Para frenar a la derecha hay que romper la Concertación
El próximo 13 de diciembre tendrán lugar elecciones presidenciales que elegirán el sustituto de la actual presidente, Michelle Bachelet, del Partido Socialista. Chile se encuentra en la antesala de cambios políticos muy importantes, posiblemente los más transcendentales desde la caída de la dictadura de Pinochet y la llegada al poder de la Concertación, la coalición del Partido Socialista y la Democracia Cristiana que gobierna desde hace 20 años.
Para frenar a la derecha hay que romper la Concertación
Chile se encuentra en la antesala de cambios políticos muy importantes, posiblemente los más transcendentales desde la caída de la dictadura de Pinochet y la llegada al poder de la Concertación, la coalición del Partido Socialista y la Democracia Cristiana que gobierna desde hace 20 años.
El próximo 13 de diciembre tendrán lugar elecciones presidenciales que elegirán el sustituto de la actual presidente, Michelle Bachelet, del Partido Socialista. Lo más destacado del proceso electoral chileno ha sido la emergencia del candidato "independiente" Marco Enríquez-Ominami, diputado socialista que rompió con la Concertación en protesta por la designación del ex-Presidente democristiano, Eduardo Frei, como candidato presidencial oficialista.
La imposición de Frei como candidato presidencial, acordada en una maniobra de aparato entre los máximos dirigentes del PS y de la DC, causó un malestar enorme en las bases socialistas, que esperaban un candidato propio, más aún cuando la DC sufre un proceso de disgregación y debilitamiento con escisiones a derecha e izquierda. Esta circunstancia fue utilizada por Ominami para postularse como candidato a la presidencia de Chile.
La Concertación: un grillete sobre las manos de los trabajadores
Los gobiernos de la Concertación han sido un grillete puesto sobre las manos de millones de trabajadores y jóvenes chilenos durante 20 años. Con el chantaje permanente del miedo a la vuelta de los militares al poder, de "no tensar la situación", de "no provocar a la reacción", y demás artimañas políticas explotadas por los burgueses de la Democracia Cristiana y el ala derecha de la dirigencia socialista, se ha condenado a las masas trabajadoras chilenas a aceptar "lo que hay" y a consentir como permanentes la pérdida de conquistas y derechos históricos arrebatados por la dictadura pinochetista.
No hay que olvidar que la Democracia Cristiana apoyó e impulsó el golpe asesino de Pinochet en 1973 y sólo en los últimos años de la Dictadura, cuando el fin del ciclo pinochetista era evidente para todos, se pasó a la oposición para renovar sus credenciales "democráticas" y marcar distancias con la "derecha golpista".
El objetivo de la Concertación fue utilizar al Partido Socialista para que contuviera a la clase trabajadora, y evitar un giro a la izquierda en este partido para comprometerlo con las políticas procapitalistas impulsadas por la Democracia Cristiana.
A esta situación colaboró la política de la dirección del Partido Comunista chileno, orientada desde hace décadas hacia el reformismo, lo que le impidió aglutinar el descontento de los trabajadores y la juventud con la Concertación en estos años, sumado a su política de pactos y acuerdos con los gobiernos concertacionistas a cambio de promesas para reformar la actual ley electoral, una ley pinochetista reaccionaria que sólo permite una representación bipartidista en el parlamento.
Por lo tanto, la ruptura de la Concertación entre la Democracia Cristiana y el Partido Socialista es la condición básica para el inicio de una recomposición política de la clase obrera chilena y de un giro a la izquierda real en el Partido Socialista que desplace del control del partido a los elementos más derechistas (Lagos, Insulza, etc.). Va en el interés de la clase obrera chilena recuperar un frente de izquierda genuino, entorno al PS y al PC, que se plantee una salida de clase y socialista a la explotación capitalista.
Superexplotación y crisis económica
El denominado "milagro chileno" se ha sustentado en la superexplotación brutal de los trabajadores, con una precarización laboral elevada, innumerables trabas a la negociación colectiva de las condiciones de trabajo y atomización sindical.
Actualmente, el 20% más rico de la población ingresa el 58% de la renta nacional, mientras que el 20% más pobre apenas ingresa el 5%. Se estima que 3 millones de chilenos (el 18% de la población) sobreviven con 160 dólares al mes, y un millón están desocupados.
La crisis económica mundial ha golpeado duramente a la economía chilena, que lleva más de un año en recesión. En el tercer trimestre del 2009, el Producto Bruto Interno (PBI) cayó un 1,6 por ciento, y acumula un retroceso de 2,9 por ciento en lo que va del año, según el Banco Central de Chile. Según la CEPAL; en 2008 hubo una caída real del poder adquisitivo en los salarios por primera vez en 9 años.
Chile depende decisivamente de la extracción y exportación del cobre, que ha sufrido grandes altibajos en su precio en los últimos dos años. Desde el inicio de la dictadura pinochetista hasta hoy, la participación del Estado en la minería del cobre no ha hecho más que reducirse, y hoy la empresa estatal CODELCO sólo extrae el 26,4% de la producción nacional, quedando el resto en manos de multinacionales. Hay que hacer la observación que entre 1974 y 2006 las multinacionales extranjeras invirtieron en la industria del cobre unos 20.000 millones de dólares, que fue justamente la ganancia conseguida en un solo año, en el 2006 (Orlando Caputo y Graciela Galarce). Este dato da una idea de la imperiosa necesidad que tienen los trabajadores y el pueblo pobre de Chile de nacionalizar el 100% de la producción de cobre, lo que junto a la nacionalización de la banca y los principales monopolios, permitiría resolver los problemas más acuciantes que sacuden a la sociedad chilena.
En las últimas semanas, varios conflictos laborales irrumpieron en la escena social, siendo los más relevantes el paro indefinido de los docentes de las escuelas y el de los empleados públicos.
El paro docente se prolonga desde hace semanas en demanda de la llamada "deuda histórica". Se estiman en más de ochenta mil docentes los afectados por esta "deuda" que alcanza un monto de 14.000 millones de dólares. Tuvo su origen en la municipalización de la educación por parte de la Dictadura en 1981 que, entre otras consecuencias reaccionarias, arrasó con los salarios de los docentes.
Los empleados públicos también estuvieron en lucha durante semanas hasta que consiguieron un aumento salarial del 4,5%.
También hubo movilizaciones de los deudores habitacionales y pobladores sin casa que exigen el fin del pago de las cuotas usurarias a los bancos y el derecho a una vivienda digna. Se estima que un millón de familias tiene problemas de vivienda.
En la juventud la situación es explosiva. Aunque la histórica lucha de los estudiantes secundarios en 2006, llamada "La revuelta de los pingüinos", no tuvo continuidad el fermento continúa entre el estudiantado, particularmente los universitarios. La enseñanza superior en Chile está arancelada desde la dictadura militar, lo que crea dificultades particulares a los hijos de los trabajadores. El arancel o matrícula mensual promedio en una carrera tipo puede rondar los 300 dólares, la mitad de un salario promedio. A cambio de esto, Chile fue uno de los países pioneros en la implantación de los créditos a los estudiantes para cursar las carreras, que los obliga a permanecer endeudados durante años, Lo significativo es que ahora la izquierda controla la mayoría de la representación estudiantil en las principales universidades y federaciones estudiantiles del país, como la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) y la Federación de estudiantes de Valparaíso, además de la Universidad Católica en sus sedes de Santiago y Valparaíso.
Otro tema importante es el reclamo de la población indígena mapuche por autonomía territorial (en el sur chileno) y sus luchas contra la discriminación racial y contra la expulsión de las tierras donde viven, a manos de empresas forestales, hidroeléctricas y mineras, que ha llevado a un incremento de la represión policial y al asesinato de integrantes de la población mapuche.
Marco Enríquez-Ominami
El tradicional bipartidismo chileno ha sido ahora amenazado por la candidatura de Enríquez-Ominami. Se dice que, inicialmente, su lanzamiento fue favorecido por la prensa de derecha para debilitar a Frei y así Piñera, el candidato de la derecha, pudiera tomar ventaja a costa de sus adversarios. Puede que esto sea cierto, pero no explica las causas de fondo de la vertiginosa suba de Enríquez-Ominami.
La realidad es que hay un hartazgo muy extendido entre los trabajadores y la juventud hacia las políticas timoratas y procapitalistas de la Concertación; y la figura de Frei, situada a la derecha de Bachelet, despierta muy poco entusiasmo.
Como muy bien explica José Cademártori, ex-Ministro de Economía de Salvador Allende:
"Hoy día la gente está irritada con las AFP (pensiones privadas), las Isapres (salud privada), el lucro en la educación, los bancos privados, la colusión entre las cadenas de farmacias o entre las compañías de telecomunicaciones. Quiere más regulaciones y controles para poner fin a los abusos contra los consumidores, contra sus trabajadores, acabar con la discriminación a los habitantes de los barrios empobrecidos, donde se concentra el abandono, la basura, la contaminación, la inseguridad. La encuesta de la Universidad Diego Portales revela que el 86% de los consultados quiere que el Estado sea propietario de las empresas de servicio público, el 80% desea una AFP estatal, el 65% acepta el traspaso de educación universitaria al Estado; la misma opinión prevalece respecto a los recursos mineros, la banca, el transporte público. Ciertamente hay una mayor valoración del Estado no sólo por protección social sino también como factor de desarrollo económico" (La batalla de las ideas, ¿Hacía dónde va Chile? José Cademártori)
Por lo tanto, es el intenso malestar social el que explica el avance electoral de Enríquez-Ominami. Y sus fuentes de apoyo no vienen de la derecha sino de la izquierda, particularmente de la base socialista.
El discurso de Enríquez-Ominami, si bien es ambiguo, está a la izquierda de Frei, y ambos aparecen con una intención de voto similar, entre el 20%-25%. El candidato de la derecha, Piñera, lleva meses estancado y no logra superar el 40% en las encuestas. Piñera es uno de los empresarios más ricos de Chile. Posee la aerolínea LAN, la cadena de TV Chilevisión, y decenas de empresas más. Es decir, es un representante muy calificado de la burguesía chilena.
El candidato de Juntos Podemos, impulsado por el PC, Jorge Arrate, tiene un discurso más de izquierda y de clase pero apenas alcanza el 6%, y ya anunció que apoyaría a Frei en una eventual segunda vuelta.
Pero las encuestas afirman, además, que en la segunda vuelta, Ominami sacaría más votos contra Piñera que Frei; lo cual es muy revelador. Por lo tanto, la victoria de Enríquez-Ominami tendría bastantes posibilidades de concretarse si pasara a la segunda vuelta, posibilidades que se reducirían en el caso de Frei si fuera éste quien disputara el "ballottage" con Piñera.
Esta situación inesperada ha obligado a Frei y a Piñera a "girar" a la izquierda en sus discursos. Es significativo que la propaganda electoral de un burgués como Frei exija "menos mercado y más Estado", o lance críticas fuertes contra los bancos.
Asustados por la emergencia de Enríquez-Ominami, ahora los medios burgueses están incrementando su respaldo a Frei para tratar de afianzarlo en la segunda posición.
Es verdad que Ominami utiliza un discurso con un cierto componente demagógico para captar votos a izquierda y derecha. Afirma que admira al Chávez que terminó con el analfabetismo en su país o dedica las ganancias de PDVSA al gasto social, pero no le gusta el Chávez que nacionaliza bancos o "cierra emisoras de TV". Se pronunció a favor del derecho al aborto, de aumentar la inversión pública en educación y salud, y de subir los impuestos a las multinacionales. Pero también propuso privatizar el 5% de CODELCO (la empresa estatal del cobre) "para hacerla más eficiente", aunque luego se desdijo públicamente.
Por otro lado, tanto Enríquez-Ominami como Arrate suscribieron un compromiso público con la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos para anular la Ley de Amnistía que se dieron los milicos en 1978 e impulsar los juicios contra los genocidas y represores de la dictadura pinochetista, algo que se negaron a hacer Eduardo Frei y, por supuesto, Piñera.
No obstante, el resultado de las elecciones sólo será una aproximación al verdadero sentir de las masas trabajadoras chilenas. El derecho al voto no es automático. Para votar hay que inscribirse, y muy pocos en la nueva generación de jóvenes lo ha hecho en los últimos años, de ahí que el padrón electoral no contenga grandes cambios respecto de anteriores consultas electorales.
Perspectivas electorales
Lo significativo es que por primera vez en 20 años, el bipartidismo Derecha-Concertación está amenazado.
Si ganara la derecha en la segunda vuelta y derrotara a Frei, el descrédito de la DC ante la base socialista será tal que será muy difícil que DC y PS permanezcan unidos; además, eso precipitará con bastante probabilidad nuevas escisiones por la derecha en la DC en carreristas profesionales y funcionarios que no querrán perder sus empleos en el Estado.
Pero si Frei no pasa a la segunda vuelta y es Ominami quien enfrenta a la derecha por la presidencia, las consecuencias serán las mismas para la Concertación.
Lo que también resulta significativo es que, pese a todo, la derecha tiene unas bases sociales limitadas para emerger con un apoyo social de masas. El hecho de que Piñera se vea obligado a tratar de ocultar su perfil reaccionario es una prueba de ello. La suma de votos de la Concertación, Ominami y Arrate supera ampliamente el 50% de las preferencias de los votantes.
Desde la Corriente Marxista Internacional (CMI) siempre defendimos la ruptura de la Concertación y la formación de un frente PS-PC que se dote de un programa socialista. Al mismo tiempo abogamos por la formación de corrientes marxistas de oposición en el seno de ambos partidos para librar una batalla contra las políticas reformistas de la dirección.
La aparición de Enríquez-Ominami introduce nuevos elementos en la situación que debemos armonizar con nuestra perspectiva general.
Sin comprometernos con el programa de Enríquez-Ominami, que es ambiguo, confuso y limitado; nos hubiera parecido como lo más conveniente la convergencia electoral de los dos candidatos a la izquierda de Frei, Enríquez-Ominami y Jorge Arrate, en una única fórmula electoral. Esto habría garantizado una mayoría a la izquierda de Frei, en condiciones muy favorables para derrotar a Piñera en la segunda vuelta. Lamentablemente, no pudo darse esta situación, que habría captado una parte sustancial del voto de las bases socialistas.
Como decíamos al principio, va en el interés de la clase obrera chilena la ruptura de la Concertación, la coalición insana entre la burguesa Democracia Cristiana y el Partido Socialista. Precisamente, es la política de la Concertación la que está abonando el camino a la demagogia de la derecha, al extender el desánimo y el malestar social.
Por eso, si Frei quedara fuera de la segunda vuelta, eso precipitaría la ruptura de la Concertación, y abriría una nueva perspectiva de desarrollo político a la clase obrera y la juventud revolucionaria chilenas.
Aunque una parte de la clase trabajadora, siguiendo la consigna de los dirigentes del PS, votará sin entusiasmo por Frei; otra parte muy importante lo hará por Enríquez-Ominami y por Jorge Arrate, para mostrar su rechazo a la derecha y a las políticas de la Concertación, y para buscar una alternativa a la izquierda de lo que hay.
Nuestra posición
Este segundo sector expresa una posición más progresiva, de ahí que la CMI llame a votar críticamente por ambos candidatos frente a los otros dos candidatos patronales. Si, como esperamos, cualquier de los dos candidatos de la izquierda venciera a Frei en la primera vuelta, previsiblemente Enríquez-Ominami, llamamos a aglutinar el voto de los trabajadores y la juventud revolucionaria a favor suya, contra el candidato de la burguesía y el imperialismo.
Pase lo que pase, Chile entra decisivamente en la senda de la inestabilidad política y social. Aunque finalmente se alcen con la Presidencia Piñera o Frei, el efecto de sus victorias se disipará rápidamente. El ambiente social opresivo a causa de la explotación capitalista, pero también por el legado bonapartista y regimentista del pinochetismo, camina rápidamente al punto de ebullición, y el estallido de un movimiento de masas de protesta se desatará como una fuerza elemental de la naturaleza. Esto creará las condiciones más favorables para el desarrollo de una tendencia marxista de masas en el seno de la clase obrera chilena y sus organizaciones.