Mientras se acercan las elecciones en Grecia estamos publicando la primera parte de la contribución de los marxistas de SYRIZA a la discusión sobre qué programa necesita adoptar el partido para poner fin a las draconianas medidas de austeridad impuestas a los trabajadores griegos y a los jóvenes.
A) Crisis del capitalismo
El importante porcentaje de votos que SYRIZA obtuvo en las elecciones del 6 de mayo y su creciente popularidad en vísperas de las elecciones del 17 de junio no son un fenómeno aislado de la situación mundial. Después del giro a la izquierda en Latinoamérica durante la segunda mitad de la última década y el reciente levantamiento en todo el mundo árabe, lo que estamos presenciando ahora es la radicalización de la sociedad, incluso en el corazón del Occidente capitalista, empezando con Grecia.
Desde la retirada nazi, en 1944, es la primera vez que cualquier partido conectado al heroico movimiento comunista griego haya llegado tan cerca de asumir el poder. Este acontecimiento marca el comienzo del giro hacia la izquierda de las masas trabajadoras de Europa tras la profunda crisis orgánica e internacional del capitalismo.
Los marxistas de la coalición de SYNASPISMOS y de SYRIZA subrayamos repetidamente que la actual crisis económica mundial no es una consecuencia del ‘neoliberalismo’, la ‘corrupción’, la ‘mala administración’, o las acciones temerarias de algunos “pícaros de las finanzas”; es el producto de las contradicciones orgánicas del capitalismo.
La contradicción fundamental del capitalismo es precisamente el carácter social de la producción y el hecho de que la producción opera sobre las bases de la búsqueda del beneficio y que los medios de producción están sujetos a la propiedad privada. El término ‘carácter social de la producción’ significa que el capitalismo, en comparación con anteriores sistemas socio-económicos, transformó los medios de producción a tal grado que requirió un gran número de mano de obra, lo que a su vez condujo al desarrollo de la división internacional del trabajo. Sin embargo, este proceso de socialización de la producción contiene su propia contradicción al funcionar dentro de los estrictos parámetros de propiedad privada en la búsqueda de beneficio privado.
Según Marx, las ganancias son esencialmente la acumulación de trabajo no remunerado. Esto significa que para obtener mayores ganancias, los capitalistas necesitan mantener bajos los costes del trabajo –es decir, los salarios de los trabajadores, restringiendo así el poder adquisitivo y el nivel de consumo de la sociedad en su conjunto. En consecuencia, a través de esta contradicción fundamental entre el carácter social de la producción, por un lado, y la propiedad privada de los medios de producción, por otro, se restringe el consumo masivo. Esto, a su vez, es un factor decisivo en la aparición de las crisis económicas que en el marco capitalista asumen el carácter de crisis de sobreproducción.
De esta contradicción fundamental del capitalismo se deriva también la anarquía de la producción. Bajo un sistema capitalista, la producción y distribución de mercancías no se planifican racionalmente. Cada capitalista produce independientemente de otros capitalistas. Esta anarquía impide el equilibrio entre producción y consumo y, además, contribuye al desarrollo de las crisis de sobreproducción. La tendencia a la restricción del consumo y la anarquía de la producción capitalista operan juntas hasta provocar el estallido de las crisis de sobreproducción. Una consecuencia de esas crisis es la destrucción de una parte de la producción, o la disminución de la producción misma, la eliminación de millones de empleos y el deterioro de las condiciones de trabajo de los trabajadores. Todos estos sacrificios se imponen para garantizar la supervivencia del sistema capitalista.
Como Marx y Engels explicaron en su famoso Manifiesto Comunista hace 165 años, la burguesía, en sus intentos por hacer frente a esas crisis, sólo crea las bases de crisis más profundas y extensas. Eso es lo que hemos presenciado en los últimos tiempos. A fin de evitar una profunda recesión en 2008, la burguesía inyectó sumas astronómicas en el sistema, unos 14 billones de dólares de sus reservas mundiales de riqueza, para financiar a los bancos y grandes corporaciones. Haciendo pagar la factura de todo esto a los trabajadores y pequeña burguesía, la burguesía nacionalizó sus pérdidas. Sin embargo, al hacerlo, han creado grandes niveles de deuda pública a nivel mundial que, teniendo en cuenta la inminente recesión en la economía mundial, es tan difícil de controlar como una bomba explosiva.
De esta manera, es evidente que no tienen ninguna solución efectiva a la crisis. Sus intentos de hacer frente a los síntomas de la crisis: es decir, a la enorme deuda de los bancos y del Estado, cargando más y más el peso sobre los hombros de los trabajadores con planes de austeridad permanente, pobreza y desempleo masivo; sólo hace más exacerbada la crisis y amenaza con llevar a la humanidad hacia la barbarie.
Una vez más, el conjunto de la humanidad se encuentra ante un dilema histórico fundamental en términos cada vez más claros: o la clase trabajadora consciente toma el control de sus propias vidas, planificando racionalmente la economía, o las fuerzas ciegas anárquicas del capitalismo continuarán empujando a la civilización hacia la barbarie.
B) ¿Keynes o Marx? ¡No es posible hoy en día el capitalismo sin austeridad!
Para que el capitalismo sobreviva –es decir, para que las ganancias de los capitalistas permanezcan intactas- no hay otra solución que la austeridad severa y general. Cualquier otra cosa desde una perspectiva capitalista sería totalmente ilógica. Por ejemplo, si los gobiernos burgueses aumentaran el gasto público, estarían estimulando la inflación y un déficit y deuda cada vez mayores. Esta es la razón por la que, como regla general, lo que estamos presenciando hoy en día en todo el mundo no son más que diferentes versiones de estas mismas políticas de severa austeridad.
La burguesía desechó hace mucho tiempo el viejo recurso keynesiano convencional, que implicaba un gasto enorme del Estado con el fin de “estimular la demanda”. Cometen un grave error aquellos que consideran las políticas de Barack Obama como una versión moderna del keynesianismo, ya que parecen olvidar que el Gobierno de los EEUU está aplicando actualmente el programa más grande de recortes en la historia moderna, que asciende a 5 billones de dólares. Además, las políticas de estimulación del ‘crecimiento’ y ‘euro-bonos’ que apoyan los gobiernos burgueses de Francia y otros países de Europa septentrional está lejos de reflejar un nuevo modelo keynesiano; por el contrario, es un intento de transferir el peso de la recesión, que está sufriendo la UE, y de las deudas de la eurozona a los hombros del capitalismo alemán, el más robusto y menos perjudicado de los capitalismos europeos tras la crisis global.
Históricamente, la burguesía ha intentado aplicar políticas keynesianas y ha fallado. La razón por la cual Estados Unidos fue capaz de salir por sí mismo de la profunda crisis de 1929-33 no fue debido a las políticas keynesianas que Roosevelt adoptó, como algunos han afirmado incorrectamente; más bien, fue la ausencia prácticamente de competidores debido al efecto catastrófico de la Segunda Guerra Mundial. La capacidad de Estados Unidos para recuperarse de la gran crisis tampoco provino de su no participación inicial en la Segunda Guerra Mundial; por el contrario, los capitalistas de EEUU. –a través de su industria armamentística– se beneficiaron de la guerra mediante la venta de armas.
En el período de posguerra, el keynesianismo no fue sin duda el principal factor que estimuló el desarrollo del capitalismo occidental, sino más bien el desarrollo galopante del comercio internacional. Cuando empezó a contraerse el mercado durante la década de 1970, se puso de manifiesto que la continuación de las políticas keynesianas practicadas hasta el momento provocaba niveles de deuda y déficit mayores. En consecuencia, ante el fracaso del keynesianismo, la burguesía giró hacia políticas “neoliberales” draconianas para estabilizar el capitalismo, más que mantenerse fieles a cualquier posición ideológica.
En la actualidad, los reformistas dentro del movimiento obrero y de la izquierda, que apuestan por métodos keynesianos para dar “liquidez” al mercado, se muestran más preocupados por los síntomas de una enfermedad crónica, que por su tratamiento. La crisis no se debe a la falta de “liquidez”; la falta de “liquidez” es un resultado de la crisis capitalista.
La inyección masiva de fondos públicos en la economía sería el camino más corto hacia la quiebra del Estado. Es más, en una economía capitalista en recesión, cualquier interferencia por parte del Estado, como el bombeo de grandes sumas de dinero en la economía es en realidad una inyección de fondos cuyo valor está distorsionado, ya que no refleja el valor real de la producción. Por lo tanto, una enorme inyección de fondos del Estado en un sistema capitalista causa un tipo de inflación que reduce los ingresos y aumenta la deuda.
Los reformistas buscan vías de escape rápidas y fáciles para salir de esta crisis profunda del capitalismo: no existen. Debido a la profunda crisis histórica del capitalismo que estamos viviendo, no puede encontrarse una solución realista y permanente a las necesidades básicas de la población urbana y rural, a menos que se haga de una manera radical que revolucione los cimientos de la sociedad. Un cambio tan radical de la sociedad tendría que ser global para garantizar pleno empleo para todos, la prestación de asistencia sanitaria, la educación y la vivienda, la adecuada protección de los derechos democráticos, el derecho a la cultura, a la dignidad, al cuidado del medio ambiente. La única vía, histórica, hacia el progreso de la humanidad es la de la Revolución Socialista.
C) El estancamiento histórico del capitalismo griego
El capitalismo griego es el “eslabón más débil” dentro de la zona euro, por eso es el que más se acercó al precipicio de la bancarrota. Desde mediados de los noventa hasta el 2008, hubo un desarrollo sin precedentes del capitalismo griego, principalmente debido a la disponibilidad de grandes cantidades de crédito, y barato, que alimentó artificialmente el consumo, particularmente la industria de la construcción, a través de los miles de préstamos hipotecarios que se pusieron a disposición. En 2008, hacia el final de este período de “desarrollo”, el capitalismo griego se había autoproclamado miembro del “club” del capitalismo occidental desarrollado, aunque si bien es cierto, como uno de sus eslabones más “débiles”.
La baja competitividad de este eslabón “débil” se debe, desde un punto de vista histórico, a la incapacidad de la burguesía griega para invertir seriamente en nuevas tecnologías, investigación y desarrollo de la producción industrial. La recesión en Grecia estalló en 2008 como una expresión de una tendencia mundial a la reducción de los medios de producción en tiempos de crisis global.
La profundidad sin precedentes de la recesión que ha golpeado a Grecia confirma el carácter artificial y hueco del desarrollo del capitalismo griego en el período actual. Sin embargo, también se ha visto agravada por los intentos de la burguesía, desde 2009 en adelante, de extraer brutalmente más ingresos de las masas para pagar los préstamos del Estado.
En la actualidad, en Grecia estamos presenciando el más severo programa de recortes jamás visto en el mundo capitalista desde la Segunda Guerra Mundial. El informe del FMI de abril de 2012 sobre Grecia afirma que se aplicará un programa de medidas de austeridad entre 2014 y 2020 con el objetivo de lograr “un superávit primario”; el nivel de los recortes es análogo al de los programas aplicados en Rumania entre 1982 y 1989, durante el régimen bonapartista estalinista de Ceausescu y a los de Egipto, entre 1993 y 2000, durante el régimen burgués del dictador Mubarak.
De acuerdo con cifras oficiales del Banco de Grecia, la reducción del PIB, acumulada entre el cuarto trimestre de 2007 y el primer trimestre del 2012, se acerca al 20%, creando una gran cantidad de pobres y desempleados. Queda evidentemente claro que las políticas extremas y reaccionarias de la “Troika” (FMI-BCE-UE) y el Gobierno están agravando la recesión, y que los recortes monstruosos están provocando una caída del PIB igual de terrorífica.
Pero el programa de austeridad severa que se viene aplicando a Grecia en los últimos años no es una “receta equivocada” por parte de la burguesía. Es un esfuerzo conjunto de los imperialistas occidentales, prestamistas y de la clase dirigente griega, que saben muy bien lo que están haciendo. Calificando este ataque a las condiciones de vida de las masas de “depreciación”, admiten conscientemente que están aplastando los ingresos de los trabajadores y de la pequeña burguesía para pagar el servicio de la deuda pública debido a los préstamos de ladrones, y también para asegurarse futuros beneficios para los sectores más poderosos de la clase capitalista.
No obstante, el hecho de que un país tras otro en la zona euro se vea amenazado por el peso de la deuda demuestra que el estancamiento del capitalismo griego simplemente es parte de un impasse capitalista global orgánico. Las perspectivas del capitalismo griego están totalmente ligadas a las sombrías perspectivas de la economía capitalista europea y mundial.
Si los capitalismos europeo y mundial fueran capaces de entrar en un período de fuerte recuperación, habría mayores posibilidades para una solución de la deuda griega, de una forma que no pusiera en peligro el futuro del euro y que permitiera la re-estimulación del desarrollo del capitalismo griego. Sin embargo, en la situación actual en que la economía mundial está entrando en otra recesión mundial, inmediatamente después de la anterior, lo que le espera al capitalismo griego es más quiebras y decadencia.
D) Salida del euro y la repercusión para la zona euro
Hay una fuerte posibilidad de una salida griega del euro. Sin embargo, esto no debería considerarse de forma aislada, sino más bien en el contexto más amplio de la crisis del capitalismo europeo y mundial. El euro fue creado durante un período de auge del capitalismo occidental. En ese período, el incremento febril de los beneficios capitalistas preparó el terreno de las zonas más poderosas del capitalismo europeo –el capitalismo alemán particularmente– para lograr la mayor integración económica de la UE alrededor de una moneda única. El capitalismo alemán, con la ayuda del euro, estableció su dominación en el importante mercado común/interior de la UE y fortaleció su posición dentro de la economía mundial.
Ahora, sin embargo, ha habido un cambio fundamental en la situación con la profunda recesión que se está extendiendo en toda la zona euro, que a su vez está empeorando las deudas nacionales. En tales circunstancias, Alemania y, en general, los países capitalistas más ricos del norte de Europa, tendrían que financiar las deudas del Sur durante años a fin de mantener los beneficios del euro. Sin embargo, al hacerlo, el capitalismo europeo del Norte también podría ser arrastrado hacia la recesión. En consecuencia, cuanto más profunda se vuelve la crisis, más insuficiente resulta el maquillaje de la eurozona para las secciones más fuertes del capitalismo europeo y más debilitado resulta así el euro.
En este contexto, Grecia, siendo el eslabón débil en la eurozona, es objetivamente el país que más probablemente sea el primero en abandonar el euro. Pero no es el único. El dramático empeoramiento de la crisis en España indica que la lista de candidatos está creciendo continuamente, y esto a su vez lleva a la perspectiva de una eurozona con menos miembros, un cambio dramático en su formato actual o incluso una completa disolución.
Para resumir, la fuerza que está empujando a Grecia fuera del euro es el actual desarrollo de la crisis del capitalismo a nivel mundial y, particularmente, en la zona euro. La profunda recesión en Grecia -alimentada por la recesión en toda Europa y por las medidas draconianas del “Memorando”- es una expresión de la misma fuerza que está empujando a Grecia en el sentido de volver a una moneda nacional.
Es miope e incorrecto pensar que la salida de Grecia de la eurozona es poco probable simplemente porque esto está en contra de los intereses de las potencias económicas en la UE. Al mismo tiempo, es absolutamente cierto que sería altamente perjudicial para el capitalismo europeo que Grecia u otros miembros abandonaran la zona euro. Aparte de que esa salida sobrecargaría a los Estados y bancos con nuevas deudas, tal desarrollo provocaría también que el costo de los préstamos se dispararía para todos los “socios” y devaluaría igualmente el valor del euro en los mercados mundiales, desestabilizando así toda la economía mundial.
Por eso, los países capitalistas más fuertes de la zona euro, especialmente Alemania, han intentado hasta ahora mantener a Grecia dentro del euro al menor costo posible para ellos. Esto ha significado que el costo lo han pagado las capas más bajas de la sociedad griega, los trabajadores y los pobres. Sin duda, son reacios al abandono de Grecia o de cualquier otro país del euro. Sin embargo, es políticamente incorrecto hacer suposiciones acerca de las perspectivas económicas del capitalismo basándose en lo que la burguesía desearía. Idealmente, la burguesía no habría querido ningún tipo de recesión en absoluto. Sin embargo, debido a las contradicciones de su propio sistema, la recesión es inevitable. Asimismo, la tendencia real a una reducción y debilitamiento de la zona euro tampoco es algo que deseen. Pero, como hemos explicado, es muy probable que suceda dada la realidad de la situación.
Alemania y las demás potencias del Norte de Europa, son plenamente conscientes de que la situación en la que se encuentra el capitalismo griego seguirá empeorando, con unas condiciones internas que conducen al impago y con la necesidad de más préstamos para mantener a la economía griega artificialmente. Por lo tanto, en algún momento se podrían ver obligados a empujar a Grecia fuera del euro, lo que a su vez desencadenaría el desmoronamiento total del euro.
El regreso a una moneda nacional en condiciones capitalistas podría devastar indudablemente las condiciones de vida de la clase obrera griega. Sin embargo, es un falso dilema elegir entre euro o dracma. El regreso a una moneda nacional señalaría una nueva y agudizada etapa de la crisis. No hay ningún motivo racional o práctico, por el que la clase trabajadora y las capas más pobres de la sociedad debieran elegir entre el actual escenario de crisis capitalista o la siguiente etapa. La única verdadera opción política para los trabajadores es la siguiente: o un programa para administrar el capitalismo salvaje o un programa para derrocar el capitalismo con la perspectiva de construir el socialismo.
Continará…
La version original griega se publicó el 31 de Mayo de 2012, disponible AQUÍ.