En los últimos meses, la monarquía británica se ha visto envuelta en una crisis cada vez mayor, un síntoma de la crisis del capitalismo. Primero tuvimos la suspensión del parlamento con la aprobación de la reina Isabel II, luego la entrevista catastrófica del Príncipe Andrés donde trató de eludir sin éxito su implicación en el turbio asunto de Jeofrey Epstein sobre prostitución infantil, y ahora la crisis del “Megxit” donde la joven pareja formada por el príncipe Harry y su esposa Meghan han decidido desvincularse de la familia real. ¡Hay que derrocar esta reliquia feudal!
El año 2019 fue sin duda para olvidar para la familia real. Comenzó con un “choque” cuando el rey consorte Felipe, de 97 años, embistió a otro automóvil, con una madre y su bebé de 9 meses adentro. Afortunadamente para él, resultó que su persona no era punible para las leyes de tráfico.
En otoño, el primer ministro Boris Johnson hizo una de las suyas. Al suspender el parlamento, nos enseñó que, literalmente, ¡ninguna de las leyes se aplica a Su Alteza Real! Los tribunales tuvieron que retorcerse para revocar la suspensión de Boris sin dictaminar accidentalmente que la Reina había infringido la ley. Lo último, como se ve, es imposible.
Su Majestad estaba muy disgustada por las acciones de Boris, que revelaron los poderes ilimitados que disfruta formalmente bajo la constitución británica. Pero la guinda del pastel de este annus horribilis real fue sin duda el acto de genio de relaciones públicas del príncipe Andrés en noviembre, que no dejó dudas sobre su implicación en el asunto del círculo de explotación sexual internacional organizado por Jeffrey Epstein.
Uno solo puede imaginar el ambiente en la mesa de la cena real esta Navidad. Mientras Sus Altezas Reales se sentaban a tomar sándwiches fríos de pavo y a jugar a “Hitler Secreto”, ¿rezaban para que 2020 pudiera ser el año en que subieras las acciones bursátiles de la Casa Real? Si es así, qué tristemente decepcionados deben estar. A pesar del discurso de Navidad de la Reina sobre la reconciliación y la curación de viejas heridas, el año comenzó con discordia y división. Olvídate del Brexit, es del “Megxit” de lo que debemos preocuparnos.
“Megxit”
Todas las señales estaban ahí. Primero Harry y Meghan se mudaron de la casa familiar a su propio piso, renovado con £2,4 millones de dinero de los contribuyentes. Luego, la pareja real declaró unilateralmente su independencia en Instagram. Por lo tanto, seguramente no fue una sorpresa cuando los dos finalmente anunciaron que renunciarían como miembros de la realeza de alto rango y buscarían su “independencia financiera”.
La joven pareja tiene nuestra más profunda simpatía en esta aventura. Enero es un momento difícil para la mayoría. Una vez que pagas el alquiler, el impuesto municipal y las facturas, generalmente no queda mucho, si es que queda algo, para la mayoría de los padres. A pesar de tener una esposa y un hijo pequeño, Harry hasta hace poco, a la edad de 35 años, tenía que vivir con su padre Carlos [Nota: su “padre oficial”]. Mientras tanto, no tiene una fuente de ingresos independiente y se ve obligado a depender de las donaciones del patrimonio de Carlos de mil millones de libras, del Ducado de Cornualles e incluso de los escasos ingresos de su abuela.
Entonces, ¿cómo será la “independencia financiera”? ¿Significará fijar una cita degradante para conseguir un préstamo del banco? ¿Meghan se verá obligada a demostrar que está buscando más trabajo como actriz para obtener la limosna de un subsidio estatal? Lo dudamos mucho. “Independencia financiera” en este caso significa renunciar al 5% de sus ingresos que proviene del Subsidio Soberano estatal. El 95% de sus ingresos, que proviene de la herencia del Príncipe Carlos, seguirá fluyendo. Y al renunciar a este 5%, se alejarán de tareas tan vitales como el corte de cintas para inaugurar lugares o infraestructuras nuevas.
Esta noticia llegó como una lluvia de bombas nucleares a los editores de los tabloides. La mañana siguiente, el Daily Mail nos dio 17 páginas de “análisis” para contemplar. Mientras tanto, el Daily Star declaró: “VETE FUERA, HARRY”. El año pasado todo fue el “destello de Markle (Meghan)” cuando la duquesa gastó £64.000 en un vestido, ahora los periódicos sensacionalistas están repentinamente indignados por la desidia de la pareja, ¡y el Daily Star exige que nos devuelvan los £2.4 millones gastados en su hogar!
Mientras Harry y Meghan empiezan su viaje para monetizar su marca real, ¿qué les depara el futuro? ¿Cajas de almuerzo “Royal Sussex” quizás? ¿Publicaciones de anuncios en Instagram donde venden champús o gafas de sol? Según InfluencerMarketingHub, podrían ganar $34.000 por una sola publicación patrocinada. Algunos estiman que su marca podría generar hasta £500 millones en el primer año.
Un pilar del establishment
Entonces, todo el asunto es que un parásito rico quiere romper sus lazos familiares para hacerse aún más rico. ¿De qué se trata todo esto? Para la clase dominante esto no es una tormenta en una taza de té. Se trata de algo más que el potencial de ganancias futuras de un par de mocosos ricos que se convirtieron en influenciadores en Instagram. Pone en duda la esencia misma de un pilar clave de su propio reinado. The Economist, una revista que es menos conocida por acoger con entusiasmo a los bebés reales y más por dar buenos consejos a los millonarios de Gran Bretaña, advirtió que el acaparamiento de dinero de los Sussex (Harry y Meghan) podría significar un desastre para lo que reconoce como un bastión del capitalismo británico. En un artículo titulado Harry, Meghan y Marx explicaba:
“Marx predijo que el capitalismo destruiría todos los restos del feudalismo. Rompería “los diversos vínculos feudales que unían al hombre con sus “superiores naturales”, en “El Manifiesto Comunista”. Ahogaría el éxtasis de fervor religioso y entusiasmo caballeresco en el “agua helada del cálculo egoísta”.
Pero el artículo continuó, no es por nada que la clase dominante había preservado y fortalecido este “remanente de feudalismo” en particular:
“En ‘La Constitución inglesa’, Walter Bagehot [explicó]: lejos de socavar el capitalismo, la monarquía, en su forma británica, lo reforzó, actuando como pegamento en una sociedad dividida en clases antagónicas y distrayendo a las masas de las fuentes reales del poder. Inyectó boato, romance, misterio y drama en la vida de los británicos, mitigando la triste tarea de ser un engranaje en las ruedas del capitalismo”.
Estas palabras expresan un alto grado de conciencia de clase por parte de los representantes del capital. La monarquía británica siempre ha actuado como escaparate para el dominio de los empresarios. Se supone que la pompa y la ceremonia de la institución, su boato y solemnidad inspiran asombro y reverencia. Las funciones reales del Estado, como herramienta represiva del gobierno de clase, reciben algún tipo de “dignidad”. Estamos destinados a creer que todo esto es una parte antigua de nuestro patrimonio nacional. Es, por supuesto, una tontería, y los patrones lo saben. Casi todo el boato “antiguo” empezó en el reinado de Victoria, cuyo comienzo coincidió con el surgimiento de los Cartistas (la primera organización política de clase conocida) y el final coincidió con el comienzo de la era del capitalismo monopolista.
El secreto y el aislamiento de la familia real es un ingrediente clave en todo el espectáculo. Al permanecer distante, se supone que la institución retiene algo de misterio. Como dijo Walter Bagehot en 1867, “Su misterio es su vida. No debemos dejar pasar la luz del día a la magia”. Y aquí está el problema del cambio de Sussex. Ha traído y seguirá trayendo una gran cantidad de luz natural a esta oscura institución.
Hasta ahora nos han dicho que, si bien, la familia real disfruta de una riqueza tremenda, con el privilegio viene el deber y el servicio a la nación. Resulta que con el último acto de Harry puede tomar el dinero y correr. El “servicio y el deber” son un montón de tonterías de las que puede prescindir. Y nada tiene menos “misterio” que la búsqueda mundana de dinero.
¿Hasta dónde llegarán los Sussex para cogerlo? ¿Un acuerdo para escribir un libro tal vez? ¿Estarían dispuestos a revelar todo el chisme escandaloso sobre sus seres más cercanos y queridos por el precio correcto? ¿Qué descubriríamos sobre esta venerada institución? Una cosa es segura: perdería su capacidad de inspirar algo más que apatía y desprecio. Esto está causando que algunos estrategas de la clase dominante pierdan el sueño. En palabras de The Economist:
“[El] duque y la duquesa de Sussex pueden estar a punto de demostrar que Marx tiene razón. Representan el peligro más profundo para el acuerdo de la monarquía con la modernidad desde que Bagehot manejó su pluma […] La luz del día que Walter Bagehot dijo que no debía dejarse llevar a la magia de la monarquía no es nada para el brillo fuerte del capitalismo del siglo XXI”.
Crisis de la monarquia
La crisis de la familia real es realmente notable. Ha logrado sobrevivir a todas las crisis de los últimos tres siglos y, sin embargo, ahora se está hundiendo en la crisis más profunda que ha experimentado desde el siglo XVII. Un signo de interrogación está creciendo sobre su reinado. Y esto justo en el momento en que la clase dominante la necesita más. Esto no es un accidente. La crisis del capitalismo ha llevado a un tumulto sin precedentes y dará lugar a batallas de clase cada vez más amargas. Los sucesos revolucionarios estarán a la orden del día en Gran Bretaña. Es en este momento que la monarquía emergerá de las sombras y sus poderes se mostrarán como lo que son: una póliza de seguro para la clase dominante.
Incluso si la monarquía pudiera evitar las crisis de su propia progenitura, una tarea imposible para este grupo de parásitos completamente desconectados de la realidad, todavía tendría que atravesar un terreno muy difícil. Si bien la existencia prolongada del Príncipe Felipe sugiere que la medicina moderna esconde milagros debajo de la manga, lamentablemente ese no es el caso. La reina no se está haciendo más joven. Y una vez que la ciencia se queda sin los medios para prolongar su reinado, se plantea la delicada cuestión de la transición a un nuevo monarca. Como elemento permanente durante la mayor parte de nuestras vidas, ha sido más o menos aceptada como “parte de los muebles”. El rey Carlos es otra cosa por completo. El rey Carlos debería haber sido el último monarca de Gran Bretaña hace 400 años. Hagamos nuestra Resolución de Año Nuevo asegurando que el Rey Carlos sea el último monarca británico, y que esta década marque el comienzo de una República Socialista en Gran Bretaña.