El golpe de la contrarrevolución vivido en lo cotidiano: una reseña del libro Diario urgente de Venezuela

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Diario urgente de Venezuela (Txalaparta, 2019), del sociólogo y periodista Marco Teruggi, constituye la primera obra monográfica publicada en el Estado español sobre la actual situación de ataque imperialista y crisis por la que atraviesa el proceso político bolivariano en Venezuela. Desde un relato narrado en primera persona, se acerca a la realidad social y política del país caribeño en el último lustro desde las vivencias de lo cotidiano, mostrando los problemas de abastecimiento de productos básicos, los principales acontecimientos por los que ha pasado la Revolución Bolivariana (intentos de golpe de la oposición en 2013, 2014 y 2017) y la corrupción y contrarrevolución que anidan al interior del Estado venezolano, dirigido desde 2013 por Nicolás Maduro como sucesor del comandante Hugo Chávez. Una narración necesaria ante la versión unitaria y oficializada a diario por los noticiarios de las grandes agencias mediáticas de Estados Unidos y países europeos. 

En los últimos años, dejando al margen una cantidad importante y variada de artículos que han explicado qué situación ha venido atravesando el proceso político de la Revolución Bolivariana desde la toma de posesión de Nicolás Maduro en 2013, no ha existido una obra monográfica que haya intentado explicado o narrar desde el ámbito de la izquierda qué ha pasado en Venezuela. En la etapa “dorada” del chavismo existieron algunas obras que incluso reivindicaban el chavismo como modelo, pero las etapas de decadencia o crisis deja olvidados a los procesos que en su día habían sido tomados como la referencia; un hecho similar al ocurrido con el ascenso al gobierno del partido Syriza en Grecia, que tras su capitulación ante la Troika en el verano de 2015 ha sido dejado de lado por la izquierda política e intelectual como si no existiera cuando previamente había sido anunciado como la gran esperanza de los movimientos emancipatorios del sur de Europa.

El relato de Teruggi hace un repaso de los principales hitos del último lustro en Venezuela a través de sus vivencias personales como periodista y militante, especialmente a partir de la victoria de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las elecciones a la Asamblea Nacional de diciembre de 2015, hecho que constituye un punto de inflexión desde que Hugo Chávez tomó posesión de la presidencia de la República en febrero de 1999 tras su histórica victoria popular dos meses antes. Así, se repasan hechos como la campaña de la oposición por un referéndum revocatorio durante 2016, la oleada de golpismo y violencia callejera desatada por la derecha entre abril y julio de 2017, la consulta no vinculante de la oposición del 16 de julio de 2017, las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente del 30 de julio de 2017, las regionales del 15 de octubre de 2017, las municipales del 10 de diciembre de 2017 y las presidenciales del 20 de mayo de 2018. Dichos procesos se saldaron con una victoria del chavismo representado en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), con una oposición derechista que se dividió entre la participación, el boicot o la llamada al golpismo y el no reconocimiento de los resultados. Por su parte, la última parte del relato se centra en el golpe protagonizado por la autoproclamación de Juan Guaidó, del partido Voluntad Popular, como presidente de la República en enero de 2019, crisis y arremetida golpista en la que actualmente se encuentra inmerso el país latinoamericano.

Desde el punto de vista económico, la narración intercala la alusión a los hechos políticas con el mantenimiento y la profundización de la crisis económica causada por la caída de la cotización internacional de los precios del petróleo en 2014-2016, la reducción de la producción petrolera, las sanciones y bloqueos impuestos por el imperialismo estadounidense y la insuficiencia o fracaso de las medidas al respecto llevadas a cabo por el gobierno de Nicolás Maduro para intentar hacer frente a la hiperinflación, la escasez de productos básicos y medicamentos (o sus precios prohibitivos a través del mercado negro). La sensación de un proceso revolucionario bloqueado y aletargado no solo por el ataque del enemigo exterior, sino desde la contrarrevolución que anida al interior de la propia dirigencia bolivariana es una constante en la narración que ofrece el sociólogo argentino:

“El presidente promete que, si gana, sanará la economía, que conducirá una batalla sin cuartel. Quisiera que fuera así. No creo ni dejo de creer. Hasta el momento, en más de tres años, no ha logrado estabilizar más que breves momentos. No hay indicadores que digan que mejorará; ni el anuncio de que le quitarán tres ceros a la moneda, ni las compras de criptomoneda. Las raíces de la crisis son de guerra y siguen ahí: fuga de billetes, aumento del dólar paralelo, hiperinflación, corrupción que arranca posibilidades y quiebra planes. Junto con el esquema interno de priorizar los acuerdos con el empresariado importador y agro por sobre los demás. No se dice, sucede. Se refleja en los desalojos campesinos que se multiplican, el desconocimiento del mundo comunal, lo pequeño que se le da a la producción social/comunal y lo tanto que se les da a los grandes. Con una cuestión central: los empresarios no son algo ajeno al gobierno, son también parte, una parte que emergió y se consolidó en estos años, con compras de medios de comunicación, tierras, empresas. Una nueva burguesía, la apuesta de una parte de esta dirección, que encarna a su vez ese actor.” (pg. 250)

Violencia derechista, paramilitares y golpismo contrarrevolucionario

La narración está llena de ejemplo de alusiones a las campañas violentas de la derecha a través de las guarimbas (ignoradas por los mass media del capitalismo global y protagonistas en los barrios burgueses del este de Caracas en 2014 y 2017 especialmente), que dejaron un importante número de asesinados chavistas; o la infiltración de grupos paramilitares desde Colombia a través de la frontera, especialmente en el Estado de Táchira, además de la utilización por parte de la derecha de sectores del hampa y del lumpen para generar una situación de caos en el país:

“El empleo dosificado de violencia son el Topo, el Picure, ataques con granada, el asesinato de un alcalde, de periodistas, militantes, militares, desapariciones de dirigentes campesinos. También las acciones que se desprendan de los llamados de la derecha a descargar su enojo en las calles, como el que prepara Capriles Radonski contra el CNE. El asunto no es Capriles sino las fuerzas infiltradas en el territorio. Células paramilitares implantadas para disputarle territorio al chavismo, controlar el espacio público, los tráficos ilegales, desgastar a la población…” (pg. 26)

Las campañas de desestabilización arrojan las siguientes cifras:

“Veintiocho muertos y más de 437 heridos es el número de víctimas en menos de un mes. Si se suman los 43 asesinados en las guarimbas en 2014 y los del 11 de abril de 2013, son 82…Estos 82 casos son los que han sido contabilizados en los episodios de violencia callejera convocados por los dirigentes de la derecha en los últimos cuatro años. No entra la cantidad de cuadros del chavismo asesinados en sus casas, calles, territorios…” (pg. 136)

Tras estos planes golpistas impulsados por Estados Unidos se esconde el clasismo de una alta burguesía venezolana, que no quiere un reparto del poder y como bien reflexiona el autor, pretende destruir cualquier indicio o iniciativa de organización popular de la clase trabajadora. Es un plan contrarrevolucionario en toda regla:

“El plan de la derecha no es solamente quitar del gobierno a Nicolás Maduro, es hacerlo a través de la inyección de terror en la sociedad, del daño sobre la psiquis, el ensayo del caos, la validación en un sector de la población de la necesidad de eliminar chavistas. La forma en la cual llegarían a su objetivo condicionaría las posibilidades de la revancha y la resistencia.” (pg. 160)

Una reforma agraria que no llega. La cuestión campesina en Venezuela

Si hay otro elemento que ha caracterizado a la estructura económica venezolana ha sido el papel de la oligarquía terrateniente dentro de las tradicionales alianzas del poder. En las dos décadas de Revolución Bolivariana, especialmente bajo el mandato de Hugo Chávez, se planteó un proyecto de reforma agraria mientras que a nivel de base ha existido un proceso de organización comunal del campesinado despojado históricamente de las tierras que trabajan. En la actualidad, dicho campesinado está sufriendo las consecuencias de la burocratización y la falta de apoyo a la revolución por parte de sectores de la dirigencia del Estado, que se traduce en casos de desalojos y en el mantenimiento del poder e influencia de los latifundistas. Este hecho no hace más que alimentar las tendencias contrarrevolucionarias. Teruggi narra algunos de estos casos dentro de sus viajes a través del interior venezolano:

“Lo que está en debate en Barinas es saber por qué desde hace 4 años se han multiplicado los desalojos a campesinos. Algo que ha sucedido a la par que se detuvo el avance legítimo y legal sobre los terratenientes dueños de grandes extensiones de tierras improductivas. Venezuela tenía una de las mayores concentraciones de tierras en pocas manos al iniciar la revolución…Se rescataron, expropiaron, cerca de 4 mil hectáreas, una política –llamada por Chávez en 2004 como guerra al latifundio- que comenzó a detenerse cerca de 2011.” (pg. 119-120)

“…existe una voluntad restauradora, una arremetida oligárquica que tiene dinámicas locales, a la vez que enmarcado dentro de la situación nacional. Los terratenientes ven la posibilidad de recuperar terreno perdido, de hacerse con nuevas porciones…Creo que existen tres miradas en la dirección: los que quieren continuar con el proceso histórico de democratización de la tierra, quienes buscan congelar, es decir ni avanzar ni retroceder, y los que buscan la restauración.” (pg. 247)

Esas tendencias a la detención de las políticas de reforma agraria se ha asentado además en una serie de discursos o prejuicios de tipo clasista, instrumentalizados por sectores del agronegocio que están cada vez más cercanos a los círculos burocráticos del poder:

“…sostienen que la política de rescate/expropiación fue un error, que nada de eso produce, que los campesinos agarraron los créditos para comprarse motos y que, por ende, quienes nos salvarán son los grandes empresarios de la tierra. Esa tesis no declarada ronda discursos, políticas económicas que no se dicen, se traduce en apoyo a la agroindustria como apuesta central, junto con el intento de conformar un nuevo empresariado agrícola. Parte de ese nuevo empresariado está dentro del chavismo, en espacios de poder o de cercanía, y marca la orientación de las políticas que no van hacia campesinos, comuneros, pequeños y medianos productores.” (pg. 246)

Conclusiones

“Diario urgente de Venezuela”  constituye una narración sobre todos aquellos elementos que ha marcado la vida diaria de la masas populares en el país: las colas para conseguir productos básicos,  la inflación desbocada que destruye el poder adquisitivo de sus salarios, el deterioro de infraestructuras y del transporte público en la ciudad de Caracas, problemas de corrupción, las campañas golpistas de la derecha, el bachaqueo en la frontera con Colombia o los aspectos a mejorar en el funcionamiento de los Comités Locales de Abastecimiento o Producción (CLAP).

El tono del relato se aleja del discurso simplificador y sesgado a favor de la derecha al que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación españoles y los políticos conservadores, liberales o socialdemócratas, y al mismo tiempo, tampoco cae en la reproducción del discurso oficialista venezolano, que cada vez da menos respuestas a la fuerte crisis por la que atraviesa el país y el proceso de Revolución Bolivariana tras la muerte de Chávez. Por otra parte, en la narración se apuntan a los retos a los que se enfrenta el chavismo como movimiento político, al enfrentamiento dentro del Estado y del PSUV entre el ala verdaderamente revolucionaria y el oportunismo de la contrarrevolución que crece bajo el nombre de la revolución, esa burocracia que deja de lado el poder comunal, que pacta o tiende a pactar con las burguesías, ya sea la nueva o la tradicional, y que paraliza la reforma agraria. Es la cuestión a la que históricamente se han enfrentado todas las revoluciones, y que en este caso, constituye un peligro mortal una vez que las oligarquías tradicionales retienen gran parte del poder económico y mediático que ostentaban antes de 1998. Como dice Atilio Borón en el prólogo de la obra:

“Nuestras revoluciones, agrego, han sido generosas con sus enemigos. Chávez no disolvió la Corte Suprema que, luego del fallido golpe del 11 de abril de 2022, estableció arteramente que lo que se había producido había sido un ‘vacío de poder’. Salvador Allende respetó puntillosamente una Constitución oligárquica y las corruptas instituciones de una república que había sido pensada para una minoría. Lula respetó con fidelidad la dictadura mediática de la Red O Globo, pensando que con ello se ganaría sino el apoyo por lo menos la neutralidad de los bandidos que la dirigían.” (pg. 13)