La “expansión cuantitativa” (EC) ha sido el fenómeno “estrella” de la política económica mundial de los últimos años. Consiste en la compra masiva por parte de los bancos centrales de títulos de deuda pública y otros activos financieros a bancos y grandes empresas, para que vuelquen el dinero recibido en créditos e inversión productiva y relancen la actividad económica.
Tras su aplicación en EEUU, Gran Bretaña y Japón, el Banco Central Europeo (BCE) inició el 9 de marzo su puesta en marcha en la zona euro. Comprará mensualmente 65.000 millones de euros de bonos de deuda de diversos países europeos y deudas empresariales de alta calidad crediticia (no amenazadas de impago). Estas compras podrían prolongarse hasta septiembre de 2016, invirtiendo alrededor de 1,14 billones de euros.
Alemania ha mostrado abiertamente sus recelos a este plan. Por eso ha impuesto que el 80% de la deuda pública comprada a cada país sea avalada por los bancos centrales de dichos países, y no por el BCE, para no tener que responder con su dinero –siendo el mayor aportador del BCE– en caso de un eventual impago. Además, la compra de deuda pública queda excluida de países, como Grecia, sometidos a un plan de rescate.
Los efectos de estas medidas en EEUU –ya abandonadas– son discutibles. Aunque su economía creció en 2014 un 2,4%, frente al 0,9% de la zona euro, no está claro que se debiera a la EC. Las empresas y bancos destinaron lo fundamental del dinero recibido, no a la inversión productiva, sino a desendeudarse y a comprar sus propias acciones para incrementar su valor y obtener beneficios con la compra-venta de las mismas. Ciertamente, hubo una oleada de inversiones en negocios como la explotación de petróleo a través del “fracking”. Pero ahora este sector está en crisis por la bajada histórica del precio del petróleo, amenazando con la quiebra a multitud de empresas. Y aunque el desempleo en EEUU bajó al 5,8% oficialmente, en eso influyó que la población trabajadora descendiera al 62,7% de la población activa, el nivel más bajo en 37 años. Aparte, hay 6,7 millones de empleados forzados a trabajar a tiempo parcial, a los que se suman 2,1 millones que desisten de buscar empleo de forma activa. El empleo producido se ha degradado, con salarios bajos y precarios.
Ahora bien, ¿cómo podrá EEUU sostener su crecimiento económico? Europa y Japón están estancados –en este último país, la EC no tuvo ningún efecto– y las llamadas economías emergentes (China, Brasil, India, etc.) están reduciendo su crecimiento o en crisis.
El programa de EC en Europa puede crearle problemas adicionales a la economía norteamericana. El valor de las monedas oscila con su oferta y demanda. Al cancelar el banco central estadounidense –la Reserva Federal– la EC, y dejar de emitir dólares, éste lleva meses apreciándose con respecto al euro. En paralelo, la puesta en marcha de la EC en la eurozona, poniendo en circulación cientos de miles de millones de euros, está profundizando la devaluación del euro con el dólar. Así, las exportaciones estadounidenses se encarecen y los productos importados de Europa se abaratan, afectando negativamente a las empresas norteamericanas. Ya en marzo, se redujo bruscamente la actividad en EEUU, creándose la mitad de los empleos previstos.
EEUU tampoco puede retomar la EC, porque la Reserva Federal ya le destinó 4,8 billones de dólares anteriormente. Un endeudamiento suplementario de la Reserva Federal amenazaría su estabilidad, al poseer ya cerca del 30% de la deuda pública estadounidense. Además, en un entorno económico de estancamiento mundial, ese dinero volcado al mercado no iría a la actividad productiva, sino a la compra-venta de acciones de empresas y bancos, inflando artificialmente sus precios todavía más, que podrían desplomarse una vez que nadie quisiera comprar acciones a empresas con beneficios declinantes y ventas disminuidas.
Para la Eurozona, la amenaza es similar. El mercado bursátil ha experimentado la mayor subida desde 1998 con incrementos del 15%-22% en el precio de las acciones.
Aunque puede haber un respiro en la zona euro con el aumento de las exportaciones, sumado al ahorro de costes por la caída del precio de los combustibles, el entorno económico global es muy volátil ¿Esperarán EEUU y China impasiblemente agravarse sus problemas internos, con sus mercados inundados de mercancías europeas baratas?
El problema de fondo no es la falta de dinero para invertir –de ahí las limitaciones de la EC– sino la crisis de sobreproducción existente, que hace innecesarias inversiones significativas para abastecer a un mercado declinante. Esta crisis se ve agravada por el enorme peso de las deudas públicas que absorben una parte sustancial de la riqueza creada, que se escamotea al consumo y a la inversión. Ambos problemas están ligados al dominio de los grandes bancos y monopolios y, por tanto, son insolubles en la etapa actual de crisis orgánica del capitalismo.