Los suburbios de Suecia se sublevan de nuevo: Husby, Kista, Tensta, Rinkeby Fittja, Vårby, Norsborg Jakobsbergsgatan, Flemingsberg, Skärholmen. Coches incendiados, comisarías con las ventanas rotas y grupos de jóvenes lanzando piedras a la policía. Es un síntoma del estancamiento del sistema capitalista, pero también la antesala de próximos acontecimientos revolucionarios. Una rabia contenida durante mucho tiempo encuentra una salida desesperada cuando el capitalismo ya no puede ofrecer a los jóvenes la esperanza de un futuro.
“¡Se destruye la propiedad! ¡Se queman coches! ¡Se lanzan piedras! …gritan los medios de comunicación. ¿Quién habla de infancias destruidas, sueños rotos y políticas con corazón de piedra?“-Özz Nûjen, famoso comediante sueco
Sería inútil, en estos momentos, “condenar” los métodos de los que lanzan piedras. Esto ocurre independientemente de lo que pensemos, lo hacen jóvenes que no ven otra alternativa. Mejor sería explicar el carácter de nuestra sociedad y ofrecer una mejor manera de luchar: los jóvenes necesitan, por encima de todo, una política revolucionaria. El capitalismo como sistema, como dice Özz Nûjens, sólo ofrece infancias arruinadas y sueños rotos.
No hay futuro bajo el capitalismo
El origen de los disturbios se produjo en Husby, un suburbio de Estocolmo, tras la muerte de un inmigrante abatido a tiros por la policía. Los disturbios comenzaron un domingo por la noche, tras una semana de intentos por parte de la comunidad de obtener una explicación de la policía, y se extendieron los días siguientes a otras áreas: Kista, Tensta, Rinkeby, Fittja, Vårby, Norsborg Jakobsbergsgatan, Flemingsberg y Skärholmen. Se han incendiado cerca de 50 coches, una escuela y una comisaría.
No es la primera vez que la violencia policial se convierte en la chispa que enciende el fuego de esta manera. Lo mismo ocurrió en París en 2005, en Atenas en 2008 y en Londres en 2011. En París, la policía persiguió a dos jóvenes que murieron al esconderse en una subestación eléctrica; en Grecia, la policíamató a un joven en un café y, en Londres, disparó y mató a un joven de 29 años, Mark Duggan.
Estos patrones se han repetido en Husby. El lunes, día después de los primeros disturbios, Daniel Ghirmai, un joven funcionario empleado de la Municipalidad, declaraba en conferencia de prensa con la organización Megáfono sobre lo ocurrido la noche anterior. Él y sus colegas intentaron mediar para tratar que los jóvenes se calmaran, fueron atacados por la policía e insultados: “nos llamaron ratas, maleantes y negratas”. Dos de ellos también recibieron golpes físicos por parte de la policía. “¿A quién se llama cuando es la policía quien ataca? No tengo ni idea. […] Atacaron a todos los que se le pusieron por delante”, declaró Quena Soruco, activista de Megáfono (esta asociación organiza a la juventud en los suburbios para luchar por un cambio político).
En la página de Facebook “Poesía revolucionaria”, Soruco escribía durante la noche:
“Disturbios en Husby ahora mismo, la policía está persiguiendo a gente con perros, golpeando a personas completamente desarmadas e indefensas con porras y amenazando a cuantas personas pasan por allí con ser golpeadas si no avanzan. Menores de edad, niños, personas mayores que sólo estaban de pie y preguntando qué había ocurrido, fueron expulsadas por policías enmascarados con cascos”.
Detrás de la violencia se esconde una profunda desesperación e ira, acumuladas durante mucho tiempo, y, fundamentalmente, una expresión del fracaso del sistema capitalista, y del movimiento obrero que no ofrece ninguna alternativa desde hace mucho tiempo. Muchos trabajadores y jóvenes carecen de cualquier esperanza de futuro. El desempleo juvenil está ahora en el 25%. En Husby, el desempleo entre los jóvenes de 20-25 años de edad era del 38% en 2008. Muchos sobreviven con trabajos precarios o carecen de empleo debido a su color de piel. Debido a la fuerte escasez de vivienda, muchos jóvenes se ven obligados a vivir con sus padres, incluso los que tienen un trabajo. El hacinamiento y las malas condiciones de vivienda son un gran problema.
No es sorprendente que exploten las contradicciones. Para algunos, simplemente, las cosas han llegado a su límite.
El racismo y el acoso de la policía
Esto también sucede en el marco del proyecto REVA, a través del cual la policía puede realizar controles-redada en el metro de Estocolmo, pidiendo identificaciones a los que no parecen lo suficientemente blancos. Esto, dicen, es para encontrar a “inmigrantes ilegales”. Pero, en realidad, se trata de un acoso racial abierto a muchos jóvenes, nacidos y criados en Suecia, sólo porque no tienen el pelo rubio o el color de piel “adecuado”. La policía también ha interrumpido una boda e incluso presionado a departamentos de psiquiatría infantil y juvenil para que les den información. Esto produjo un enorme debate la pasada primavera y una serie de protestas que, de hecho, pudieron paralizar los controles.
El sistema capitalista explota a los inmigrantes para bajar los salarios. Es sabido que, incluso, grandes cadenas de restaurantes, como McDonalds, han estado utilizando a inmigrantes indocumentados, que limpian por la noche sin derechos laborales reglamentados y con un sueldo muy bajo. Sin embargo y, al mismo tiempo, la clase dominante explota y exacerba las creencias racistas a través de los medios de comunicación, el cine o la propaganda política. Utiliza el racismo para justificar guerras imperialistas de agresión e intervención en los países explotados del sur. En definitiva, es la estrategia de “divide y vencerás” -dividir a la clase trabajadora en líneas de etnia o nacionalidad. Sólo se puede acabar con el racismo desde una perspectiva de lucha de clase (en el capitalismo el racismo prevalece, ya que su caldo de cultivo es la propia sociedad de clases). Otra sociedad, socialista, podría poner fin a esto de una vez por todas.
La Policía, como institución, es más racista que el resto de la sociedad. En 2009, hubo un gran escándalo cuando el cuerpo policial aportó un vídeo como prueba en un juicio; en él se oía claramente decir a un policía acerca de un joven inmigrante: “este puto mono, lo voy a esterilizar si lo agarro”. El hecho de que no cortaran el vídeo o editaran el sonido, como lo han hecho otras veces, fue quizás lo más sorprendente de todo. Demuestra lo acostumbrados que están con dichas declaraciones racistas. Pensarían acaso que nadie reaccionaría si se llama a un joven “puto mono”.
Policía impune
Obviamente, a ningún policía se lo juzgará por lo que ha hecho en Husby. De las 6.872 quejas contra agentes policiales el año pasado, sólo se procesaron 62. Se trataba en su mayoría de conducción en estado de ebriedad e intromisión en datos personales. A pesar de esto, continuamente leemos en las noticias, y vivimos, el acoso y la agresión de la policía. ¿Qué se hace ante eso? ¿Cuándo se aplicará justicia por todos estos delitos? La respuesta es que la ley y el Estado representan a la clase dominante. Y aunque la ley se aplica también para ésta, no se hace de la misma manera que para los trabajadores y la juventud.
En Husby, Megáfono exigió una investigación independiente sobre lo ocurrido con el asesinato de este hombre a manos de la policía. Es una exigencia razonable.
Sanna Ryman, que escribe para el periódico Svenska Dagbladet, es uno de los muchos voceros de la burguesía que incitan contra los jóvenes:
“¿Es razonable que el mundo adulto y la sociedad en su conjunto consienta los infantiles e irresponsables “porqués” de la forma en la que a menudo lo hacemos? Que aceptemos y asintamos con preocupación cuando alguien que se declara un inadaptado [social] incendie el coche de un vecino y ataque a los trabajadores municipales que acuden a apagar el fuego?”
“Un inadaptado”! No está entendiendo nada sobre los problemas reales de Husby o de cualquier otro suburbio. No tiene nada que decir acerca de los ataques racistas y violentos de la policía contra trabajadores municipales como Daniel Ghirmai, contra los activistas de Megáfono y otros habitantes de este barrio, gente normal y pacífica. ¡Que la policía ataque a personas que están tratando de calmar la situación es lo que debe esperarse, claro! La periodista, al parecer, responsabiliza más a los jóvenes confundidos y desesperados que a las Fuerzas del Orden. Dice mucho sobre cómo los representantes de la burguesía perciben su fuerza policial. Evidentemente, saben lo que está sucediendo, pero no importa. En su mundo, hay que acabar con la chusma y atender a la mafia, eso es todo.
La Ministra de Justicia, Beatrice Ask, dijo en una entrevista, en la televisión sueca, que “todo el mundo tiene la responsabilidad de utilizar métodos democráticos para discutir y para asegurar que los niños y jóvenes puedan vivir sus vidas en paz y tranquilidad”. Suena a burla. El sistema capitalista hace imposible el poder vivir “en paz”. Después de años de injusticia social, brecha en las escuelas y un ambiente hostil, de desempleo y hacinamiento, naturalmente que el resultado será la delincuencia y la drogadicción. Después de años de acoso y humillación por parte de la policía, algunos jóvenes simplemente han llegado a su límite. Están hartos de “moderación” y buscan desesperadamente una salida.
¿Es correcto el enfoque de lanzar piedras?
Los marxistas no apoyamos los disturbios. Pero tampoco apoyamos el coro de condenas o moralinas de la derecha. Es fácil condenar pero no resuelve el problema fundamental. Tenemos que entender la enfermedad para curarla.
Nos oponemos a los disturbios, en primer lugar, porque son completamente inútiles. No resolverán los problemas que afectan a la juventud. De hecho, los empeoran. No se crea ni un sólo empleo por la rotura de una peluquería o de una sala de cine por una pandilla de barrio. Afectan, sobre todo, a los más pobres. Los ricos no viven en Husby. Pueden ver los incidentes tranquilamente desde sus chalets extravagantes, con la seguridad de que la policía los protegerá. Los disturbios no los alcanzan. Es, definitivamente, un crimen el hecho de que muchos trabajadores normales estén perdiendo sus coches y tengan que ser evacuados de sus hogares debido al peligro de incendio.
Pero, ante todo, nos oponemos particularmente a los disturbios porque dividen la lucha. Es una minoría la que participa en estos enfrentamientos. Se han organizado varias manifestaciones contra la violencia en las que han participado cientos de personas. Muchos sienten ira contra los amotinados al ver cómo se destruye su barrio. Se ha hablado de la brutalidad policial. Pero para muchos también se trata de la de estos jóvenes, cuya violencia es tan indiscriminada como la de las porras de la policía.
No sólo están atacando a policías racistas. Bomberos, paramédicos y otros trabajadores ordinarios son también víctimas de estas piedras. Esto demuestra exactamente lo alejados que se sienten estos jóvenes del sistema, repudian todo lo que de alguna manera pueda representar al Estado.
Los disturbios ayudan a desacreditar a todos aquellos que luchan por un mundo mejor, por una vía real fuera de este sistema. Los medios de comunicación se aferran a esto y utilizan todas las posibilidades para dibujar a la juventud amotinada como un grupo de revolucionarios salvajes, como si los disturbios fueran la conclusión lógica de querer cambiar la sociedad. SVT [la cadena pública sueca] ha aparecido con chalecos reflectantes amarillos y un texto en ingles: “Prensa – televisión sueca”. Como si se tratara de una zona de guerra.
Los disturbios benefician a los reaccionarios que invocan medidas más duras. No sólo la derecha en el poder, sino también Jimmie Åkesson (miembro del partido nacionalista Demócratas de Suecia) y sus mafiosos racistas antiobreros, deciden aprovechar la oportunidad. Pidieron balas de goma, gases lacrimógenos y cañones de agua; Piden armas para incidentes como éste y, por supuesto, les será fácil [pedirlas y] utilizarlas también, si es necesario, contra una manifestación sindical.
Las operaciones policiales y la retórica de la guerra de la extrema derecha son, en realidad, un obstáculo para la reducción de la violencia. Sólo ayudan a empeorar la imagen que se tiene de los suburbios y ampliar las fracturas. Durante las protestas en Rosengård, en 2008, doscientos adultos de la zona lograron calmar a los jóvenes hablando con ellos y sus padres. Se trata de una manera diferente de actuar con respecto a la actuación usual de los políticos y periodistas.
No somos pacifistas. En periodos especiales, una medida violenta puede ser absolutamente necesaria para defender el movimiento en su conjunto. Pero no estamos ante una situación así. Lo que vemos, en cambio, es una violencia que afecta solamente a los dueños de los coches y viviendas de los residentes de Husby.
¿Son solamente ¨criminales de afuera¨?
Muchos se han centrado en el hecho de que la mitad de los ocho detenidos hasta el jueves no vivían en Husby. Se habían desplazado hasta allí; venían de “afuera”. ¿Pero se considera forastero al que ha viajado dos paradas de metro? En realidad, la mayoría de los que viven en Järvafältet [zona al noroeste de Estocolmo] está en una situación similar a la de Husby.
Es evidente que se dan elementos criminales o semi-criminales en estas circunstancias. La delincuencia es un fenómeno permanente en la sociedad capitalista. Pero si estas protestas sólo fueron causadas por “criminales” o “gamberros”, ¿por qué suceden ahora? Si son gamberros, seguramente existían también hace uno, dos o cinco años.
La respuesta es sencilla. El que tiene un trabajo digno con un salario decente, no se siente tan inclinado a salir a la calle y lanzar piedras a la policía. El capitalismo es una sociedad podrida que ni siquiera puede dar el mínimo necesario para poder vivir una vida decente en seguridad. Esta es la verdadera causa de los disturbios, y no puede resolverse con más policías.
El sistema capitalista está enfermo. Está lleno de pequeños y grandes estafadores. El Primer Ministro (Reinfeldt) se queja de “vandalismo”, pero en su Gobierno se encuentra el Ministro de Relaciones Exteriores, Carl Bildt, un individuo que ahora está siendo investigado por la Comisión de crímenes de guerra, en relación con su paso por el Consejo de la compañía petrolera Lundin Petroleum (1997-2003). La Junta de la que fue miembro es sospechosa de crímenes de lesa humanidad en Sudán. La verdad es que los grandes ladrones casi siempre se salvan. Si un joven en Husby destroza una tienda, va a prisión, pero si un banquero destruye la economía de un país entero recibe miles de millones. Esto ha sucedido en los Estados Unidos así como en España. Y si un ministro de Relaciones Exteriores sueco es sospechoso de crímenes de lesa humanidad, no pasa nada.
La crisis del capitalismo
Estos disturbios son sintomáticos de la profundización de la crisis del capitalismo. Demuestran que el capitalismo no puede ofrecer una salida. Pero debemos reconocer que hay una inmensa riqueza acumulada en las cúpulas de nuestra sociedad. Ha sido creada por los trabajadores y amontonada por los capitalistas. Por solo hablar de los paraísos fiscales, se estima que éstos cuentan con 30 billones de dólares, más que el PIB de Japón, Alemania y Estados Unidos juntos. La mitad de ese dinero es controlado por 92.000 personas. ¡Suecia no es una excepción en esto! Mientras que el desempleo está creciendo, se exprimen los salarios y se destruye lentamente el Estado del Bienestar, las grandes empresas suecas establecen nuevos récords en el aumento del pago de dividendos a sus accionistas. El dinero existe.
De hecho, Suecia es el país de la OCDE donde más ha aumentado la desigualdad en las últimas tres décadas. Recientemente, un documental revelaba que Suecia ha alcanzado el máximo nivel de desigualdad desde principios del siglo XX.
Estamos hartos de programas de televisión sobre personas ricas y exitosas. Su consumismo no es el nuestro. Para muchos jóvenes, especialmente en los suburbios pobres de Suecia, los sueños de riqueza material llegan a ser provocaciones abiertas. Nuestra sociedad se basa en la competencia y la exclusión, que es algo que estos jóvenes sienten más que ningún otro. En las escuelas de los alrededores de Järvafälten sólo la mitad terminaron la escuela primaria sin repetir ningún grado, en comparación con el 90 % para todo el país. No es muy sorprendente que ahora respondan con la misma hostilidad que la vida les ha enseñado.
Los acontecimientos de los últimos días han escandalizado a una parte de la sociedad sueca acostumbrada a vivir en paz, amabilidad y tranquilidad. La burguesía y los reformistas han pasado los últimos 50 años tratando de convencer a los trabajadores suecos de que había algo especial en el capitalismo sueco. Que de alguna manera, en Suecia, el capitalismo significaba estabilidad, prosperidad e igualdad. Ahora ha quedado de manifiesto que era una gran mentira. Los trabajadores suecos experimentaron un capitalismo humano en la década de 1950 y 1960, pero estos disturbios muestran concluyentemente que hemos entrado en una nueva etapa.
También es significativo que esto ocurra al mismo tiempo que los propios jóvenes de estos suburbios están construyendo organizaciones juveniles nuevas. Muchos de los jóvenes más avanzados se encuentran en organizaciones como Megáfono, que lucha por la justicia en los suburbios de Estocolmo, o su equivalente Pantrarna [Las Panteras] en Gotemburgo. Estas organizaciones no existían hace un par de años, y su presencia es otra señal del proceso molecular de radicalización que se lleva a cabo en Suecia.
La situación desesperada de los jóvenes del mundo árabe, particularmente su desempleo, fue una de las principales causas de la revolución árabe. Los jóvenes son también los protagonistas de la lucha de los trabajadores y de la juventud en el sur de Europa. No hay ninguna razón para sospechar que no sucederá así en Suecia, también aquí, los jóvenes están en la primera línea.
La violencia real no viene desde abajo. Se organiza desde arriba. Es administrada por los capitalistas por medio del Estado, a través de la Policía y el Ejército, y estos jóvenes responden a ella con el único método que saben. Como Martin Luther King dijo: “la revuelta es el lenguaje de los que no tienen voz”. Los disturbios son ante todo una expresión de debilidad. Seguro que se pueden dar patadas, ser “Reyes por un día”, como Petter Larsson escribe en la sección cultural del Aftonbladet [periódico sueco]. Puede parecer emocionante jugar al gato y al ratón con la policía. Pero cuando el humo se desvanece, la noche se torna en día y todo vuelve a la vida cotidiana, la pregunta es simple: ¿Qué hemos logrado?
¡Llevar la lucha adelante!
Esta no es la primera ni será la última vez que se producen disturbios en los suburbios. Acontecimientos similares tuvieron lugar en Malmö, en 2008 y, en 2012, en Gotemburgo. Pueden provocarse y, generalmente sucede así, por incidentes totalmente secundarios. Mientras permanezcan las condiciones sociales actuales, se repetirán estos hechos. Los disturbios han demostrado que hay un montón de frustración acumulada e insatisfacción en estos barrios, así como entre los jóvenes en general. Dicha frustración tiene que canalizarse. La lucha debe convertirse en una lucha general para la regeneración del suburbio. Los jóvenes necesitan empleo, vivienda, buenas escuelas y actividades de ocio. Se debe terminar el acoso policial.
Todo esto debe vincularse con el movimiento más amplio de la clase obrera. El desafío es construir vínculos entre la juventud de los suburbios y la clase obrera. La tarea de vincular ambos movimientos reposa en la izquierda y en el movimiento obrero.
Por desgracia, sus dirigentes no han tomado serias medidas en esa dirección. Están a años luz de la vida cotidiana de los ciudadanos, han perdido el contacto con nuestra realidad. Pero han sido elegidos para dirigir un movimiento. Deben movilizarse por una defensa seria del Estado del Bienestar y una regeneración del suburbio y de todo el país. Si no lo hacen, tienen que retirarse o ser reemplazados por dirigentes más combativos.
La burguesía y sus representantes tienen razón en tener miedo. Lo que han visto ahora es sólo el comienzo, una muestra de lo que está por venir. La ira y el descontento ahora sólo han sido puestos de manifiesto parcialmente, no desaparecerán. Tarde o temprano tendrán una expresión seria y organizada. Sirve para recordarle a la burguesía que su palacio está construido sobre arena.
La organización de la juventud en los suburbios alrededor de Megáfono y Las Panteras es un paso en la dirección correcta. Ofrece a la juventud de estos barrios una plataforma política y un debate más a favor de la lucha política que de los disturbios. Son totalmente correctos en esto y en hacer demandas a los políticos. Pero también debemos entender que los gobernantes reales bajo el capitalismo son los banqueros y los dueños de los grandes monopolios. Sólo con demandas socialistas podemos cambiar la situación.
Como marxistas, por lo tanto, no condenamos los disturbios. Nuestro trabajo es conectar con estos jóvenes y ofrecerles una auténtica salida: una salida revolucionaria. No sirve lanzar piedras a la policía. No podemos contentarnos con las migajas. La juventud y la clase obrera deben luchar juntas contra el enemigo común – contra los banqueros y capitalistas de nuestro país, y de hecho, de todo el mundo. Esta es la única salida. Debemos tomar el poder y comenzar el camino hacia el socialismo.
• ¡No al racismo ni a la brutalidad policial!
• ¡Investigación del abuso policial. Investigaciones independientes bajo control sindical!
• ¡Lucha conjunta contra el capitalismo! ¡No a la división entre “suecos” e “inmigrantes”!
• ¡Regenerar los suburbios! ¡Luchemos por políticas socialistas!