Tras la declaración de la ley marcial en Tailandia el martes 20 de mayo, el ejército ha llevado a cabo un golpe de estado completo y ha removido del poder lo que quedaba del partido elegido, el Pheu tailandés. Este es el 12 º golpe de estado en Tailandia desde 1932.
[Para un análisis completo de los acontecimientos que condujeron al golpe Leer: Golpe de Estado y crisis en Tailandia – los Camisas Rojas deben devolver el golpe. En inglés]
Los militares de Tailandia se han hecho con el control del país y suspendido la Constitución – a excepción de las partes que se refieren a la monarquía reaccionaria.
Mientras que el jefe del ejército, el general Prayuth Chan-ocha, no hizo uso de la palabra “golpe” en su declaración televisada, dijo que la obtención del poder era necesaria “para que el país vuelva a la normalidad rápidamente.” Agregó que el ejército, las fuerzas armadas, la fuerza aérea y la policía tomaron del poder a la hora local 16:30 del jueves y ayudarían a “reformar la estructura política, la economía y la sociedad”.
Prayuth citó una ley de 1914 – cuando Tailandia no era una democracia, sino una monarquía absolutista – dando al ejército el derecho a intervenir en situaciones de crisis. Él dijo que el Ejército estaba actuando para evitar el caos y enfrentamientos entre rivales, y que “traería de vuelta la paz y el orden en el país amado por todos los tailandeses tan pronto como sea posible.”
“No se preocupen”, añadió, “Todo volverá a la normalidad (Nosotros) vamos a tratar de no violar demasiado los derechos humanos”
En este pensamiento está claro sin embargo que el ejército no está interviniendo para estabilizar el país, sino que está forzando el deseo de una pequeña minoría de gobernantes ricos y poderosos del país con puño de hierro. Durante el período anterior la clase dominante ha ignorado todas las leyes democráticas del país. La semana pasada removieron a la Primera Ministra elegida democráticamente quien, al contrario a la odiada oposición, tuvo un amplio respaldo entre la población, especialmente entre los campesinos pobres.
La semana pasada explicamos:
“A pesar del miedo al recuerdo que las manifestaciones de los Camisas Rojas de 2010 inspira a la clase dominante, la crisis económica la obligará a actuar en contra de los trabajadores y campesinos muy pronto.”
Este golpe de Estado representa la intervención de los militares para defender a la burguesía tailandesa contra la continua inestabilidad política y económica. El derrocado gobierno era la encarnación de las esperanzas de la población campesina rural gracias a sus medidas progresistas, como los subsidios para los productores de arroz. Removiendo esta medida, el ejército está decididamente del lado de la pequeña burguesía urbana , y los manifestantes monárquicos de los Camisas Amarillas quienes describen las medidas adoptadas por el partido Pheu de Tailandia para ayudar a los pobres del campo como “negligente” – que es precisamente el punto de vista de la burguesía, a quienes representan.
La economía de Tailandia, ya en un estado frágil desde la crisis de 2009/10, se ha ido deteriorando desde noviembre de 2013, conforme la crisis política ha paralizado al gobierno. La economía se contrajo un 2,1 % en el primer trimestre de 2014 y esta última semana las cosas se ponen aún peor para la burguesía tailandesa, con el bhat cayendo frente al dólar y la bolsa cayendo un 1,13 % el martes. En este contexto, a la clase dominante no le ha quedado otra opción que utilizar a los militares para restaurar la estabilidad para la burguesía.
Se les ha incitado a este golpe por medio de los representantes del capital internacional. Andrew Colquhoun , jefe de los Soberanos de Asia y el Pacífico en la agencia de calificación crediticia Fitch, dijo el martes que el control militar no era necesariamente negativo para la deuda de Tailandia y que podría ayudar a romper el estancamiento político. Continuó diciendo que ” los factores clave para las calificaciones son si Tailandia puede evitar el desorden político más grave y sangriento, y si vemos un retorno a un gobierno en pleno funcionamiento que es capaz de hacer la política y aprobar un presupuesto para el próximo año fiscal”. En otras palabras, desde el único punto de vista de la burguesía lo que importa es la defensa del capitalismo, aun a costa de la misma democracia burguesa.
La actitud favorable de la burguesía hacia un golpe de Estado también se resume en la reacción del Dr. Liam McCarthy, un “experto” en el Sudeste Asiático en la Universidad de Nottingham Trent en el Reino Unido, quien dijo que, si bien ” la intervención militar siempre parece difícil de aceptar… el actual clima político se plantea la posibilidad de una alternativa igual de desagradable”.
¿Cuál es esta alternativa desagradable que aparentemente amenaza las calificaciones de crédito de Tailandia y que ha provocado al ejército a intervenir después de meses de que se nieguen a hacerlo? La respuesta es los Camisas Rojas. Los partidarios del gobierno, compuestos principalmente por campesinos , que han estado manifestándose en un campamento de protesta 40 kilómetros del centro de Bangkok, demostraron su potencial revolucionario en 2010 y el temor de la burguesía es que están a punto de hacerlo de nuevo.
Estas son las capas más oprimidas de la sociedad tailandesa, que ven en el gobierno ahora derrocado – como los únicos políticos que alguna vez han actuado en favor de sus intereses. Ellos tienen una idea de lo que es tener el Estado actuando para ellos y no contra ellos. También han probado su propia fuerza cuando en 2010, ocuparon zonas de Bangkok como parte de las enormes protestas contra el partido en el poder monárquico, forzando las elecciones de 2011 que llevaron al partido Pheu tailandés al poder. En resumen, la mayoría de la población rural es cada vez más consciente de lo que no quieren, de lo que quieren, y de cómo luchar por ello. Esta creciente conciencia es lo que ha sacudido a la clase dominante.
Los Camisas Rojas han estado reuniendo sus fuerzas desde el derrocamiento de Yingluck Sinawatra como primera ministra por el golpe de Estado judicial la semana pasada. Es su colosal poder lo que ha detenido la mano de la clase dominante hasta ahora, por temor a la respuesta que podría provocar. Sin embargo, después de haber eliminado con éxito la mitad del gobierno a través del golpe de Estado judicial sin provocar demasiado una reacción, la clase dominante ahora se siente
lo suficientemente fuerte como para intentar un golpe de Estado militar a gran escala contra lo que queda del partido de los Camisas Rojas. Esto contiene un cierto elemento de riesgo para los militares, que todavía están preocupados por la reacción que podría provocar entre los Camisas Rojas, lo demuestra el hecho de que uno de los primeros actos de los militares en el poder ha sido la de disolver el campamento de protesta de los Camisas Rojas en las afueras de la capital.
La clase dominante ha alternado el golpe de Estado por un período de tiempo – comenzando con la acción judicial, seguido de la imposición de la ley marcial, y completada con un golpe militar completo. Para este método prolongado de trabajo la clase dominante ha confiado en la inacción de Yingluck y de los líderes del movimiento de los Camisas Rojas que están igualmente aterrorizados por el poder de las bases del movimiento campesino. Al negarse a llamar a la defensa del gobierno de una manera seria, los líderes de los Camisas Rojas están sirviendo para desmoralizar a la población rural pobre que componen las filas de los Camisas Rojas y que se ven obligados a ver a su gobierno electo entregando poco a poco de nuevo el poder a la clase dominante reaccionaria sin oponer resistencia.
El pueblo común de Tailandia está dispuesto a luchar por la democracia. Esto no es una cuestión abstracta, sino una cuestión de pan y de tierra de la población rural – y que en última instancia sólo se resolverá en Tailandia a través de la revolución socialista. Una mujer dijo la semana pasada: “No vamos a aceptar otro golpe de Estado, como en los viejos tiempos, vamos a luchar por mantener al gobierno que elegimos. Y si el ejército intenta de nuevo un golpe de Estado, estamos listos para salir, para morir por la democracia”.
La población rural debe liberarse de sus líderes. Yingluck y su partido no están dispuestos a movilizar a los Camisas Rojas, por lo que deben movilizarse por su cuenta. Lo que se necesita es un movimiento campesino independiente que enlace con la clase obrera industrial en las ciudades. Armado con un programa socialista claro, esto sería una fuerza poderosa que sería capaz de derrotar los intereses militares, monárquicos, que representan a la burguesía.