Si se pretende aportar a la construcción de una corriente sindical antiburocrática genuina que adquiera un desarrollo de masas, debería organizarse alrededor de un programa básico de democracia sindical y de demandas laborales. La introducción de excesivos condicionamientos políticos y doctrinarios, sólo conduce al aislamiento sectario.
El sábado 17 de octubre unos 300 activistas sindicales y militantes de diversos grupos de izquierda se reunieron en Buenos Aires para discutir la formación de una "corriente político-sindical"
La convocatoria corrió a cargo del sindicato ceramista de Neuquén (SOECN) cuyos dirigentes pertenecen a la fábrica Zanón, recientemente expropiada. El encuentro también fue animado por grupos como el PTS y otras agrupaciones menores.
Como era de esperar, el Encuentro no pudo llegar a ningún acuerdo, carcomido por las rivalidades y celos de aparato de los grupos políticos presentes. Un sector defendió la necesidad de poner en pie la corriente político-sindical, mientras que otro insistía en limitar el alcance a una mera "coordinación de luchas"; aplazándose cualquier decisión a una nueva reunión a celebrarse en Neuquén el sábado 14 de noviembre.
En realidad, la concepción de "corriente político-sindical" defendida por los compañeros del SOECN y grupos como el PTS, al introducir excesivos condicionamientos políticos, sólo conduce al aislamiento sectario.
Al exigir que dicha corriente, en abstracto, "defienda un firme programa de independencia política de los trabajadores" y delimite implícitamente con aquellos espacios, como Proyecto Sur y la Constituyente Social, porque participan en ellos dirigentes de la CTA, estarían dejando afuera automáticamente a valiosos luchadores obreros antiburocráticos y a muchos otros que se consideran peronistas, apolíticos, etc.
Si se pretende aportar a la construcción de una corriente sindical antiburocrática genuina que adquiera un desarrollo de masas, debería organizarse alrededor de un programa básico de democracia sindical: elección y revocabilidad de los dirigentes, que ningún rentado reciba un sueldo superior al promedio de un trabajador calificado, apertura de los libros de cuentas, asambleas democráticas decisorias, etc. y un programa elemental de demandas laborales: salario equivalente a la canasta familiar, ningún empleo en negro, jornada laboral de 6 horas, etc.
Por otro lado, nos parece infantil asemejar la situación en la CTA y en la CGT. Pese a todas las falencias burocráticas que puedan observarse en la CTA, en esta central existen mecanismos de participación democrática para construir corrientes de oposición que no existen en la mayoría de los gremios de la CGT, donde los compañeros están expuestos a despidos, amenazas y agresiones físicas. Poner un signo igual entre ambas direcciones no ayuda a concretar las tareas específicas que una corriente sindical clasista debe abordar en una central y en otra. Esta posición contradice, además, la defensa que hicieron hace unos meses la mayoría de los dirigentes del SOECN de abandonar la CGT para ingresar a la CTA, aduciendo precisamente mayores garantías democráticas en esta central.