El derecho al aborto

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Cuando hablamos de aborto pareciéramos estar mencionando un tema tan controversial y polémico  como antiguo. Para la época actual, ya debería ser un tema superado. Sin embargo, desde tiempos remotos hasta nuestros días, sigue siendo un asunto que genera debate y demanda atención, con la particularidad de que hoy ya no se le trata como tema tabú por parte de la mayoría de la población, ni se trata de ocultar como una cuestión social que no genera problema. ¿Porque sucede esto?
 
Los diferentes estamentos de la sacrosanta democracia burguesa, sus sectores más retrógrados se empeñan en sostener las prácticas más oscurantistas. Si la primera derrota del proletariado fue la derrota de la mujer, en tanto que perdió un lugar primordial en el comunismo primitivo, una vez que hubo un excedente social, la mujer fue despojada no solo del lugar que ocupaba sino que paulatinamente fue recluida a la vida en la cocina, la limpieza de la casa y el cuidado de los hijos. 
Una vez habido excedente en la sociedad y por lo tanto una diferenciación en su seno, se derivó en la necesidad de quien era el padre de los hijos habidos y así garantizar el derecho a la herencia.

 
Al contrario, el tema del aborto y el derecho sobre nuestros cuerpos, es cada vez más visible justamente por el poco tratamiento y la escasa importancia que se le ha dado por parte del Estado. Sumado a la lucha popular que se ha movilizado una y otra vez hasta instalar e imponer el tema en la agenda parlamentaria.  En una sociedad donde se ha venido avanzando y desarrollando progresivamente en materia de derechos humanos, cuesta entender que desde un punto de vista global, solo muy pocos países en el mundo hayan dado un primer avance en lo que concierne a este tema, cuesta entender también que el Estado (primer punto de obstáculo, junto con la iglesia) siga aplicando políticas ortodoxas que lo único que hacen es atrasar a la sociedad y limitar el desarrollo de la emancipación de la mujer, al no permitírsele tomar decisiones que tienen que ver con su propio cuerpo.
 
Si el Estado niega el aborto como un derecho de la mujer porque considera que es un crimen a la vida, debería entonces de crear las condiciones necesarias para que una vida llegue al mundo de la manera óptima, y sin distinción de sexo, raza, religión, o clase social, para así, poder sustentar este fundamento. Pero la realidad es que no ocurre así. He allí una de las más grandes contradicciones a las que apunta la prohibición de este derecho.
 
El Estado capitalista que por ende, no puede prometer otra cosa, más que un mundo lleno de miseria, competencia, explotación, hambre, desocupación laboral, escasez, corrupción, avaricia, poder, etc. ¿Cómo es que estamos obligadas a traer hijos en una sociedad que no te garantiza calidad de vida?
Si bien, pueden llegar a ser innumerables las razones por las que una mujer no quiera tener un hijo, aun después de su concepción, las cuales no necesariamente implique el factor económico (y debe ser igualmente respetado) este es un factor que desde donde se mire, siempre se verán más afectadas y vulneradas las mujeres de clase obrera, que de la clase alta o burguesa.
 
No solo por lo mencionado anteriormente, sino porque el derecho al aborto, viene acompañado de otros aspectos, como lo es una buena educación sexual que comprometa la implicación de los distintos métodos anticonceptivos con los que se cuentan hoy día. Pero resulta que estos métodos, no son gratuitos, ni accesibles al bolsillo de todas. Hay  países donde algunos de estos métodos se comienzan a impartir de manera gratuita, pero no ocurre mundialmente y si fuera así son inconsistentes en el tiempo. Resulta que por muy ilegal que sea practicarse un aborto, muchas lo terminan haciendo clandestinamente, pero la gran mayoría no cuentan con los recursos económicos para realizarlos en condiciones seguras.
 
Esta práctica tan ilegal como penada por la justicia de los ricos, solo es aplicada y procesada a mujeres de clases sociales bajas que no tienen los medios para defenderse como lo haría una de clase alta, si llegase a ser sorprendida cometiendo este “delito” 
Como si ya no fuese mucho el hecho de decidir, arriesgarse, exponerse, y pagar, como para también tener que enfrentar un proceso penal por el hecho de acceder a un derecho que nos corresponde como mujeres a decidir sobre nuestros cuerpos.
 
En este sentido, la Corriente Marxista Internacional, exhorta a romper con este paradigma que no edifica, sino que más bien construye grandes muros en la creación de una sociedad igualitaria y justa. No apoyamos la práctica solo por el fin en sí mismo, sino que lo abordamos como una cuestión social, como un derecho democrático, que nos involucra a todos y todas. Una vez más, el sistema capitalista deja en evidencia la manera tan absurda que tiene de mirar el mundo, y demuestra que el socialismo es la vía para transformarnos y reafirmarnos como individuos libres, capaces de tomar decisiones concretas sin la premisa moral y legal que tanto nos explota y oprime.
 
Solo destruyendo al sistema capitalista, estableciendo una nueva legalidad en tanto que transformar las relaciones sociales que perpetúan la desigualdad social –patrones y obreros- y establecer nuevas relaciones de producción -Estado Obrero- se podrá resolver no solo el derecho a elegir sobre nuestros cuerpos, sino el derecho a una familia, a una educación de calidad y gratuita como también a una salud de calidad garantizada por el Estado.
 
La victoria de la revolución Rusa cambió de inmediato y por completo la vida de las mujeres. Las nuevas leyes, aseguraron el derecho al divorcio y establecieron salarios iguales para hombres y mujeres. El matrimonio ya no lo legalizaba la iglesia, sino una ceremonia civil. Las mujeres que daban a luz en hospitales no tenían que pagar nada. El aborto se descriminalizó y después se legalizó en 1920. Ya no se castigaba a las prostitutas y más tarde se eliminó la prostitución. Se abolió el matrimonio infantil, así como la compraventa de mujeres. Los lugares de trabajo permitieron que las mujeres se ausentaran por maternidad y aborto.
 
Lenin, líder de la revolución rusa, dijo: “La experiencia de todo movimiento de liberación ha demostrado que el éxito de una revolución depende del grado de participación de la mujer”. 
La experiencia de Octubre del ’17 así lo demostró al mundo.