales. Aunque CISL, UIL y UGL (el sindicato de derecha) firmaron con el gobierno y la patronal un acuerdo que anula el convenio nacional y propone un modelo que se aproxime al corporativismo sindical, la CGIL se ha negado a firmarlo y convocó una manifestación nacional para el 4 de abril.
En la fase preparatoria ya hubo huelgas de sector, incluida la de 13 de febrero de la Administración Pública y del Meal secundada por más de 500.000 trabajadores. El 18 de marzo le tocará a la educación.
CISL, UIL y UGL están firmando una serie de acuerdos separados indignantes y se han mostrado dispuestos a firmar una nueva ley contra las huelgas que de ser aprobada daría lugar a una situación similar a la que existe en Inglaterra, donde el 90% de las huelgas son ilegales.
Los pactos sociales, aceptados en los últimos 15 años por la CGIL, han conducido a una situación en la que es la existencia misma del principal sindicato italiano está siendo amenazada por Berlusconi y la patronal Confindustria. Y, por supuesto, la burocracia no lo puede aceptar.
Así pues, la maquinaria de la CGIL está tratando de reaccionar, pero la única forma de hacerlo es radicalizar las consignas y objetivos, basándose en la combatividad del movimiento obrero. Sin embargo, tiene dificultades para hacerlo porque sus cuadros no son los de los años 70 y no están preparados para organizar el conflicto social que se abre: diferentes estrategias están chocando dentro de la CGIL.
Por un lado está el secretario general Epifani, que busca desesperadamente un acuerdo con la patronal para regresar a la vieja política de pactos sociales, pero sin éxito. Por el otro está el sector dirigido por Rinaldini, secretario general del metal, y Podda, secretario de administración pública, que están presionando hacia un giro a la izquierda de la CGIL. Se trata del mismo punto de inflexión en el que se encontraba Rifondazione Comunista en el congreso del pasado verano, después de la desastrosa experiencia del Gobierno Prodi.
El espacio a la izquierda es enorme
El Partido Demócrata en las elecciones regionales de Abruzos y Cerdeña perdió más de 10 puntos porcentuales. Esto condujo a la dimisión de Veltroni y a la elección de su adjunto, Dario Franceschini, a la secretaría del partido, con el 92% de los votos.
Darío Franceschini, para dar una idea al lector, es un político que proviene de la antigua Democracia Cristiana (DC), pero el único candidato alternativo, Parisi (8%), constituye una línea aún más a la derecha (proviene de la corriente del ex primer ministro Romano Prodi). No hubo ni un candidato procedente de los DS, el partido socialdemócrata que nació en 1991 de la disolución del antiguo Partido Comunista (PCI). La antigua burocracia socialdemócrata que permanece en el Partido Demócrata, que ahora es de hecho un partido burgués, ha sufrido otra derrota más. O más bien ha sido derrotada sin lucha, ya que ni siquiera fue capaz de apoyar a la CGIL en las luchas sindicales que se están dando desde el octubre pasado hasta ahora.
El principal problema que tiene la CGIL en este momento es que no tiene como referente a ningún partido político, cosa que nunca había ocurrido en la historia y esto se da justo cuando el ataque del gobierno y la patronal es el más duro de su historia. El PD no sólo no ayuda a las movilizaciones sindicales, no sólo ha salido del PSE (Partido Socialista Europeo), no sólo apoya la privatización, las leyes anti huelga, sino que persigue a la derecha en su mismo terreno de las políticas racistas y la destrucción del territorio.
El PD es un partido que sólo se ocupa de negocios, que gestiona empresas públicas a través de sus bancos y cooperativas de referencia en los gobiernos locales. No importa si está en el gobierno o en la oposición, el PD se encuentra totalmente de acuerdo con la derecha de Berlusconi. De hecho, una parte del PD está acosada por los escándalos de corrupción y las detenciones en todos los rincones del país.
El desafío al que se enfrenta hoy Rifondazione Comunista, junto con otras fuerzas menores de la izquierda, es fortalecer sus raíces entre los trabajadores, invertir en el conflicto, dar voz, dirección y representación a este movimiento que está en la calle y que no tiene representación alguna en el parlamento. Hacer de RC la nueva referencia de la clase obrera y de un sindicalismo combativo en Italia, dirigido por CGIL y articulado junto a la galaxia del sindicalismo extraconfederal (Cobas) que, por primera vez, marcharon juntos el 12 de diciembre y también el 13 de febrero.
Una nueva era se abre en Italia. Las bancas y las elecciones parlamentarias -en gran medida a favor de la derecha- no deben confundirnos a la hora de prever las sacudidas que se preparan en el país y que verán a la clase obrera italiana, sin duda, en la vanguardia.