El movimiento de masas en Hong Kong acaba de ganar su demanda clave: la retirada del odiado proyecto de ley de extradición que le permitiría al gobierno de Beijing la extradición a China continental de cualquier persona sospechosa de criminalidad. Pero ninguna de las otras cuatro reivindicaciones, como la de una investigación independiente sobre la brutalidad policial, se ha conseguido aún.
Hong Kong sigue sin sufragio universal en uno de los lugares más desiguales del mundo. El actual movimiento de protesta (y la reacción intransigente del Estado hacia él) ha transformado a Hong Kong hasta tal punto que es difícil imaginar cómo se puede resolver la situación y restaurar el statu quo. El movimiento debe continuar hasta que el gobierno sea derrotado decisivamente.
Brutalidad policial
Las protestas se vieron conmocionadas desde el principio por una severa represión y provocación de la policía, que se ha intensificado en las últimas dos semanas, en un intento de provocar, dividir y debilitar aún más al movimiento.
Pero esta continua campaña de violencia policial, y especialmente su reciente escalada, ha socavado por completo las ilusiones populares en la policía y el Estado. Millones de personas han quedado aborrecidas ante estas instituciones, al descubrirse su verdadera naturaleza: una pandilla de hombres fuertemente armados que existe para proteger la propiedad de los súper ricos y mantener en sus términos el orden establecido.
El 14 de agosto, cientos de trabajadores del Hong Kong MTR (la red de servicios de transportes) firmaron una petición contra el uso indiscriminado de gases lacrimógenos por parte de la policía en las estaciones de metro y trenes. El gas lacrimógeno forma parte prácticamente del aire que se respira en Hong Kong en los últimos tres meses. Como resultado, el sindicato de farmacéuticos ha pedido públicamente que se detenga su uso por parte de la policía y que el gobierno distribuya máscaras de gas a los residentes. En palabras de la profesora Mónica Kräuter, de la Universidad Simón Bolivar de Venezuela, el uso de gases lacrimógenos en interiores no está permitido en absoluto, ya que libera productos químicos tóxicos que pueden causar cáncer y pueden tardar hasta una semana en desaparecer de estos espacios confinados.
Como era de esperar, esto no ha disuadido a la policía. En la noche del 31 de agosto, la policía irrumpió en la estación de metro, Prince Edward y, según un testigo presencial, “los agentes se subieron al vagón y golpearon a las personas que se encontraban en él, independientemente de si eran manifestantes o simplemente pasajeros”.
“Ignoraron el reglamento sobre armas y dispararon gases lacrimógenos en el vagón, que de hecho es letal. Además, golpearon a personas inocentes y les causaron heridas graves. Algunos pasajeros se arrodillaron ante ellos pidiéndoles que se detuvieran, pero la respuesta que obtuvieron fue golpearlos aún más fuerte y rociarlos con gas pimienta”.
Este incidente se puede ver en este impactante video:
La intensa y generalizada violencia policial provocó una afluencia de pacientes a hospitales que necesitaron tratamiento por lesiones graves. Como resultado, cientos de trabajadores en 13 hospitales protestaron en contra de la policía.
Los incidentes de brutalidad policial han sido demasiados como para enumerarlos. Sin embargo, cabe destacar el abuso sexual constante contra las manifestantes por parte de la policía. Y el despliegue y uso de camiones con cañones de agua cargados con tinta azul para manchar a los manifestantes (y a cualquier desafortunado transeúnte), haciéndolos fácilmente identificables por la policía durante días después.
La brutalidad ha sido reconocida no sólo por una capa de activistas incondicionales, sino por la mayor parte de la sociedad de Hong Kong y, por supuesto, de la juventud y la clase trabajadora, en general, de ahí la demanda de una investigación independiente sobre la brutalidad policial, que el gobierno todavía se niega a otorgar. El Estado nunca permitirá una investigación real sobre la conducta de su propio pilar de existencia. Sería necesario derrocar al gobierno para que la gente pueda obtener justicia.
El régimen utiliza métodos de lucha de clases
El régimen está atacando cada vez más a los manifestantes en líneas de clase, apoyándose en ciertos empresarios para despedirlos. Cathay Pacific, la aerolínea “nacional” de Hong Kong, fue amenazada con un boicot por parte de Beijing, que también prohibió a cada uno de sus trabajadores implicados en las protestas tripular vuelos sobre el continente. Al menos dos de sus pilotos fueron despedidos.
El 23 de agosto, Rebecca Sy, presidenta del sindicato de asistentes de vuelo de Cathay Dragon, fue convocada a una reunión en la que se le mostraron extractos de su perfil de Facebook. Éstos incluían publicaciones de apoyo a la huelga general del 5 de agosto (ella participó también en la huelga junto a muchos de sus compañeros trabajadores de Cathay). Fue “despedida” de su trabajo como azafata.
Universidades como la City University of Hong Kong han desaconsejado a sus estudiantes participar en protestas e, incluso, en debates políticos. Y el 17 de junio:
“[Las] noticias dieron a conocer que la policía podía acceder libremente al sistema de la Autoridad del Hospital (AH) para verificar información sobre los manifestantes heridos. La AH negó haber compartido información con la policía, aunque al menos cinco manifestantes fueron arrestados mientras buscaban ayuda en los hospitales”. (Hong Kong Free Press, 28 de agosto).
El 2 de septiembre, cientos de empleados del hospital Queen Mary se declararon en huelga contra la represión.
Hong Kong tiene una reputación de libertades y derechos humanos, una reputación que siempre fue ilusoria dada la falta de sufragio universal, sin mencionar las condiciones de vida abrumadoramente costosas que obligan a la mayoría de los trabajadores a extender su jornada laboral, de entre la más largas del mundo. Estas ilusiones se han desvanecido revelando un régimen que lucha con uñas y dientes para aplastar cualquier intento significativo de cuestionar su autoridad.
Provocación
La estrategia del régimen es utilizar la desorganización del movimiento para dividirlo. Sabe que hay una gran cantidad de manifestantes dispuestos a tomar medidas directas, dramáticas y peligrosas que, en sí mismas, son estériles, como la destrucción del Legco (parlamento de Hong Kong).
Las autoridades esperan que al provocar tales acciones, el sector más radical se aísle, justificando una mayor intensificación de la represión y el agotamiento del movimiento.
Por estas razones, el viernes 30 de agosto, Joshua Wong y Agnes Chow, manifestantes de primera línea y líderes del partido Demosisto, junto con parlamentaristas como, Jeremy Tam y Au Nok-hin, fueron arrestados a plena luz del día. Otro destacado manifestante que fue arrestado, Jimmy Sham Tsz-kit, fue agredido físicamente durante el proceso.
Desafortunadamente, la provocación pareció funcionar. En lugar de utilizar los arrestos como pretexto para seguir adelante con la protesta masiva prevista para el sábado 31 de agosto, los líderes del movimiento del Frente Civil de Derechos Humanos cancelaron la protesta. Como resultado, un grupo mucho más pequeño de unos cientos de manifestantes incondicionales se quedaron solos.
Ya sea por frustración o en un intento por inyectar algo de radicalismo en la debilitada protesta, los manifestantes procedieron a rodear la estación de policía en Wan Chai y arrojaron cócteles molotov. La policía respondió rociándolos con la tinta azul de sus nuevos cañones, y luego lanzó el ataque indiscriminado en la estación de Prince Edward, mencionado anteriormente.
El peligro del liberalismo
Estas acciones radicales pero infructuosas son producto de la dirección liberal y desorganizada del movimiento. Sería mucho más radical, y efectivo, organizar el movimiento sobre una base de clase. Esto significaría realizar una huelga general poderosa, que ya cuenta con el estado de ánimo necesario. También le daría al movimiento un carácter más estructurado y disciplinado, porque en la organización de esta huelga, los trabajadores y estudiantes tendrían que convocar reuniones masivas y elegir comités de huelga para coordinarlo y evitar acciones directas imprudentes e ineficaces.
Los trabajadores migrantes deben ser incluidos en la lucha
Una ciudad cosmopolita como Hong Kong es el hogar de más de 385.000 trabajadores migrantes, la mayoría de los cuales provienen de Filipinas e Indonesia y trabajan como empleadas domésticas. Si bien contribuyen con más del 3,9 por ciento del PIB de Hong Kong, estos trabajadores están extremadamente oprimidos por sus empleados, sufren intimidación y acoso sexual, y viven en condiciones abyectas. Según Hong Kong Free Press, sólo el 18 por ciento de los trabajadores migrantes tiene una cuenta bancaria y el 85 por ciento tiene altos niveles de deuda.
Las demandas democráticas puramente liberales del movimiento actual no pueden abordar las contradicciones sociales capitalistas de las cuales surgió la explosión reciente, y mucho menos las necesidades de los trabajadores migrantes oprimidos. Sin embargo, la presión de los acontecimientos también está empujando a los trabajadores migrantes a adoptar una postura. El 28 de agosto, el Sindicato Filipino de Trabajadores Migrantes en Hong Kong denunció que muchos empresarios han estado tratando de aprovechar los disturbios y presionar a los trabajadores migrantes para que renuncien a sus ya pocos días de descanso. El Sindicato de Trabajadores Migrantes de Indonesia también explicó que a muchos trabajadores les resultaba difícil adaptarse a los nuevos horarios que los empresarios les exigían.
Este es una sector importante de la clase trabajadora en Hong Kong que, con una dirección socialista firme, podría ganarse para la lucha actual defendiendo un programa de lucha también aplicable para ellos. La inclusión de este sector de la clase trabajadora también abre el camino para difundir la lucha de clases en el sudeste asiático y podría dar un golpe extra a los intereses del imperialismo chino y captar la atención de todo el movimiento. Como ejemplo, cuando el presidente derechista filipino visitó China buscando apoyarse en la capital china para fortalecer al gobierno burgués de Filipinas, un sindicato filipino declaró su solidaridad con el movimiento Anti-Extradición en su cuarto Congreso a finales de agosto.
El movimiento debe incluir claramente las reivindicaciones de los trabajadores migrantes como parte de un programa socialista de lucha que beneficie a todos los trabajadores por igual. Si tales demandas se presentan enérgicamente y, por lo tanto, atraen el apoyo de los trabajadores migrantes, entonces la naturaleza de clase de este movimiento mejoraría enormemente y, a su vez, les mostraría a los trabajadores chinos en el continente que ésta es una lucha de clases a la que vale la pena unirse. Esto también detonaría la cobertura unilateral de los medios a favor del Partido “Comunista” de China (PCCh), que busca dividir a la clase trabajadora de Hong Kong y China continental. La inclusión de la lucha de los trabajadores migrantes también obligaría al movimiento a romper con la patronal burguesa o pequeñoburguesa, que actualmente se cuela en la lucha contra el proyecto de ley de extradición.
Entre una base combativa y una dirección obrera tímida
Desafortunadamente en Hong Kong, los líderes sindicales actuales que participan en la lucha contra la extradición, no cuentan con el programa para desarrollar todo el potencial del movimiento. La Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU), si bien no es considerada seriamente por muchos trabajadores de base como su dirección, desempeña un papel de amortiguación más que inspirador. Aunque los trabajadores de base de la HKCTU apoyan la convocatoria de huelgas, la dirección se contenta con limitar cualquier lucha laboral dentro del ámbito de la ley, poniéndose a la cola de las demandas democráticas liberales, en lugar de elevar la protesta a una que luche por reivindicaciones sociales, dirigidas contra el capitalismo.
Hasta la fecha, la HKCTU continúa aconsejando a los trabajadores que “hagan huelga” mediante vacaciones con el permiso de sus patrones. Si bien los pequeños comités de huelga parecen haberse formado a partir de las bases, como lo ejemplifica una conferencia de prensa de representantes de trabajadores anónimos de 21 industrias, celebrada el 29 de agosto, la HKCTU se ha limitado prácticamente a animar, en lugar de organizar activamente la participación de los trabajadores. Como resultado, el número real de trabajadores en huelga ha estado muy por debajo de las marchas de un millón de personas que presenciamos en el período anterior, incluso muy por debajo de la afiliación declarada de la HKCTU. En la última huelga del 2 al 3 de septiembre, más de 40.000 trabajadores se declararon en huelga de forma valiente, pero la HKCTU podría haber movilizado a más personas si hubiera tratado de preparar seriamente una huelga general. Tampoco parece estar desempeñando un papel a la hora de conectar el movimiento obrero con las protestas masivas simultáneas que se están presenciando en los campus universitarios de Hong Kong.
Si bien la Federación Sindical de Hong Kong (HKFTU), controlada por el PCCh, continúa manteniendo el liderazgo sobre la mayoría de los trabajadores organizados en Hong Kong, debido al papel combativo que desempeñó bajo el colonialismo británico, se ha convertido en un órgano aliado de la burguesía de Hong Kong para controlar a la clase obrera. El alcance de la subordinación de la HKFTU a la burguesía se ejemplifica con el hecho de que algunos de sus líderes se convirtieron en miembros fundadores de la Alianza Democrática para el Mejoramiento y el Progreso de Hong Kong (DAB) en 1992, ahora el principal partido burgués pro Beijing en Hong Kong. La HKCTU, fundada en 1990 en un contexto de clara degeneración de la HKFTU, supuestamente se formó para ofrecer a la clase trabajadora una alternativa combativa.
Si la HKCTU tuviera una dirección socialista combativa, podría haberse aprovechado fácilmente del vacío existente e inspirado a las bases más avanzadas de la HKFTU para que se les unieran y transformarse en la dirección indiscutible de la clase trabajadora de Hong Kong. Sin embargo, la perspectiva tímida y reformista de los líderes de la HKCTU ha frenado constantemente al sindicato para que pueda hacerlo.
Aquellos trabajadores y jóvenes más conscientes de clase, afiliados a la HKCTU, deberían lanzar un programa inspirador dentro del sindicato que desafíe seriamente la visión cobarde de los dirigentes actuales, organizando comités de huelga y votaciones para la huelga entre todos los sectores de la clase trabajadora, para reunirlos bajo la bandera renovada de una HKCTU más luchadora. También deberían presentar claramente una perspectiva independiente de clase, explicando que las huelgas no necesitan el consentimiento de la patronal, y que un partido de masas de la clase trabajadora es una herramienta política necesaria para que todos los trabajadores de Hong Kong desafíen la dictadura de su burguesía, patrocinada por el PCCh, incluyendo explícitamente las reivindicaciones de los trabajadores chinos y migrantes continentales en su programa contra el capitalismo.
Se necesita un programa y una organización más audaces
Para que el movimiento avance, se requiere un programa socialista para ampliar su atractivo y resolver los problemas subyacentes en la sociedad de Hong Kong, que son los problemas del capitalismo, no sólo del autoritarismo.
Las condiciones de vida insoportables, los costes de la vivienda, los salarios y las horas de trabajo caracterizan la opresión diaria y agotadora a que se enfrenta la clase trabajadora de Hong Kong. Se necesitan derechos democráticos para poder luchar para cambiar la sociedad a favor de la mayoría de la población, lo que significa armarse de un programa socialista. Detrás del gobierno de Hong Kong se encuentra el régimen de Beijing, que no cederá a menos que se vea amenazado más de cerca en casa. Los problemas de la clase trabajadora de Hong Kong son los mismos que enfrentan sus hermanos y hermanas en el continente. Armados con un programa socialista, se podría provocar un movimiento de masas dentro de China continental que amenazaría al régimen de Beijing y al propio capitalismo chino. En definitiva, ésa es la única salida para Hong Kong.
4 de septiembre de 2019