La retirada del Contrato de Primer Empleo (CPE) fue una derrota humillante para Chirac y el gobierno derechista de Villepin.
Las mayores movilizaciones desde mayo del 68
La retirada del Contrato de Primer Empleo (CPE) fue una derrota humillante para Chirac y el gobierno derechista de Villepin.
El capitalismo en un callejón sin salida
Después de la lucha contra la reforma de las pensiones en 2003, contra el referéndum de la Constitución Europea, las largas y amargas huelgas en Marsella y otros lugares, y de la revuelta de los suburbios en noviembre del año pasado, la masiva movilización de jóvenes y trabajadores contra el CPE constituye una nueva prueba de que Francia ha entrado en una época de gran inestabilidad social y política.
El sistema capitalista ya no puede sostenerse sin dar marcha atrás en las conquistas sociales del pasado. Todo lo contrario, estamos viendo una regresión social total, ya sea en el terreno del empleo, salarios, vivienda, seguridad social, sanidad pública, educación, los derechos y condiciones laborales de los trabajadores, etc.
Después de una experiencia como la lucha contra el CPE, muchos jóvenes y trabajadores están sacando conclusiones revolucionarias. Es cierto que en esta etapa la gran mayoría de los jóvenes y trabajadores todavía no han llegado a esta conclusión. Pero al final lo harán, sobre la base de su propia experiencia y la lucha contra el deterioro social permanente impuesto por el capitalismo. La lucha contra el CPE forma parte de este proceso de aprendizaje.
La huelga general
La movilización contra el CPE es una ilustración fantástica no sólo de la determinación y la gran capacidad de organización de los jóvenes y trabajadores, sino también del enorme poder potencial de nuestra clase. Los asalariados de hoy tienen un poder enorme. Sin trabajadores nada se mueve.
Desde el principio, la amenaza de una huelga general indefinida estuvo implícita en la lucha contra el CPE. Los dirigentes sindicales, ansiosos por mantener las protestas dentro de ciertos límites, no se atrevieron a plantear la huelga general. Pero la acumulación de injusticia, discriminación, inseguridad y pobreza ha creado una situación social potencialmente explosiva, llevando a la convocatoria de dos huelgas generales de 24 horas en el plazo de 8 días.
Si una huelga general comienza como una huelga de protesta limitada, siempre se puede transformar en una huelga general indefinida, como lo demuestra el ejemplo de Mayo de 1968. Por eso la terquedad de Villepin ha provocado pánico en la clase capitalista y los partidos de derecha.
Después de la manifestación de 28 de marzo, Chirac y Villepin ciertamente comprendían que sería mejor retirar el CPE. Aún así, en su discurso televisado el 31 de marzo, Chirac intentó mantener la ley mientras que al mismo tiempo hacía unas concesiones absolutamente irrisorias. En realidad, en esta ocasión, lo que estaba en juego en el conflicto iba más allá de la cuestión del CPE. Afectaba los cimientos mismos de la república (capitalista).
En realidad es muy peligroso desde el punto de vista de los defensores del capitalismo que los jóvenes y trabajadores entiendan que el Estado no es todopoderoso, que pocas semanas de manifestaciones, bloqueos y ocupaciones de institutos y universidades, bastan para crear un atmósfera de colapso.
Para eso se debía presentar una apariencia de estabilidad institucional, para salvar la autoridad del Estado, por eso finalmente Chirac, después de retirar el CPE, mantuvo a Villepin en su puesto de primer ministro.
Los moderados bajo presión
Frente a la inquebrantable determinación de la juventud y el extraordinario poder de la movilización, hasta los dirigentes sindicales más moderados no tuvieron otra opción que insistir en la retirada pura y simple del CPE.
En lugar de ver la lucha contra el CPE como un trampolín para el desarrollo de una lucha general contra el capitalismo, estos dirigentes estaban constantemente preocupados por restaurar la calma.
Esta buena voluntad para limitar el tamaño y el alcance de las acciones, y de las reivindicaciones, también se aplica a la dirección del Partido Socialista. Bajo la presión de las calles, los dirigentes del PSF declararon públicamente que el CPE y su sustituto, el Contrato Nacional de Empleo (CNE), serían inmediatamente derogados por un próximo gobierno socialista. Sin embargo, la dirección del PSF no exigió la disolución de la Asamblea Nacional. No tenía ganas de llegar al poder en un contexto de una movilización social de ese tamaño. Se contentaron con emitir una declaración donde pedían el retiro del CPE para restaurar la calma. Desgraciadamente, los dirigentes del PCF no se diferenciaron de la línea del PSF en esta cuestión. Y por último, debemos decir que la LCR, que nunca deja de exigir a la dirección del PCF que rompa relaciones con el Partido Socialista, también firmó este llamamiento, escrito por aquellos a los que califica de social-liberales.
La lucha por el socialismo
La retirada del CPE es una victoria muy importante. Refuerza la moral y el espíritu de lucha de los jóvenes y trabajadores. Contribuirá a forjar una nueva generación de militantes contra el capitalismo. Sin embargo, las conquistas del movimiento son menores a lo que se podría haber conseguido. El CNE todavía existe, además de los artículos que permiten trabajar a los jóvenes de 14 años de edad, el trabajo nocturno para los que ya tienen 15 años y los contratos precarios para los de más edad, entre otras cosas. Debemos exigir la derogación de toda estas leyes reaccionarias.
Incluso sin el CPE, la precariedad y el desempleo empeorarán, junto con la miseria y la desesperación. La discriminación social y racial, que era el núcleo central de la rebelión de los suburbios, también seguirá existiendo.
La izquierda regresará al poder en 2007. Es casi seguro. Pero si los dirigentes socialistas y comunistas se contentan con una derogación y otras medidas superficiales, quedará intacto el dominio de la economía en manos de la minoría capitalista. Por eso es absolutamente necesario vincular la lucha contra la explotación y todas las injusticias del capitalismo, con la lucha por una nueva sociedad, una sociedad socialista, donde el control de la economía esté firmemente en manos de los propios trabajadores.