El telescopio James Webb: un ojo en un universo infinito, en el tiempo y en el espacio

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Las imágenes enviadas desde el telescopio James Webb han sorprendido al mundo. Estas son las imágenes más nítidas y de mayor alcance del universo hasta ahora obtenidas por la humanidad. Como era de esperar, un astrónomo jesuita que trabaja en el propio observatorio del Vaticano describió estas imágenes como: «se nos revela la creación de Dios, y en ella podemos ver tanto su asombroso poder como su amor por la belleza».1

Pero lejos de exaltar la Creación de Dios, el telescopio James Webb ahora está comenzando a enviar datos que plantean serias dificultades para ese mito de la creación moderna: la teoría del Big Bang. A medida que mira más profundamente al espacio, está comenzando a desafiar los prejuicios de larga data sobre el origen y el desarrollo del universo, y arroja una luz brillante sobre cuestiones científicas y filosóficas profundas e importantes.

El telescopio James Webb fue puesto en órbita a 1,5 millones de kilómetros de nuestro planeta el pasado mes de diciembre, y después de unos seis meses de calibración y solo 12 horas a plena operatividad, ha producido las imágenes más deslumbrantes. Con su potente ojo de 25 metros cuadrados, capaz de detectar una amplia gama de luz infrarroja con cien veces la potencia de su predecesor, el telescopio Hubble, promete revolucionar nuestra comprensión del universo y nuestro lugar dentro de él. Estamos en los albores de una nueva era en la astronomía que pondrá a prueba todo tipo de teorías y prejuicios.

En una rueda de prensa, la NASA presentó cinco imágenes increíbles.

En una de estas imágenes observamos la Nebulosa Carina, ubicada a 7.500 años luz de la Tierra: una masa de gas y polvo que es un vivero para nuevas estrellas. Aquí los científicos serán capaces de estudiar con precisión el proceso del nacimiento de las estrellas. Como explicó el científico de la NASA Amber Straughn: “Vemos un gran número de estrellas donde se observan acantilados cósmicos y un mar interminable. Las estrellas bebé se ven en la Nebulosa Carina, donde la radiación ultravioleta y los vientos estelares forman paredes colosales de polvo y gas. Podemos ver cientos de nuevas estrellas. Ejemplos de burbujas y chorros creados por estrellas recién nacidas, con más galaxias al acecho en el fondo».

Otra imagen impresionante es la de la ‘Nebulosa de los Ocho Ráfagas’. Muestra una estrella en sus momentos de muerte, a unos 2.500 años luz de nuestro planeta, rodeada por una gigantesca esfera de gas que parece una colosal ameba con una brillante estrella en agonía eterna en su corazón. En ‘Carina’ los científicos pueden estudiar las estrellas en su nacimiento, mientras que aquí las vemos en su muerte.

Verdaderamente asombrosa es la imagen del James Webb de ‘El Quinteto Stephan’, a unos 300 millones de años luz de distancia. Cinco galaxias son capturadas en el marco, de las cuales cuatro están orbitando entre sí, el primer conjunto compacto de su tipo jamás observado. La colosal danza cósmica está aparentemente conectada a la existencia de un agujero negro, que emite gas con una energía equivalente a unos 40 mil millones de veces la luminosidad del Sol. Según la astrónoma de la ESA Giovanna Giardino, “no podemos ver el agujero negro en sí, pero lo vemos consumiendo el material arremolinado”. Usando estos últimos datos, los científicos esperan descubrir el tipo de interacciones que ocurren entre las galaxias, y el papel que juegan tales danzas turbulentas en el nacimiento de entidades cósmicas.

A sólo 1.150 años luz de la Tierra, observamos un planeta gaseoso gigante llamado WASP-96b, con aproximadamente la mitad de la masa de Júpiter, pero 1,2 veces más grande, dentro de cuya atmósfera se ha encontrado evidencia de agua. El vapor de agua, una condición previa primaria para el surgimiento de la vida tal como la conocemos, podría ser abundante en el universo. Desde 1995 se han descubierto unos 5.000 exoplanetas. El telescopio James Webb ayudará a estudiarlos y determinar si algunos de ellos poseen las condiciones para la vida.

Las nuevas imágenes muestran la espectacular variedad de la materia en todos los momentos increíbles de su evolución. Revelan un universo que es escenario de colosales procesos de nacimiento y destrucción, de tensiones inimaginables que generan estrellas y galaxias, y de las que emergen las condiciones para la vida; panoramas asombrosos que muestran la complejidad evolutiva de la materia en su desarrollo dialéctico.

El Big Bang

Tal vez la foto más espectacular y de mayor circulación, ha sido la de una asombrosa vista de galaxias distantes conocida como el Primer Campo Profundo de Webb. Según Bill Nelson, director de la NASA, representa «una pequeña porción del Universo, del tamaño de un grano de arena sostenido en el dedo de un brazo extendido». Se pueden observar innumerables galaxias de todas las formas imaginables en esta parte del cielo que se desvanece: alargadas, aplanadas, redondas; otras son tan brillantes que eclipsan a sus vecinos. «El Universo nos abruma», dijo Nelson. “Somos incapaces de concebirlo e imaginar su inmensidad. ¿Mejor con una foto? No hay imagen que pueda representarlo en toda su grandeza, pero desde esta semana tenemos lo más cercano a ello. Toda la semana hemos estado mirando con emoción la primera foto que el telescopio James Webb ha capturado. ¡Cómo sonreiría hoy Carl Sagan si hubiera podido ver esta imagen!»

Las galaxias más distantes –que aparecen como arcos rojizos debido al llamado «corrimiento al rojo», y a la lente gravitacional que distorsiona su forma aparente– parecen haber emitido su luz hace más de 13 mil millones de años, según cálculos preliminares: sólo unos pocos cientos de millones de años después del momento en que el universo entero fue supuestamente creado hace 13,8 mil millones de años, de acuerdo con la teoría del Big Bang. Observar más y más galaxias en tiempos que apenas ocurrieron después del supuesto origen del universo, plantea serias dudas sobre la viabilidad de la teoría del Big Bang. ¿Cómo podrían existir galaxias brillantes, completamente formadas, en lo que en términos cosmológicos se consideraría como un mero momento después de que el universo surgiera? Es como ver a un adulto emerger completamente formado desde el parto. Según los modelos más ampliamente aceptados de formación de galaxias, las galaxias gigantes se forman a partir de pequeñas y débiles nubes que se unen gradualmente a través de fusiones cósmicas. Este proceso tarda miles de millones de años.

En un momento en que el universo estaba supuestamente en su infancia, la teoría predice sólo las galaxias enanas más débiles, tan pequeñas y débiles que apenas esperaríamos ver nada en absoluto. Sólo más tarde se formarían galaxias gigantes a partir de fusiones cósmicas. Y, sin embargo, aquí, en las primeras imágenes enviadas por el telescopio James Webb, ya nos enfrentamos con gigantes monstruos galácticos que simplemente no podrían haberse formado en el tiempo asignado a ellos en la teoría prevaleciente del Big Bang.

Las observaciones que precedieron a las del James Webb ya estaban haciendo dudar a algunos astrónomos. En 2016, se descubrió la galaxia GN-z11. Con 13.400 millones de años de antigüedad, su luz fue emitida apenas 400 millones de años después del supuesto origen del universo. En términos astronómicos, 400 millones de años no son más que un suspiro. En 2020, se descubrió el agujero negro más antiguo hasta la fecha, con 12.800 millones de años de antigüedad. Pero, ¿cómo podría surgir un agujero negro en un momento en que la materia era supuestamente demasiado difusa para causar un colapso gravitacional? Becky Smethurst, investigadora junior de la Universidad de Oxford y especialista en agujeros negros, dice:

«Supongamos que las primeras estrellas formaron agujeros negros alrededor de 200 millones de años después del Big Bang. Después de que hayan colapsado, tienes unos trece mil millones y medio de años para hacer crecer tu agujero negro hasta una masa de miles de millones de veces la del Sol. Ese es un tiempo demasiado corto para hacerlo tan grande solo con acumulación».2

Una vez más, fue solo en 2021 que se descubrió la galaxia BRI 1335-0417, una galaxia en espiral de 12,4 mil millones de años de antigüedad, aproximadamente mil millones de años antes de lo que se pensaba que era posible para formar este tipo de galaxia compleja, según el Big Bang. “Hemos descubierto ‘mamuts’ en el Universo en un momento en que parecía que no deberían existir. Ahora necesitamos más datos para saber cómo llegaron allí”, dijo el físico Guillermo Barro, de la Universidad del Pacífico.3 James Webb promete arrojar más luz sobre estas cuestiones. Pero predecimos que tales datos sólo crearán nuevos problemas para los defensores de la teoría del Big Bang.

Todavía son los primeros días, y es necesario un análisis mucho más riguroso para confirmar las observaciones iniciales, pero algunos ya creen que James Webb ha sacado fotos de las galaxias más antiguas descubiertas hasta ahora: GLASS-z11 y GLASS-z13, apodadas ‘Glassy’. Según el análisis preliminar, estas galaxias habrían tenido que haberse formado sólo 300 millones de años después del Big Bang. En comparación, nuestro planeta tiene 4.500 millones de años, ¡y nuestra galaxia, la Vía Láctea, tarda 200 millones de años en completar una sola rotación! La teoría clásica del desarrollo de galaxias no puede explicar cómo estas galaxias podrían haberse formado en tan poco tiempo. Y esto solo es el inicio. Otros documentos previos a la publicación están haciendo afirmaciones de haber identificado galaxias aún más antiguas. En palabras de un periodista científico:

“De hecho, los astrofísicos ya están descubriendo que el universo temprano podría estar mucho más ocupado de lo que esperaban. Las estrellas pueden haber comenzado a formarse a un ritmo mucho más rápido de lo que algunos modelos han predicho. ¿Cómo se unió la materia y comenzó a formar estas galaxias desde el principio? Todavía no lo sabemos. Pero Webb ya está, aparentemente, reescribiendo lo que pensábamos que sabíamos sobre el principio de, bueno, de todo».4

Refiriéndose a ‘Glassy’, el mismo artículo continúa, «los astrónomos están disfrutando de las posibilidades de Glassy, que, además de tener el potencial de romper récords, también es mucho más extraña de lo que habían imaginado. Los astrónomos siempre han pensado que las galaxias no podrían haberse hecho tan grandes tan temprano en la historia del universo, y comenzarían a acumular estrellas unos 500 millones de años después del Big Bang. Pero Glassy es extremadamente luminosa, lo que sugiere que contiene una abundancia de estrellas, que juntas son mil millones de veces más masivas que nuestro sol».5

Pero no es solo el tamaño de estas galaxias lo que plantea un problema a la teoría establecida. También lo hace su composición. Las cosas de las que están hechas típicamente sugieren que han sido recicladas a lo largo de muchas generaciones de formación estelar. Los teóricos del Big Bang calculan que después de la explosión inicial que creó el universo, todo lo que existía era hidrógeno y helio y pequeñas cantidades de elementos más pesados. Pero ya encontramos una sorprendente abundancia de elementos más pesados, producidos en estrellas anteriores, en estas galaxias tempranas. Una vez más, en las palabras de Schaerer:

«Las galaxias se clasifican como ‘maduras’ cuando tienen cantidades significativas de polvo y elementos pesados, es decir, todos aquellos elementos con más peso que el hidrógeno y el helio. Sin embargo, en una etapa temprana en el universo, esperaban encontrar las primeras características de las llamadas galaxias «primordiales». Para sorpresa de los astrónomos, el estudio ALMA confirmó que desde una etapa temprana, una gran parte de las galaxias tenían características típicas de «madurez» […] A partir de estudios previos, entendíamos que tales galaxias jóvenes carecen de polvo. Sin embargo, encontramos que alrededor del 20% de las galaxias que se formaron durante esta época temprana ya son muy polvorientas y una fracción significativa de la luz ultravioleta de las estrellas recién nacidas ya está oculta por este polvo».6

La cuestión de la formación de galaxias -grandes aglomeraciones de gas en remolino, polvo y estrellas- es sólo la punta del iceberg. La astronomía observacional ha descubierto estructuras mucho, mucho más grandes que confunden completamente la cosmología del Big Bang. De acuerdo con los supuestos que forman parte de la cosmología del Big Bang, ningún objeto cósmico puede tener más de 500 millones de años luz de ancho. Y sin embargo, cada año los astrónomos están descubriendo megaestructuras cada vez más grandes que tienen miles de millones de años luz de longitud.

En 2021, los astrónomos identificaron una estructura llamada «El Arco Gigante». Aunque es demasiado débil para ser percibida a simple vista, cubre una región del cielo que tiene 20 lunas llenas de longitud. Sin embargo, esta enorme cadena de galaxias se encuentra a unos alucinantes 9 mil millones de años luz de distancia, y tiene 3,3 mil millones de años luz de largo. No hay duda de que el telescopio James Webb continuará descubriendo otras estructuras gigantescas, y tal vez algunas que se ciernen incluso más grandes que ‘El Arco Gigante’.

La luz misma tardaría miles de millones de años en atravesar tal estructura. El colapso de caída libre de la materia bajo gravedad habría tomado mucho más tiempo. Su formación debe haber tomado eones.7 Estos descubrimientos están pesando sobre la teoría del Big Bang. Sólo durante un tiempo podrán los defensores de la teoría seguir moviendo los postes de portería, de la manera que lo han hecho durante décadas, para forzar que las observaciones se ajusten a su visión preconcebida.

La ciencia genuina progresa a medida que se conciben teorías para explicar nuestras observaciones. Una acumulación de observaciones inexplicables, en una cierta etapa exige la revisión de una teoría. Ciertamente hay un estado de ánimo desconcertado entre los astrónomos. «¡Pánico!»8 se lee en el título de un documento previo a la publicación. «En este momento me encuentro despierta a las tres de la mañana y me pregunto si todo lo que he hecho está mal», tuiteó Alison Kirkpatrick de la Universidad de Kansas.

Sin embargo, la conciencia de los científicos, como la mayoría de la gente, es bastante conservadora. La mayoría de los astrofísicos, por lo tanto, en lugar de cuestionar la teoría subyacente –la teoría de la cosmología del Big Bang– están negando a las galaxias su infancia. Dada la evidencia de galaxias casi tan antiguas como el propio universo, los defensores del Big Bang asumen que las galaxias tempranas se formaron más rápido de lo que inicialmente se teorizó.

No hay razón para suponer que la historia de regiones del universo como la nuestra no estuviera marcada por períodos de desarrollo repentino. Bien puede haber habido uno o más auges de formación de galaxias. El universo abunda en abruptos y repentinos procesos dialécticos. Los intentos de ajustar las tasas de natalidad de las galaxias, sin embargo, tienen menos que ver con explicar el nacimiento de las galaxias, y todo que ver con salvar una teoría que está entrando rápidamente en dudas a la luz de nuevos descubrimientos.

El Efecto Doppler

La cosmología del Big Bang ha sufrido muchos de estos ‘ajustes’ en su historia. Esta teoría cosmológica se origina tal vez en la extrapolación más absurda de la historia de la ciencia. En la década de 1920, el astrónomo Edwin Hubble descubrió que cuanto más lejos está una galaxia de nosotros, más roja parece. Este enrojecimiento puede explicarse refiriéndose a algo conocido como el «efecto Doppler», por el cual los espectros de luz de los objetos que se alejan de nosotros parecen más rojos, similar a la distorsión que sufre un sonido en nuestros oídos conforme se aleja de nosotros. A partir de esto, los astrónomos concluyeron que el universo observable parece estar expandiéndose. Sin embargo, esto llegó a su conclusión extrema y absurda: si todo se está alejando de todo lo demás, en algún momento de la historia del universo, toda la materia debe haber estado en un solo punto, que los defensores del Big Bang llaman una «singularidad», no más grande que un solo átomo de hidrógeno. En ese momento no solo surgió toda la materia y la energía, sino que el tejido mismo del espacio y el tiempo supuestamente también llegó a nacer.

Pero el “corrimiento al rojo” del efecto Doppler es, en el mejor de los casos, evidencia de la expansión de un sector del universo, y no de un singular y absoluto comienzo del tiempo y del espacio. Aquí tenemos un desafortunado ejemplo de un hecho llevado al límite del absurdo y, literalmente, dando un salto cósmico. El Big Bang no es tanto una cuestión de evidencias científicas, sino de una interpretación filosófica de las evidencias. Que una parte del universo dentro de nuestro estrecho horizonte parezca estar expandiéndose no nos autoriza a afirmar que todo el universo lo está haciendo. Menos aún podemos extrapolar de este hecho, que todo el universo es el resultado de un punto de singularidad desde donde el espacio y el tiempo surgieron místicamente.

El astrónomo que propuso por primera vez la hipótesis del Big Bang en la década de 1920, Georges Lemaître, no tuvo ningún problema con la idea de que el corrimiento al rojo cósmico de alguna manera probara que el universo fue creado ex nihilo. Esto se debía a que, siendo un sacerdote ordenado, era obvio para él cómo un universo puede ser creado de la nada: fue traído a la existencia por Dios el Creador. Lemaître se ganó los laureles efusivos del Vaticano por esta contribución a la fe.

Podría parecer impresionante que esta teoría, propuesta por primera vez en la década de 1920, haya sobrevivido a la prueba de la astronomía observacional durante todo un siglo. Pero la teoría del Big Bang tal como existe hoy en día sólo tiene una semejanza pasajera con la hipótesis original de Lemaître, precisamente debido a su repetido fracaso para concordar con los hallazgos observacionales. El único «éxito» observacional de la cosmología del Big Bang en el siglo pasado fue el descubrimiento accidental en 1965 de la llamada Radiación de Fondo de Microondas Cósmica (CMBR) – “radiación de cuerpo negro” (un cuerpo opaco y no reflectante) que impregna el espacio, y tiene una temperatura de 2,7K.

Pero incluso este hallazgo inesperado no coincidía con las predicciones. Después de todo, si el universo se está expandiendo, la luz que nos llega desde una parte del cielo fue emitida por una fuente que nunca podría haber estado en contacto causal con la región que emite luz en la parte directamente opuesta del cielo. Y, sin embargo, de alguna manera, tienen la misma temperatura. Para tener en cuenta esta y otras observaciones inexplicables, se inventó el llamado «campo de la inflación»: un período de expansión de velocidad vertiginosa en la historia temprana del universo. No existe un mecanismo conocido para tal fase de expansión milagrosa. Simplemente fue inventado para salvar la teoría. Es uno de una serie de trucos puramente matemáticos, para los que no hay evidencias físicas, que los cosmólogos han inventado para salvar la teoría. Otros incluyen la materia oscura y la energía oscura, que los cosmólogos nunca han visto, pero que dicen que constituyen el 95% de la materia existente. La última historia sobre las galaxias y la improbabilidad de su infancia truncada es sólo el último complemento matemático a una teoría que está empezando a gemir bajo el peso de sus contradicciones.

La idea de que el tiempo, el espacio, la materia y la energía surgen de la nada, es completamente incompatible con una perspectiva materialista de la naturaleza. Toda la experiencia de la humanidad demuestra que ninguna gota de materia puede ser creada o destruida. La materia es su propia causa: se combina, dispersa y recombina por toda la eternidad. Plantear un acto de Creación plantea la pregunta: ¿cuál es su causa? Si no era un factor material (y, según la cosmología del Big Bang, no podría haber sido un factor material ya que la materia misma llegó a existir con el Big Bang) entonces debe haber habido un Creador inmaterial: Dios.

La fecha de la Creación podría haber sido retrasada desde 6.000 años a 13.800 millones de años atrás, pero esto no disminuye su absurdo. No, como materialistas rechazamos la idea de que la materia sea creada de la nada. El universo material es infinito y en evolución permanente. Ciertamente, esto plantea nuevos problemas: por definición, un universo infinito siempre contendrá más por descubrir. A medida que se resuelven los viejos problemas, se plantean otros nuevos y superiores. Pero así como el mito de la Creación del Génesis sólo parecía «resolver» el problema de dónde venía la Tierra, un problema que era insoluble hasta que los orígenes nebulares de la Tierra fueron descubiertos en el Siglo XVIII; así el propio acto de Creación del Big Bang sólo parece «resolver» problemas tales como el efecto Doppler y el CMBR.

No somos cosmólogos. De ninguna manera pretendemos ofrecer soluciones completas a esos problemas. Pero estamos seguros de que los nuevos descubrimientos y observaciones -como los del telescopio James Webb- confirmarán la perspectiva materialista y revertirán la idea de la Creación.

Una revolución copernicana

Cuando miramos hacia atrás y examinamos el estado actual de la cosmología moderna, recordamos la crisis que sacudió a la cosmología geocéntrica (‘La Tierra como centro del universo’) del siglo XV. Al igual que la teoría del Big Bang de hoy, la visión geocéntrica del universo había existido durante mucho tiempo, ¡mucho más tiempo, de hecho, que la teoría del Big Bang! Anaximandro apoyó esta teoría en el siglo VI antes de nuestra era. Aristóteles le dio una forma más elaborada el 350 antes de nuestra era, con el sol, la luna, las estrellas y los planetas orbitando la Tierra a lo largo de senderos circulares. Pero fue el astrónomo alejandrino, Ptolomeo, quien dio a la teoría una expresión acabada, incluso algo elegante, en el siglo II de nuestra era.

En este universo «ptolemaico», el sol, la luna y las estrellas estaban fijados a esferas de cristal que giraban alrededor de la Tierra. El movimiento de los planetas siempre fue un poco más artificial. Para explicar su movimiento retrógrado,9 fueron colocados en esferas esféricas, llamadas epiciclos, dentro de otras esferas, llamadas deferentes. A pesar de todos sus elementos artificiales, este modelo del universo hizo un muy buen trabajo al describir las observaciones que se habían hecho hasta ese momento. Sin embargo, nuevas observaciones más precisas se acumularon con los siglos. Se llevó a cabo un excelente trabajo astronómico sobre la base de esta antigua cosmología, ahora osificada, pero la vieja teoría trató de incorporar sus resultados.

En lugar de desechar la vieja teoría, los astrónomos inventaron nuevas esferas dentro de las esferas. Los excéntricos, los epiciclos y los deferentes se multiplicaron hasta el absurdo para hacer que los nuevos hechos se ajustaran a la teoría, al igual que la «inflación», la «materia oscura» y la «energía oscura» de hoy. En el siglo XV, la vieja teoría estaba en crisis y esperando el golpe de gracia, que le fue debidamente dado por Copérnico en 1543, cuando, en su lecho de muerte, publicó su obra: De Revolutionibus Orbium Coelestium (‘Sobre las órbitas de los cuerpos celestes’).

Según Copérnico, lejos de que la Tierra sea un punto central fijo del universo, se mueve junto con todos los demás planetas, a lo largo de órbitas casi circulares alrededor del Sol. Esta fue una profunda revolución en la astronomía, y el verdadero punto de partida de la ciencia moderna en Europa. Pero la negación de la vieja teoría no significó su completa destrucción. De hecho, la teoría de Copérnico no era en absoluto matemáticamente diferente a la vieja visión ptolemaica, como el astrónomo danés, Tycho Brahe, posteriormente mostró en su lucha de retaguardia contra el copernicanismo. De hecho, cada vez que una teoría científica suplanta a una teoría más antigua, siempre incorporará lo que permanece de racional en la vieja teoría, en un proceso dialéctico de negación, que nunca significa la aniquilación completa de lo viejo a favor de lo nuevo.

El viejo, osificado punto de vista ptolemaico también se negó a morir por su propia voluntad, y tenía muchos partidarios muy poderosos mucho tiempo después de la muerte de Copérnico. Se había convertido en una parte integral de la cosmovisión oficial de la Iglesia, por la cual la Tierra (y el Hombre) se sentaban en el centro de la Creación de Dios, rodeados por las esferas celestiales perfectas. Estos Cielos eran el hogar de una jerarquía completa de ángeles, arcángeles, y, por supuesto –en la esfera celestial más alta más allá de las estrellas– de Dios mismo. El antiguo establishment luchó contra la nueva teoría con el terror de la Inquisición, que silenció a Galileo y quemó a Giordano Bruno en la hoguera.

Curiosamente, hoy el establishment científico tiene un firme aliado en la Iglesia Católica en defensa de la cosmología del Big Bang. ¡Cómo se han reconciliado los viejos enemigos! Afortunadamente, los herejes contra la teoría del Big Bang no se enfrentan a la hoguera. Sin embargo, se enfrentan a lo que quizás sean obstáculos aún más potentes. La ciencia académica es un gran negocio: miles de millones de dólares se invierten en teorías e instituciones. Una teoría puede haber sobrepasado su momento de relevancia, pero si lleva millones de dólares en inversiones, no será fácilmente derrocada. En los albores de la Revolución Científica, el capitalismo era una fuerza revolucionaria. Hoy dificulta el avance científico. La teoría del Big Bang sigue viva hoy porque es «demasiado grande para fracasar».

Hay muchos científicos técnicamente muy virtuosos que han hecho toda clase de complicadas contribuciones al campo de la cosmología del Big Bang. No nos oponemos a sus capacidades, sino a su interpretación filosófica de las evidencias. La mayoría de los científicos no poseen una filosofía consciente propia. Inevitablemente, por lo tanto, tenderán a adoptar esos trozos de filosofía que predominan en la sociedad, que reflejan los intereses de una clase dominante decrépita, que en su decrepitud está reviviendo el misticismo centenario.

La academia tiende hacia el idealismo filosófico, dirigido allí por una clase dominante que se aferra a la «mano de Dios», y de una aristocracia académica que defiende ferozmente sus intereses, prestigio, presupuestos y becas. Las ciencias no son la excepción. La conclusión lógica del idealismo es la creación del mundo: la materia que nace de la nada pura. En la forma de la cosmología del Big Bang, tal visión ha hecho su camino en los corredores respetables de la academia.

Pero esto es sólo una tendencia. En oposición a ello, hay muchos jóvenes científicos que desean oponerse a la corriente del idealismo y del misticismo en las ciencias. Los marxistas entienden que la lucha contra el capitalismo en decadencia consiste no sólo en una lucha política y económica, sino también en una lucha ideológica. Como Lenin explicó, en esa lucha, los marxistas deben aprender a encontrar aliados entre «aquellos científicos naturales modernos que se inclinan hacia el materialismo y no tienen miedo de defenderlo y predicarlo en contra de las divagaciones filosóficas de moda en el idealismo y el escepticismo que prevalecen en la llamada sociedad educada».10

[NOTA: este artículo fue escrito antes de que se detectaran y corrigieran los problemas de calibración del telescopio. Estas calibraciones han eliminado algunas candidatas a galaxias con alto corrimiento al rojo, pero de ninguna manera todos estos objetos, que continúan desconcertando a la cosmología establecida.]

1https://www.americamagazine.org/faith/2022/07/14/webb-telescope-images-jesuits-243363

2https://www.bbc.com/future/article/20210820-where-did-supermassive-black-holes-come-from

3https://www.lavanguardia.com/vida/20190514/462251745745/hallados-los-mamuts-galacticos-del-universo-joven.html

4https://www.cnet.com/science/space/the-webb-space-telescope-might-have-already-smashed-its-own-record/

5https://www.theatlantic.com/science/archive/2022/07/james-webb-telescope-image-most-distant-galaxy/670616/

6https://public.nrao.edu/news/galaxies-in-the-infant-universe-were-surprisingly-mature/

7 Un eón es una unidad de tiempo geológico equivalente a mil millones de años.

8https://arxiv.org/abs/2207.09428

9 Es el movimiento aparente de un planeta en una dirección opuesta a la de otros cuerpos dentro de su sistema, observado desde un punto de vista particular.

10Sobre la importancia del materialismo militante, V. I. Lenin