El trágico tiroteo en la Escuela Primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut, ha provocado un clamor público y un duelo sincero en todo el país. El pistolero mató a 26 personas, entre ellas 20 niños, antes de dispararse a sí mismo. Los medios de comunicación seguramente se verán inundados con cada detalle de la vida del asesino en las próximas semanas, y el tema del control de armas una vez más pasará al primer plano. Pero lo que no se verá seriamente discutido es la causa raíz de los tiroteos de este tipo, y por qué se han vuelto tan comunes.
Parece que sólo tiroteos con un alto número de muertes obtiene una cobertura nacional plena, mientras que docenas de pequeños incidentes han pasado a ser “lo corriente”. Incluso antes de que la identidad del pistolero fuera conocida, ya se estaban planteando las preguntas: ¿Cómo consiguió esta persona armas de fuego? ¿Debía esta persona haber tenido el derecho a poseer legalmente armas de fuego? Atrocidades como los recientes tiroteos en Oregon, Colorado y Wisconsin, naturalmente, han provocado una discusión nacional sobre el control de armas.
Hay, sin duda, una buena razón para preocuparse. Desde 1982, ha habido al menos 61 casos de asesinatos masivos en los EE.UU. con armas de fuego, y en la mayoría de estos casos, las armas fueron obtenidas legalmente. Estados Unidos ocupa de lejos el primer puesto por delante de cualquier otra nación en el mundo en delitos de este tipo. Muchos se apresuran a señalar que los EE.UU. también ocupan el primer lugar en la posesión de armas per cápita, pero otras naciones con leyes de armas similares y niveles similares de tenencia de armas no parecen tener tan alta incidencia de delitos de este tipo.
Independientemente de lo que digan las leyes de armas, la gente que quiere armas de fuego puede adquirirlas –por medios ilegales si es necesario. Y si las armas no están disponibles, otras armas pueden utilizarse para causar estragos a la sociedad. Apenas unas horas antes del tiroteo en Connecticut, se produjo un ataque con arma blanca en una escuela secundaria en China (donde la propiedad privada de armas está fuera de la ley), donde 23 personas, muchas de ellos niños, resultaron heridos.
¿Hay algo “malo” en la gente de Estados Unidos que los hace propensos a cometer este tipo de atrocidades? Michael Moore hizo esa pregunta en su película documental Bowling for Columbine, aunque él no pudo dar una respuesta adecuada. Sin embargo, en sus últimas películas, Sicko y Capitalismo: Una historia de amor, que tratan respectivamente del sistema de atención de salud en los EE.UU., y del sistema capitalista en sí, se encontró mucho más cerca de responder a esa pregunta.
Entonces, ¿qué es lo que hace único a los Estados Unidos sobre este tema? Por un lado, no tenemos un sistema universal de salud para proporcionar servicios mentales de salud de calidad. Casi 50 millones de estadounidenses carecen de cualquier tipo de atención médica, y los que están asegurados a menudo tienen un acceso muy limitado. Al servicio de salud mental, en particular, a menudo se le presta muy poca atención, en la medida que las grandes aseguradoras recortan todo lo posible para aumentar sus ganancias.
Existen razones concretas por las cuales el movimiento obrero norteamericano no pudo conseguir la atención universal de salud. La principal de ellas, la falta de un partido político independiente de la clase obrera basado en los sindicatos, y la política restrictiva de los dirigentes sindicales en los años 1930 y durante el boom de la posguerra, que lucharon por beneficios de salud para sus propios afiliados, en lugar de luchar por la atención médica de calidad para todos los trabajadores. Pero, ¿qué tiene esto que ver con el tiroteo de Connecticut?
Las circunstancias que rodean las motivaciones del pistolero todavía no salieron a la superficie, y quizás nunca se conocerán. Sin embargo, la discusión en torno a cómo obtuvo sus armas es mucho menos importante que discutir lo que lleva a gente como ésta a cometer estas atrocidades. La mejora del acceso a la atención de la salud mental daría un paso de gigante en la prevención de este tipo de incidentes.
Por ejemplo, la expresión “Going Postal” [expresión moderna del inglés norteamericano que se utiliza como sinónimo de “violencia extrema”. NdT] tiene sus orígenes en una serie de incidentes en las oficinas de correos a partir de los años 80, en los que participaron empleados descontentos que mataron o atacaron a compañeros de trabajo, supervisores, y otros. En respuesta a dos acontecimientos de 1993, el USPS (Servicio postal de EEUU) creó 85 puestos de Analistas del Ambiente en el Lugar de Trabajo, para asumir la tarea de mejorar las condiciones de trabajo y de ese modo prevenir la violencia. Es de suponer que esto funcionó, en la medida que tales incidentes se redujeron considerablemente, registrándose públicamente solamente dos de ellos desde entonces. Sin embargo, en 2009, coincidiendo con los ataques generales de austeridad en el USPS, estos puestos fueron eliminados. Todo el mundo puede simpatizar con la ira y la frustración en el trabajo, y aunque muy pocos llevarían a cabo tales actos de arrebato de violencia, ya no hay servicios en las oficinas del USPS para proporcionar a las personas una salida o una manera de resolver estas frustraciones. En los lugares de trabajo y escuelas de todo el país, los recortes y las medidas de austeridad conducirán inevitablemente a una escasez de tales servicios.
La nacionalización de los hospitales, de las industrias farmacéuticas y de equipamiento médico, y de las grandes aseguradoras de salud -administradas democráticamente por los trabajadores de la industria de la salud y los usuarios en general- sentaría las bases para la creación de un sistema de atención de salud que podría proporcionar a todos un servicio de calidad. Tal sistema de salud podría incluir asesoramiento y terapia para todos los que lo deseen o lo necesiten, para los que sufren de tensiones laborales menores, o para los que la sufren de manera grave. Eliminar el afán de lucro de la atención de la salud llevaría a una completa transformación de la forma en que la salud mental es vista y tratada.
Entonces, ¿qué tienen de único los Estados Unidos? Muchas personas que viven en los EE.UU. disfrutaban con diferencia de un nivel de vida más alto que la mayoría del resto del mundo. Esto, en parte, contribuyó al limitado alcance de nuestra red de seguridad social. Durante el boom posterior a la Segunda Guerra Mundial, hubo un embotamiento de la lucha de clases, ya que el pastel era cada vez más grande, y los capitalistas pudieron dar a la clase obrera algunas migajas de más, por temor a un regreso de los movimientos de masas de los años 1930 y 1940.
Como resultado, muchas de las reformas conseguidas por los movimientos obreros de otros países simplemente no existen aquí para la mayoría de los trabajadores -vacaciones pagas, licencia de maternidad, cuidado universal de la salud, etc. Estas reformas, aunque todavía muy limitadas, proporcionan un cierto nivel de estabilidad en muchos países. El sistema capitalista ya no puede proporcionar migajas como lo hacía en el pasado, e internacionalmente vemos ataques brutales a estas conquistas.
La ideología del “sálvese quien pueda” es quizás más fuerte en los Estados Unidos, donde se nos dice que debemos salir adelante por nuestros propios medios (¡si eres lo suficientemente afortunado como para salir adelante sin ayuda de nadie!). Hemos sido educados para creer que no tenemos que culpar a nadie de nuestros problemas, sino a nosotros mismos, y que no debemos mirar más allá del espejo para que alguien nos eche una mano.
Pero a medida que la crisis capitalista continúa, muchos están reconsiderando estas ideas, que han sido implacablemente inyectadas en la sociedad desde arriba. Muchos están incluso repensando el sistema capitalista en su conjunto. Cada vez más, los estadounidenses se están dando cuenta de que estamos sufriendo colectivamente la crisis del sistema, y que necesitamos una solución colectiva.
En lugar de la estabilidad relativa de la posguerra, y careciendo de muchas de las reformas que sirven para mantener a los peor situados con la cabeza por encima del agua, tenemos unas condiciones de vida en deterioro y un estado completo de precariedad para millones de personas. Con tanta gente acorralada en un estado de desesperación por la crisis del capitalismo, lo que estamos observando es una reacción de “lucha o huida” en el plano social, que se expresa en un aumento de los actos de violencia masiva.
El Washington Post informó que de los 11 tiroteos más letales en la historia de los EE.UU., cinco han ocurrido desde 2007, año que marcó el inicio de lo que hoy se conoce popularmente como “la Gran Recesión”. Esto no es un accidente.
La tasa oficial de desempleo para los menores de 25 años es del 16%, y esto no tiene en cuenta el subempleo. El costo de asistir a la educación superior está aumentando y las perspectivas de una vida digna en el capitalismo son sombrías para los jóvenes de hoy. El pistolero de Connecticut ha sido identificado como Adam Lanza, de 20 años. En Colorado, fue James Eagan Holmes, de 24 años; en Oregon, Jacob Tyler Roberts que tenía 22 años. Cualesquiera que sean los motivos o causas directas de estos jóvenes para cometer crímenes tan atroces, está claro que en el fondo son un reflejo de la decadencia del sistema social.
La gente en todo el mundo está profundamente entristecida y justificadamente indignada de que tantos niños y maestros inocentes hayan visto apagarse sus vidas sin sentido. El propio presidente Obama tuvo que contener las lágrimas al hablar con la prensa sobre este incidente. Y, sin embargo, los incidente de violencia masiva, violación, tortura y asesinato son la realidad de la vida cotidiana de millones de personas en todo el planeta, una realidad que es muy a menudo el resultado directo de la política exterior de Obama.
Con este terrible ataque, la barbarie que acecha a gran parte del mundo se ha abierto camino en la comunidad plácida y próspera de Newtown, un pequeño pueblo como tantos otros en todo el país. No existe ningún lugar seguro conforme el capitalismo se hunde cada vez más en la crisis, trayendo consigo consecuencias aún más trágicas.
La conclusión es clara ¡Para terminar con la guerra, la violencia y la inestabilidad constante del sistema, debemos terminar con el capitalismo!