La juventud en el Estado español ha sido traicionada por los líderes políticos tradicionales. Tras la crisis económica de 2008, las tasas de paro juvenil se dispararon. La supuesta “recuperación” económica que tuvo lugar después apenas hizo por solventar esta tragedia: según Eurostat, el Estado español tiene la tasa más alta de paro juvenil de la Eurozona, superando a Grecia, con un 40%.
La juventud obrera
Y esto antes de tener en cuenta el tipo de empleo al que los jóvenes actualmente pueden acceder, en ocasiones bajo contratos precarios, si hay contrato, y casi siempre ganando salarios de hambre. Esto hace que la situación de nuestra juventud sea de absoluta pobreza. De hecho, según datos de antes de la pandemia, una de cada cinco jóvenes trabajadores se encontraba en riesgo de pobreza y exclusión social.
Al mismo tiempo, el poder adquisitivo de la juventud obrera en el Estado español no presenta mejores perspectivas. La EPA (2019) informa que el 49,9% de los jóvenes entre 16 y 24 años cobra menos de 1.000 euros al mes. Para el tramo de 25 a 34, todavía es un 24,5%. Y cifras salariales así de bajas tienen consecuencias serias para su supervivencia básica: según el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud (OECJ), la juventud en el Estado español tendría que cobrar el doble de lo que percibe actualmente para permitirse comprar una vivienda. Esto significa que la mayoría de los jóvenes recurren al alquiler, y acaban a la merced de propietarios y especuladores que imponen precios cada vez más altos. Esta paupérrima situación hace mella en la salud mental de los jóvenes: según un estudio del Consejo General de Psicología de España, el 33% de los jóvenes ha sufrido algún problema mental.
La juventud estudiantil
La pandemia ha relegado a universitarios y secundarios a recibir clases online, sin tener en cuenta las posibilidades de los alumnos al acceso a internet sin interrupciones, a tener un espacio dedicado al estudio en sus casas, o los fondos suficientes para comprar la tecnología necesaria para acceder las clases, y obligándolos a pagar las mismas tasas por una educación virtual que en ocasiones deja mucho que desear. Al mismo tiempo, se les culpa cínicamente de los nuevos repuntes de la pandemia, atribuyéndose nuevos contagios a los botellones o su estilo de vida social, y no a la falta de medidas y protecciones por parte de los gobiernos estatal y autonómicos.
Radicalización de la juventud
Estos datos no son más que pequeños retazos de una situación material insostenible, y la razón por la que la mayoría de los jóvenes han sido radicalizados.
Históricamente, la juventud ha jugado un papel muy importante en las luchas por la igualdad, los derechos y la justicia social, pero ahora es cuando ha formado verdaderamente un bloque político radical e inconformista ante la decrepitud del sistema capitalista bajo el que vive.
En todo el mundo, la cristalización de este radicalismo se ha visto de manera más obvia en su participación en el movimiento por el clima. Esta lucha no sólo ha sido liderada por la juventud, sino también propulsada a conclusiones revolucionarias por ella. En el punto álgido del movimiento por el clima, era común ver a estudiantes de instituto con pancartas que rezaban “Cambio sistémico, no cambio climático”.
Pese a que la falta de liderazgo político es evidente en estos movimientos, la juventud ha tenido el buen instinto de rechazar las estructuras gubernamentales, organizaciones y partidos políticos tradicionales, a quienes correctamente los identifica como parte del problema, no de la solución. Al contrario que las generaciones previas, las cuales han disfrutado de ciertas concesiones del capital en tiempos de boom económico en la posguerra, la nueva generación lleva el escepticismo grabado en su piel. Al no haber experimentado una vida sin crisis, esta tendencia a cuestionar el sistema les es innata.
Papel clave de la juventud en la revolución
Durante la ola de movimientos insurreccionales que presenciamos el año pasado en Latinoamérica, los estudiantes jugaron un papel crucial en el apoyo a las luchas sindicales y políticas a lo largo del continente. Por ejemplo, en Colombia, las organizaciones estudiantiles unieron fuerzas con los sindicatos para formar un comité nacional de huelga, convocando tres huelgas nacionales y exigiendo el control público de las empresas petroleras. En Chile, la insurrección de octubre, que hizo eco a lo largo y ancho del globo, fue provocada por estudiantes rebelándose contra el aumento del precio del abono de metro.
En Francia, durante el punto álgido de las manifestaciones de los gilets jaunes (chalecos amarillos), estudiantes de instituto hicieron honor a las tradiciones históricas del 68 construyendo barricadas y protestando contra las medidas del gobierno de Macron, en solidaridad con el resto del movimiento. Imágenes de estudiantes de instituto siendo detenidos en masa por la policía francesa en Mantes-la-Jolie sirvieron como un duro recordatorio de la represión policial inherente al capitalismo cuando se trata de mantener el statu quo.
La juventud actual es plenamente consciente del papel revolucionario que ha de jugar. En cierto modo, su entrada en escena a través de estos movimientos no es más que el preámbulo a los históricos acontecimientos que se ciernen sobre el mundo, en los que las nuevas generaciones sin duda jugarán un papel crucial. Los estudiantes de hoy son los trabajadores de mañana, y la situación de precariedad en la que muchas de sus familias se encuentran actualmente les sirve como un cruel recordatorio diario de este hecho.
Sin futuro bajo el capitalismo
La actitud de la juventud en la época actual no es un desencantamiento con el sistema, sino una condena inequívoca del mismo. Al privar de un futuro sostenible a las generaciones futuras, el capitalismo ha creado a sus enterradores. La nueva generación de estudiantes y trabajadores jóvenes ha de ser consciente de que la lucha por su futuro ha de ser una lucha revolucionaria. Tal es el nivel de decrepitud del capitalismo y su potencial destructivo, que la mera supervivencia de nuestra especie es dependiente de la abolición de este. En una frase, para que los seres humanos vivan, el capitalismo debe morir.
Lenin decía: “quien tiene a la juventud, tiene el futuro”. El suyo no era un fetichismo idealista, sino una expresión concreta de una realidad material: al no haber sido afectada por las derrotas del pasado y al poseer las fuerzas y energía necesarias para actuar, la juventud obrera es el principal motor de cambio para la sociedad. La energía y disposición de la juventud es un ingrediente esencial en la construcción de una alternativa revolucionaria en el Estado español y en el resto del mundo.
Unir a la juventud con el movimiento obrero
Al mismo tiempo, la energía y disposición revolucionaria no basta para derrocar al sistema. En incontables ocasiones, los movimientos juveniles y estudiantiles han puesto en jaque a los gobiernos burgueses de todo el mundo, pero todo jugador de ajedrez sabe que un simple jaque no es suficiente para ganar la partida. Para hacer temblar los cimientos de este sistema capitalista tan podrido es necesario unir el movimiento estudiantil con el movimiento obrero. Los obreros son los únicos capaces de tomar control de las palancas fundamentales de la economía y plantear la cuestión de quién tiene el poder en la sociedad. Pero requieren que la juventud les sacuda de su inercia conservadora y abran sus ojos a la posibilidad de luchar por la transformación del mundo. Por eso es esencial la solidaridad entre estos movimientos y una organización de la lucha de clases.
Hoy en día, la única alternativa viable a las sucesivas crisis económicas, políticas y sociales a las que se enfrenta la juventud en el Estado español es una alternativa revolucionaria. Es el deber de los marxistas guiar y canalizar la energía y ansia de cambio que posee la gente joven para cambiar el mundo. Al mismo tiempo, todo activista veterano debe tomar inspiración de la juventud en vez de rechazarla de plano por su falta de madurez política. De nada sirve la experiencia si no se traslada a las generaciones futuras. La unión de la teoría y organización marxista con la enérgica disposición de la juventud en el partido revolucionario ofrece la única salida a la pesadilla capitalista.
El capitalismo puede haber robado a la juventud su futuro, pero no la ha despojado de sus fuerzas. La crisis actual representa una oportunidad única para la nueva generación, la de construir una alternativa al sistema capitalista, que no sólo garantice la supervivencia del planeta, sino de toda la raza humana. Como dijo Trotsky: “La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.”