La trama de corrupción protagonizada por los hermanos Schoklender en la Fundación Madres de Plaza de Mayo que encabeza Hebe de Bonafini, ha provocado una lógica y comprensible conmoción en el campo obrero y popular. La Corriente Socialista El Militante se suma a la condena moral y al desprecio que merecen todos los participantes en estos manejos corruptos para su enriquecimiento personal. Y queremos denunciar la manipulación política que están haciendo de este caso los medios de comunicación patronales, encabezados por Clarín, La Nación, y otros; y los grupos de oposición a la derecha del kirchnerismo.
La trama de corrupción protagonizada por los hermanos Schoklender en la Fundación Madres de Plaza de Mayo que encabeza Hebe de Bonafini, ha provocado una lógica y comprensible conmoción en el campo obrero y popular, desde el activismo de izquierda hasta las bases kirchneristas.
Lo primero que tenemos que decir es que la Corriente Socialista El Militante se suma a la condena moral y al desprecio que merecen todos los participantes en estos manejos corruptos para su enriquecimiento personal.
Manipulación política reaccionaria
En segundo lugar queremos denunciar la manipulación política que están haciendo de este caso los medios de comunicación patronales, encabezados por Clarín, La Nación, y otros; y los grupos de oposición a la derecha del kirchnerismo.
Realmente, nos conmueve y nos hace llorar de emoción la preocupación piadosa que está mostrando esta gente por la moral pública y el destino de los dineros del Estado, si no supiéramos perfectamente – como lo saben todos los trabajadores y jóvenes concientes –que el único interés de todas estas damas y caballeros es desacreditar al kirchnerismo para frenar su ascenso electoral en las elecciones que vienen por delante, principalmente las de Capital Federal. Ellos saben perfectamente que una victoria de Filmus en la ciudad de Buenos Aires allanaría todavía más la victoria de Cristina en las elecciones presidenciales de octubre.
Pero existe otro elemento presente en esta campaña de los medios de la derecha: vengarse de la política de derechos humanos impulsada por el kirchnerismo, tratando de arrojar todo el lodo posible sobre una de las instituciones y figuras personales más emblemáticas, las Madres de Plaza de Mayo y Hebe de Bonafini.
Está claro como el agua que los medios de comunicación de la derecha y los sectores del aparato del Estado afines a ellos estuvieron al tanto de la trama de corrupción desde hace tiempo, anotando datos y acumulando archivos, para sacarlos a la luz a la espera del momento político más idóneo para sus intereses, y así provocar el mayor escándalo posible. Esto revela la naturaleza moral de esta gente y de su campaña “informativa”, que ha merecido tres semanas consecutivas de tapas en Clarín y en otros diarios, en donde parece que no hay asunto de mayor preocupación en el país que éste.
El primer cometido de cualquier organización progresista o revolucionaria en relación a este caso debe ser, por lo tanto, exponer los objetivos descaradamente reaccionarios que impulsan a estos granujas organizar esta campaña, y que son: tratar de sostener en la Capital Federal una fuerza antiobrera y antipopular como es el macrismo, mejorar las posibilidades electorales de la oposición de derecha radical-duhaldista en las presidenciales de octubre; y, de paso, desacreditar la política en derechos humanos practicada hasta ahora, que prepare un retorno a las leyes de impunidad en un eventual gobierno de la derecha.
Lamentablemente, algunos de los opositores al kirchnerismo por izquierda cometen el error de quedarse en la condena moral a los Schoklender y en la crítica a Bonafini y al oficialismo –que hay que hacerla– mientras que callan los objetivos reaccionarios subyacentes en esta campaña de la oposición de derecha. De esta manera, independientemente de sus intenciones, ayudan a la demagogia de la derecha y de sus representantes políticos. Es penoso que los dirigentes de grupos como Proyecto Sur y del llamado Frente de Izquierda profundicen este error por simple oportunismo electoral. Proyecto Sur llevó este oportunismo a niveles de bajeza política tales como fijar carteles por todo Buenos Aires vinculando a Filmus con Schoklender, algo que ni siquiera el macrismo se atrevió a hacer hasta ahora.
Si esto no es corrupción ¿qué es?
Lo nauseabundo de todo es que estos mismos medios y políticos de la derecha –henchidos de (hipócrita) repugnancia moral por el caso Schoklender– son, precisamente, los personeros de los mayores corruptos y defraudadores del país. Nos referimos a los grandes empresarios, terratenientes y banqueros.
Se dice que la Fundación Madres de Plaza de Mayo recibió un total de 765 millones de pesos para la construcción de viviendas –una gran parte de las cuales fueron construidas y otras están en proceso de construcción– y que parte del dinero y de los materiales de construcción se los robaron Schoklender y sus compinches para darse una vida de gran lujo; para tener un buen pasar, digamos, que se acercara al de nuestros grandes empresarios, banqueros y terratenientes: con sus coches caros, sus viviendas lujosas, sus aviones privados, y otras “menudencias” por el estilo que alegran la vida del puñado de parásitos que dirige la vida económica del país.
Añadamos a este dato que el año pasado las empresas privadas recibieron subsidios del Estado –transferencias directas de dinero, no préstamos a devolver– por un monto de 32.000 millones de pesos, que fueron fundamentalmente a los bolsillos de los grandes empresarios (iECO-Clarín, 19 de junio). Es decir, este fue dinero de los contribuyentes (que somos en su inmensa mayoría trabajadores asalariados) para el lucro privado de varios centenares de familias riquísimas. Claro, que esta es una corrupción “legal”, goza de la protección de las leyes. Pero vayamos a la corrupción “ilegal” de esta misma gente. Sólo unos pocos datos. Según una denuncia de la AFIP, la multinacional Cencosud vendió a víctimas del terremoto de Chile cerca de 5 toneladas de mercadería donada en Argentina que debía ser distribuida gratuitamente y para lo cual fue eximida del pago de impuestos a la exportación. Estos “bienhechores” (algunos los llamarían sinvergüenzas) obtuvieron ganancias con la venta ilegal de estas mercaderías y se ahorraron el pago de impuestos al Estado argentino. Las cuatro principales exportadoras de granos del país (ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus) defraudaron al Estado cerca de 1.000 millones de dólares en 2009 (más de 4.000 millones de pesos) en impuestos no pagados; correspondiéndole 476 millones de dólares a Bunge, 252 millones a Cargill y otros 140 millones de dólares a Dreyfus. Estas mismas empresas, a través de triangulaciones con empresas pantalla de Uruguay, han evadido al fisco 8.800 millones de dólares (unos 35.000 millones de pesos) desde el año 2000 hasta la fecha A esto se añade que durante el 2009 unas 500 empresas que facturan más de 100 millones de pesos anuales “pagaron cero pesos” de Impuesto a las Ganancias. La empresa monopólica de aluminio, Aluar, sólo pagó en 2009 de impuestos a las ganancias ¡el 0,1%! del total de sus ventas, y las automotrices el ¡0,9%! Todas ellas están siendo investigadas también por la AFIP por falsear sus cuentas. ¿Y qué decir de los negociados de Macri y su banda con la caja de la Capita Federal? Las ventas de terrenos públicos en zonas caras a las constructoras, la contratación privada de servicios públicos, como los comedores de las escuelas y jardines, la seguridad privada de edificios públicos ¿Es necesario seguir?
Es de lamentar que la denuncia de estas defraudaciones al Estado y a los contribuyentes por los grandes empresarios y monopolios – no de unas decenas de millones de pesos como se le imputa a los Schoklender, sino de cientos y de miles de millones de pesos y de dólares – no haya merecido ninguna tapa de Clarín ni de La Nación ¿Lo merecerán de ahora en más?
Lecciones y responsabilidades
Dicho todo lo anterior, el entorno que rodea a las Madres de Paza de Mayo debe hacer una reflexión seria sobre lo sucedido para sacar conclusiones de los errores cometidos que permitieron a Schoklender y su camarilla actuar con total impunidad en las finanzas de la Fundación.
La impunidad con que conducían este sujeto y sus amigos las finanzas de la Fundación, y la Fundación misma, revela no sólo una falta de control –desde el interior de la Fundación y de los funcionarios del área– sino también un modelo de funcionamiento carente de canales democráticos indispensables, lo que refleja un declive de la base asociativa de la organización. En efecto, la Asociación Madres de Plaza de Mayo, convertida en Fundación, devino en una estructura de empleados que en estos años ha venido vaciándose de vida militante. Esto se explica, en parte, por la composición de lo que fue la Asociación Madres de Plaza de Mayo, formada originalmente por cientos de madres de detenidos-desaparecidos que después de 30 años de una actividad heroica e intensa fueron apartándose de la militancia activa por razones lógicas de la avanzada edad de sus integrantes y, por el fallecimiento de las mismas; quedando un número muy pequeño de Madres activas. Muchos de los colaboradores más importantes de Madres –vinculados a diferentes sectores de izquierda– cuadros políticos e intelectuales, fueron apartándose de la Asociación por su orientación cada vez mayor al kirchnerismo. Esto hizo que la organización quedara cada vez más a merced de los manejos y dictados de un personaje, Sergio Schoklender, ajeno a las tradiciones y al combate ideológico que propugnaron las Madres de Paza de Mayo durante décadas.
El problema no es que el sector de las Madres de Plaza de Mayo que dirige Hebe de Bonafini se vinculara al kirchnerismo, sino que el vaciamiento de cuadros políticos mencionado no pudo ser contrarrestado con la absorción de nuevos cuadros y militantes de un nivel similar, a lo que se sumó el inconveniente de no haber mantenido una independencia organizativa y financiera del oficialismo que pudiera dar fundamento a una vida interna vigorosa y militante. Esas condiciones, para una organización que comienza a manejar un volumen considerable de dinero, crean un terreno abonado para la llegada de arribistas y advenedizos que se habitúan rápidamente a la plata fácil y a servirse de la organización para su uso personal; en suma, abonan el terreno para el surgimiento de la corrupción. No dudamos en ningún momento de la honestidad personal de Hebe de Bonafini, pero la no existencia de mecanismos básicos de control, por las condiciones descritas antes, condujeron a la actual situación.
De aquí surge otra lección importante. La burguesía no olvida ni por un instante que el combate que dirigen las organizaciones obreras, populares, de izquierda y revolucionarias es mortal para ella, en términos de dominación de clase. La lucha por el socialismo – como también proclama el sector de las Madres encabezado por Bonafini – implica en caso de triunfo la eliminación de los privilegios de los capitalistas y la desaparición de su dominación de clase. Por lo tanto, los grandes empresarios utilizan todos los medios a su alcance para tratar de desactivar las luchas de las organizaciones obreras y populares, desmoralizar a sus activistas y frustrar sus objetivos revolucionarios. Lleva un registro muy detallado, no sólo de las actividades públicas de estas organizaciones, sino también de sus debates políticos y de su vida interna. Una de sus armas principales es la compra de dirigentes, fomentar su corrupción o registrar los casos de corrupción interna para desmoralizar al conjunto de los luchadores populares. Fue una ingenuidad completa, propia de advenedizos y personajes inescrupulosos como Schoklender, pensar que la fiesta iba a continuar indefinidamente. Podría ser así en un club de ajedrez o de fútbol de barrio, pero no cuando se trataba de las Madres de Plaza de Mayo, que durante 30 años se ha convertido en una de las mayores piedras en el zapato de la clase dominante argentina y de sus gobiernos. Durante años, Schoklender y otros integrantes del Directorio de Madres han tenido sobre sus cabezas una enorme lupa registrando cada uno de sus actos y, en su caso, todas sus corruptelas y negociados. Y es ahora cuando le han caído encima con todo, en el momento político que eligió la clase dominante para mejor servir a sus intereses.
Nos queda una última reflexión que sacar de este asunto. Puede ser discutible o no que organizaciones populares orienten su accionar, o parte del mismo, a ofertar servicios y participar en proyectos de beneficencia social. Pero es una vía que no está exenta de riesgos, si no existen mecanismos democráticos de control bien aceitados que atajen cualquier atisbo de abusos o de corrupción. Ante un problema social tan grave, como es la falta de viviendas y su carestía debido al afán de lucro de las grandes constructoras y a la inacción del Estado y de los municipios, es lógico y comprensible que algunas organizaciones populares tomen la iniciativa de construir viviendas sociales – como el caso de la Fundación Madres de Plaza de Mayo – por medio de la autoconstrucción de viviendas de calidad, lo que incluye el aprendizaje de oficios y la dignificación de barrios carenciados. Pero pensamos que esta tarea debe estar a cargo, principalmente, del Estado y de los municipios, desarrollando una verdadera política habitacional que cubra todas las necesidades sociales, en número suficiente y con la máxima calidad, a precios asequibles para las familias trabajadoras y en barrios con todos los servicios garantizados: alumbrado, asfaltado, cloacas, escuelas, servicios de salud, buenas comunicaciones, etc. Nos parece que el cometido principal de las organizaciones populares que desarrollan una política habitacional debe ser organizar a la clase trabajadora, a los sectores populares explotados y a la juventud para que tomen conciencia clara de la necesidad de luchar por una vivienda digna, a través de la organización y la movilización, con la lucha conjunta de los vecinos afectados y las organizaciones populares.
El enemigo de clase no nos confunde
El caso de corrupción de Schoklender y su banda ha tenido un eco importante en la sociedad argentina, y fuera de ella. Contiene lecciones preciosas para todas las organizaciones populares y revolucionarias. A nuestros enemigos de clase: a los grandes empresarios, a las multinacionales, y toda su prensa amarilla financiada por ellos, les decimos que no nos confunden sus manipulaciones ni nos desvían un milímetro de nuestro cometido. Su campaña vergonzosa podrá causar cierta confusión y perplejidad, pero la mayoría de los trabajadores y la juventud ve claros los objetivos que los mueven y no se dejarán nublar los ojos. A la corrupción del sistema, adopte la forma que adopte, seguiremos oponiendo la lucha por la completa transformación de la sociedad, la lucha por el socialismo y la desaparición de los privilegios, la explotación, los abusos, las injusticias y las corrupciones que son el santo y seña del sistema capitalista que todos ellos defienden y amparan.
Aunque les pese a los plumíferos del gran capital y a la derecha las Madres de Plaza de Mayo siguen teniendo un lugar importantísimo en el campo popular. La salida de los Schoklender abre la oportunidad de revivificar sus estructuras y actividades, por ejemplo a través de sus continuadores naturales que son los hijos, nietos y familiares de desaparecidos, además de los activistas de derechos humanos, para que su legado siga perdurando y rindiendo frutos.