El día de la libertad y la locura capitalista, el caso mexicano

Trump había anunciado que el 2 de abril sería el “día de la liberación” para los EE. UU., asegurando, con esto, que por muchos años los diferentes gobiernos del mundo se habrían aprovechado de su país al tener más exportaciones a EE. UU. que éste a sus países, causándole una balanza comercial desfavorable. Con un discurso en que se presenta como víctima de los otros países, anunció las medidas de “libertad”, las cuales hacen retumbar los tambores de guerra comercial y pronostican una caída de la economía mundial.

Con esta política arancelaria EE. UU. pretende recaudar 100 mil millones de dólares (mmd) anuales y así recomponer su balanza comercial, reindustrializar al país, tener buenos empleos para los trabajadores de los EE. UU., al tiempo que fuerza a otros países a servirle a sus intereses:

“Impulsaremos nuestra base industrial nacional, abriremos mercados extranjeros y derribaremos barreras comerciales internacionales. […] Una mayor producción local significará una competencia más fuerte y precios más bajos para los consumidores”.

La guerra arancelaria disfrazada de libertad

Para ser claros, y no dejarnos llevar por palabras vacías y retórica barata, las medidas de Trump son un paso más en dirección del proteccionismo económico, es decir: “defender mi economía a costa de las demás”. Esto debe quedar claro porque ahora, después de que México no ha sido tan afectado por los aranceles, hay muchos que están vendiendo la falsa idea de que es gracias a una “negociación” magistral de Claudia Sheinbaum. Ella misma dice que es gracias la buena relación con los EE. UU., como si el problema económico se redujera a las buenas intenciones de ambos mandatarios.

Marcelo Ebrard, Secretario de Economía, ya salió a decir que es un logro que se mantenga el T-MEC, a pesar de lo que dijo Trump al respecto; hablando sobre el antes llamado Tratado de Libre Comercio, dijo: “fue un desastre, nos dijeron que no éramos capaces de terminarlo. Tuvimos que conseguir la aprobación del Congreso para acabar con él.” Debemos ser claros, si a México no le tocaron los aranceles recíprocos como a otros países es por una sola razón: porque, de aplicarlos, el efecto en la economía norteamericana sería desastroso; es lo mismo para el caso de Canadá.

Trump ha declarado abiertamente que tiene un balance comercial negativo, con respecto a México, de 172 mmd. Es el tercer déficit comercial más grande de los EE. UU.; el primero es con China (29 mmd), el segundo con la Unión Europea (236 mmd) y el cuarto con Vietnam (123 mmd), seguido por Taiwán (72 mmd) y Japón (68 mmd). A China le impuso aranceles del 34%, que sumado al 20% anterior llegan al 54%; a la Unión Europea del 20%; Vietnam del 46%; Taiwán 32% y Japón 24%. Lo que va a suceder con respecto a México está por verse, no es que ya se haya salvado. La clave va a estar en la renegociación del T-MEC y en la presión que ponga EE. UU. sobre sus empresas para que del salgan de México.

Al imponer estos aranceles, el presidente de los EE. UU. reconoce de facto dos cosas. La primera es que la época del libre comercio está siendo reemplazada por el nacionalismo económico. Esto ya de por sí es un problema mayúsculo: la expansión económica ha creado un mercado mundial y ahora se quiere dar vuelta a la historia y restringir las fuerzas económicas al ámbito nacional. Esto tendrá implicaciones económicas desastrosas.

La segunda, no menos importante, es que la economía norteamericana ha sufrido un declive y necesita recuperar sus fuerzas. Por eso ya no le importa cuidar a sus viejos amigos —Europa, Canadá, México y demás—, sino que le interesa su reindustrialización, pelear por los mercados para sus empresas y hacerse de recursos naturales fundamentales para su producción. Para conseguir esto algunos van a tener que sufrir. En primera instancia, los trabajadores de los diferentes países que se verán afectados por los efectos de esta política; por ejemplo, con el aumento del precio de las mercancías y el desempleo. También algunos burgueses perderán algo de dinero, Trump lo tiene claro, pero más claro es que su política económica no es una locura sino una necesidad para el imperialismo estadounidense.

Así lo deja ver las tasas arancelarias para “los buenos amigos”, como lo es Argentina y la administración de Milei (10%), El Salvador y la administración Bukele (10%) —quien ha abierto sus cárceles para que EE. UU. meta ahí a supuestos criminales—, e Israel (17%), su perro guardián en Oriente Medio. Es por esto mismo que suenan ridículos los argumentos de que es gracias a las buenas relaciones por lo cual a México no le han impuesto los aranceles recíprocos.

EE. UU. está ganando tiempo para que cualquier medida que tome con respecto a México y Canadá no tenga una afectación tan desastrosa para su economía. Lo quieran o no, estas economías están amarradas de la cola. Trump está buscando desatar el nudo antes de tomar más decisiones respecto de ellas. En su discurso del 2 de abril dijo que no permitirá más “subsidios” a la economía mexicana y mencionó que pedirá ayuda al Congreso para terminar con el T-MEC, así que no hay nada que celebrar.

Aranceles para México y sus consecuencias

A pesar de que no se le incluyó en la famosa lista de los 60 países con aranceles recíprocos, esto no quiere decir que no haya afectaciones para México. Trump ya había anunciado antes de su conferencia que tanto el aluminio como el acero tendrán un impuesto del 25%. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha dicho que la afectación a productos por estos aranceles (acero y aluminio) podría ascender a los 20 mmd, que representan el 4.7% del total de las exportaciones mexicanas a los EE. UU. México exportó, en el 2024, 3.31 mmd en acero y 1.84 mmd en aluminio.

También se informó de un impuesto a la cerveza mexicana. Éste es el agroalimento que más exporta el país. El Departamento de Comercio de los EE. UU. ha dicho que, del total de las importaciones de cerveza en el 2024, con un valor de 7.5 mmd, el 84% pertenecen a producto mexicano (unos 6.3 mmd). Para México representa el 80% del total de sus exportaciones de cerveza; el impuesto es a la cerveza envasada en aluminio y a la lata vacía.

Como parte de los efectos de los aranceles, el petróleo se ha resentido y reduce su valor en un 7%. Esto también tiene una afectación directa a las finanzas del Estado; ésta es una de las peores calidades del precio del crudo desde 2022. Es cierto que el gobierno norteamericano se ha cuidado de gravar a los recursos energéticos con aranceles, sin embargo, esta caída es por el aumento de la producción de los países de la OPEP y, principalmente, por los temores a una recesión mundial. El año pasado México recaudo 20 726 millones de dólares por la exportación de petróleo, si el crudo sigue cayendo, tendrá una repercusión.

Además, la exclusión de los aranceles del 25% solo son a las mercancías que están dentro del T-MEC, que representan el 50% de las exportaciones a los EE. UU. El resto de las mercancías, el otro 50%, sí tendrá que pagar el arancel. Esto ya está teniendo repercusiones.

Pero el aspecto central es el sector automotriz. EE. UU. ya había anunciado el 25% de aranceles para todos los automóviles que entrarán a su país. Éste no es un aspecto menor para México, se puede decir que se trata del sector clave, no sólo por las cantidades de autos y autopartes que exporta al vecino del norte -es el principal exportador de este sector a los Estados Unidos-, sino por la cantidad de mano de obra que emplea de forma directa e indirecta.

Este impuesto del 25% tiene un impacto directo en países que exportan sus vehículos a Estados Unidos. Países como Japón, México, Alemania y Canadá son los más afectados. México exportó, en el último año, un monto de 193 mmd en el sector automotriz (4 millones de unidades); más del 80% de este total fue a los EE. UU.

Desde que se informó de estos aranceles, el 28 de marzo, la industria automotriz lo resintió duramente en sus valores bursátiles. En EE. UU. fue donde las empresas sufrieron las mayores caídas. General Motors se desplomó un 7.36 %, representando una pérdida de capitalización de 3 mil 743.41 millones de dólares. GM es una de las 500 empresas más importantes en el mundo de valores bursátiles. La Ford también tuvo pérdidas por un valor de 548.86 millones de dólares. Empresas de origen japonés como Toyota, Nissan y Honda tuvieron pérdidas del 3.7 al 3.1%.

Las dos empresas norteamericanas (GM y Ford) son un buen ejemplo de cómo su producción está íntimamente vinculada entre los tres países de América del Norte. Sus autopartes cruzan varias veces -hasta 7 ocasiones- las fronteras para tener el producto terminado. Ford tiene 4 plantas en México (2 de vehículos, 1 de motores y 1 de transmisores) y GM tiene 9 (3 de vehículos, 3 de motores y 3 de transmisores). Esto lo sabe muy bien el gobierno estadounidense, por eso, cuando anunció los aranceles al sector automotriz, añadió que, para los países que están dentro del T-MEC, los automóviles de empresas americanas no pagarían impuestos, sólo sus componentes no americanos.

Pero esto tampoco es muy alentador. De acuerdo con la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), el “40 por ciento del valor de los autos que se exportan a Estados Unidos son componentes elaborados en ese país, por lo que el arancel se aplicará sobre el 60 por ciento restante. De esta forma el arancel anunciado sería del 15 por ciento para los autos exportados desde México”.

Empresas alemanas, como la Wolkswagen, BMW y Mercedes-Benz, que tienen empresas en México y sus exportaciones no entran en el T-MEC, sí tendrán que pagar el 25% de aranceles si sus automóviles tienen como destino el vecino del norte. La presidenta, para tranquilizar a las empresas alemanas, ha dicho que en las negociaciones pedirá que estas también se consideren dentro del T-MEC, para que sean menos los montos arancelarios. No va a tener mucha suerte.

Algunos analistas en los EE. UU. han dicho que esta medida va a impactar de forma directa en el costo de los vehículos en los EE. UU. y podría encarecerlos de entre 4 y 12 mil dólares cada unidad. The Financial Times cree que esta medida tendrá afectaciones en una docena de fabricantes de automóviles y autopartes, que comparten operaciones.

Incluso, un día después de que Trump dio a conocer su lista de aranceles, El Universal anunció que Stellantis, una de las gigantes en la producción de automotores, suspenderá su producción en una planta en Canadá y otra en México —su fábrica en Toluca, que produce los Jeep Compass y Wagoneer SEV, parará sus actividades por dos meses—. Su argumento es que por los aranceles se tiene que bajar la producción.

Otras empresas de capital no estadounidense que trabajan con autopartes se están viendo afectadas. El desempleo comienza a sentirse en regiones como el corredor industrial de Tizayuca, donde las empresas automotrices recortan personal con los mismos argumentos que Stellantis.

En La Jornada se ha anunciado que, en Tijuana, Baja California, “Al menos 10 empresas aplazaron sus proyectos de ampliación debido a la inestabilidad económica de la entidad”. En ese mismo estado se han reportado 17 mil puestos de trabajo menos, principalmente del sector manufacturero. Se reporta que las exportaciones han caído en un 30%. Todo esto desde la llegada de Trump.

Se puede decir que los EE. UU. están poniendo atención en México y Canadá para no afectar demasiado su economía, pero no les importa lo que les pase a los trabajadores de otros países.

La respuesta del gobierno mexicano

Antes de hablar del plan de gobierno para contrarrestar los efectos de los aranceles, quisiéramos hacer una mención a la patética actuación de la derecha mexicana y su anhelo de que el imperialismo americano imponga los máximos aranceles posibles. Son los mismos que llaman a que EE. UU. intervenga militarmente en México. Estos personajes representan a un sector desesperado por recuperar sus viejas glorias en el gobierno para seguir robando. Sin escrúpulos, se rinden ante el imperialismo con tal de que les tire un hueso sobre su mesa. Ahora sí, podemos continuar.

El gobierno mexicano guardó silencio el 2 de abril y dijo que daría una conferencia al día siguiente para dar a conocer las acciones que tomaría para defender la economía. La reunión fue en el Museo de Antropología, uno de los más grandes y bellos del país. Se reunieron políticos, empresarios, dirigentes obreros a modo, indígenas, medios de comunicación y demás fauna de la farándula política nacional. Varios medios de comunicación hicieron hincapié en que muchos empresarios, otrora denominados la mafia del poder, estaban entusiasmados con el plan del gobierno. ¿Cómo no podrían estarlo? Una buena parte del plan es abrir las puertas a las inversiones mexicanas para negocios que no tienen pierde.

Claudia Sheinbaum propuso 18 puntos de trabajo para fortalecer el Plan México. Podemos puntualizarlos:

Primero, ampliar la autosuficiencia alimentaria, promoviendo el incremento de productos agrícolas como el arroz, el frijol y la leche.

Dos, ampliar la autosuficiencia energética, aumentando la producción de gasolina, turbosina y gas natural. Iniciar 59 proyectos de inversión para fortalecer la red de transmisión y distribución de energía. Agilizar permisos para la creación de energía renovable (la empresa privada se frota las manos).

En el tercer punto propone acelerar los proyectos de obras públicas, como la red de ferrocarriles, renovación de carreteras, creación de viaductos, 37 proyectos estratégicos de agua —que serán licitados— y renovación y finalización de aeropuertos. Aquí algunos proyectos serán pagados por parte del Estado, a privados, en otros compartirán inversión y otros más simplemente se abrirán para que la burguesía se aproveche.

En el cuarto lugar, acelerar la construcción de vivienda y créditos; se espera que al final del sexenio se creen un millón de viviendas nuevas.

Quinto, fortalecer y fabricar para el consumo nacional, particularmente en el sector textil, calzado, muebles, acero y aluminio, semiconductores, baterías, fotovoltaicos, etc. Se darán incentivos para los que quieran invertir en todo ello.

Sexto, fabricación de autos para el consumo nacional, incentivando la investigación y desarrollo de tecnología. También estará a cargo del sector privado, con la ayuda del Estado.

En el punto siete se propone aumentar la producción de la industria farmacéutica y de equipo médico.

Octavo, aumento de la producción de la industria petroquímica y de los fertilizantes. Estos proyectos se iniciarán con recursos públicos y privados.

Noveno, aumentar las compras con contenido nacional; el gobierno se compromete a comprar producto nacional en un 65% del total de sus compras.

Décimo, aumentar la venta de productos nacionales en tiendas de autoservicio y departamentales.

En el punto once se propone abrir una ventanilla única para inversiones, la cual tendrá un portafolio de las posibilidades de inversión; los trámites serán simplificados para acelerar la entrada de capitales.

Doce, se licitarán 15 polos de inversión en los diferentes Estados de la República, con beneficios fiscales de diferentes tipos.

Trece, creación de al menos 100 mil empleos a partir de bolsas de trabajo.

Catorce, se crearán programas para facilitar créditos en la banca de desarrollo y la comercial, para las micro y pequeñas empresas.

El punto quince promete mayor inversión para investigación y tecnología por parte del gobierno.

Dieciséis, renovar las medidas antiinflacionarias y contra la carestía de la canasta básica.

Diecisiete, mantener el aumento al salario mínimo hasta llegar a 2.5 canastas básicas, lo mismo que aumentar prestaciones sociales y laborales.

Y, finalmente, garantizar y ampliar los programas sociales.

Es claro lo que se busca con este plan. Por un lado, se busca crear empleo, sustituir importaciones y depender cada vez menos de productos de importación. Se quiere dejar de depender del extranjero en la producción energética y la manufacturera, además de crear un plan de obras públicas para fomentar la inversión, creación de empleo y que no se detenga la economía. También, la asistencia social se mantiene y en lo posible se aumenta.

Todo esto se escucha bien, incluso podríamos estar de acuerdo con una parte de ello, por ejemplo, aumentar el salario mínimo, la creación de vivienda e infraestructura, impulsar el campo mexicano, mantener los programas sociales y que el empleo aumente. En ello no tenemos diferencias. El verdadero problema con el programa es que el gobierno piensa que sólo se puede llevar adelante con la intervención de la burguesía nacional. Está es una declaración a doble banda, por un lado, reconoce que no tiene los recursos para echar adelante un plan tan ambicioso, y lo segundo es que su proyecto es para reforzar el capitalismo nacional, no para superarlo.

Según la presidenta, los capitalistas mexicanos son unos patriotas y actúan por el bien de la patria. Sin embargo, muchos de estos paracitos tampoco tuvieron problema cuando se privatizaron cientos de empresas, ni cuando los gobiernos de la derecha aplicaron los planes de ajuste salarial o llevaron adelante sus reformas o contrarreformas laborales. Todos estos señoritos se beneficiaron de aquella política, su riqueza viene de ahí, comenzando con la del papá de Altagracia Gómez, la flamante amiga de la presidenta. Ahora quieren sacar provecho de esta nueva situación y le aplauden calurosamente al gobierno porque ahora la 4T les está brindando las posibilidades de incrementar sus ganancias.

Claudia Sheinbaum, por supuesto, no tiene ninguna intención de terminar con el capitalismo. Por el contrario, sus medidas están orientadas a mantenerlo e impulsarlo, siempre y cuando se porten bien los empresarios y tiren algo de migajas a la mesa de los trabajadores. Tiene la intención de cuadrar el círculo y de hacer que la contradicción fundamental del sistema capitalista desaparezca: la del capital-trabajo.

La burguesía, no importa su nacionalidad, sólo invierte donde hay posibilidades de obtener una ganancia, éste es el ABC de la economía burguesa. Querer ignorar esto es querer ocultar que las ganancias del capitalista están garantizadas sobre la base de la miseria de los trabajadores. Este gobierno tiene un buen plan, pero lo que quiere lograr con él es desarrollar el sistema de opresión capitalismo, justo cuando todas las fuerzas externas se encaminan a la crisis y la destrucción.

Algunos de estos planteamientos tendrán resultados y algunos otros serán boicoteados por la propia burguesía, aprovechándolos para dinamitar el proyecto reformista del actual gobierno. Otra parte del pan sólo quedará en promesas.

Algunos analistas ya hablan de que el país está técnicamente en recesión. Las remesas están perdiendo fuerza y los aranceles meterán mucha presión a la economía nacional. EE. UU. está presionando para que la negociación del T-MEC sea este año y, por lo que ha dicho Trump, su intención es reventarlo; si acaso, mantener un tratado comercial que le sea 90% favorable a los EE. UU. El gobierno mira optimista el porvenir, pero por ahora sólo hay nubes negras bajo el capitalismo.

¿Qué defendemos los comunistas?

Como lo hemos dicho en otros artículos, los comunistas nos oponemos a los ataques del imperialismo americano contra el país. No estamos de acuerdo en que la medida contra la crisis del capitalismo sea el nacionalismo económico o proteccionismo. Esto sólo precipitará la crisis económica y todas las consecuencias que traerá para los trabajadores a nivel mundial serán duras.

Pensamos que deslindar la integración económica internacional es reaccionario. Sin embargo, también decimos que esa integración, bajo el capitalismo, toma connotaciones de subordinación y dominio del imperialismo sobre México. Esta contradicción sólo se puede resolver sobre la lógica de terminar con el capitalismo. En una economía planificada e integrada por los tres países de Norteamérica y de América Latina, serían un motor fabuloso sobre el cual se podría levantar una sociedad totalmente diferente, sin necesidades, pobreza ni violencia. Para que esto suceda debemos arrancar el capital de las manos privadas y utilizar esos recursos para superar las carencias de la humanidad.

Ahora mismo nuestras consignas son muy concretas: todas las empresas que quieran cerrar deberán ser tomadas por los trabajadores y reconvertidas para producir lo que la gente necesite. No debemos permitir los despidos y los paros patronales, esto significa pagar la crisis que la burguesía y el imperialismo ha provocado.

Debemos organizarnos entre los trabajadores, la juventud, las mujeres de la clase obrera y los campesinos pobres para luchar contra los abusos de la burguesía nacional, la cual es violenta, rapaz y racista. Al tiempo que luchamos contra el imperialismo, también debemos de luchar contra la burguesía nacional, que quiera sacar provecho de toda la situación actual.

La unidad y la lucha de clase obrera a nivel internacional pueden buscar una solución definitiva a este callejón sin salida que representa el capitalismo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí