El candidato de los Hermanos Musulmanes (HM), Mohammed Mursi, ganó las elecciones presidenciales de Egipto con el 51,73% de los votos. Ahmed Shafiq, el candidato de las fuerzas armadas, obtuvo el 48,27%, según la comisión electoral. Sin embargo, estas cifras deben manejarse con precaución.
La participación según datos oficiales fue del 51,8%. Sin embargo, muchos testigos dicen que el nivel real de participación fue mucho menor. Incluso si aceptamos la estimación oficial, significaría que los Hermanos Musulmanes sólo obtuvieron el apoyo de alrededor del 25% del electorado. Por otra parte, un número desconocido de esos votos pueden haber venido de electores de izquierda que votaron por los Hermanos Musulmanes como “el mal menor”.
Después de que el resultado fuera hecho público, miles de personas se reunieron en la plaza Tahrir de El Cairo lanzando enormes vítores. Pero la celebración no durará mucho tiempo, ya que estas elecciones revelaron fallas profundas en la sociedad egipcia.
En un momento dado, los antagonismos llegaron a alcanzar un tono febril que amenazaron con desatar una guerra civil abierta, si los generales hubieran declarado ganador a su candidato. Esa era claramente su intención. Las elecciones fueron amañadas. Pero se dieron cuenta de que esa medida provocaría una explosión social de consecuencias impredecibles.
Una multitud creciente se había ido agrupando en la plaza Tahrir todo el día, a pesar del calor sofocante. Estaban a la espera de escuchar el anuncio de los resultados electorales en silencio y con paciencia. Los altavoces estaban dando una transmisión en vivo del anuncio de la comisión electoral. Algunos se agrupaban alrededor de los aparatos de TV colocados en algunas tiendas de campaña. Estaban preparados para celebrar o para la revuelta.
La tensión era muy alta. Había temores de que se desencadenara una respuesta violenta si se anunciaba el resultado con la victoria de Shafiq. Tanto Mohammed Mursi, de los Hermanos Musulmanes, como el ex primer ministro, Ahmed Shafiq, se habían adjudicado la victoria. Los generales miraban el abismo y de mala gana se echaron para atrás, sin duda bajo la presión de Washington, que es quien maneja los hilos.
Faruk Sultán, portavoz de la comisión electoral, pronunció un discurso interminable, que reflejaba su poquísima disposición a anunciar el resultado que tenía que dar. Luego, estalló una gran alegría en Tahrir cuando se confirmó que había ganado Mursi. Miles de personas comenzaron a bailar y cantar, agitando banderas egipcias. Los carteles del candidato de los Hermanos Musulmanes estaban por todas partes, mientras la gente coreaba consignas a través de los altavoces. El canto ascendía: “a la plaza, a la plaza”, cuando la gente coreaba “Mursi, Mursi, Allahu Akbar” y “Revolución, revolución hasta la victoria. Revolución, revolución, en todas las calles de Egipto.”
Por un breve momento, el pueblo de Egipto se sentía unido en una explosión de alegría y alivio. Pero este estallido de euforia oculta profundas divisiones en la sociedad y la política egipcias. Para muchas personas la victoria electoral de Mursi y del Partido de la Libertad y de la Justicia (el frente político de los Hermanos Musulmanes) representó una derrota de los agentes más descarados de la contrarrevolución. Pero la nación está ahora polarizada como nunca antes.
“El presidente de todos los egipcios”
El candidato de los Hermanos Musulmanes, en el supuesto de que no haya nuevos trucos sucios por parte del ejército, será juramentado a fin de mes. El primer ministro designado por los gobernantes militares, Kamal el-Ganzouri, se reunió con Mohammed Mursi el lunes para renunciar formalmente y asumir sus obligaciones interinas hasta que sea nombrado el equipo del nuevo presidente. Mursi ha entrado ya en su nueva oficina en el palacio presidencial y comenzó a trabajar en la formación de un gobierno.
El nuevo presidente declara que él es “presidente de todos los egipcios”, pero es improbable que los anuncios tranquilizadores de Mursi reduzcan las tensiones sociales y políticas. Los cristianos coptos temen la dominación de los Hermanos Musulmanes. Los revolucionarios seculares, algunos de los cuales votaron a favor de Mursi en la creencia errónea de que los Hermanos representaban el “mal menor”, están a punto de recibir una severa lección de realismo político. Por encima de todo, los obreros y campesinos, cuyas expectativas han sido despertadas por la Revolución, exigen trabajo y vivienda.
Mursi promete estabilidad, libertad y prosperidad, pero estas promesas están en contradicción directa con la crisis del capitalismo. La economía de Egipto se encuentra en una profunda depresión. El desempleo es alto y la pobreza va en aumento. Gente sin hogar está durmiendo en los cementerios. El pueblo egipcio juzgará el éxito del nuevo gobierno sobre la base de resultados concretos, especialmente en el campo económico. Para las masas, la revolución es ante todo una cuestión de pan, trabajo y vivienda.
Samir Radwan, ministro egipcio de Finanzas de los últimos meses, le dijo a la BBC que el nuevo presidente tendrá que lidiar con graves problemas financieros: “Cuando comencé mi trabajo apenas cinco días después de la revolución, teníamos 36.000 millones de dólares en reservas, las reservas internacionales equivalen a 18 meses de importaciones. Ahora son de menos de $15 mil millones, estamos tocando fondo, realmente. El turismo, a todas luces, se ha reducido enormemente, las exportaciones han bajado, el desempleo es ya del 12% -cifra oficial que está subestimada-; el 42% de la población está por debajo del umbral de la pobreza”.
Por encima de todo, los generales y burócratas del viejo régimen permanecen en sus puestos. Como medida de precaución, justo antes de que los resultados de las elecciones fueran anunciados, ellos tomaron la decisión de disolver el parlamento y concentrar todos los poderes principales en sus manos. El nuevo presidente “democráticamente elegido” será un instrumento impotente en manos de los generales. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), que tomó el poder después de la revolución del año pasado, ha emitido una serie de decretos anti-democráticos:
– El Ministerio de Justicia le dio a los soldados el derecho de arrestar civiles para ser juzgados en tribunales militares hasta la ratificación de una nueva constitución
– Se emitió un decreto disolviendo el Parlamento después de un fallo judicial que invalidaba la ley sobre las elecciones a la cámara baja
– El CSFA se otorgó poderes legislativos y reforzó su papel en la redacción de una constitución permanente
– El Mariscal de Campo, Tantawi, anunció el restablecimiento de un Consejo de Defensa Nacional, poniendo a los generales a cargo de la política de seguridad nacional de Egipto
Por lo tanto, las elecciones no han solucionado nada.
Estabilidad
Al conocer la noticia de su victoria, decenas de miles de personas entusiasmadas cantaban en la plaza Tahrir: “¡Abajo el gobierno militar!” Pero esta demanda correcta no encontró eco en las declaraciones del nuevo presidente electo. En su discurso del domingo pasado, Mursi, instó a los egipcios “a fortalecer nuestra unidad nacional” y prometió una presidencia incluyente.
Mursi rindió homenaje a los manifestantes que murieron en el levantamiento del año pasado contra el ex presidente Hosni Mubarak, pero también elogió el papel de las poderosas fuerzas armadas de Egipto. También dijo que haría honor a los tratados internacionales. “No hay espacio ahora para el lenguaje de la confrontación”, dijo.
Este era un mensaje cifrado a los generales y a Washington. Mursi está ansioso por calmar sus excitados nervios. En efecto, él les dice: “No se preocupen. Ustedes pueden confiar en nosotros. Al igual que ustedes, queremos poner fin a la Revolución y terminar con el caos y la inestabilidad, que son malas para nuestros negocios. Sólo que vamos a hacerlo de una forma más eficaz que ustedes, no con armas de fuego y bayonetas, sino con la astucia y el engaño”.
Los imperialistas de inmediato enviaron un mensaje a los Hermanos Musulmanes: “Les entendemos perfectamente.” La Casa Blanca declaró que el resultado electoral de Egipto fue un “hito en el movimiento hacia la democracia”. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo el lunes: “Esperamos trabajar juntos con la nueva administración sobre la base de nuestro tratado de paz.”
Hubo confusión, sin embargo, sobre una supuesta entrevista citada por la agencia de noticias semi-oficial de Irán, Fars. Fars dijo que Mursi planeaba ampliar las relaciones con Irán para “crear un equilibrio de presión en la región”, pero el portavoz de Mursi negó que la entrevista hubiera tenido lugar. ¡Evidentemente, la política de gustar a todo el mundo habría sido llevada demasiado lejos en el caso de acomodarse tanto con Washington como con Teherán!
Un portavoz de Mursi, Yasir Ali, dijo que la preocupación fundamental del presidente era la estabilidad política. La televisión estatal mostró la reunión el lunes entre Mursi y el mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi, jefe del consejo militar gobernante, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA). El mariscal de campo Tantawi, jefe de las fuerzas contrarrevolucionarias, dijo que los militares “permanecerían al lado del presidente electo y legítimo, y cooperarán con él para la estabilidad del país”.
Así que aquí lo tenemos. Los generales contrarrevolucionarios y los Hermanos Musulmanes están cantando la misma canción en claves diferentes. Los generales prometen “respetar” el resultado de las elecciones y cooperar con Mursi. Este último, por su parte, ha prometido nombrar una gama de vicepresidentes y un gabinete de “todos los talentos”.
Estos señores están ahora regateando al igual que los comerciantes del bazar. El primer punto que Mursi tiene que regatear con el CSFA será la disolución del parlamento dominado por los Hermanos Musulmanes, que tuvo lugar días antes de la segunda vuelta electoral presidencial. Debido a la disolución del Parlamento, ni siquiera está claro que el nuevo presidente tome juramento de su cargo. Esto demuestra dónde se encuentra el auténtico poder.
Los Hermanos Musulmanes han estado buscando, no la anulación inmediata de esta decisión antidemocrática, sino sólo una revocación parcial del parlamento para que así Mursi pueda ser juramentado ante los diputados. Pero incluso hasta han retirado esta tímida demanda. La agencia de noticias MENA citó a un portavoz de los Hermanos Musulmanes, diciendo que el juramento se prestará ante el Tribunal Supremo Constitucional –es decir, ante los mismos jueces nombrados por Mubarak, que fueron los responsables de la disolución del Parlamento y de la usurpación antidemocrática de las prerrogativas presidenciales.
¿Qué significa esto? Esto significa que los Hermanos Musulmanes, en lugar de luchar por la verdadera democracia, están tratando con todas sus fuerzas de llegar a un acuerdo con el CSFA. En lugar de luchar para defender los resultados de las elecciones, están dispuestos a aceptar el derecho de los generales a gobernar tras las bambalinas. Todo lo que piden es que los generales y burócratas se muevan algo y les dejen un poco de espacio que les permita compartir las suculentas ganancias del poder del Estado que aquéllos han monopolizado durante décadas.
En otras palabras, Mursi y los Hermanos Musulmanes han utilizado las elecciones para elevarse ellos mismos a posiciones de gobierno que les permitan negociar con mayor eficacia con los generales. Todos los sacrificios de las masas revolucionarias en los últimos dieciocho meses se reducen a la “mediación” (es decir, al tira y afloja) entre los islamistas y el CSFA sobre los poderes del presidente.
La noción de un “gobierno de unidad nacional”, es decir, un gobierno que represente a todas las clases es aún más hueco en Egipto que en Grecia e Italia. Cuando Mursi dice que va a ser presidente de todos los egipcios, ¿qué significa eso? ¿Cómo es posible representar los intereses de los ricos y de los pobres? ¿Cómo es posible defender la Revolución, mientras se acepta el dominio de la bota militar del ejército? ¿Cómo es posible que defendamos la democracia al tiempo que se permite a los generales dictar las normas?
La conducta de los Hermanos Musulmanes no es una sorpresa para los marxistas. De hecho, no debería ser una sorpresa para ninguna persona que piense, especialmente en Egipto. Los que presentaron a los Hermanos Musulmanes como una “fuerza revolucionaria” antes de las elecciones estaban simplemente engañándose a sí mismos y a los demás. Los dirigentes de los HM representan el ala de la burguesía egipcia que estuvo hasta ahora excluida del poder político. Su único objetivo es apoyarse en las masas para presionar a los generales y compartir el poder con ellos.
Estos líderes burgueses no eran revolucionarios, sino que cínicamente se apoyaron en las masas revolucionarias para que los llevaran al poder. Ahora que han logrado este objetivo, no dudarán en desembarazarse de la Revolución y unir sus manos con los generales contrarrevolucionarios e imperialistas para sofocar la revolución. Eso es lo que se entiende por el establecimiento de la seguridad y la estabilidad.
“Como hombre de negocios que se dedica a la actividad industrial, yo pertenezco a este lugar -incluso cuando las circunstancias anteriores no me permitieron participar en él.” (Ver Ahramonline, 12 de mayo de 2012)
Estas palabras, pronunciadas por Jairat el-Shater, una figura destacada de los Hermanos Musulmanes y su primer candidato presidencial que fue descalificado por los jueces egipcios, fueron parte de un discurso pronunciado recientemente ante los miembros de la Federación Egipcia de Industrias. El-Shater, que tiene importantes intereses de negocios, es un especimen típico de la dirección burguesa de los Hermanos. Ellos revelan muy claramente tanto la base de clase de los HM como su verdadero objetivo: que se les permita participar en el saqueo del Estado egipcio, del que estaban excluidos anteriormente.
El-Shater, en su discurso de apertura habló más de la cuenta, cuando dijo sin disimulos: “Los inversores de los países del Golfo ven el potencial del gran mercado de Egipto, pero necesitan seguridad y estabilidad para invertir… sin estas cosas no se puede llevar a cabo la actividad económica.” Estos burgueses desean ardientemente seguridad y estabilidad, como condición previa para invertir, es decir, para obtener beneficios.
La victoria de los Hermanos Musulmanes es sólo una etapa de la Revolución, que está destinada a pasar por toda una serie de etapas antes de que finalmente se resuelva de una manera u otra. La primera ola los ha llevado al poder. La segunda ola los hará añicos.
La tarea más urgente de los revolucionarios de Egipto es desenmascarar el carácter contrarrevolucionario de los Hermanos Musulmanes y ganar al sector de las masas que han sido confundidos y engañados por los Hermanos. En vez de participar en el fraude cínico de un “gobierno de unidad nacional”, es necesario intensificar las huelgas, manifestaciones y sentadas.
Todos los intentos de eliminar las contradicciones de clase en la sociedad egipcia a través de la “unidad nacional” necesariamente fracasarán. Los trabajadores y campesinos exigen pan. Los desempleados exigen trabajo. Las personas sin hogar exigen viviendas. Y el pueblo revolucionario está exigiendo la revocación inmediata de los amplios poderes nuevos que han usurpado los generales gobernantes, y no acuerdos por arriba.
Los obreros y los campesinos de Egipto deben pasar por la escuela de los Hermanos Musulmanes. Va a ser una escuela muy dura, pero les enseñará algunas lecciones importantes. Al final, una clase debe ganar y la otra perder. O la mayor de las victorias o la más grande de las derrotas: esta es la elección real que tienen ante sí la clase obrera y el pueblo egipcio en su conjunto.
Martes, 26 de junio de 2012