Tan sólo un día después de los horribles ataques terroristas en Barcelona y Cambrils, diversos grupos fascistas trataron de sacar rédito político del sufrimiento de las víctimas y de esparcir su mensaje de miedo y división. Bajo las odiosas y demagógicas consignas “STOP islamización de Europa” y “terroristas no son bienvenidos”, Falange Española, Falange Nacional, y otros grupúsculos convocaron una manifestación el viernes 18 de agosto por la tarde en la plaza de la Boquería, a pocos metros de donde sucedió el atentado de las Ramblas. Afortunadamente, el reducido grupo de fascistas que se atrevió a acudir fue completamente desbordado por la extraordinaria respuesta de la izquierda barcelonesa y de los vecinos del centro de la ciudad.
El mensaje de odio de la ultraderecha fue ensordecido por los gritos de “¡nazis no!” o “fora feixistes dels nostres barris”. Superados más de cuatro veces en número, los fascistas tuvieron que ser escoltados y evacuados por los Mossos d’Escuadra. Cabe resaltar que muchos de los que acudieron a la contramanifestación antifascista, quizás la mayoría, eran viandantes que, enterándose de que la extrema derecha estaba tratando de aprovecharse del dolor de las víctimas, se unieron espontáneamente a la protesta.
Este tipo de sucesos muestra la verdadera correlación de fuerzas en la sociedad catalana y española y la sana intolerancia de la mayoría de la población al racismo y al fascismo. Sin embargo, no podemos ser complacientes. La extrema derecha se siente enardecida y robustecida por el terrorismo islamista, y no dudará en tratar de explotar la situación. Tratarán de culpar a los inmigrantes y a los refugiados de lo sucedido, obviando que los atacantes se criaron y educaron en España, y que si algo refleja su fanatismo no son los problemas del islam sino la miseria, la desesperación y la ignorancia que proliferan en los barrios marginales de España; intentarán culpar a todos los musulmanes de lo sucedido, ignorando que las poblaciones musulmanas de países como Siria, Pakistán, Libia, Yemen, Afganistán, Somalia o Iraq sufren atentados fundamentalistas como el de Barcelona, y mucho peores, todos los días; tratarán de ofuscar la responsabilidad directa del imperialismo español y occidental en el auge del fanatismo islamista.
Cualquier acto fascista de este tipo ha de ser combatido por toda la izquierda, por el movimiento obrero y por todas las organizaciones progresistas, unidas como un puño. Pero no podemos olvidar que la locura fascista de pequeños grupos como Falange no es un fenómeno aislado, sino que representa la expresión más extrema y fanática de las ideas xenófobas e islamófobas que, de manera más respetable y sutil, propagan el PP y los medios de la derecha. Estas ideas son usadas por la clase dominante para dividir a los trabajadores y a los oprimidos, para sembrar miedo y odio, para aprobar medidas represoras que más tarde serán usadas contra el activismo social y sindical y contra el independentismo, y para justificar las intervenciones imperialistas de rapiña en Oriente Medio y África. La izquierda de Catalunya y del Estado español deben señalar el cinismo del PP y de la clase dominante, que tratarán de utilizar los terribles sucesos de Barcelona y Cambrils en su propio interés reaccionario y depredador, para engrasar las ruedas de la guerra y del imperialismo, y deben negarse contundentemente a entrar en cualquier tipo de bloque “antiterrorista” con la derecha.
El imperialismo (y sus secuaces ultraderechistas) y el fundamentalismo islamista son dos caras de la misma moneda que se necesitan y alimentan mutuamente; el imperialismo y el Estado burgués son incapaces de acabar con el fundamentalismo porque éste es el pus que supura de la úlcera abierta de este sistema corrupto, violento y cruel.
Estos días en Barcelona hemos visto cosas horribles, hemos visto fanatismo y odio, y hemos visto intentos de explotar el dolor para generar más rencor y violencia. Peor también hemos visto valores muy distintos: la entrega, el heroísmo, la generosidad de médicos y enfermeros, de taxistas, de tenderos, de vecinos que salieron al paso para ayudar a los heridos y afectados, hemos visto la respuesta valiente de vecinos y activistas que acallaron el mensaje de miedo y división de los fascistas, chispazos de un nuevo mundo solidario, pacífico y humano, donde se vislumbra la salida a la putrefacción del imperialismo, del capitalismo, de la guerra y del terrorismo.
¡Abajo el imperialismo!
¡Abajo el fascismo y la islamofobia!
¡Abajo el Daesh!
¡No a la guerra!
¡Por la unidad de los trabajadores y de todos los explotados y oprimidos!
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