Hace tan solo cinco semanas fuimos testigos del surgimiento del movimiento estudiantil politécnico más grande desde 1968. El intento de aprobación de un nuevo reglamento interno -con claros tintes represivos, que entre otras cosas significaba la entrada de la reforma educativa al Instituto Politécnico Nacional, representó para miles de estudiantes una afrenta que no estaban dispuestos a aceptar.
Ante los ojos incrédulos de las autoridades del IPN y del mismo gobierno federal, miles de estudiantes se organizaban en multitudinarias asambleas por escuela, en los salones de clase no se hablaba de otra cosa que no fuera el nuevo reglamento, los nuevos planes de estudio, el paro de la ESIA, y la palabra paro comenzaba a resonar por todos lados.
En cuestión de días el paro se extendió no sólo a las escuelas superiores, las vocacionales hicieron su aparición dándole un impulso al movimiento del que había carecido en los últimos años. Muy pronto los estudiantes tomaron las calles y se dieron cuenta que en sus manos tenían una fuerza tal, que era capaz de quitar a un director general y poner a temblar al mismo gobierno.
Para muchos la explosión de los jóvenes estudiantes del IPN no tenía sentido, en los periódicos, los noticieros y en los programas de opinión los analistas de la burguesía culpaban a la ahora ex directora general Yoloxochitl Bustamante Diez de insensible a las demandas de los estudiantes, al unísono reclamaban que si ella hubiera escuchado a los estudiantes las movilizaciones jamás hubieran ocurrido. Sin embargo cualquiera que hubiera estado en las asambleas sabe que la realidad es muy diferente. Es cierto que la aprobación del reglamento interno fue la gota que derramó el vaso, pero es difícil explicar movilizaciones de tal magnitud y combatividad sin enmarcarlas dentro del contexto en que se desarrollan.
¿De dónde salió tanta rabia?
Si analizamos la historia del Politécnico, nos damos cuenta que esta es la historia de la lucha de sus estudiantes por mantener vivo el espíritu cardenista y de clase que le dio vida, pero también es la historia de los golpes que el estado mexicano ha dado a la educación pública superior y al politécnico particularmente. Recordemos que el IPN surge en el marco de la expropiación del petróleo, en un momento en que el país necesitaba desarrollar los cuadros técnicos que ayudaran a impulsar el desarrollo de la industria nacional, a la par que surgió como una iniciativa para que los hijos de los trabajadores y los campesinos pobres tuvieran acceso a la educación superior.
Parece paradójico que ahora que se ha regalado a empresas privadas la industria energética, se intente terminar con el Instituto Politécnico Nacional y su proyecto fundacional.
Sin embargo no podríamos reducirlo todo al reglamento interno o a la reforma energética pues ambas son parte de un paquete mucho más amplio de reformas que el politécnico y el estado mexicano han impulsado bajo la lógica imperante en el sistema capitalista en que vivimos, un sistema económico, en el que no interesa si los trabajadores y sus hijos se quedan sin educación, trabajo, servicios de salud, etc., siempre y cuando el patrón siga acumulando riqueza.
En el caso del IPN desde el 2002 se ha intentado encauzar el modelo educativo del politécnico hacia los intereses de la industria privada y al servicio de las grandes trasnacionales, que necesitan mano de obra calificada y a bajo costo, capaz operar la tecnología que ellos ya han desarrollado en sus respectivos países. Ante tales necesidades el IPN ha impulsado las llamadas salidas laterales y la modificación los planes de estudio que abaratan la fuerza de trabajo y merman la calidad educativa.
De igual manera en los últimos dos años hemos visto como han sido aprobadas la reforma laboral, política, en telecomunicaciones, educativa, hacendaria, energética y otras más; es decir, un paquete de reformas tan agresivo que pretende terminar con toda una serie derechos ganados por el pueblo mexicano desde la época de la revolución.
Ante tal panorama a los jóvenes se nos ha arrebatado el futuro. Hoy en día la idea de estudiar, encontrar un empleo, trabajar, comprar una casa y llegar a jubilarte al paso de unos años es un sueño que para millones de jóvenes quedara en eso, un sueño.
Es en lo anterior, donde los analistas de la burguesía deberían buscar sus respuestas. Son los ataques constantes a los derechos más básicos los que dan vida a nuestra lucha.
¿Ahora qué sigue?
El movimiento del IPN fue una chispa en pradera seca, de un momento a otro, estudiantes de la UNAM, la UAM, la UACM, la ENAH y muchas otras universidades públicas veían con interés el despertar de los politécnicos, de haberse dado un llamado serio por parte de la AGP en apoyo a la lucha del poli estas sin duda la hubiesen secundado.
Después de 2 años donde el priismo hizo y deshizo, fueron los estudiantes los primeros en detener una reforma que emanaba del mismo gobierno federal, fueron ellos los únicos que lograron plantarle cara al estado y ante quienes el gobierno aún no ha podido vencer.
Desde que inició el movimiento, el estado sabe que esto lo tiene en una posición muy vulnerable, si los estudiantes y el pueblo trabajador sacan las conclusiones correctas conocerán su verdadera fuerza. Cuando los estudiantes y los trabajadores entran juntos a la lucha son capaces de quitar directores generales, gobernadores y por qué no, presidentes. Pero el movimiento no solo debe aprender de lo que es capaz de hacer, lo más importante es que en la práctica los estudiantes del politécnico y los normalistas han demostrado que el camino está en la movilización en las calles y la unidad con los trabajadores.
No es coincidencia que Osorio Chong intentara por todos los medios dar solución rápida a las demandas del IPN. Pese a todo pronóstico este recibía con bombo y platillo a los politécnicos mientras a nuestros compañeros normalistas se les respondía con balas. El secretario de gobernación pretendía lavar la cara del régimen, mostrándolo como un gobierno que dialoga con los estudiantes. Pero nosotros sabíamos que aquel que se presentaba en el templete, no era otro, más que un priista del viejo régimen, vinculado al narcotráfico y, junto a Emilio Chuayffet, responsable de la masare de Acteal en el sexenio de Ernesto Zedillo. Representan lo peor del viejo PRI.
Con esos antecedentes lo sucedido en Ayotzinapa no algo que deba sorprendernos, solo es una pequeña muestra de lo putrefacto que se encuentra un sistema del cual EPN y su gabinete son dignos representantes. Para nosotros resultaría impensable confiar en un gobierno que aparenta tender una mano cuando con la otra asesina estudiantes.
Ahora resulta evidente que desde sus inicios el PRI intento colgarse del movimiento, utilizando el legítimo descontento de los estudiantes para desplazar a los grupos panista a lo interno del IPN y poco a poco posicionar a los viejos dinosaurios priistas que van ganando terreno rumbo a la designación del nuevo director general.
Sin embargo, la última palabra no la tienen ellos, somos los estudiantes del politécnico quienes tenemos en nuestras manos la posibilidad de marcar un antes y un después en la historia del IPN. El dialogo público de igual forma pretende ser un instrumento para que el Estado trate de mostrar un falso rostro de dialogo y tolerancia, tratando su imagen después de aprobar tantas reformas contra el pueblo trabajador y por el escándalo de Ayotzinapa. Debemos dejar claro que si el Estado está dispuesto a dialogar y resolver nuestras demandas es por las contundentes movilizaciones que hemos realizado y por el miedo a que la lucha se termine de unificar y extender. Los dialogadores deben dar voz a nuestras demandas, denunciar los ataques que se han dado contra nosotros durante décadas, desenmascarar el carácter real del gobierno de Peña Nieto y ganarse los oídos y simpatías de los estudiantes y trabajadores del país, que nos estarán escuchando, haciendo llamados serios para salir a las calles y unificar las luchas.
Ahora que tenemos a pocos días el dialogo público es necesario preparar el terreno que nos permita llegar al congreso nacional politécnico de manera organizada. En la lucha de la UNAM de 1986 se consiguió un congreso, este se realizó hasta 4 años después y fue utilizado por las autoridades para golpear y atacar al movimiento estudiantil. Un congreso en sí mismo no resolverá nada, este debe tener un carácter verdaderamente democrático y estar acompañado de la movilización de los estudiantes, profesores , trabajadores y, de ser posible, del pueblo en general para asegurar que se consigan cambios sustanciales en beneficio de la comunidad y el pueblo trabajador al que se debe nuestra institución.
Ayotzinapa un punto de inflexión donde no tenemos nada que perder
Lo que sucederá en estos días resulta un tanto incierto, entre los jóvenes se puede sentir un gran descontento, rabia e indignación. La desaparición de nuestros compañeros normalistas y la exigencia de su presentación con vida es una lucha que encauza toda esa rabia y en la cual no podemos claudicar.
Si el movimiento quiere triunfar es necesario romper las barreras de las universidades tal y como sucede en Guerrero y extender la lucha a otros sectores, como el magisterio y las policías comunitarias, pues solo así, de manera unificada, es como podremos enfrentar al gobierno.
Cuando los jóvenes dejan la rutina y luchan por transformar su día a día aprenden cien veces más rápido de lo que lo hacen en periodos normales. En las últimas semanas hemos aprendido que no podemos confiar en este gobierno, que si queremos arrebatares el futuro que nos han robado, solo lo lograremos luchando.
Al estado no le importa si somos politécnicos, normalistas, universitarios, uacmitas o trabajadores, ellos están dispuestos a masacrarnos si es necesario.
Esta es una batalla que debemos ganar, pero mientras no transformemos de raíz este sistema capitalista de opresión y explotación serán cada vez más las luchas que tendremos que emprender. Las y los jóvenes necesitamos una herramienta capaz de dirigir todo ese descontento para dar golpes certeros al monstruo que representa el capitalismo y esa herramienta no es otra, más que la organización. Compañero estudiante, desde el Comité De Lucha Estudiantil Politécnico y el Comité Promotor de la Unión de Estudiantes Revolucionarios te hacemos un llamado a luchar hombro a hombro con nosotros.
¡Vivos de los llevaron!
¡Vivos los queremos!
¡Trabajadores y estudiantes, unidos y adelante!