La Ley de Asistencia Sanitaria Asequible (Affordable Care Act –ACA- en sus siglas en inglés), conocido coloquialmente como “Obamacare”, ya se está aplicando por todo el país. Las dificultades técnicas que atravesó su página web coparon los titulares de los periódicos durante semanas — ocultando los verdaderos hechos acerca del programa. Muchos norteamericanos tienen grandes esperanzas en este programa promulgado por Obama, en particular los jóvenes trabajadores que no gozan de ninguna cobertura médica. Seguramente pensaron que cualquier cambio debe ser mejor que el status quo. Pero, ¿cuál es la realidad?
En primer lugar, debemos ser claros: el Obamacare no tiene nada en común con un sistema de sanidad pública. Este programa no termina con el sistema de seguros privados, sino que al contrario, lo amplía e inunda con dinero público. No reemplaza el sistema actual con un sistema eficiente, nacional –ofreciendo cobertura universal. No es un sistema de “pagador único” y no ofrece “Medicaid para todos”. No es como el sistema de salud público británico o el sistema sanitario canadiense. Ni siquiera incluye la opción de un servicio gubernamental “público” para competir con las compañías de seguros privadas en el llamado “Mercado de Seguros Sanitarios”.
A pesar de los gritos estridentes sobre una “intromisión del Gobierno”, se aplican pocas regulaciones a las compañías de seguros, y las existentes quedan compensadas por otras ventajas que benefician a los HMO (NdT: un tipo de plan de seguro médico que brinda acceso a determinados médicos y hospitales de una red proveedora de médicos). Por ejemplo, a estas compañías de seguros se les imponen sólo algunas normas — como, por ejemplo, la ampliación de la cobertura a los hijos del asegurado hasta la edad de los 26 años o se impide que las empresas nieguen la cobertura por “condiciones previamente existentes”; pero, a cambio, se les ofrece un aumento masivo del mercado y el gobierno se hace garante de los pagos.
Contrariamente a lo que los fanáticos del “Tea Party” podrían hacer creer a los norteamericanos, con esta iniciativa, el gobierno no decide quién es tu médico. Tampoco se convierte en “jurado de la muerte” para decidir quién va a vivir y quién va a morir. Todo lo contrario. Dicho resumidamente, el “Obamacare” es un enorme subsidio a las empresas privadas de seguros médicos privados (HMO). En esencia, es una continuación de la estrategia de “libre mercado” de las últimas décadas, con grandes limosnas a la Norteamérica corporativa a expensas del contribuyente de a pie.
La nueva Ley de Asistencia Sanitaria incluye la “obligación individual” de contratar un seguro médico privado, a partir de 2014. De no contratarlo o de no recibir ninguna cobertura, el ciudadano estará sujeto a una multa. Según las normas que se establecen en la puesta en práctica del Obamacare: “a los individuos que opten por no contratar un seguro se les aplicará una multa de 95 dólares al año, por persona, o la retención del 1% del ingreso familiar, la cuantía que sea mayor, a partir de 2014. Transcurrido ese tiempo, la multa aumenta, de modo que para el año 2016, la multa asciende a 695 dólares por persona, o el 2,5% de los ingresos familiares”.
El Gobierno subvencionará a las compañías de seguros privados haciéndose cargo de las primas de muchas de aquellas personas que no puedan afrontarlas. No obstante, se estima que 25 millones de personas se quedarán sin seguro, ya que ganan “demasiado” para recibir el apoyo del gobierno, pero demasiado poco para poder pagar una seguro por su propia cuenta. Otros seis millones pueden verse fuera del sistema también porque los gobernadores Republicanos se niegan a aplicar el programa en algunos Estados. Algunas de estas personas podrán estar exentas de las sanciones, otras no.
Además, muchas empresas están eliminando sus programas de seguro médico y enviando a sus empleados a los “mercados de intercambio sanitario” creados por el Obamacare para que se los procuren por su cuenta, en gran parte subvencionados por el gobierno. Otras empresas están cambiando a sus trabajadores de “tiempo completo” a “tiempo parcial” para evitar tener que ofrecerles cobertura. Como siempre, los abogados y las grandes empresas están haciendo un gran negocio, mientras que los trabajadores sufren las consecuencias.
Increíble, pero no del todo sorprendente, es el hecho de que la idea del “seguro médico privado obligatorio” fue, originalmente, tramada por la conservadora Fundación “Heritage”, en 1989, en contra del apoyo creciente a un sistema único patrocinado por el gobierno. Cuando el republicano, Mitt Romney, encabezó un plan prácticamente idéntico como gobernador de Massachusetts, recibió el apoyo de ambos partidos, y fue visto como un modelo para la nación y apodado “Romneycare”.
El Republicano radical y ex senador Jim DeMint, de Carolina del Sur, se deshacía en elogios sobre la capacidad de Romney para “tomar algunas buenas ideas conservadoras, como los seguros médicos privados, y aplicarlas a la necesidad de tener a todo el mundo asegurado.”
En 2009, el seguro obligatorio se convirtió en la encarnación del demonio y la derecha lo declaró “inconstitucional”. Según el Representante de la Cámara, Paul Broun, Republicano de Georgia y candidato para el Senado: “la mayor amenaza es ahora el Obamacare. Ya ha destruido puestos de trabajo, ya ha destruido nuestra economía, y de aplicarse como se pretende, va a destruir a Norteamérica.”
¿Por qué este cambio de opinión? Una razón es obvia: la cínica realidad de la “política” en Washington. En este pozo inmoral de promociones ilícitas, de falsas promesas, mentiras y traiciones, estos políticos intentan ganar terreno político atacando a sus oponentes, incluso si esto significa hacer un viraje político. Pero hay más.
Los republicanos temen que el posible éxito del “Obamacare”, aunque sea modesto, dará una fuerte ventaja a los demócratas en las elecciones presidenciales de 2016. Pero aún más importante, entienden que “el apetito se abre con la comida”. Es decir, temen que, en un contexto de crisis y necesidad de aplicar planes de austeridad, este apoyo a los que necesitan acceso a los servicios médicos, aunque modesto y a pesar de que beneficie a las aseguradoras privadas, pueda despertar ilusiones entre los estadounidenses más humildes sobre una mayor, y no menor, implicación del gobierno a la hora de proporcionar empleos y servicios básicos como salud, educación y mucho más.
Con un costo médico por las nubes, no estar asegurado puede significar literalmente firmar una sentencia de muerte en el país más rico del mundo. En un país que gastó el 17,6% del PIB en 2010 en sanidad — 2,5 veces más por ciudadano que otros países como Francia, Suecia y el Reino Unido — murieron aproximadamente 26.000 personas ese año como consecuencia de no tener cobertura médica. Por esta razón, las ilusiones en el Obamacare son comprensibles entre aquellos que no tienen seguro o que tienen que elegir entre el seguro médico, poseer un coche, o incluso comer todos los días. Incluso este leve respiro dentro de la aplastante crisis capitalista es considerado mejor que nada.
Pero al final, el lanzamiento del Obamacare ha sido un regalo en bandeja de plata a los Republicanos y una pesadilla para millones de estadounidenses. Durante varias semanas estuvo prácticamente inoperable la página web federal creada para inscribir a la gente en el programa. Para empeorar aún más las cosas, cientos de miles de estadounidenses que ya tenían cobertura individual se encontraron con que las primas mensuales en realidad se habían duplicado o, incluso, triplicado en el “mercado”. Esto contradice la idea según la cual la competencia capitalista invita a establecer “precios justos” para los consumidores.
Incluso con los subsidios del Gobierno para cubrir parte de las primas más altas, cientos de miles de personas ahora deben pagar más de su bolsillo que antes, o enfrentarse a sanciones — sin mencionar los costosos gastos deducibles, copagos, y otros gastos asociados al recibir esta cobertura. Así que los HMO ahora cuentan con más afiliados y subsidios por parte del Gobierno. Para estas “mega empresas” todo son ganancias — casualmente son algunas de las que más financiación aportan a las campañas de los políticos de ambos partidos mayoritarios.
Los dirigentes obreros, en lugar de luchar por un servicio de atención médica universal, se alinearon para defender a Obama y a los demócratas. Esto es vergonzoso, especialmente cuando los planes de salud de millones de afiliados sindicales se ven cancelados o reducidos como resultado del Obamacare.
Los costos, la calidad y la cobertura del sistema de salud afectan a todos los que viven en los Estados Unidos y sobre todo a la mayoría de la clase obrera. Lo escandaloso del Obamacare es que aporta una prueba más de que el capitalismo es un sistema irracional que no puede proporcionar atención médica básica para todos en el país más rico y tecnológicamente más avanzado del planeta. Nuestro programa tiene una solución genuina y duradera:
Por un sistema de atención médica público y nacional. Libre investigación científica sin afán de lucro. Acceso para todos a la última tecnología, tratamientos y descubrimientos médicos. Fondos masivos para la investigación para la cura y el tratamiento del SIDA, del cáncer y de otras enfermedades. Nacionalización de las empresas de seguros de salud, de equipamiento médico y de las industrias farmacéuticas, de los sistemas hospitalarios y clínicas relacionadas, para integrarlos en una sola compañía estatal proveedora del servicio de salud, bajo una gestión y administración democráticas.