A falta de unos días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú, las encuestas pronostican una disputa muy ajustada entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori. El imperialismo y la oligarquía peruana están movilizando todas sus fuerzas y recursos para imponer la victoria de su candidata, la hija del ex-dictador Alberto Fujimori. En respuesta, todo lo que hay de vivo y sano en la sociedad peruana: trabajadores, campesinos pobres, jóvenes y pobres de la ciudad y del campo, intelectuales progresistas, están movilizándose alrededor de la figura de Humala para torcerle el brazo a la reacción.
A falta de unos días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú, las encuestas pronostican una disputa muy ajustada entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori. El imperialismo y la oligarquía peruana están movilizando todas sus fuerzas y recursos para imponer la victoria de su candidata, la hija del ex-dictador Alberto Fujimori. En respuesta, todo lo que hay de vivo y sano en la sociedad peruana: trabajadores, campesinos pobres, jóvenes y pobres de la ciudad y del campo, intelectuales progresistas, están movilizándose alrededor de la figura de Humala para torcerle el brazo a la reacción.
En nuestro análisis de la primera vuelta electoral (
a la oligarquía y al imperialismo) ya explicamos que
los candidatos principales del imperialismo y de la oligarquía fueron todos
derrotados (Castañeda, Kusczinsky y Toledo), y ninguno pasó a la segunda
vuelta. Keiko Fujimori fue impulsada por un sector minoritario de la clase
dominante peruana, el más degenerado y venal, vinculado a la red mafiosa
clientelar del clan Alberto Fujimori-Montesinos que funcionó durante la
dictadura del primero. Humala aglutinó, en cambio, un respaldo amplio de las
masas obreras y campesinas peruanas y de sus organizaciones.
Pánico en la oligarquía y el imperialismo
Inicialmente, un sector de la oligarquía decidió apoyar a Humala en la
segunda vuelta, animado por el discurso conciliador de éste y el miedo a que
un gobierno de Keiko agudizara la polarización social en el país a límites
insostenibles. Este sector está representado por el ex-presidente Alejandro
Toledo. Pero está claro que el grueso de la clase dominante peruana, animada
por el imperialismo estadounidense, ha puesto todas sus fichas en el triunfo
de la hija de Fujimori.
Este bloque aglutina toda la cobardía, la codicia irrefrenable y el desprecio
indisimulado a las masas trabajadoras del Perú
que imaginarse pueda. Tienen pánico a un posible gobierno de Humala que no
controlarán directamente y que va a estar sometido a una gran presión de las
masas trabajadoras que desean cambios radicales en sus condiciones de vida y
en la sociedad.
Hasta las propuestas de cambio más modestas planteadas por
Humala (jubilación a los 65 años, lucha contra la corrupción, más recursos
para educación y salud, aumento de impuestos a las corporaciones mineras,
etc.) les parecen excesivas. Para este sector de la oligarquía y para el
imperialismo, a fin de cuentas, la hija de Fujimori es "uno de los
nuestros". Acatará dócilmente su voluntad y tratará de mantener a raya las
demandas populares, al costo que sea. "Luego, ya veremos".
Una campaña sucia
Si en la antesala de la primera vuelta se asistió a una campaña sucia contra
Humala, en la segunda vuelta esta campaña alcanzó el paroxismo. Es tal la
histeria que la reacción está imprimiendo a la recta final de esta segunda
vuelta que algunos, en el círculo de Humala, están hablando de que se
prepara un fraude gigantesco para robarle la victoria al candidato
nacionalista.
El gobierno interino de Alan García es un operador de primer orden en esta
campaña. El diario La República, unos de los poquísimos medios no afines al
keikofujimorismo, reveló que el gobierno usa los servicios de inteligencia
para operaciones de escucha telefónica y grabaciones en video con el fin de
perjudicar a Humala.
El mismo gobierno de Alan García ha fabricado un gravísimo conflicto social
en la sureña región de Puno, en la frontera con Bolivia, habitada
mayoritariamente por población de origen aymara y que en la primera vuelta
votó abrumadoramente por Humala, un 62,5% frene al 18% conseguido por Keiko
Fujimori. Esta región cuenta con una fuerte tradición de lucha contra la
depredación rapaz de las multinacionales mineras.
Así, en plena campaña electoral, el gobierno anunció la conformación del
proyecto minero Santa Ana, mediante el cual se pretende explotar un rico
yacimiento de plata en Puno. Pero en verdad, se amplía a alrededor de 20
proyectos similares concesionados por el régimen actual y a los que se opone
mayoritariamente la población, que teme la contaminación ambiental y el
envenenamiento de las aguas con mercurio y residuos similares.
El gobierno ha dejado pudrirse el conflicto, que llevó a la toma de la
ciudad de Puno por la población y al incendio de edificios oficiales, para
estigmatizar a nivel nacional las bases de apoyo a Humala y propiciar la
clausura de las votaciones en este importante distrito de un millón de
votantes. Como bien afirmó Humala, el gobierno "no puede dar una serie de
decretos que entregan concesiones mineras en lugares donde ellos saben que
tocar estas zonas tiene una connotación importante". Y advirtió que el
gobierno "está generando esa situación para enturbiar el proceso electoral
en una región profundamente nacionalista" (ArgenPress, Perú: Provocaciones
contra el pueblo, 30 de mayo).
La cúpula reaccionaria de la Iglesia Católica peruana ha tomado también
parte activa en la campaña a favor de Keiko Fujimori. El Cardenal Cipriani,
conocido reaccionario, colaborador de la dictadura de Fujimori y miembro del
Opus Dei, manifestó públicamente sus simpatías por la hija del ex-dictador
desde el púlpito de la catedral de Lima.
Polarización social
Pero esta campaña viciosa de la derecha está arrojando agua al molino de la
polarización social. En respuesta, están produciéndose movilizaciones casi
diarias en rechazo a Keiko Fujimori que movilizan a decenas de miles de
personas en todo el país. Concretamente, el pasado jueves 26 de mayo tuvo
lugar la más importante y masiva de estas manifestaciones. En Lima marcharon
varios miles de personas, donde predominaban los jóvenes, pero también
mujeres, jubilados, trabajadores y campesinos. Además hubo marchas
concurridas en Arequipa, Trujillo, Ayacucho, Tacna, Iquitos, Cusco. Chiclayo
y otras ciudades, en rechazo a cualquier intento de restaurar el régimen de
Fujimori, derribado por la movilización popular en el año 2000.
Independientemente de lo que ocurra el domingo 5 de junio, un resultado
importante será el declive terminal del gobernante APRA de Alan García, que
durante décadas se postuló a sí mismo como una suerte de "partido del
pueblo" con un perfil socialdemócrata y que ha dejado a las claras ser una
sucursal local de los intereses imperialistas en el país. Pese a todo, las
bases sociales del keikofujimorismo son sumamente endebles, aglutinan el
polvo social, la fracción más inerte, cobarde y mezquina de la sociedad.
La parte más vibrante de la población, la que conforma un amplio sector de las
masas trabajadoras de la ciudad y del campo, y los destacamentos más
dinámicos de la juventud peruana, está dejando clara su voluntad de luchar y
organizarse contra cualquier intento de volver la rueda de la Historia hacia
atrás.
Desde la Corriente Marxista Internacional llamamos a los jóvenes y a los
trabajadores peruanos a votar por Ollanta Humala en la segunda vuelta de
las elecciones y a organizarse para luchar por un programa socialista que
es elúnico que puede realmente solucionar los problemas que enfrentan
las masas en el Perú.