Las principales fuerzas de izquierda – el Partido Socialista (PS), el Bloque de Esquerda (BE) y el Partido Comunista (PCP) – consiguieron en conjunto una mayoría considerable, mientras que la coalición de derecha Portugal al Frente (PaF, formada por los dos principales partidos de la derecha, PSD y CDS) vieron caer su apoyo en picado. Pero el período posterior a las elecciones ha sido testigo de un intento de la derecha y de toda la clase dirigente de tergiversar los resultados y evitar la formación de un gobierno de izquierda.
La crisis del capitalismo en Portugal
Con una deuda pública que se elevaba por encima del 90% del PIB, el fallido gobierno portugués de Sócrates (PS) fue rescatado por la troika (la Comisión Europea, el FMI y el BCE) en 2011, soldando el país a severas medidas de austeridad: recorte del gasto público, un programa de privatizaciones de largo alcance, una “reforma” de la normativa laboral para aumentar la flexibilidad, y “un compromiso para incentivar que los inversores privados permanezcan en el país”. Al asumir el cargo en 2011, sin embargo, el actual primer ministro Passos Coelho, un derechista insensible y frío, se comprometió a “ir más allá” de las exigencias de la troika para privatizar y recortar aún más de lo que la troika estaba pidiendo. Aunque el programa de rescate se terminó oficialmente en 2014, la austeridad ha continuado y el país todavía está en la agonía de la crisis capitalista, con una deuda pública cada vez mayor que llega al 130% del PIB, y un crecimiento anémico el año pasado de un 0,9%. De hecho, Passos Coelho fue el primer Primer Ministro en supervisar una contracción general de la economía del país durante su mandato, ya que el PIB cayó un 4,5% a niveles vistos por última vez hace 15 años. Al mismo tiempo, la desigualdad es una de las más altas de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), el 10% más rico posee el 25,9% de la riqueza del país y el 10% más pobre sólo el 2,6%.
Las medidas de austeridad golpean directamente en las condiciones de trabajo y el nivel de vida de la clase obrera y de la juventud portuguesa. Hoy en día, uno de cada cuatro ciudadanos portugueses vive en la pobreza. La tasa de desempleo se sitúa en el 12,4%, y en el 31,8% entre los jóvenes. Pero incluso, estas cifras sombrías han sido acaloradamente refutadas, con investigadores económicos colocando la cifra real de desempleo más cerca del 20% o incluso el 25%. Esta subestimación es el resultado de cosméticas estadísticas poco fiables, ya que las cifras oficiales ocultan la realidad de muchos trabajadores desalentados que han dejado de buscar empleo, de trabajadores de tiempo parcial y de trabajadores ocasionales que buscan empleo a tiempo completo, de los desempleados en programas de formación o programas de trabajo temporales financiados por el gobierno, y de los muchos que han emigrado. De hecho, en vista de la situación, no es de extrañar que Portugal haya experimentado un éxodo masivo: entre 2011 y 2014, casi medio millón principalmente (pero no exclusivamente) de jóvenes abandonaron el país.
Estos ataques provocaron una ola de movilizaciones que no se había visto desde la revolución de 1974. El 15 de septiembre de 2012, el movimiento Que se lixe a troika! (¡Que se joda la troika!) congregó 1,5 millones de personas en las calles – un asombroso 14% de la población del país. Esta protesta fue seguida por una huelga general el 14 de noviembre, y manifestaciones y huelgas masivas continuaron teniendo lugar en los siguientes meses. Las tradiciones revolucionarias del país, en particular de la Revolución de los Claveles, fueron recogidas y el canto del himno revolucionario Grândola Vila Morena estaba omnipresente. Sin embargo, la falta de dirección y de perspectivas y metas claras para derribar al gobierno llevó a un estancamiento de las movilizaciones después de 2013. Sin embargo, después de dos años de relativa calma, las frustraciones profundas de la sociedad portuguesa están encontrando una expresión en el frente electoral.
Las elecciones del 4 de octubre
PAF: 38,6% (107 escaños)
PS: 32,3% (86)
BE: 10,2% (19)
PCP: 8,3% (17)
PAN (derechos ecologista / animal): 1,4% (1)
La mayoría de los informes de los medios internacionales, el día después de la elección, se leían como si la coalición gobernante hubiera sido elegida de nuevo, lo que habría hecho que Portugal fuera el primero de los países rescatados en volver a elegir a un gobierno responsable de la austeridad. El eufórico estado de ánimo en la sede del PAF y los discursos de sus líderes en la noche electoral, rápidos en reclamar la victoria, tenían el objetivo de transmitir la misma impresión: que la gente aprobaba al gobierno y que había elegido la continuidad. Esto no podría estar más lejos de la verdad: en general, más del 60% del electorado portugués votó por el cambio. Está claro que la derecha ha sufrido un golpe, perdiendo 25 escaños y el 11,8% de los votos, cayó por debajo del nivel alcanzado por el PSD sólo en la última elección. De hecho, este fue el segundo peor resultado conjunto de los dos partidos de derecha (por separado o en coalición) en las elecciones legislativas, tanto en número como en porcentaje de votos – ¡ninguna victoria puede alcanzar tal nivel de imaginación! Por el contrario, los tres principales partidos de izquierda han visto aumentar su número de votos, en diversos grados, después de una campaña marcada por la política anti-austeridad. La izquierda ahora cuenta con una mayoría de 123 escaños en un parlamento de 230.
El PS logró aumentar su porcentaje de votos, aunque modestamente. Este es un partido socialdemócrata moderado, cuyo programa no propone un fin a la austeridad sino políticas de austeridad suaves. Sus credenciales de izquierda se han empañado aún más por sus estrechos vínculos con la clase dirigente y por los escándalos de corrupción, por el que se investigó a su ex líder Sócrates. Dificultado por haber invitado a la troika y firmado el memorando junto con la derecha, el PS sólo podía montar una oposición débil y blanda en los últimos cuatro años, no proporcionando una alternativa clara discernible a la austeridad.
Hace un año, los miembros del partido eligieron a un nuevo líder, António Costa, con la esperanza de poner remedio a la situación, pero pronto resultó ser una decepción más: un día dio la bienvenida al ascenso de Syriza al poder como un “signo de cambio”; el siguiente, arrastrándose a los pies de los inversores extranjeros les decía que el país estaba en mucho mejor forma. Mientras estaba tratando de evitar tomar cualquier posición claramente independiente, Costa parecía estar esperando darse un paseo para llegar al poder basado solamente en la impopularidad del gobierno. Aún así, el 32,3% de los votos a favor del PS refleja la determinación del pueblo portugués para deshacerse de la derecha. De hecho, en un intento de evitar una sangría de votos a la izquierda, el PS recalcó la idea del “voto útil”, es decir, que era el único partido capaz de destronar al gobierno de derecha. Por razones similares, exageraron la retórica anti-austeridad en toda la campaña, tratando de presentar una amplia brecha entre ellos y la derecha. Costa dijo muy claramente que bajo ninguna condición iban a entrar en un gobierno con el PSD y el CDS, e incluso – para sorpresa de muchos – que iban a votar en contra de cualquier presupuesto de un gobierno de derecha. Todo esto no fue suficiente, sin embargo, para evitar el crecimiento de los partidos de izquierda radical, que siempre han seguido una línea anti-austeridad consistente.
EL PCP también tuvo un resultado positivo, al aumentar en el número y la proporción de votos y conseguir un escaño adicional. Esto se produjo después de una campaña vibrante que culminó en el histórico festival ¡Avante! Sin embargo, le costó moverse más allá de su base tradicional de apoyo. El partido podría haber sido afectado por el lastre de poner énfasis en la salida del euro, de la UE y la OTAN y en su programa “patriótico”, en vez de una política positiva revolucionaria y socialista.
Sin lugar a dudas la estrella del día fue el BE, que superó todas las expectativas al obtener su mejor resultado electoral, pasando de 8 a 19 escaños. El resultado es aún más sorprendente, ya que el partido había sido declarado muerto después de un largo período de inestabilidad interna, después de hacer unas malas elecciones en 2011 (y en las elecciones europeas de 2014) y de haber estado sometido a varias escisiones. Sin embargo, bajo el nuevo liderazgo de Catarina Martins, y sintiendo el estado de ánimo radicalizado y la oposición popular a la austeridad, fueron capaces de superar sus dificultades y lanzar una poderosa campaña en la que su participación prevista en la votación subía a diario en cada nueva encuesta (el resultado real superó incluso las más favorables). Martins eclipsó a sus oponentes, en particular a los líderes de la derecha, en los debates de televisión y levantó su perfil público. Del mismo modo, Mariana Mortágua, la candidata número uno por el distrito de Lisboa, había pasado a primer plano en los últimos meses por su cuestionamiento vigoroso y directo de la investigación parlamentaria sobre el colapso de Banco Espírito Santo y su grupo de empresas asociadas, que “consiguió expresar la frustración que la gente siente hacia una pequeña elite que está acostumbrada a utilizar al sistema financiero del país durante décadas”.
En las calles, su campaña y activistas fueron muy bien recibidos. Su éxito es particularmente notable a la luz de los recientes acontecimientos en Grecia, ya que estaban combatiendo el alarmismo del PS y la derecha, y su asociación a SYRIZA y a su capitulación por parte de los medios de comunicación. En este sentido, el BE adoptó un mejor enfoque que Podemos en España, que reaccionó ante los acontecimientos diciendo que Tsipras no podía haber hecho nada mejor: sin renegar de SYRIZA, el BE no obstante, fue crítico con el nuevo memorando y defendió la necesidad de la elaboración de un plan B – incluso si no hay ninguna indicación de que esto no fuera más que un retorno al escudo –la antigua moneda nacional portuguesa– sobre bases capitalistas.
En contraste con la izquierda, la coalición de derecha PaF realizó una campaña con la menor cantidad posible de contacto espontáneo con el público después de algunos incidentes al ser interrumpidos y rechazados por varios grupos durante el período pre-electoral. Un recorte en el periódico burgués Expresso describió la campaña como, “Passos (PSD) y Portas (CDS-PP) en espacios seguros, tienen largas y agradables conversaciones con los patrones, apresuradas y superficiales con los trabajadores”. Esto fue parte de una estrategia de campaña bastante eficaz, que puede haber mitigado en parte el alcance de su derrota. El material de la campaña evitó mostrar los rostros de los líderes, que tienen muy bajas tasas de aprobación y son ampliamente considerados como “arrogantes” y “mentirosos”. Sus discursos hicieron escasa mención de sus propuestas, ya que su retórica se basaba casi exclusivamente en infundir miedo y en una narración simplista de cómo “salvaron el país” del desastre que el gobierno anterior del PS había dejado. Su bajo perfil, así como su afán por evitar la polémica, también se dirigió a no provocar a los trabajadores y jóvenes con el fin de aumentar la abstención, con la intención de perjudicar a la izquierda.
De hecho, el nivel de abstención fue muy alto, situándose en casi el 45%. La campaña de bajo perfil de la derecha; la moderación y lo poco prometedor del PS, que se consideraba como la única opción viable para derrocar a la derecha; la división de la izquierda radical entre el PCP y el BE; y el agotamiento general producido por la crisis, la emigración y el año de protestas donde poco ha cambiado, ha contribuido a la baja participación. A pesar de esto, sin embargo, la victoria de la izquierda expresa los primeros pasos del despertar político de las masas portuguesas y su giro a la izquierda.
Las negociaciones para una coalición
Los resultados produjeron un estancamiento que empujó a todos los partidos a la mesa de negociaciones. El que tenía la sartén por el mango, claramente, era el PS, que tenía en su mano formar un gobierno de derechas con PAF o un gobierno de izquierdas con el BE y el PCP. Las semanas que siguieron a las elecciones han puesto al PS en una situación muy difícil. Por un lado, estaban las millones de personas que votaron por ellos con la esperanza de derrocar a la odiada derecha presionando por un acuerdo con el BE y el PCP; por el otro, la histórica colaboración de clases del PS y la presión de toda la clase dirigente portuguesa y europea, que teme la idea de una coalición de los socialistas con la izquierda radical, y que ha estado presionando en cambio para que el PS apoye al PAF.
Incluso antes que se conocieran las encuestas de boca de urna, los expertos políticos de televisión, incluidos los del campo del PS, ya estaban sugiriendo la posibilidad de un gobierno de “bloque central”. En la noche de las elecciones, el líder del PS António Costa dio un discurso ambiguo, tratando de mantener las puertas abiertas a ambos lados, pero declarando que la responsabilidad de formar un gobierno estaba en la derecha. Fue visto que empezaba a vacilar en su compromiso de campaña de derrocar al gobierno. Al ser interrogado por los periodistas sobre si iba a cumplir su promesa de votar en contra de cualquier presupuesto del PAF, respondió que esa decisión era todavía muy lejana.
Las divisiones internas comenzaron a ser abiertamente visibles incluso antes de este discurso, con un parte de la fracción de derecha del partido, leal al líder anterior, pidiendo que Costa dimitiera. Hay elementos del partido que han apoyado verbalmente la idea de apoyar un gobierno de derecha en el Parlamento (a través de la abstención en las principales votaciones) sin entrar en una coalición, y oponiéndose firmemente a un pacto con la izquierda. El eurodiputado socialista Francisco Assis habló de “fantasías de izquierda” dentro del partido, describiendo cualquier intento de acuerdo entre los socialistas y la izquierda radical como “absolutamente impensable” y “absurdo”. El líder de la central sindical UGT, la segunda mayor delpaís, vinculada al PS, también afirmó que estaría más cómodo con una coalición con la derecha – sólo para sufrir una reacción violenta de una gran parte de los miembros de la UGT. El Financial Times informó:
El entendimiento entre el PS y la izquierda radical significaría un “suicidio” político tanto para el señor Costa como para su partido, dijo Luís Marques Mendes, ex líder de los socialdemócratas [PSD], el partido dominante en la coalición de centroderecha del Primer Ministro.
Sin embargo, Costa está siendo perseguido por el fantasma del PASOK griego, que ha sido reducido a la insignificancia después de unirse en una coalición con los partidos de derecha. En realidad, el PS se enfrenta a la perspectiva del “suicidio político”, independientemente de lo que haga. Si se apoya en la derecha, acabará completamente con lo poco que le queda de sus credenciales progresistas y será castigado por la mayoría de los votantes que buscaban una alternativa. Al mismo tiempo, si logra un acuerdo con la izquierda radical, será puesto bajo presión para continuar con la austeridad y los ataques contra la clase obrera, que lo enfrentaría con sus socios de gobierno y mostraría al partido como traidor de sus promesas. De cualquier manera, el escenario está listo para una importante crisis política. Como el comentarista de izquierda David Ferreira dijo, “Portugal es un barril de pólvora y la chispa es el Partido Socialista”.
El PCP y el BE también se encuentran en una situación difícil y tendrán que maniobrar con cuidado en las próximas semanas y meses. Tanto el PCP como el BE han declarado correctamente todo el tiempo que su prioridad es eliminar a la derecha del poder, estableciendo públicamente algunas exigencias mínimas relativas a terminar con las políticas de austeridad. El BE, por ejemplo, ha declarado:
A los gritos constantes sobre la necesidad de un “pacto de estabilidad”, el Bloque responde su mandato con claridad: en las discusiones por un programa de gobierno, así como en la votación de cada presupuesto, el Bloque es siempre una garantía contra cualquier ataque a los salarios, las pensiones actuales y futuras, y el empleo. Defendemos la estabilidad de la vida de las personas y la recuperación de las condiciones laborales y de los servicios públicos que han sido atacados en los últimos años. No va a ser a causa del Bloque que no haya una mayoría para llevar a cabo estos objetivos.
Las negociaciones entre los tres partidos de izquierda parecen estar progresando bien y ya han alcanzado una etapa avanzada, todas las partes afirmaron que es posible un acuerdo para formar un gobierno de izquierda. Por lo que uno puede decir, es poco probable que el formato de gobierno sea el de una coalición, es decir, con el PCP y el BE convirtiéndose en socios del gobierno del PS. En cambio, los partidos de izquierda apoyarían al PS desde fuera, en el Parlamento. De lo que se conoce públicamente, parece que los partidos de izquierda exigieron un abandono de las políticas de austeridad, una promesa del PS para revertir los recortes en los salarios, las pensiones y los servicios públicos. Por otra parte, el PS no está dispuesto a renunciar al compromiso de Europa y sus dictados. Esto llevará inevitablemente a una contradicción, ya que Europa requerirá más austeridad a fin de cumplimentar los objetivos de déficit de la zona euro.
Por lo tanto, si los partidos de izquierda entran en un gobierno (o un acuerdo parlamentario) con el PS, deberían hacerlo con la idea de que los socialdemócratas tratarán de traicionarlos a cada paso y que con toda probabilidad no será capaz de durar largo tiempo. Los recientes acontecimientos en Europa son ricos en ejemplos: por un lado está la experiencia de Refundación Comunista en Italia, que se derrumbó después de entrar en un gobierno de centro-izquierda, donde fueron empujados a pisotear su programa; por otro lado, el KKE griego (Partido Comunista) se ha estancado en las encuestas después de que se ha opuesto recalcitrantemente a cualquier forma de colaboración con otras fuerzas de izquierda, sin importar el estado de ánimo de las masas griegas.
El BE y el PCP tienen que utilizar su plataforma para demostrar en la práctica ante los ojos de la clase obrera portuguesa la incapacidad de la socialdemocracia para alcanzar el cambio y la necesidad de un programa de izquierda radical – y estar listos para salir cuando esto sea claro. Muchos de los que votaron al PS lo hicieron con poco entusiasmo como el “mal menor”, comprando su retórica de “voto útil”, y probablemente identificándose más estrechamente con el BE o el PCP. La tarea de la izquierda radical es demostrarles a ellos y a los demás que el único camino útil para acabar con las contra-reformas de la derecha y para resolver los problemas fundamentales del país no es a través de la austeridad del PS, sino a través de un programa socialista que sólo el BE y el PCP puede ofrecer. El diario burgués español El País lo puso muy sucintamente:
En este escenario [de una coalición de izquierda] la patata caliente pasaría a las organizaciones de izquierda. Si se rompe con el PS demasiado pronto, el electorado los castigaría en futuras elecciones, pero esto también podría suceder así si rompieran demasiado tarde. Debido a que la mayoría de los portugueses, y la mayoría de los políticos, creen que el gobierno no va a ser capaz de durar cuatro años.
Las bases deben jugar un papel central en la decisión de la estrategia del PCP y el BE, y deben examinar de cerca lo que hacen sus dirigentes de partido, exigiendo explicaciones y transparencia. En este tipo de situaciones los peores advenedizos arribistas tienden a pasar a primer plano, subordinando la línea del partido a sus intereses personales. Es responsabilidad de los militantes, en particular de los elementos revolucionarios más decididos, hacer oír su voz.
La histeria de la clase dominante
El PS se tambalea como era de esperar de una opción a la otra, lo que refleja las presiones provenientes de la clase dominante y de la clase obrera. Como telón de fondo de las negociaciones, la clase dominante lanzó una feroz campaña en contra de la posibilidad de un gobierno de izquierda, haciéndose eco de similares estallidos de histeria que se ven en España, Gran Bretaña o Grecia. En los últimos meses, la clase dirigente europea ha dejado deslizar su máscara democrática, revelando que en la democracia burguesa está todo muy bien, pero sólo mientras la gente vota de la manera “correcta” – cuando no lo hacen, todo el aparato de la burguesía estatal y la Unión Europea, se movilizan junto a los imperios de los medios de comunicación y las grandes empresas contra las decisiones democráticas del pueblo.
Con Costa mostrando signos crecientes de tender hacia un acuerdo con la izquierda, la clase dirigente portuguesa comenzó a acusar al PS de preparar un “golpe de Estado”, ya que en su programa no hablaron de la posibilidad de entrar en una coalición con otras fuerzas de extrema izquierda. Por supuesto, la promesa de campaña de Costa de votar en contra de un presupuesto del PAF, discutido una y otra vez antes de la elección, fue olvidada de inmediato por casi todo el mundo.
La información periodística tendenciosa fue una parte integral de esta ofensiva. La renuncia de un diputado relativamente poco conocido de la Secretaría Nacional del PS en desacuerdo con la estrategia de Costa recibió cobertura en primera página y llamó la atención de los comentaristas, mientras que las declaraciones en sentido contrario de importantes figuras históricas del partido fueron casi no comunicadas. Una fluctuación a la baja en la Bolsa de Lisboa fue sacada de proporción, con todo tipo de “expertos” que lo vinculaban con una reunión entre el PS y el BE, ignorando convenientemente el hecho de que la misma tendencia se repitió en toda Europa, al tiempo que destacaban la importancia de apaciguar el “nerviosismo de los mercados”, por la posibilidad de un gobierno de izquierda. Incluso RTP, el organismo público de radiodifusión de propiedad estatal, transmitió un debate sobre las negociaciones en curso con un panel compuesto exclusivamente por derechistas (incluido el moderador).
La mayoría de los comentaristas y líderes de opinión en los medios de comunicación cayó sobre la izquierda, acusando a los tres partidos de actuar de una manera no democrática y marcando a Costa como un “usurpador”. Este frenesí en toda regla alcanzó alturas casi cómicas: Francisco Assis, un eurodiputado socialista, advirtió que los “partidos de extrema izquierda defienden soluciones que tienen como consecuencia inevitable la “albanización” de Portugal; referencias a Corea del Norte y Kim Jung- también abundaban en artículos de opinión. La hipocresía de tales declaraciones deben quedar claras para todos. Como dice el analista David Ferreira:
Con el curso de las conversaciones para la formación de gobierno entre el Partido Socialista, el Bloque de Izquierda y el Partido Comunista, la derecha portuguesa y los medios de comunicación han estado tratando de crear un “pánico rojo”, caracterizar la influencia del Partido Comunista como una amenaza a la democracia; esto, en un país donde la derecha estableció una dictadura de cinco décadas en la que los comunistas fueron torturados, encarcelados y puestos en campos de exterminio. Los comunistas jugaron un papel clave en la lucha contra la dictadura y estaban comprometidos con un sistema multipartidista después de la revolución que derribó al régimen fascista. Uno de los casos más repugnantes de revisionismo histórico por parte de la derecha.
Manuela Ferreira Leite, ex presidenta del conservador PSD, declaró que “una gran parte del país se encuentra en un estado de pánico” ante la posibilidad de una alianza PS-BE-PCP. ¿Qué parte del país es esa? Ciertamente no la clara mayoría que votó a la izquierda, ni los millones de trabajadores explotados, los desempleados o los jóvenes que se han visto obligados a emigrar, o todos los que han estado en el filo de la crisis mientras los ricos siguen llenándose los bolsillos y se benefician de las privatizaciones y la desregulación. No, aunque todo el aluvión de injurias de los medios de comunicación lo quieran demostrar, la parte del país que está verdaderamente en un “estado de pánico” ante la perspectiva de un gobierno de izquierda es la clase dominante y los partidos que la representan.
El Presidente entra en escena
De acuerdo con la Constitución de Portugal, “el primer ministro es nombrado por el Presidente de la República, previa audiencia de los partidos con representación parlamentaria, y teniendo en cuenta los resultados electorales”. Dos días después de las elecciones, el presidente Aníbal Cavaco Silva (PSD) declaró que había dado instrucciones a Passos Coelho para que tome las medidas necesarias para “evaluar las posibilidades de formación de un gobierno que garantice la estabilidad política y la gobernabilidad”, dando a entender que su solución preferida sería una acuerdo entre la derecha y el PS.
Sin embargo, después de dos semanas de negociaciones, el presidente se enfrenta a un escenario bastante diferente en las audiencias con los partidos. Mientras que el PSD y CDS reclamaron el derecho a formar un gobierno, no podían ofrecer estabilidad. Por otra parte, Costa aseguró al Presidente que tenía las “condiciones para formar un gobierno estable con apoyo de la mayoría en el parlamento”. La naturaleza de tal gobierno de izquierda todavía no está clara, pero tanto el BE y el PCP confirmaron que Costa tendría su apoyo para ser Primer Ministro. Por otra parte, los tres partidos señalaron que el nombramiento de Passos Coelho supondría una pérdida de tiempo.
Sin embargo, el Presidente procedió a nombrar al líder del PAF para formar un nuevo gobierno. Hasta el momento, este es un procedimiento perfectamente normal ya que PAF fue el partido o coalición con el mayor número de votos. La expectativa era que la izquierda emitiera un voto de censura para derribar el gobierno, y la pelota entonces pasara a Costa para formalizar una alianza con el BE y el PCP – a menos que el PS dé un giro o algunos de sus diputados decidan romper la disciplina parlamentaria, una acción que podría llevarlos a ser expulsados del partido y provocar una fractura. Aunque si se prolonga, este curso de los acontecimientos haría la situación absolutamente clara.
Sin embargo, el Presidente no se detuvo allí. Cavaco Silva pasó la mayor parte de su discurso dando reprimendas al PS por haber elegido entrar en conversaciones con la izquierda en lugar de llegar a un acuerdo con los partidos que “apoyan el proyecto de la UE y de la zona euro”. Luego pasó a formular objeciones a la inclusión del BE y del PCP en cualquier acuerdo de gobierno debido a su oposición al Pacto Fiscal, a la zona euro, la OTAN, etc., excluyendo efectivamente al millón de personas que votaron por estos partidos en el proceso democrático. No hizo ningún esfuerzo por ocultar los intereses para los que actúa, como muestra el extracto siguiente:
Este es el peor momento para alterar radicalmente los fundamentos de nuestro régimen democrático. […] Después de llevar a cabo un programa oneroso de asistencia financiera, lo que implica grandes sacrificios, es mi deber, dentro de mis facultades constitucionales, hacer todo lo posible para evitar que sean enviadas señales falsas a las instituciones financieras, los inversores y los mercados, poniendo en peligro la confianza y la credibilidad externa del país que hemos estado ganando con gran esfuerzo.
Este es otro ejemplo que revela la hipocresía y las limitaciones de la democracia burguesa: al igual que en el resto de Europa, los roles institucionales que se supone deben actuar como árbitros neutrales, se encuentran sin embargo muy involucrados en la política y en la movilización en contra de la izquierda, en este caso haciéndose eco – en una forma institucionalizada – del “pánico rojo” promovido por los medios de comunicación.
El discurso de Cavaco Silva terminó con un llamamiento a la conciencia individual de los diputados. Esto sólo se puede interpretar como una convocatoria abierta para una rebelión en las filas más derechistas del PS para que apoyen un gobierno del PAF. Sin embargo, parece haber fracasado, en su lugar ha empujado a todos en el partido (por ahora) detrás de su líder. En la misma noche, el partido aprobó una resolución comprometiéndose a presentar su propio voto de no confianza en el gobierno de derecha y proseguir las negociaciones con los partidos de izquierda. En el primer día del nuevo Parlamento, y tras la estela dejada por el discurso del Presidente, la mayoría de izquierda estaba sujeta a su primera prueba de fuerza. Excepcionalmente, y como consecuencia de la crisis política, tanto el PS como el PSD propusieron su propio candidato a presentarse como Presidente de la Asamblea. Esta elección es por votación secreta, lo que facilitaba una rebelión. Se informó que un grupo de diputados socialistas habían estado dando vueltas con la idea de abstenerse en esta votación, pero el discurso del Presidente les hizo cambiar de opinión. El candidato socialista fue elegido por 120 a 108 votos (2 votos en blanco), que contiene la rebelión a un máximo de tres (probablemente dos) diputados socialistas.
La intervención del Presidente abre la posibilidad de una profunda crisis política. Con toda probabilidad, Passos Coelho no podrá obtener el apoyo parlamentario para su gobierno. Si Cavaco Silva insiste en rechazar cualquier solución que incluya al BE y al PCP, el país podría enfrentarse a meses de conflicto político con la perspectiva de un gobierno provisional sin poder real y una mayoría de izquierda en el Parlamento que puede llevar a cabo la reversión de los recortes de austeridad. Esto también es probable que provoque la acción de la gente y el presidente se enfrentaría a una reacción violenta. La Constitución prohíbe al Presidente convocar nuevas elecciones durante su último semestre en el cargo. Así, si la indecisión se prolonga, las elecciones presidenciales del próximo enero pueden ganar una nueva relevancia.
¿Ahora qué?
Este round de inestabilidad política en Portugal, en última instancia revela un proceso de polarización de clases que se viene gestando desde el comienzo de la crisis que comenzó a cristalizar en las movilizaciones masivas de 2012-2013. El crecimiento del PCP y especialmente del BE refleja que una capa importante de la sociedad portuguesa está sacando conclusiones revolucionarias de los acontecimientos de los últimos años en Portugal y Europa. El Financial Times describió la situación bastante bien, aunque desde una perspectiva de clase burguesa:
Parlamentos fragmentados, gobiernos minoritarios, coaliciones entre los partidos que antes eran rivales, y ofertas elaboradas destinadas a mantener los movimientos anti-sistema fuera de los altos cargos – bienvenido al panorama cambiante de la democracia europea.
Es tanta la volatilidad domina la escena política que no es de extrañar que los líderes europeos luchen para hacer frente a sus diversos desafíos de política económica y de seguridad.
Como los acontecimientos actuales en Suecia y Portugal ilustran, a menudo las legislaturas fracturadas generan incertidumbre sobre cómo formar un gobierno después de un resultado electoral confuso. También plantean preguntas acerca de cómo una coalición o gobierno en minoría pueden permanecer lo suficientemente estables como para completar un período completo en el cargo.
Si llegara al poder, la izquierda portuguesa estará en un viaje lleno de baches. El PS actuará como la cinta transportadora de la burguesía en un gobierno de izquierda y tratará de bloquear cualquier movimiento para poner fin a la austeridad y para llevar a cabo reformas significativas. Cuando esto suceda, el BE y el PCP tendrán que demostrar que el PS es parte del problema y no de la solución, y tendrán que estar dispuestos a romper la alianza cuando resulte necesario. La inestabilidad del próximo período podría ver una aceleración rápida del proceso de radicalización de las masas portuguesas. Pero para ello, las direcciones del BE y el PCP necesitan estar a la altura, y explicar que la única salida para el país son las políticas socialistas y una ruptura radical con la troika y con la clase dominante.