Hace un año, decenas de miles primero, centenares de miles en los siguientes días, nos manifestamos continuadamente dando lugar a una auténtica explosión social que tomó las calles del conjunto del Estado. Dicho movimiento fue un grito multitudinario de rabia después de 4 años de recesión, ante un sistema que niega a la juventud un futuro digno, y amenaza con la exclusión y marginación social también a los mayores.
El año pasado ha sido el año de la revolución árabe, que influyó decisivamente en nuestro movimiento de los Indignados del 15M, fue otro año más de la heroica lucha del pueblo griego, del movimiento Occupy Wall Street…, procesos que se retroalimentaron entre sí empujados por el agravamiento de la decadencia de la economía y la sociedad burguesas, que amenaza con arrasar a su paso décadas de conquistas de la civilización.
¿Por qué fue tan importante y positivo?
Se logró algo que es la primera piedra de todo movimiento que aspira a transformar profundamente el estado de cosas reinante: que un sector muy significativo de la población llegue a la conclusión de que hay que tomar cartas en el asunto sobre cómo es gobernada la sociedad.
Ocupar plazas durante semanas fue la forma de decir en los hechos: “el mundo no les pertenece, señores oligarcas de la economía y la política. Nosotros tampoco les pertenecemos”. Resistir los intentos de desalojo, organizar asambleas realmente masivas donde expresarse los excluidos del sistema, los que solo encuentran trabas a la hora de participar en la toma de decisiones que gobiernan sus vidas, e identificar al enemigo central claramente en “políticos y banqueros”, aún cuando haya que sobreentender que con “políticos” se estaban refiriendo a los burócratas, tecnócratas y oligarcas que sostienen al poder actual, lo justifican, y no a las personas involucradas en la lucha política con fines de lucha y solidaridad. Todo ello es el primer paso de un pueblo que se pone en pie y gritar “¡Estamos dispuestos a transformar la sociedad!”…
Manifestación en Madrid el domingo 12 de mayo. Foto: José Camó
Ante el prejuicio existente en el seno de las direcciones sindicales y políticas de que la juventud estaba adormecida y aceptaba sumisamente su futuro, el 15M dejó claro cómo millones de personas habían llegado incluso a la convicción de que las instituciones actuales ya no tienen crédito. Esto se ha desarrollado aún más desde entonces, según la crisis capitalista volvió a tomar fuerza. La crisis actual de la monarquía, o el que la mayoría de los jóvenes a día de hoy aboguen por la República, evidencia que aquella explosión era parte de toda una tendencia histórica de la que la principal protagonista es la generación de jóvenes que se enfrenta por primera vez en sus vidas a la lucha de clases, producto del deterioro enormemente rápido de los derechos laborales y sociales adquiridos hace décadas, y que durante los años del “pelotazo urbanístico” silenciosamente se fueron deteriorando.
En otros ámbitos de lucha más concretos, se reactivó el movimiento contra los desahucios, convirtiéndolo en una lucha visible para una audiencia de masas, se presionó positivamente en una serie de luchas vecinales y reivindicativas… Las reacciones del movimiento ante la represión en Barcelona o Valencia fueron excelentes ejemplos de solidaridad, o las manifestaciones de solidaridad con el pueblo griego.
Tras el estallido inicial del 15M, después del verano pasado, otras movilizaciones laborales han venido después, contra los ajustes sociales, contra la reforma laboral o la Huelga general del 29 de marzo. Los trabajadores y jóvenes hemos exigido una alternativa, algo diferente a la “gestión” de la crisis, una alternativa que ofrezca una salida de la situación actual.
En los hechos, y eso fue muy positivo, el 15M actuó de acicate sobre el movimiento sindical y político de izquierdas, cuyos dirigentes olvidaron su pasado papel como dirigentes de luchas para centrarse en la política institucional o en justificar recortes y pactos sociales con los representantes del Gobierno y capitalistas como fue por ejemplo el Pacto de Pensiones de febrero del año pasado. La lucha de Juventud Sin Futuro el 7 de abril y luego del 15M evidenció la frustración de un sector de jóvenes estudiantes, parados y trabajadores, de la nueva generación, ante la falta de referentes que ofrecieran una vía donde expresar su rabia.
Después de un año de diferentes movilizaciones, fuera y dentro del 15M, todo esto se ha empezado a concretar políticamente: ese es el trasfondo del brusco incremento de votos hacia IU a nivel nacional desde mayo hasta ahora. El hecho de que en las encuestas el PSOE siga estancado e IU suba es muy aleccionador al respecto.
Esto concuerda con lo que está pasando en otros países en Europa, donde la subida de Mélenchon y el Frente de Izquierdas en Francia, que han logrado multiplicar por 10 los resultados del PCF (en un contexto de gran polarización entre derecha e izquierda) prometiendo que no tolerarán “ningún recorte” y subidas en el salario mínimo y presupuestos sociales, es claramente ilustrativo. Más aún claro es el ejemplo de Grecia, donde la Izquierda Radical del Syriza quedó segunda en las elecciones con casi un 16% de los votos y, apenas cuatro días después, ante la gran dispersión del voto de izquierdas contra los ajustes, una nueva encuesta ha revelado cómo el Syriza tendría hoy el 27% de intención electoral, pudiendo estar a las puertas de formar Gobierno con el KKE (partido comunista) si se celebrasen elecciones hoy.
Ahora bien, tras la última movilización del 15M, el 15 de octubre pasado, con más de un millón de manifestantes en las calles, se evidenció un cierto cansancio en el propio movimiento, una caída de afluencia a las asambleas convocadas, una desconexión entre los compañeros más activos en las plazas y los asistentes a las manifestaciones que desde mayo habían sido los principales sostenedores de las propias movilizaciones de masas, sin las cuáles el 15M no hubiera sido el movimiento impactante que es.
Incluso, aunque todas las encuestas revelaron el apoyo masivo que había en la inmensa mayoría de la sociedad al movimiento de los Indignados, hubo un tope a la hora de hacer partícipes en las manifestaciones a sectores cada vez más amplios de las masas para poder haber llegado, por ejemplo, a las cotas que hemos visto en febrero o marzo pasado en las manifestaciones contra la Reforma Laboral del PP.
Ahora, tras las manifestaciones que se van a desarrollar este 12 de mayo a nivel mundial y en los días siguientes, que creemos que serán muy importantes, creemos que hay que detenerse a analizar sobre las mejores lecciones a extraer del 15M en este último año.
Las contradicciones políticas del 15M
Una vez pasadas las elecciones municipales de Mayo, el movimiento se enfrentó a una nueva etapa. No había ya un acontecimiento inminente, como lo fueron las elecciones municipales de mayo pasado, que sirviera como punto donde concentrar fuerzas a la hora de ejercer presión. El movimiento se ve enfrentado a una inmensidad de frentes: los desahucios, la manipulación informativa, la implementación de los planes de austeridad de la UE y el FMI, el aumento del paro… Nos enfrentamos a una lucha dura y prolongada ¿Qué hacer?
En primer lugar, estructurar el movimiento, sistematizar el funcionamiento de sus bases, armarse de un programa y tácticas correctos y dotarse de una dirección clara en sus objetivos globales pero también práctica en sus tareas inmediatas a seguir en pos de ese objetivo. Una gran parte de esto se hizo en base a las iniciativas maravillosas que adoptaron decenas de miles de activistas que pusieron de su parte toda la creatividad posible.
Había que canalizar toda la enorme energía y entusiasmo generados hacia fines prácticos antes de que se disipara. Había que actuar con audacia y eficazmente. Consolidar las asambleas en barrios y pueblos… Realmente, la creatividad fue tremenda.
Ahora bien, también había que hacer accesible la participación al movimiento de los trabajadores, que en general tienen poco tiempo libre para participar en política. En este terreno, hay que decir que el formato de asambleas, casi diarias, que se siguió adoptando en muchas zonas incluso tras el verano no favoreció nada la participación de los trabajadores, que somos la inmensa mayoría de la sociedad. Así, el movimiento es copado por compañeros que tienen más tiempo libre, que no obligatoriamente coincide con aquellos elementos con más talento o mejores ideas.
Los trabajadores tenemos presiones laborales, económicas, familiares, de salud… Creemos que, en diferentes ciudades, las asambleas deberían haberse adaptado a esto. Cuando uno iba a una asamblea después de algunos días sin ir se encontraba con que muchos temas “se habían tratado ya”, por tanto no había que volver sobre ellos, además de que, en ocasiones, debido al exceso de discusión, los debates se alejaban cada vez más de la realidad y perdían cada vez más un carácter práctico.
Hay cuestiones más importantes. Una lucha prolongada contra un enemigo armado de poderosos medios y recursos a su disposición y con décadas, si no siglos, de experiencia acumulada en el arte de explotar, reprimir y manipular, requiere pocos fallos de nuestra parte y exige inexorablemente el estudio y la superación de los fallos ya cometidos en luchas pasadas.
Esto es lo justifica y hace necesario por parte de los oprimidos y de la inmensa mayoría el que en toda lucha sea necesaria una dirección que aprenda del pasado y sepa ampliar o no el ámbito de las reivindicaciones con un programa adecuado, la estrategia a seguir para no agotar al movimiento en manifestaciones casi semanales, enlazar con las movilizaciones del movimiento obrero organizado una vez que este se puso en pie…
La necesidad de la dirección, la necesidad de la discusión política
Lo primero que hay que decir es que el hecho de que no hubiera una dirección con tradición, experiencia y autoridad ante el movimiento fue debido a los errores de todos los líderes de la izquierda sindical y política. Todos ellos fueron puestos en cuestión, una vez que estalló el movimiento. Muchas veces, históricamente, hay una fuerte sacudida social que es difícil prever y, en este sentido, ha habido muchos 15M en la historia.
Ahora bien, lo que es inexcusable es que, una vez que el movimiento estalla, todas las organizaciones o plataformas de la izquierda que había en el país, desgraciadamente, y lo decimos con pesar, fracasaron a la hora de trabajar amistosa y compañeramente entre ellas, dentro del 15M, a la hora de ponerse de acuerdo en defender una serie de puntos mínimos de acuerdo, en lo programático, y de defender una estrategia viable de lucha. Esa contribución sí la podía haber hecho la izquierda para asegurar el mayor porvenir al movimiento
IU vio cómo miles de compañeros (al igual que otras decenas de miles de otras organizaciones políticas y sindicales de la izquierda en todo el Estado) participaron en la medida de sus posibilidades con toda su buena voluntad, pero sin un espacio de coordinación que nuestra dirección plasmase para esta tarea.
Otro elemento que empezó a actuar en contra del movimiento fue la censura que se impuso en el mismo ante los eslóganes que promovieron las pocas decenas de personas que originalmente impulsaron la primera manifestación del 15M, que contribuyeron a que se equipararan a todos los políticos y sindicatos por igual, sin entender que una cosa es el dirigente y otra el militante de base, que una cosa es lo que la dirección de un partido de izquierdas es ahora y otra muy diferente lo que fue en el pasado, o lo que (como indica la tendencia de Francia o Grecia) va a cambiar en el futuro.
Se instaló la tradición de que no se podía hablar de siglas, partidos… incluso hablar de socialismo o ideas políticas históricas conllevaban el abucheo de sectores del respetable o la censura del moderador. Sin embargo, grupos de derecha en diferentes ciudades sí actuaron anónima pero organizadamente para “innovar”, inventar un lenguaje nuevo o directamente ignorar a los partidos y sindicatos más representativos cuando estos empezaron a movilizar, salvo que fuera para cargar contra ellos. Desgraciadamente, muchos compañeros, también organizados y de tradición anarquista, respaldaron estos métodos antidemocráticos que impedían la libre discusión y la elaboración de alternativas concretas cuando alguien cometía el pecado de hablar con ideas con un mayor contenido de clase.
Se quería imponer a la Spanish Revolution el que se negase a tomar las viejas banderas de la lucha de clases en este país, renunciando a los símbolos históricos de la clase obrera… en pos de una nueva creatividad donde tener al movimiento enclaustrado, sin que avanzase.
Ahora bien, hay que decir que una cosa eran los deseos de estos grupos organizados en el 15M, y otra la realidad, porque afortunadamente no pudieran imponer totalmente la prohibición del uso de símbolos tradicionales de la izquierda cuando las manifestaciones fueron de masas.
Quizás el elemento más pernicioso en que degeneró esta situación fue en el muro que ha resultado ser nefasto cuando, tras el verano, las organizaciones de la clase trabajadora tradicionales empiezan a movilizar contra los recortes y se convocaron movilizaciones paralelas, opuestas a las sindicales, en la mayoría de las ciudades.
Sí, los sindicatos tradiciones están dirigidos por reformistas, o tienen ahora un funcionamiento muy burocratizado, pero han demostrado que pueden mover millones, porque la mayoría de sus afiliados no son burócratas y sí tienen una ligazón efectiva con la clase trabajadora. Esto es algo sobre lo que creemos, desde Lucha de Clases, que hay que reflexionar: el movimiento ciudadano de los indignados no debe separarse del movimiento obrero organizado: unido pueden hacer temblar a todo el poder establecido.
A toro pasado, hubiera sido infinitamente más provechoso para los intereses del movimiento que el 15M hubiera hecho desde el principio llamamientos públicos a los dirigentes de CCOO y UGT, y al resto de organizaciones donde haya trabajadores, a unirse en su lucha, a abandonar los pactos en detrimento de los trabajadores con la derecha política y sindical y sus agentes, para organizar la inmensa fuerza de la clase trabajadora y las masas populares en la lucha contra la oligarquía económica, financiera y política y avanzar en leyes e instituciones que reflejen verdaderamente la voluntad popular.
Creemos en este sentido que es muy positivo cómo Democracia Real Ya o el 15M en numerosas ciudades, a partir de febrero, se unió a las manifestaciones sindicales convocadas por UGT, CCOO o CGT.
La nueva etapa política en que estamos inmersos
Así pues, creemos que el movimiento 15M, ha sido el articulador de una nueva etapa política que se ha abierto en la vida del Estado español, y que todavía puede hacerlo mucho más, dando por primera vez la ocasión de expresarse políticamente a una nueva generación. Creemos que está en ciernes una próxima explosión en la sociedad española que seguro comenzará donde acabó el anterior movimiento, es decir, a un nivel superior. La memoria retiene la experiencia, pero ha de ser un esfuerzo consciente el extraer las lecciones de ella.
La época en la que estamos inmersos es la del colapso del capitalismo, que en su caída arrastra a la población hacia atrás en sus condiciones de vida. Están es juego TODOS los derechos, todas las conquistas sociales. El ejemplo de la quiebra de BANKIA y la nacionalización de sus pérdidas con nuestros impuestos y los recortes sociales, deja cada vez más caro cómo el estado español está en vías de ser intervenido, para ver reglamentada todos su vida económica, política y social por parte de un ínfimo grupo de especuladores y banqueros parásitos, el sector financiero que hoy domina la vida del capitalismo.
Los compañeros que hacen énfasis en sus intervenciones, conscientemente, en la indefinición política, en la vaguedad de los objetivos planteados, de las caracterizaciones de los problemas a que nos enfrentamos…, hacen un flaco favor al movimiento, que pugna por encontrar una explicación cabal de qué está ocurriendo.
Estamos ya en el cuarto año de la más aguda crisis del capitalismo en toda su historia: Hay que explicar porqué, qué alternativa hay a la crisis de sobreproducción capitalista, de la cual la crisis de la deuda es una sola de las manifestaciones externas, no la causa originaria.
Los resultados de las elecciones griega y francesa no hacen sino confirmar cómo las masas están buscando, cada vez más acuciantemente, una solución radical a sus problemas, evidenciándose una cada vez mayor polarización política, fruto de la polarización social, de la aguda contradicción económica entre las clases sociales, que tiene intereses contrapuestos y divergentes.
Entender cómo funciona el capitalismo y qué alternativa viable sostener ante él, pasa, en nuestra opinión por arrebatar las palancas de producción económica de las manos del capital, o el capital dejará un desierto a su paso en lo que ha sido nuestra sociedad. Por nuestra parte, desde Lucha de Clases enarbolamos la bandera limpia del socialismo, que no tiene nada que ver con el estalinismo corrupto y degenerado que colapsó en la antigua URSS.
Luchar solo no basta, hace falta un programa y una estrategia. Explicar pacientemente la necesidad de participar en las luchas reivindicativas y sociales, sí, pero con la conclusión de organizarnos políticamente con el horizonte de avanzar en la transformación socialista de la sociedad, es la contribución amistosa que los marxistas pretendemos realizar en esta lucha.