Finalmente el miércoles 12 de enero de 2005, y casi un mes después de ejecutado el secuestro del guerrillero Rodrigo Granda, el gobierno colombiano reconoció en la voz de su Ministro de la Defensa, Jorge Alberto Uribe, que pagó una recompensa por este secuestro. Luego de las tantas declaraciones contradictorias, el gobierno colombiano ha admitido que fue el contratante de quienes realizaron la tarea de secuestrar a Rodrigo Granda en una calle de Caracas.
Un problema de dignidad revolucionaria
Finalmente el miércoles 12 de enero de 2005, y casi un mes después de ejecutado el secuestro del guerrillero Rodrigo Granda, el gobierno colombiano reconoció en la voz de su Ministro de la Defensa, Jorge Alberto Uribe, que pagó una recompensa por este secuestro. Luego de las tantas declaraciones contradictorias, el gobierno colombiano ha admitido que fue el contratante de quienes realizaron la tarea de secuestrar a Rodrigo Granda en una calle de Caracas.
Es una coincidencia que el modus operandi sea muy similar al utilizado anteriormente en diversas ocasiones por los grupos paramilitares para secuestrar personas en Venezuela, llevarlas a Colombia, y luego pedir un rescate. Hay que recordar que los paracos no son sino uno de los brazos armados de la oligarquía colombiana, ése que está dispuesto a hacerle el trabajo sucio cuando la clase dominante neogranadina no puede utilizar su propio ejército. Pero hasta aquí no hay nada que no se conociera o se presumiera. Es más, estamos seguros que si uno tomara esta punta del ovillo que se ha hecho visible y comenzara a halar de ella, con toda seguridad que atrás de los secuestradores mercenarios y de la policía y del propio gobierno colombiano, aparecería el largo y reaccionario brazo de la CIA, la principal organización terrorista y narcotraficante del mundo, y que gracias al tristemente conocido Plan Patriota, hace y deshace a sus anchas en el hermano país.
Hay algo que es muy característico en las acciones de esta Central: casi siempre tratan de obtener varios beneficios de una misma acción. En este caso, además de tener en su poder a un líder guerrillero, que junto a Simón Trinidad (secuestrado hace aproximadamente un año en Ecuador bajo circunstancias muy similares) les permite contar con rehenes para un hipotético canje por los mercenarios gringos en poder de las FARC, también le ocasionan varios problemas al Gobierno Bolivariano y con ello agregan un granito de arena a la campaña de desprestigio internacional contra el proceso revolucionario venezolano.
Las primeras reacciones del Gobierno Bolivariano
Ante este escenario, completamente predecible dentro de esta guerra de desgaste que parece ser la nueva fase en la cual entró el imperio después del 31 de octubre en su afán por derrotar a la Revolución Bolivariana, la posición que asuma el gobierno venezolano será determinante. Recordemos que el imperialismo y sus lacayos locales podrán haber desacelerado su accionar dada su evidente debilidad, pero como dijera el ex agente de la CIA, Philip Agee, después que el imperio le ha puesto el ojo a alguien no descansa hasta salir con la suya, así ello le lleve toda la vida. Si no, veamos como ha sido el caso de Cuba, donde ya tienen casi 50 años tratando de derrotar la revolución.
Reconociendo que hay que actuar con prudencia ante las segundas intenciones del imperialismo, las primeras declaraciones dadas por voceros del gobierno no han sido las más acertadas, amén del enorme retraso con el que llegan. En todo momento el gobierno ha tratado de salvar la responsabilidad ante el hecho de que el compañero Rodrigo Granda tenía nacionalidad venezolana. Se ha querido hacer hincapié en el supuesto hecho que Granda la habría obtenido presentando documentos falsos, que por lo tanto no era válida y ésta debía serle revocada.
Es claro que el sector reformista y más a la derecha de la dirigencia bolivariana ha sacado nuevamente su arsenal de excusas para presionar en la dirección de intentar no caer en las provocaciones imperialistas y distanciarse del escabroso asunto de la presencia de un líder guerrillero en nuestro país. Es por ello que hemos visto voceros bolivarianos llegando incluso a sentenciar la invalidez del proceso de naturalización del compañero Granda, entrometiéndose así en lo que en la estructura burguesa del Estado es competencia del Poder Judicial, único con potestad para determinar la legalidad de la nacionalidad de Rodrigo Granda.
Pero lo que en un primer momento ha parecido quedar en un lejano segundo plano es que no importa quién fuera el secuestrado, el punto principal es que lo que estaba en juego era la soberanía y, más aún, la dignidad de Venezuela y de su proceso revolucionario. El imperialismo ha mandado una nueva sonda de prueba para medir la determinación y la magnitud de la respuesta que daría el gobierno nacional. Como lo hizo cuando introdujo los más de 100 paramilitares a mediados del año pasado, este secuestro no es sino una prueba de las tácticas que pueden emplear para empezar a minar las bases de apoyo de este proceso revolucionario.
Un antecedente: 1976
En 1976 ocurrió una situación similar cuando la maestra uruguaya María Elena Quintero logró escapar momentáneamente de los esbirros de la dictadura uruguaya que la habían secuestrado y se introdujo en los jardines de la embajada venezolana en Montevideo. Los milicos gorilas que la perseguían invadieron los terrenos de la embajada, violando la soberanía venezolana, golpearon a un funcionario venezolano que salió a defender a la maestra y, con un total desprecio por el derecho internacional, se la llevaron. A partir de ese lamentable día, la compañera María Quintero pasó a engrosar la larga lista de detenidos desaparecidos de la dictadura uruguaya.
Eran los tiempos del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, un gobierno en absoluto revolucionario, sino reaccionario y entreguista. A pesar de ello, se exigió la inmediata devolución de la maestra Quintero y ante la negativa de la dictadura de hacerlo, se rompieron las relaciones diplomáticas, las cuales sólo fueron restablecidas después de la caída de la dictadura policíaco militar.
Romper con la oligarquía colombiana, solidaridad con los trabajadores y oprimidos colombianos
Situaciones como el secuestro de Rodrigo Granda entran dentro de la permanente provocación que se ha hecho, que se hace y que se seguirá haciendo al proceso revolucionario. El gobierno bonapartista de Álvaro Uribe Vélez no es amigo del Presidente Chávez y de su gobierno. Al contrario, ve en el movimiento bolivariano un enemigo mortal, que de seguir avanzando puede servir de ejemplo a los mismos trabajadores y campesinos colombianos que él y sus aliados paramilitares asesina todos los días. Esta medición que ha hecho este enemigo para evaluar la reacción de las autoridades venezolanas no puede quedar en los términos que ha intentado impulsar el sector reformista, el que cree que dándole concesiones al imperialismo y a sus lacayos, como el mismo Álvaro Uribe Vélez, puede calmar la tormenta. La única concesión que podrá satisfacer a estos opresores y explotadores será la completa derrota y aniquilamiento del movimiento bolivariano.
En la medida en que esa reacción sea timorata y defensiva, las provocaciones irán en aumento. Aquí deberíamos mirar hacia Cuba y aprender de la historia de su revolución. Ante los ataques del imperialismo y con la ayuda de la presión de las masas, el gobierno revolucionario empezó un agresivo proceso de expropiación de los grandes intereses norteamericanos en la isla. Si bien Castro y los barbudos no se planteaban una revolución socialista en sus iniciaos en la Sierra Maestra, ante las circunstancias que se le presentaron y siguiendo la presión de las masas cubanas, extirparon el tumor maligno del sistema capitalista, pasando a una economía nacionalizada y planificada, si bien con sus problemas y deformaciones propias del aislamiento.
El propio presidente Chávez lo ha repetido hasta el cansancio: entre un principio y un millón de amigos me quedo con el principio. Pues éste es un momento en el que hay que quedarse con el principio en lugar de con unos cuantos supuestos amigos, que no son más que lobos disfrazados de corderos. Sólo una actitud firme y digna por parte del Gobierno Bolivariano hará que se lo respete, y esa actitud, en este momento, pasa por exigirle al gobierno colombiano la inmediata e incondicional devolución de Rodrigo Granda. Si se llega a la necesidad de romper relaciones con el gobierno colombiano, debemos iniciar una agresiva campaña internacionalista con los trabajadores, campesinos y oprimidos colombianos. Una iniciativa revolucionaria como ésta hará temblar hasta sus más profundos cimientos ese régimen asesino de opresión que azota al hermano pueblo de Colombia.
Artículo tomado de la web de laCorriente Marxista Revolucionaria de Venezuela