La crisis capitalista de 2008 fue rescatada con una enorme transfusión de dinero público hacia los bancos. El sistema ha sobrevivido de esta manera desde entonces.
A pesar de esto, los burgueses ven pocas perspectivas de una recuperación de su sistema. Mejor dicho, se notan impacientes y se refleja en sus gestos en vísperas de otra caída. Muchos consideran que esto es ahora una cuestión de “cuándo”, no de “si”.
Un organismo en crisis comenzará a quemar sus reservas de grasa con el fin de sobrevivir. La austeridad ha sido el equivalente económico del capitalismo de este proceso. El sistema ha devorado profundamente sus reservas, particularmente en los países capitalistas avanzados. Todas las reformas acumuladas conquistadas por la clase obrera en el período histórico anterior como salarios relativamente decentes, el estado de bienestar, pensiones, etc., ahora están en proceso de ser arrebatadas con el fin de pagar por un sistema que ha estado en crisis.
Una reserva rica particular ha sido el capitalismo chino, que ha quedado gravemente agotada. Como consecuencia de la crisis, los chinos inyectaron medio billón de dólares en su economía. Fue una de las mayores intervenciones keynesianas que el mundo nunca antes haya visto. En lugar de apuntalar simplemente a los bancos, la intervención tuvo un efecto notable en la economía real. De acuerdo con el ex-secretario del Tesoro de Estados Unidos, Larry Summers, entre 2010 y 2013 China produjo más cemento que Estados Unidos ¡en todo el siglo XX! Hasta el verano pasado una ciudad del tamaño de Roma se construía en China cada dos semanas. Esta intervención dio un claro impulso a la economía china y al mundo.
Sin embargo, la reserva china está ahora a punto de agotarse y los efectos de los estímulos ya no juegan el mismo papel. La deuda se ha disparado de 7 billones a 28 billones de dólares, lo cual equivale al 282% del PIB. Las importaciones y exportaciones están cayendo. El masivo estímulo económico ha terminado en una crisis de sobreproducción masiva, provocando una crisis mundial del acero. Como muestra el caso de Redcard en Port Talbot, Gran Bretaña, están cerrando las acerías, destruyendo comunidades de este modo. En el otro lado del mundo, la misma senda ha tomado la propia China.
Reservas políticas
El agotamiento de estas reservas “económicas” ha tenido un efecto correspondiente en las “reservas políticas” del capitalismo, que también se están agotando. Los viejos acuerdos políticos se caen a pedazos, incluyendo muchos de los partidos obreros tradicionales. De acuerdo con un informe reciente de The Economist, la socialdemocracia europea se sitúa en su nivel más bajo de apoyo en setenta años.
El ejemplo clásico es el PASOK griego, que tenía un apoyo del cuarenta y cinco por ciento del electorado antes de la crisis. Ahora, sobre la base de su completa capitulación a la Troika y del colapso de la economía griega, se ha reducido a un mero cuatro por ciento. El PASOK está colgando precariamente en un remoto lugar en el parlamento.
En Europa en 2015 los socialdemócratas perdieron el poder en Dinamarca y registraron su peor resultado en Polonia, España, Finlandia, y también estuvieron muy cerca de conseguirlo en Gran Bretaña.
En Francia el supuesto presidente socialista, François Hollande, es el líder más impopular en setenta años. Al atacar las leyes laborales, su gobierno ha provocado un movimiento de masas, que el 31 de marzo llevó a cabo una huelga general que implicó que 1,2 millones de trabajadores franceses se unieran contra el gobierno socialista.
La huelga tuvo una importante participación de la juventud francesa, que ahora compone una vanguardia muy consciente de la clase en la lucha. Estos jóvenes no se fueron a casa, se quedaron fuera ocupando las plazas, con el movimiento “Nuit Debout”, que es una reminiscencia del movimiento en Syntagma y de los Indignados en Grecia y España. Estos movimientos fueron la base para el surgimiento de partidos que desde entonces han reemplazado a los socialdemócratas. No es difícil imaginar que el mismo proceso se desarrolle en Francia.
The Economist lamenta que el pueblo se esté alejando en masa de los socialdemócratas por todas partes. La explicación no es complicada. Cuando los socialdemócratas no ofrecen una alternativa a la austeridad, sino que más bien trabajan de la mano con los patrones para ponerla en práctica, socavan por completo su razón de ser a los ojos de la clase obrera.
Incluso en Gran Bretaña, las doscientos mil personas que siguen sólidamente a Corbyn no están necesariamente enamoradas del Partido Laborista. En Grecia, el apoyo a Syriza ha caído al dieciséis por ciento después de su traición al movimiento OXI y de la reanudación del programa de austeridad de sus predecesores.
Esta crisis de la socialdemocracia es parte de la crisis general de la democracia burguesa, que está agotando rápidamente su capital político. Este es un hecho peligroso para la clase dominante, como lo señala en elFinancial Times, Martin Wolf, el 2 de febrero, en un artículo titulado: “Acerquemos nuestras élites a la gente”:
“… Ya nos enfrentamos al peligro de que la brecha entre las élites económicas y tecnocráticas, por un lado, y las masas del pueblo, por el otro, se vuelva demasiado ancha para ser rellenada. Si esto se amplía, la confianza se puede romper por completo. En ese caso, el electorado girará hacia elementos extraños para limpiar el sistema. Estamos viendo este giro hacia la confianza en esos elementos extraños, no sólo en los EE.UU., sino también en muchos países europeos”.
La referencia alude al fenómeno Trump-Sanders en los EE.UU., que fue anticipado en Europa con el ascenso de Syriza, de Podemos, del SNP escocés y de Corbyn en la izquierda; y también en el Frente Nacional francés y, más recientemente, en la Alternativa por Alemania (AfD) en Alemania, por la derecha. La polarización de clases está desgarrando las juntas del armazón político del capitalismo.
Consciente o inconscientemente, cuando los burgueses empiezan a preocuparse por “extraños” que interfieren en su sistema, lo que realmente expresan es el temor a que la clase obrera se interese por la manera en que funciona la sociedad, y que interfiera en sus asuntos.
Cuando llegue la próxima recesión mundial, el período entre esa crisis y 2008 marcará una etapa decisiva en la historia del sistema capitalista. Se caracterizará por ser una etapa en la que el sistema, lejos de desarrollarse, habrá quemado muchas de las capas de reserva a su disposición, económica, social y políticamente, y que habían actuado como “amortiguadores” en 2008.
Esto le dará a la lucha de clases de un futuro no muy lejano un carácter mucho más agudo. La lucha por parte de la burguesía será mucho más desesperada. La lucha por parte de la clase obrera tendrá lugar después de un período en el que el capitalismo enfermo y debilitado ha sido incapaz de resolver nada para solucionar sus problemas fundamentales. Las ilusiones que existían previamente se han derrumbado, muchos defensores del sistema están desacreditados. Esto es algo para lo que hay que prepararse, e intervenir. Para poder construir las fuerzas del marxismo.