Con más de un millón de manifestantes, la movilización de 31 de marzo confirmó el profundo rechazo a la Ley del Trabajo entre la juventud y los trabajadores. La misma tarde, en París, miles de personas – especialmente jóvenes – participaron en la primera “Nuit Débout” (Noche en pie) en la Plaza de la República, en un ambiente muy entusiasta. Posteriormente, la plaza fue ocupada cada noche.
En la noche del 31 de marzo, sin embargo, el gobierno respondió a los manifestantes reafirmándose en su apoyo inquebrantable a la ley de la ministra El Khomri. Esto no es sorprendente. Esta contra-reforma corresponde a las necesidades objetivas de la clase dominante francesa. Si se aprueba, los capitalistas podrán aumentar considerablemente la explotación sobre los trabajadores, reducir los salarios y despedir más fácilmente. Hay mucho en juego para las grandes empresas – y por lo tanto para sus lacayos, Hollande y Valls. No van a renunciar a ella debido a que un millón de personas demostraran su descontento en las calles del país tal o cual día.
Por sí mismas, las grandes “jornadas de acción”, como la del 31 de marzo, no pueden hacer recular al gobierno. Muchos trabajadores ya lo han comprendido sobre la base de su experiencia: el movimiento contra la Caja de las pensiones, en otoño de 2010, fracasó a pesar de varias jornadas de acción que llegaron a involucrar a más de 3 millones de personas. Sin embargo, las direcciones sindicales, con la iniciativa de tales jornadas de acción contra la Ley del Trabajo aún no lo han comprendido. O, más exactamente, ellas hacen como que pareciera que no comprenden.
El papel de los líderes sindicales
En su comunicado emitido la tarde del 31 de marzo, la dirección de la CGT dice:
“El gobierno debe retirar su texto. Es inútil obstinarse varias semanas, al igual que con la constitucionalización de la pérdida de nacionalidad o las medidas del estado de emergencia (1). Las recetas que ofrece con la MEDEF [patronal], son bastante llamativas, hace más de 30 años, tanto en Francia como en Europa, que se aplica una reducción de los derechos de los trabajadores, del coste de la mano de obra, con las únicas consecuencias del aumento del desempleo y un aumento de los dividendos pagados a los accionistas (25% en 2015)”.
¿A quién están tratando de convencer aquí los dirigentes de la CGT? No está claro. Le piden al gobierno “no obstinarse”, después desarrollan la idea de que su política favorece “un aumento de los dividendos dirigidos a los accionistas.” ¡Pero este es precisamente el objetivo de la Ley del Trabajo y de cualquier otra política de gobierno! ¡Es precisamente esto lo que “obstinadamente” hace desde 2012! Además, la referencia a “la privación de la nacionalidad” y al “estado de emergencia” no es en absoluto relevante. Hollande no ha renunciado a la privación de la nacionalidad bajo la presión de la calle, sino porque estaba amenazado de un fiasco parlamentario, sobre todo por parte de los diputados y senadores de la derecha. En cuanto al estado de emergencia, aún no se ha levantado.
“Es inútil obstinarse durante varias semanas”, dicen al gobierno los líderes de la CGT. Pero la Ley del Trabajo no es un capricho de niño que se obstina en un error de forma manifiesta. Una vez más, se trata de una contra-reforma a la medida de los intereses fundamentales de la clase dominante. El Gobierno está sin embargo decidido en tomarse “varias semanas”, sobre todo si no se le hacen más que “Jornadas de acción” puntuales, aunque sean masivas. Esto es lo que los dirigentes de la CGT confederales deberían explicar a todos los jóvenes y los trabajadores, al mismo tiempo que indican el camino a una lucha victoriosa – y a la organización de la misma.
La declaración de la CGT concluye con el siguiente párrafo: “Con la unidad de todas las organizaciones sindicales en la iniciativa del 31 de marzo vamos a proponer continuar y amplificar la acción, las huelgas y manifestaciones, en particular el 5 de abril dirigidas a los parlamentarios, el sábado 9 de abril, y después, hasta la retirada de este proyecto de ley y para la obtención de nuevos derechos sociales”.
Por lo tanto, la dirección de la CGT propone dirigirse el 5 de abril a los parlamentarios, de los que ya sabemos que la mayoría de ellos apoyan firmemente la Ley del Trabajo ¿Para qué? Se lo preguntamos. Los trabajadores no están dispuestos a perder un día de salario por nada, habrá poca o ninguna huelga el 5 de abril. En cuanto al 9 de abril es un sábado: de nuevo habrá pocas huelgas. Se tratará sobretodo de manifestaciones. Así, el comunicado de la CGT habla de “amplificar la acción”, y sobre todo “las huelgas”, pero no prevé en realidad ninguna huelga masiva. Es posible – y deseable – que el 9 de abril sea más importante que el 31 de marzo. Pero ¿es que por sí misma esta Jornada de acción hará que el gobierno dé marcha atrás? Esto nos parece descartado.
¿Los líderes confederales de la CGT son tan ingenuos como parece indicar su declaración del 31 de marzo? Nosotros creemos que no. Ellos saben que el gobierno está decidido a aprobar la Ley del Trabajo. Y saben que sólo un movimiento de huelga reconducible que abarque a un número cada vez mayor de sectores económicos es posible que haga recular al gobierno. Pero esta perspectiva les asusta tanto como al gobierno y la clase dominante ¿Por qué? Debido a que una huelga reconducible puede adquirir rápidamente un impulso, más allá del control de los dirigentes, desembocando – como en Mayo del 68 – en una huelga general indefinida de dimensiones revolucionarias. Es precisamente esta sola posibilidad la que haría retroceder al gobierno: la clase dominante ha hecho concesiones cuando tiene miedo a perderlo todo, especialmente en tiempos de crisis. Pero nada más lejos de las intenciones y de la psicología de los líderes sindicales. Anhelan la calma y la estabilidad. Así que para quedar bien entre los trabajadores, ellos sermonean al gobierno, le incitan a no “obcecarse”, formulan amenazas vacías – y esperan pacientemente el reflujo del movimiento. Tal es la realidad sin adornos de lo que se trama en la cúpula de los sindicatos. Instruidos por la experiencia del otoño de 2010, entre otras, muchos sindicalistas lo saben bien.
La movilización de la juventud
Desde las manifestaciones del 17 de marzo, la juventud movilizada es objeto frecuente de violencia y provocaciones por parte de la policía. Esta está, evidentemente, dirigida por el propio gobierno. Él tiene miedo de la juventud, de su carácter incontrolable, de su radicalismo y de la influencia que puede tener entre toda la clase trabajadora. Por lo tanto, el gobierno busca romper la movilización de los universitarios y estudiantes de secundaria bajo la matraca de la policía antidisturbios y policías vestidos de civil. Ha habido muchos heridos y detenidos.
Frente a esta política de represión e intimidación de la policía, los sindicatos tienen la responsabilidad de oponer su fuerza colectiva a las intervenciones policiales. Pero lo menos que se puede decir es que esto tarda en llegar. Para justificar esta situación que deja a los jóvenes expuestos a la violencia de la policía, se nos dice que “anarquistas” y “provocadores” causan estragos en los cortejos de los jóvenes y en sus manifestaciones, y provocan a la policía. Supongamos que esto fuera cierto ¿Es esto una razón para que la CGT y los otros sindicatos se mantengan a distancia y dejen que la policía intervenga contra los jóvenes? Por otra parte, ¿cuántos de tales llamados “anarquistas” son en realidad agentes provocadores policiales? La excusa de “anarquistas” no se sostiene un segundo. Muchos jóvenes están ahora furiosos por la actitud de la CGT, sobre todo en París. Dicho sea de paso, esta situación les hace saltar aún más abiertamente a la demagogia “anti-CGT” a aquellos partidarios de darse de puñetazos con la policía, que no piden mucho más.
Sobre esta cuestión, la actitud de las direcciones sindicales está bien expresada en el comunicado de prensa del 31 de marzo firmado por la CGT, FO, la FSU, Solidaires, la UNEF, la UNL y la FDIL. Aquí está el único párrafo alusivo:
“Los sindicatos firmantes sostienen una vez más que los poderes públicos deben garantizar el derecho de manifestación, de reunión, de organización, al tiempo que se garantice la seguridad de los manifestantes”.
Eso es todo – y es difícil de creer: el comunicado demanda al agresor – “los poderes públicos” – garantizar la seguridad de los agredidos. Los jóvenes, gaseados y apaleados durante las últimas semanas, encontrarán la broma de muy mal gusto.
Hagamos la pregunta de nuevo: ¿Son los dirigentes nacionales ingenuos? ¿Son conscientes del papel del gobierno en la violencia de la policía? No. Ellos son bien conscientes. Pero ellos no quieren sacar ninguna consecuencia práctica ¿Por qué? Por una sencilla razón: tienen miedo, también, de la juventud en lucha, de su radicalismo, de su naturaleza incontrolable – y del impacto que puede tener en el resto de la clase obrera. Es lamentable, pero es así. Y de nuevo, muchos sindicalistas también son conscientes de ello.
La experiencia de 2010
Lo anterior no es un llamamiento a ninguna conclusión pesimista. La actitud de las direcciones sindicales no constituye más que un obstáculo relativo al gran acontecimiento que es este movimiento, que retiene en su base enormes reservas de energía y combatividad. Pero es un obstáculo, sin embargo; los sindicalistas deben hacer un balance y sacar conclusiones prácticas. Ellos deben ejercer la máxima presión sobre las direcciones de los sindicatos para que cambien de orientación. Al mismo tiempo, no deben limitar su acción a las propuestas y calendarios definidos por estas mismas direcciones, que amenaza actualmente al movimiento con estrellarlo contra un muro. Deben tomar también la iniciativa de intervenir contra la violencia policial dirigida hacia los jóvenes.
Ya en el otoño de 2010, una huelga reconducible (2) se había desarrollado entre los trabajadores de los puertos y las refinerías, en los ferrocarriles, el transporte por carretera y los recolectores de basura entre otros. Los dirigentes confederales no tomaban la iniciativa en estas huelgas reconducibles y se negaron a apoyarlas, por no hablar de ampliarlas a otros sectores. Pero el movimiento se desarrolló – en cierta medida – por sí mismo hasta un cierto punto. Las “Asambleas Generales interprofesionales” habían surgido en varias ciudades, reuniendo a sindicalistas, trabajadores, jóvenes y los desempleados que participaron en la lucha. El embrión de una coordinación nacional de estas AG casi había nacido. El movimiento cayó en reflujo justo antes de que esta Coordinación Nacional pudiera realmente haber jugado un papel. Pero esta experiencia puso de relieve la creatividad de los jóvenes y de los trabajadores, su capacidad para organizar la lucha sobre bases militantes y democráticas.
La victoria del movimiento en contra de la Ley del Trabajo sólo será posible sobre la base de una nueva huelga reconducible que implique a un gran número de trabajadores. Muchos sindicalistas lo saben y lo discuten. La juventud – que se movilizó débilmente en 2010 – traería su apoyo entusiasta a este movimiento. Los próximos días y semanas serán decisivos.
Los métodos y el programa de lucha
La retirada de la Ley del Trabajo es – lógicamente – la consigna central del movimiento. Pero para la juventud en particular, se acompaña cada vez más de un cuestionamiento general del “sistema”. De hecho, incluso si el gobierno renuncia a la Ley del Trabajo, el capitalismo en crisis continuará su labor destructiva: crecimiento del desempleo, la precaridad y de todas las formas de miseria; planes sociales, destrucción de los servicios públicos, escasez de viviendas, etc.
Desde la perspectiva de la participación de la masa de trabajadores, la cuestión de losmétodos y programa del movimiento es decisiva. La mayoría de los trabajadores entienden que la Ley del Trabajo es un ataque importante: todas las encuestas lo indican. Pero para muchos de ellos, sobre todo en el sector privado, las huelgas de 24 horas son un sacrificio importante. Ellos no sólo pierden un día de salario, sino que se enfrentan a medidas punitivas de su empleador ¿Y con qué resultado? Incluso aunque éstas sean masivas, las “Jornadas de acción” no hacen dar marcha atrás al Gobierno. Eso es lo que explica que muchos trabajadores apoyaran la Jornada del día 31 de marzo, pero sin participar en las mismas. Ellos comprenden o sienten que en un contexto de profunda crisis económica, la clase dominante no va a ceder fácilmente. Ellos estarían dispuestos a participar en una huelga reconducible, pero siempre que sus objetivos estén a la altura de los riesgos y sacrificios previstos. Ahora la sola retirada de la Ley del trabajo se les aparece como insuficiente – ya que eliminaría un ataque, sin duda, pero no podría resolver ninguno de los problemas que hoy ya afligen a la vida cotidiana de los trabajadores. Además, muchos de entre ellos ya están bajo las disposiciones previstas por la Ley del Trabajo.
Se nos responderá: los líderes de los sindicatos no se contentan con pedir la retirada de la Ley del Trabajo; avanzan otras reivindicaciones. Es cierto. Pero veamos cómo lo están haciendo – y si así se puede convencer a la masa de trabajadores. He aquí un extracto de la declaración intersindical ya citada anteriormente:
“Los sindicatos firmantes (…) confirman su disponibilidad para reunirse con el gobierno y hacer nuevas propuestas en términos de empleo, salarios y pensiones, de tiempo de trabajo, de protección social, de garantías colectivas, condiciones de trabajo, sobre la formación y derechos y libertades sindicales. Reivindicaciones propuestas para el progreso social y que corresponden a la realidad del trabajo, de hoy y mañana”.
Esto plantea dos problemas. En primer lugar, los líderes sindicales se dirigen a un gobierno reaccionario – que ataca brutalmente al Código del Trabajo – y se declaran “disponibles” para hablar de “proposiciones” de “progreso social” en toda una serie de áreas. El gobierno declaró la guerra a los trabajadores; en respuesta, los líderes sindicales, le “proponen” la paz, la fraternidad y el “progreso social”. Los trabajadores entienden que se dirigen a ellos para movilizarles con el fin de arrancar tal o cual concesión al gobierno de los grandes patronos. Pero leyendo los circunloquios diplomáticos del pasaje citado más arriba, se encogerán de hombros y seguirán su camino.
En segundo lugar, ¿Las verdaderas “reivindicaciones propuestas para el progreso social” son compatibles con el sistema capitalista en crisis? Esta es la pregunta que se plantean muchos trabajadores. Una vez más, entienden y sienten que la profunda crisis del sistema no fomenta concesiones por parte de la clase dominante. Ellos ven las carteras de pedidos que están vacías – y la procesión de los parados que se llena. Ven que, lejos de hacer concesiones, los patronos pasan en todas partes a la ofensiva – tanto en las empresas como a nivel nacional, a través de su gobierno. Por lo tanto, se muestran muy escépticos acerca de la posibilidad de obtener, en el marco del sistema capitalista en crisis, derechos “en términos de empleo, salarios y pensiones, de tiempo de trabajo, de protección social, de garantías colectivas, condiciones de trabajo, sobre la formación y derechos y libertades sindicales”.
En todas estas áreas, la clase dominante impone la regresión ¿Cómo invertir esta tendencia? Se debe luchar en primer lugar a capa y espada contra todos los ataques de la clase dominante y el gobierno. Pero también hay que tomar la ofensiva sobre la base de un programa audaz que pretenda expropiar a la clase dominante y poner la economía bajo el control democrático de los trabajadores mismos. En otras palabras, hay que poner la cuestión del poder en el centro de nuestro programa, explicando que no habrá una solución a todos los problemas de los trabajadores y la juventud mientras no tomen el poder y comiencen a reorganizar la sociedad sobre nuevas bases, sobre bases socialistas. Un número cada vez mayor de trabajadores va a entender y a estar dispuestos a participar en este camino porque esta es la única manera de acabar de una vez por todas con la regresión social permanente.
(1) A raíz de los atentados de Paris el gobierno decretó el estado de emergencia, que permite derogar temnporalmente derechos constitucionales, situación que ha prolongado hasta el mes de junio. También pretendió quitar la nacionalidad a los supuestos terroristas, lo que causó gran polémica.
(2) Huelgas reconducibles: Fue un tipo de huelga que se desarrolló en Francia en 2010 y que consistía en huelgas indefinidas en diversos sectores, empresas o ramas de la producción, que se votaban y renovaban día a día.