La escalada dictatorial de Erdogán ha pasado a una etapa superior. En la noche del 3 de noviembre los dos co-presidentes del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), de izquierdas y con una amplia base en las áreas kurdas, Selahattin Demirtas y Figen Yuksekdag, fueron detenidos junto con otros nueve parlamentarios del HDP.
Dos diputados más son buscados oficialmente, mientras que se rumorea que se han emitido órdenes de detención para el resto de los 59 parlamentarios del HDP. Los parlamentarios están acusados de un amplio rango de delitos vinculados a “promover el terrorismo”. Por supuesto, no hay ninguna evidencia de ninguno de los cargos presentados en contra de los diputados kurdos.
Un sinnúmero de parlamentarios del AKP (de Erdogán) y del MHP (extrema derecha) que han quedado en evidencia en casos de corrupción de alto nivel han sido, entretanto, dejados intactos. Del mismo modo que es ignorada completamente la amplia evidencia del apoyo directo de estos mismos partidos hacia grupos islamistas, incluyendo el ISIS. Al tiempo que denunció al PKK por presuntos ataques terroristas –la mayoría de los cuales han sido perpetrados en realidad por grupos islamistas contra varias organizaciones kurdas– el anterior primer ministro, Ahmet Davutoglu, se negó a llamar al ISIS una organización terrorista, llamándolo en su lugar como un grupo de “jóvenes sunnitas enojados”. Todo esto pone de manifiesto la verdadera naturaleza del régimen de Erdogán.
La verdadera razón detrás de la campaña contra el HDP es que es un obstáculo en el camino a las ambiciones neo-otomanas del presidente turco. Estos planes incluyen la creación de un sistema presidencialista, con la concentración de poderes en manos de Erdogán y la ampliación del dominio del imperialismo turco en Oriente Medio.
La entrada exitosa del HDP en el Parlamento en junio el año 2015 significó que el partido AK de Erdogán no tenía suficientes votos para promover una enmienda constitucional que introdujera el sistema presidencialista. Y el movimiento kurdo, que incluye al HDP, al PKK, así como a otros grupos como el PYD y el YPG, establecidos en Siria, se ha convertido en el principal obstáculo sobre el terreno a las ambiciones imperialistas de Erdogán.
La depuración del HDP del parlamento es parte de la toma completa del poder por Erdogán, iniciada con el golpe de estado fallido contra él en julio. Para Erdogán, que estaba envuelto en una serie de crisis, el golpe le vino como algo “enviado del cielo”. Lo utilizó para preparar rápidamente un estado de ánimo nacionalista, movilizar a su base (que había quedado muy desmoralizada hasta entonces), imponer la ley marcial (con el apoyo del MHP ¡y del opositor CHP (socialdemócrata)!) y fortalecer su control del poder.
Desde el golpe, ha habido un ataque sistemático contra los derechos democráticos –en particular contra la prensa. Pero lo más importante es que Erdogán ha estado preparando sus cuerpos de hombres armados para apuntalar su gobierno. Aparte de la construcción de una serie de fuerzas paramilitares, como SADAT y los corazones otomanos, Erdogán también está endureciendo su control sobre las fuerzas de seguridad. En septiembre, el ministro del Interior, Efkan Ala, fue reemplazado por Suleyman Soylu que es visto como más leal y más despiadado que su predecesor. Esto llevó al nombramiento la semana pasada de los nuevos jefes de policía en 61 de las 81 provincias de Turquía. Newsweek informó del significado de esta medida drástica:
“El problema parece ser no que Erdogán piense que todos los jefes despedidos fueran desleales –la mayoría no lo eran, ya que muchos fueron nombrados por él en su momento. Más bien, él los consideraba blandos y poco dispuestos a utilizar la violencia extrema que cree que será necesaria no sólo contra los kurdos de Turquía, sino también contra muchos turcos liberales o apolíticos mientras se mueve para consolidar aún más su control”.
Erdogán está sentando las bases para una concentración total del poder en sus propias manos. Él ya ha estado atacando a la clase obrera, a los kurdos y a los activistas de izquierda. Decenas de miles de maestros y empleados públicos de izquierda y sindicalizados han sido despedidos. Mientras tanto, el gobierno ha utilizado los poderes del estado de emergencia para remover los cargos públicos y concejales de 28 ayuntamientos –la gran mayoría dirigidos por el HDP– y nombrar funcionarios pro-AKP en su lugar. Las zonas kurdas de Turquía están convirtiéndose en una zona ocupada de facto en la que el ejército turco es visto como una fuerza hostil y brutal. El único delito de los kurdos fue votar a un partido que no está de acuerdo con los métodos y las aspiraciones totalitarias de Erdogán.
Además de activistas de izquierda y de los trabajadores, Erdogán también ha centrado sus ataques en otras alas de la clase capitalista de Turquía. El objetivo principal ha sido el movimiento neo-islamista del clérigo Gülen, que originalmente ayudó a Erdogán a llegar al poder en 2002, pero que se distanció del AKP después del movimiento de 2013 del Parque Gezi en Estambul. Cientos de miles de partidarios del movimiento han sido purgados de posiciones dentro del Estado, mientras que al menos 252 de sus empresas, probablemente con un valor superior a los 100 mil millones de dólares han sido confiscadas por la agencia de inteligencia. Se espera que éstas serán entregadas a los capitalistas pro-AKP. Del mismo modo el diario Zaman, el periódico más grande de Turquía y perteneciente al movimiento Gülen, fue confiscado en marzo y actualmente está dirigido por el gobierno.
Desde la imposición de la ley marcial, más de 130 medios de comunicación, entre ellos algunos de los más grandes diarios de Turquía, han sido cerrados y muchos periodistas detenidos. El último objetivo fue el secular kemalista Cumhuriyet, que sufrió la detención de 15 miembros de su personal, incluido su director, detenido el lunes. La burguesía kemalista también ha sido objeto de ataques, en particular, dentro de las fuerzas armadas, donde han sido purgados miles de oficiales superiores tradicionalmente kemalistas (1).
Erdogán representa a la burguesía de Anatolia, históricamente más débil en comparación con la tradicional gran burguesía kemalista. Su perspectiva difiere en una serie de cuestiones tales como el secularismo, la política económica y la política exterior. Mientras que el AKP tiene el poder político desde el año 2002, las principales palancas económicas, así como el control sobre el ejército, permaneció en manos de la burguesía kemalista. Con los últimos avances, sin embargo, está claro que los kemalistas se han debilitado y el equilibrio de poder se ha igualado a un cierto grado. Esta es también la base de la última invasión turca llevada sobre partes del norte de Siria, y de su política militar provocadora y expansionista en el norte de Irak– algo que el ejército se había negado a llevar a cabo durante varios años.
A diferencia de las perspectivas kemalista, tradicionalmente conservadora en la política exterior, los tigres de Anatolia de Erdogán están hambrientos por nuevos mercados y por expandir sus esferas de influencia. Últimamente han sido mucho más enérgicos en sus aspiraciones, reclamando la aplicación del Juramento Nacional, la última resolución del Parlamento otomano que reclamaba el norte de Irak y Siria (igual que otras áreas no turcos) como partes de Turquía.
Las últimas incursiones en Siria, y la amenaza persistente para invadir zonas del norte de Irak, es parte de esta perspectiva. Al ver a los dos estados cayéndose a pedazos, Erdogán está reclamando la apropiación de grandes partes de sus territorios. Al ser la gran mayoría de estas zonas regiones kurdas, la cuestión kurda se ha vuelto aún más importante para el destino del aspirante a Sultán.
Sus ambiciones imperialistas, que a su vez están siendo traducidas en una guerra contra los 20 millones de la densa población kurda de Turquía, Siria e Irak, sólo pueden conducir a una inestabilidad creciente dentro de la propia Turquía. Aunque dispara sus golpes contra los kemalistas y los Gulenistas dentro de Turquía, su principal obstáculo es el HDP porque representa a las masas kurdas, así como a una capa significativa de trabajadores y jóvenes turcos más radicales y avanzados.
Sin embargo, conforme los sentimientos nacionalistas se amortigüen, la crisis económica se profundice y el estado de ánimo se calme, la lucha de clases, finalmente, retornará con venganza. La clase obrera turca es la clase obrera más fuerte de Oriente Medio. Cuenta con tradiciones revolucionarias muy radicales y, lo más importante, no ha sufrido una derrota en más de 30 años. La falta de un centro de coordinación y de una dirección la ha hecho permanecer relativamente silenciosa en los últimos años. Pero con la profundización de la crisis general, y la toma de poder de Erdogán, será empujada al campo de lucha, tarde o temprano.
Erdogán puede parecer fuerte, pero si él hubiera tenido el apoyo popular suficiente para llevar a cabo sus políticas actuales, no habría tenido necesidad de tomar las medidas que está tomando ahora. A pesar de la victoria formal de Erdogán en las últimas elecciones parlamentarias, la mayoría de los votantes turcos en realidad votaron contra Erdogán y el AKP en las dos elecciones anteriores. Mientras que los latigazos del nacionalismo y del ambiente de guerra civil pueden amortiguar temporalmente la oposición contra él, su política actual añadirá más inestabilidad al régimen en el futuro, conforme se muestra que el capitalismo turco es incapaz de resolver los problemas de las masas
NOTAS
(1): Kemalistas, de Kemal Pashá Atatürk, considerado el padre de la Turquía moderna, que estableció un régimen después de la 1ª Guerra Mundial, proburgués y prooccidental pero secular.