El problema de la "inseguridad" pasó al primer plano del debate. Lo cierto es que somos las familias trabajadoras quienes más la padecemos y los más interesados en su erradicación.
La derecha quiere endurecer otra vez el código penal (pese a que hace dos años se endurecieron las penas, por exigencia de Blumberg), y dar más poderes a las fuerzas represivas del Estado (policía, jueces y militares), corroídas por la corrupción, el afano y el desprecio por los trabajadores y el pueblo pobre.
En realidad, a esta gente nada le importa la inseguridad que se vive en nuestros barrios, porque nunca entraron en ellos, como tampoco les importa nuestros salarios bajos, ni el empleo precario, ni las largas jornadas de trabajo.
Es llamativo que ni Blumberg, ni Macri, ni Lavagna, (pero tampoco el gobierno de Kirchner) denuncien la delincuencia de los empresarios evasores, ni de los empresarios explotadores responsables de los accidentes laborales que matan cada año a más de 1.000 trabajadores. No denuncian la inseguridad que sufren los trabajadores que son despedidos o represaliados por empresa-rios negreros cuando exigen sus derechos. Tampoco denuncian la mafia enquistada en el Estado, formada por policías, jueces y antiguos miembros del aparato policial y militar, causantes de algunos de los delitos más relevantes que se cometen en el país.
Los trabajadores y vecinos en los barrios han dado muestras de cómo combatir la inseguridad, organizando patrullas de control y sistemas de vigilancia colectiva; y denunciado la connivencia de policías con delincuentes del barrio. Con una mayor organización por parte de sindicatos y organizaciones populares, este tipo de medidas disuasorias contra la delincuencia serían muchísimo más efectivas que llenar las calles de más policías, unido a un fuerte aumento de las inversiones en las infraestructuras de los barrios, con la promoción de la cultura y el ocio sano, viviendas dignas, bibliotecas y salas de cine, etc.
Hay que decir la verdad. La "inseguridad" es producto del sistema capitalista, que engendra la corrupción y la podredumbre de la que aquélla se nutre. Un sistema que tiene como moral suprema la búsqueda del lucro y del dinero fácil para vivir como parásitos, genera inevitablemente la violencia física sobre los más débiles. Sólo una sociedad socialista, libre de la explotación y el afán de lucro puede terminar con esta lacra, lo mismo que con la violencia, las guerras y la injusticia social.
Corriente Socialista El Militante – Buenos Aires, 12 septiembre 2006
