En los primeros meses de 2009 hemos visto desarrollarse procesos aparentemente contradictorios. Por una parte, la disponibilidad de los trabajadores y la juventud para luchar contra los ataques del gobierno y la burguesía y, por otra, el fortalecimiento del gobierno de Berlusconi, que está buscando un giro autoritario.
En el congreso de fundación del Partido del Pueblo de las Libertades -PPL, el nuevo sujeto político en el que se unifican Forza Italia con Alianza Nazionale, los herederos del partido neofascista Movimiento Social Italiano- se festejó el fortalecimiento de lo que creen que es un gobierno invencible. El fiasco del PD El indiscutible dominio de Berlusconi no es una casualidad. Responde a necesidades concretas de la burguesía italiana, que por el momento aparca su crítica a los excesos del Cavaliere. La crisis, con la perspectiva de una explosión social, está haciendo que la patronal italiana sea empujada a confiar en el poder personal de Berlusconi y se lanza en los brazos del "bloque del orden" en torno a este gobierno. Dos millones de trabajadores se echan a las calles de Roma Por lo tanto, la total falta de oposición a nivel parlamentario está elevando al presidente del gobierno cual señor indiscutible de la política italiana. Sin embargo, la situación fuera del parlamento se caldea. Ha habido protestas en los últimos meses, algunas de ellas muy importantes. El 13 de febrero medio millón de trabajadores metalúrgicos y del sector público marcharon en Roma en ocasión de la huelga de ocho horas declarada por la central sindical, CGIL. El sábado 4 de abril, la CGIL llevó a dos millones de personas a las calles de Roma para oponerse al desmantelamiento de los convenios nacionales de trabajo. La voluntad de no dejar a Berlusconi y a la patronal, Confindustria, salirse con la suya fue el motivo por el que cientos de miles de personas quieren seguir el camino de las movilizaciones. El evento de Roma refleja dos cosas; la primera que los trabajadores no se rinden, la segunda que tenemos que continuar la lucha. El éxito de la movilización no puede ni debe ser excusa para que los dirigentes sindicales afirmen que esto es lo máximo que podemos hacer. Al contrario, hay fuerza y determinación por parte de los trabajadores para seguir adelante. La cuestión ahora es: ¿cómo hacer que un potencial tan grande de movilización sea aprovechado transformándose en un caudal de lucha enérgica, antes de que se disperse? ¿cómo plantear que el conflicto abierto el pasado otoño con las históricas movilizaciones en defensa de la educación pública se profundice?
Los patrones han entendido lo que está en juego y después de esta última demostración de fuerza han decidido no moverse ni un milímetro de su estrategia ofensiva. De hecho, a la ya larga lista de ataques que llevan a cabo -leyes antihuelga, aumento de la edad de jubilación de la mujer, manipulación del texto sobre la seguridad en el lugar de trabajo, etc.- se añadirá la confirmación del despido de más de 42.000 trabajadores de la educación pública en los próximos dos años. El 4 de abril ha sido una muestra indiscutible del apoyo que tiene la CGIL y también representa un hito. Pero, o se da un salto cualitativo en el conflicto o se corre el riesgo de que la dirección de la CGIL vuelva a moderar sus objetivos. Los trabajadores esperaban que el secretario general, Epifani, solucionara esta disyuntiva en el mítin del Circo Massimo en Roma. Sin embargo, y una vez más, Epifani no ha hecho otra cosa que pedir a Berlusconi, a Confindustria y a las otras dos principales centrales sindicales aliadas del gobierno (CISL y UIL), aunque con tono imperativo, que accedan a sentarse a otra mesa para discutir. Continuar la lucha Contrariamente a este planteamiento es necesaria una nueva etapa para elevar el nivel del conflicto. Resistir fábrica a fábrica, categoría por categoría, requiere otro nivel de organización, de determinación y unas consignas adecuadas a la situación: la nacionalización de los bancos bajo control obrero, la garantía de los salarios, el bloqueo de los despidos. En resumen, la puesta en discusión total de este sistema económico. |