Un veterano funcionario del Banco Interamericano de De-sarrollo (BID) comentó en la asamblea anual de este organismo, celebrada en marzo: "Ésta es una crisis sin precedentes y en esta parte del mundo [Latinoamérica] hemos visto muchas. Hasta ahora se quemaban los vagones de cola, pero esta vez es la locomotora la que está en llamas". Efectivamente, la "locomotora" está incendiada y el fuego se extiende rápidamente complicando mucho más la situación. Podemos asistir a una serie de explosiones en los "vagones de cola" que encarrile más firmemente el tren del capitalismo mundial por la vía de la recesión. América Latina y los países de Europa del Este son los candidatos más claros a jugar este papel.
Algunos analistas comparan la crisis actual en Europa del Este con la crisis de los años 80 en América Latina o de los 90 en Asia, precisamente por la dependencia tan acusada de las inversiones extranjeras y de las exportaciones, en este caso a la Europa Occidental. Ambos parámetros han colapsado o han caído de forma significativa. Además, son economías que han crecido sobre la base de un fuerte endeudamiento en moneda extranjera, que ahora se ve agravado por la devaluación de las monedas de estos países. Se calcula una caída media del 40% del valor de las divisas de estos países respecto al dólar y una caída de sus bolsas del 77% desde los máximos logrados en 2008.
Endeudamiento e insolvencia
Europa del Este debe la friolera de 2,3 billones de dólares a la banca occidental. Para hacernos una idea de lo que representa esta inmensa cifra podríamos compararla con los cálculos que dicen que en la actual crisis financiera se han movilizado, alrededor de 5 billones de dólares. Además, el proceso de endeudamiento de estos países ha sido particularmente acelerado en los últimos 3 años, justo antes de darse el cambio de ciclo, con una deuda de 1,7 billones de dólares. La Europa "emergente" se ha convertido en la subprime del continente: el 25% de las inversiones financieras occidentales en bancos de la región de los Países de Europa Central y Oriental (PECO) podrían ser "activos tóxicos".
La insolvencia de los países del Este amenaza con la desestabilización a algunos países en particular. Austria es el país más expuesto, con una inversión en la zona de 220.000 millones de euros, aproximadamente tres cuartas partes de su PIB. Según datos del Banco Nacional de Austria, en 2007 el 43% del total de ganancias de la banca austriaca venía de los negocios en el Este. Países como Bélgica y Holanda han invertido en la zona el equivalente al 30% de su PIB y Suecia el 23,4. Italia es otro de los países afectados. El banco Unicredit obtiene el 32% de sus beneficios de sus ingresos en Europa del este y el Banco Intensa Sanpaolo el 12%. El Banco Mundial ha manifestado su temor a que el derrumbe del Este precipite un "efecto dominó" que desestabilice el euro y haga retroceder los avances logrados en la Unión Europea en los últimos 50 años. Y es que la inmediatez del problema es grande. En 2009 deben pagarse o refinanciarse 400.000 millones de esa deuda con Europa Occidental. El FMI está tratando de aumentar la partida de "ayudas" para intentar evitar el colapso económico de estos países, pero a cambio de un ajuste brutal del gasto social y de un empeoramiento general del nivel de vida de la mayoría de la población, echando más leña al fuego de la situación social de estos países.
Efectos políticos
Los primeros efectos políticos y movilizaciones sociales no se han hecho esperar. Tres gobiernos han caído ya. El director gerente del FMI, Strauss-Kahn, advertía de que la crisis "amenaza con provocar disturbios sociales que ya han afectado a Bulgaria, Letonia, Hungría, Lituania, República Checa".
Letonia, uno de los países incluidos hasta hace poco en los llamados "tigres del báltico" por sus altas cifras de crecimiento (entre 2003 y 2007 su economía creció un 50%), se enfrenta ahora a unas previsiones económicas desoladoras: se prevé una caída del 12% del PIB en 2009 y el 12% de paro en enero. El primer ministro letón cayó a mediados de febrero fruto de las protestas sociales. Mientras se aprobaba una partida de 5.500 millones de euros para salvar a los bancos, el FMI imponía un recorte del 20% de los salarios para conceder un préstamo al país. La ira no se hizo esperar y se sucedieron las manifestaciones y huelgas más grandes de los últimos 20 años, entre ellas fuertes manifestaciones de parados.
En Hungría, el 21 de marzo dimitía el primer ministro. La producción industrial es la más baja de los últimos 15 años, se ha producido una brusca devaluación de la moneda (cayó un 30% respecto al euro) empobreciendo aún más al país. La situación ha llevado, el pasado 15 de febrero, a una huelga de los trabajadores de la empresa estatal de ferrocarriles para reivindicar, entre otras cosas, un aumento salarial del 10%. Dos días después los trabajadores del transporte urbano de Budapest convocaron huelga de 12 horas, a ella se sumaron los ferroviarios y los principales sindicatos del país, convirtiéndose en la práctica en una huelga general contra los planes de privatización de la seguridad social y las pensiones. El nuevo primer ministro anunció más recortes sociales e inmediatamente miles de personas volvieron a salir a las calles a protestar contra estas medidas.
El tercer gobierno que ha caído es el de la República Checa, en plena presidencia de la UE, también aquí ha habido movilizaciones de trabajadores afectados por la crisis. El verano pasado hubo más de un millón de huelguistas contra las reformas del gobierno.
No acaba aquí la lista de países con un creciente descontento social. En Rumanía decenas de miles de funcionarios se movilizaron el 23 de marzo contra las medidas del gobierno para reducir los salarios. El diario El País (26 de marzo) destacaba las declaraciones del ex ministro de finanzas rumano: "el riesgo de manifestaciones violentas es muy alto", muy sintomáticas de lo que saben se les avecina. En Lituania en enero hubo protestas contra los recortes salariales, de las pensiones, por el aumento del paro y contra la eliminación de los subsidios a las medicinas. En Polonia, aunque la crisis aún no es tan aguda, un 70% de los polacos considera que la situación va a ir a peor. Durante el primer trimestre de 2009 más de cien empresas se han declarado en bancarrota, lo que significa un incremento del 11% respecto al mismo periodo de 2008. La economía polaca desde 2004, año que entró en la UE, ha duplicado su exposición al mercado internacional. El 25% de sus exportaciones tienen como destino Alemania y el 65% el resto de la UE. Si estas economías entran en recesión todo indica que "la excepción polaca" dejará de serlo rápidamente.
Durante 2008 ha habido una oleada de manifestaciones, huelgas y protestas frente a la subida de los precios y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, contra la privatización de los astilleros del Mar del Norte. También han salido a luchar sectores como la minería, el automóvil y la electricidad, así como trabajadores de multinacionales como Michelin y Fagor. Algunas de ellas han sido las manifestaciones más grandes desde los años 80.
Argentina en el Danubio
Ucrania, está al rojo vivo. El desplome del PIB en el mes de enero ha sido de un 20% (respecto a enero de 2008). Después de venir de tasas de crecimiento históricamente altas (entre el 7 y el 8% en los últimos años) la previsión para 2009 es de una caída del 9%. La producción industrial cayó un 32,9% en enero y febrero de este año respecto al mismo periodo de 2008, y la producción del acero cayó un 43% en diciembre de 2008 respecto a diciembre de 2007, siendo éste uno de los principales motores de la economía ucraniana. Si a esto le sumamos la caída de los precios del acero y del hierro que suponen el 40% de sus exportaciones nos hacemos una idea de la debacle para las finanzas del país. La inflación en 2008 llegó al 22%, la más alta de la zona y la moneda se devaluó un 60% en relación al dólar. En este contexto el FMI le concedió un préstamo en octubre pasado por valor de 16.500 millones de dólares, pero ahora ha congelado el segundo tramo. Miles de ucranianos no han podido retirar sus ahorros del banco y el Estado se encuentra al borde de la quiebra. The Economist, hablaba de la "Argentina en el Danubio" refiriéndose a la crisis que afectó a ese país en 2001 y desde luego los paralelos son reales. No podemos descartar que la crisis financiera pueda provocar una rebelión social como ocurrió en Argentina a raíz del corralito.
Los ingresos reales de la población han caído un 40% en lo que va de año. Los mineros de la zona del Donbás llevan meses sin cobrar sus salarios. En una reciente encuesta el 84% de los ucranianos consideraban que las cosas van "seriamente mal" y el 49% que son "críticas" y "explosivas". Esto ha empezado a trasladarse al terreno de la movilización. En febrero ante la parálisis de la producción, los obreros de la empresa de maquinarias agrícola (XMZ) tomaron la planta y exigieron su nacionalización bajo control obrero.
El presidente del Foro Nacional de Sindicatos de Ucrania (FNSU), MiroslavYakibchuk, advirtió al gobierno de una posible huelga general incontrolada, "la sociedad ucraniana está al borde del surgimiento de un movimiento huelguístico incontrolable que podría traer consecuencias impredecibles para el Estado (…) tales acciones amenazan con desembocar en alzamiento colectivo y violento contra la autoridad (…) el personal de más de 1.000 empresas está dispuesto a emprender acciones radicales". Yakibchuk reconocía que, a pesar de querer ser un instrumento de diálogo con el gobierno los sindicatos "podrían verse impotentes ante la agresividad masiva de las personas desilusionadas, miles de las cuales se quedan a diario sin empleo y medios de subsistencia" (Agencia Novosti, 24/2/09).
Punto de inflexión
Estamos en un punto de inflexión en esta zona del mundo. Estos países, empezando por Rusia, han pasado de ser el escaparate de la derrota del "comunismo", a ser uno de los escaparates más vistosos de la debacle capitalista. Tras 20 años de reformas capitalistas, de abrazar el mercado y de permitir hasta cierto punto una estabilización del capitalismo occidental gracias a la incorporación de nuevos mercados, zonas de inversión, y sobre todo mano de obra barata, ese modelo ha quebrado. Como dicen algunos titulares de prensa: "Tras el derrumbe comunista, Europa del Este se enfrenta ahora al desplome capitalista". Efectivamente, The Economist, en el artículo citado anteriormente, se expresaba así: "20 años después de la caída del muro de Berlín y 5 años después de la ampliación de la UE al Este, el único recurso de estos países es clamar por la solidaridad de las potencias europeas y llamar al FMI…". Sin embargo, el único camino que tienen los trabajadores de estos países es la lucha consciente por derribar el capitalismo y la lucha por el socialismo, que no tiene nada que ver con el burocratismo y el estalinismo, sino con las tradiciones revolucionarias, basadas en la democracia obrera, de la revolución rusa de 1917.